Antonio Muñoz Molina: "Venimos de la tradición machista, son cosas arraigadas y milenarias"
El escritor jiennense regresa al terreno de la ficción con la novela 'No te veré morir', en la que abarca una historia de amor que se interrumpió durante 50 años
El verso No te veré morir, de la poeta Idea Vilariño, abre la
Y ha vuelto también a más asuntos que le interesan, como esos personajes que son de aquí y de allá, que no parecen estar en ningún sitio —"anfibios", los llamó—, como ese protagonista, Gabriel Aristu, que se marcha de la España de 1967 en la que “parecía que el franquismo era geológico y no se iba a terminar nunca” y acaba en la California “de la revolución cultural y la explosión del feminismo”, señaló el escritor. Efectivamente, una auténtica locura.
Y está también el paso del tiempo, la perspectiva, ya que la novela abarca desde los años 30 hasta nuestros días. Primero, con el padre del protagonista, un personaje muy curioso, puesto que, aunque pertenecía al bando de los vencedores, siempre vio la España que quedó tras la guerra como caduca, cerrada y analfabeta, y por eso deseó que su hijo saliera pronto y estudiara fuera. Después, con la historia de amor de los protagonistas, en los 60, y, más tarde, con ese reencuentro en fechas actuales.
Preguntado, precisamente, por las conexiones entre pasado y presente, Muñoz Molina se apresuró a constatar que “los problemas de hoy nada tienen que ver con los del pasado, sino con los del presente. Las amenazas son contemporáneas y proceden del modelo económico y de políticas viscerales que vienen del trumpismo”. Sin embargo, también criticó que hoy persista “la incapacidad de una parte de la derecha española, y también de una parte de la izquierda, de mirar la historia con cierta ecuanimidad. Y la incapacidad de una parte de la derecha de reconocer que el franquismo fue una dictadura sanguinaria”.
El escritor criticó "la incapacidad de una parte de la derecha de reconocer que el franquismo fue una dictadura sanguinaria"
Otra rémora del pