Es noticia
'Passages': sexualidad fluida y mucha carne en este drama de un trío amoroso bisexual
  1. Cultura
  2. Cine
estreno

'Passages': sexualidad fluida y mucha carne en este drama de un trío amoroso bisexual

Ira Sachs firma esta historia sobre un triángulo amoroso —dos chicos y una chica— lleno de deseo, celos y poquita responsabilidad emocional

Foto: Adéle Exarchopoulus y Fran Rogowski, dos de los tres protagonistas de 'Passages'. (Caramel)
Adéle Exarchopoulus y Fran Rogowski, dos de los tres protagonistas de 'Passages'. (Caramel)

Una de las anécdotas más resobeteadas del cine es aquella en la que Billy Wilder, en pleno trance nocturno, se despertó a escribir una idea en la libreta que siempre dejaba a mano en su mesilla de noche. Una idea magnífica que lo regaría de premios. Por la mañana leyó lo que había escrito: "Chico conoce chica". La trama más vieja que el hilo negro. Chico conoce chica (1984) es también el título de una película de Léos Carax. En ella, un aspirante a cineasta espía chicos que conocen chicas y se enamoran y le sirven de material narrativo hasta que, de pronto, él (chico) la conoce a ella (chica) y arranca su propia película. Ha pasado mucho de ambos chicos conocen a chicas. El mundo ha cambiado y en Passages, el último largo de Ira Sachs, chica conoce chico, que a su vez sale con otro chico, y se enrollan y el primer chico no sabe muy bien lo que quiere, y la chica tampoco, y el segundo chico lo tiene un poco más claro, y todo se lía y cómo le explica una chica a sus padres que su novio sale con chicos, o viceversa.

Passages es una película ávida. De sexo, de drama, de emociones. Sus tres protagonistas (la francesa Adèle Exarchopoulos, 10 años después de La vida de Adèle, el inglés Ben Wishaw y el alemán y magnético Franz Rogowski) se arrastran los unos a los otros dentro de un triángulo amoroso de deseo, celos y poquita responsabilidad emocional en un filme de pieles, de cuerpos que chocan y se traspasan. Passages se estrenó en Sundance, pasó por Berlinale y este viernes ha llegado a la cartelera española. Sachs, uno de los directores de cine queer más reconocidos desde 1996, cuando con The Delta su nombre empezó a sonar en el circuito de festivales de autor, que ha competido por la Palma de Oro en Cannes con Frankie en 2019, ha ganado recientemente el Premio del Público del Atlàntida Film Fest con este drama romántico que bebe de referentes como La mamá y la puta (1973) de Jean Eustache, y que ha adaptado aquello del triángulo amoroso a la fluidez contemporánea. Passages llega a España con una calificación de "no recomendada a menores de 12 años". Sin embargo, el estreno en Estados Unidos ha sufrido la calificación de "no recomendado a menores de 18".

"En Estados Unidos hay muchos límites a la hora de excluir el cine más íntimo y personal", lamenta Sachs en una entrevista para El Confidencial durante su paso por Madrid. "Es interesante que una película que en España es para mayores de 12 años, en Estados Unidos sea no recomendada para menores de 18. El tema de las calificaciones lo puso en marcha la Iglesia católica. Fue en los años treinta, con el Código Hays, y las películas que se hacían antes de este código son las que disfrutaban de esa libertad que yo busco en mi cine". En Passages hay mucha escena de cama. Sin preciosismos. Sin sordidez. Solo la cotidianidad de las parejas que expresan su deseo, su afecto, sus ganas de poseer al otro a través de la carne.

placeholder Adèle Exarchopoulus es Agathe en 'Passages', de Ira Sachs. (Caramel)
Adèle Exarchopoulus es Agathe en 'Passages', de Ira Sachs. (Caramel)

Pero cree Sachs que si la carne es tabú, aún lo es más la carne gay. ¿Cuántos de los espectadores medios han visto una escena de sexo homosexual retratado desde el naturalismo? "Creo que hay una represión subjetiva de las imágenes queer que me parece consecuencia de la sociedad estadounidense de hoy", insiste Sachs. "Así que creo que, de alguna forma, con la MPA (Motion Picture Association, que es la que instituyó el Código Hays) detrás, me parecen muy significativos los intentos que hay hoy de reprimir y excluir imágenes gais. Uno de los límites que ponen es que el uso del cuerpo sea explotativo. Sería complicado decir que en películas como la mía se explotan los cuerpos. Parece como si solo se fijasen en las escenas de sexo. Yo creo que la rebobinan hasta las escenas de sexo y ya está; eso quiere decir que no les interesa la historia que contiene la película".

Sachs lleva desde los años noventa dirigiendo un cine íntimo muy basado en sus propias experiencias como judío gay de Tennessee, que no es el mejor lugar para ser judío y gay. Sachs está casado con el pintor Boris Torres, y ambos conviven con la cineasta Kirsten Johnson, que es la madre de sus dos hijos. Es decir: dos hijos, tres padres. Johnson ha trabajado con documentalistas del calibre de Michael Moore —ganador del Oscar por Bowling for Columbine (2002)— y Laura Poitras —ganadora del último León de Oro por La belleza y el dolor (2022)—. Los tres querían hijos, los tres son artistas muy ocupados y Sachs y Johnson son amigos desde 2006, así que, en un mundo en el que la conciliación parental es una tragedia, decidieron probar nuevas fórmulas. En Passages el trío es más visceral que práctico, pero es imposible no detectar los ecos de la vida del director. "A mí el cine de los setenta me enseñó que debía rodar las cosas que eran más importantes para mí. Para mí son las imágenes que son libres y sinceras y que incluyen el sexo como parte del día a día. Todos los días nos desnudamos, así que no hay nada más ordinario que estar desnudo".

placeholder Ben Wishaw, de espaldas. (Caramel)
Ben Wishaw, de espaldas. (Caramel)

"La película es un espejo de mi vida y de mi familia y de mi comunidad, de alguna manera", prosigue. "Mi marido es ecuatoriano, vivo rodeado de brasileños, franceses y tunecinos. No vivo en un entorno monolingüe. Creo que la textura cosmopolita de las relaciones de la película es algo muy personal y que tiene que ver mucho conmigo. Passages, además, tiene lugar en París, que es una ciudad que conozco muy bien porque viví allí con veinte años, he tenido muchas relaciones allí, muchas rupturas, mucho sexo, he llorado en esas calles. Es una ciudad que conozco muy bien desde dentro".

Después de tres décadas de cine queer, sin embargo, Sachs ha experimentado en Passages algo totalmente novedoso. "Es mi primera película en la que, al menos desde mi perspectiva de hombre gay, he hablado de relaciones queer en las que no existe la vergüenza del qué dirán. No esconden nada. Y eso a mí me parece un progreso. Al mismo tiempo, esos personajes son un par de generaciones más jóvenes que yo. Y en ese tiempo ha cambiado la relación con la identidad. Ya no existen etiquetas", determina. "En los personajes esas etiquetas [gay, hetero, bi] son inútiles, también por la dimensión que han dado los actores a los personajes. Si fuese una película de tres personas de 57 años sería algo muy diferente, pero es de tres jóvenes en París". Tres jóvenes retratados por la luz de la directora de fotografía Joseé Deshaies (Saint Laurent, Casa de tolerancia): "Ella es increíble con los cuerpos y los espacios, la luz es emoción y en cada escena tenemos que encontrar esa emoción a través de la manera en la que la luz se refleja en los cuerpos".

placeholder Otro momento de la película. (Caramel)
Otro momento de la película. (Caramel)

Aquí los tres jóvenes son tres intérpretes que representan lo mejor del cine de autor europeo. Pero entre ellos destaca Franz Rogowski en el papel de Tomas, el engranaje sobre el que basculan Exarchopoulus y Wishaw. "Tomas es un animal. Como actor es el mejor tipo de animal. Y como personaje es un animal que es más peligroso porque no es consciente de las consecuencias de sus actos, solo está movido por sus deseos. Lo que para mí es la parte más personal. Quiero decir, en el sentido de que yo soy un hombre con poder y uso ese poder todos los días. Y solo puedo ser consciente todo el tiempo del impacto que tienen mis actos en otros. Ese ha sido un tema recurrente en mis películas. Es algo cercano a la culpa, pero intento distanciarme un poco de esa culpabilidad. Porque es un reconocimiento de que me dejo llevar más por mis deseos que por mis ideas. Lo que creo que es inherente al ser humano. Pienso en todas las grandes obras de la literatura y tratan del deseo, no de la moral".

Sachs está casado con el pintor Boris Torres, y ambos conviven con la cineasta Kirsten Johnson, que es la madre de sus dos hijos

Su película podría haberse llamado Hambre, bromea. "Todos los personajes quieren más y les mueve la necesidad de cosas nuevas". Pero él, como guionista y director, no los juzga. "Me posiciono casi en el punto de vista de un psicoanalista. No intervengo, solo observo. Y cuanto más observo, más profundidad psicológica encuentro en el ser humano". De la literatura también ha robado el arte de la elipsis, que en Passages está muy presente. "Los agujeros son espacios para que la gente entre. En la literatura, en las novelas, me gusta mucho el salto que hay entre capítulos. Pienso en concreto en Henry James: Washington Square tiene una de las elipsis entre capítulos. Hay un momento que ocurre “fuera de cámara” y en el que todo cambia. Y en cierta manera, las elipsis son un espejo que refleja la forma en la que experimentamos la vida. Dejan espacio al público para que entre y participe de un juego muy intuitivo. El reto es ser lo suficientemente elusivo, pero a la vez claro. Dar lo suficiente para que el público sepa dónde tiene que ir".

A pesar del revuelo de su retrato del sexo entre sus protagonistas, Sachs se ha cuidado mucho de no romper la intimidad entre los actores-personajes. "En Passages hay un espacio que también lo da la cámara, una posición de intimidad. Mi propuesta fue que la cámara estuviera siempre dentro de la habitación, pero fuera del espacio que hay entre ellos. Estás ahí, pero no entre ellos. Ese tipo de inclusión y exclusión es lo que crea el vínculo. En La semilla del diablo hay un plano muy famoso: Mía Farrow está sentada en la cama y la vemos a través del marco de la puerta. Polanski siempre ha dicho que quería obligar al público a hacer el gesto como de asomarse a esa puerta y echar un vistazo. La exclusión crea la tensión". Y aquí Sachs también nos deja queriendo meternos entre los protagonistas.

Una de las anécdotas más resobeteadas del cine es aquella en la que Billy Wilder, en pleno trance nocturno, se despertó a escribir una idea en la libreta que siempre dejaba a mano en su mesilla de noche. Una idea magnífica que lo regaría de premios. Por la mañana leyó lo que había escrito: "Chico conoce chica". La trama más vieja que el hilo negro. Chico conoce chica (1984) es también el título de una película de Léos Carax. En ella, un aspirante a cineasta espía chicos que conocen chicas y se enamoran y le sirven de material narrativo hasta que, de pronto, él (chico) la conoce a ella (chica) y arranca su propia película. Ha pasado mucho de ambos chicos conocen a chicas. El mundo ha cambiado y en Passages, el último largo de Ira Sachs, chica conoce chico, que a su vez sale con otro chico, y se enrollan y el primer chico no sabe muy bien lo que quiere, y la chica tampoco, y el segundo chico lo tiene un poco más claro, y todo se lía y cómo le explica una chica a sus padres que su novio sale con chicos, o viceversa.

Cine Cartelera y estrenos de cine Noadex
El redactor recomienda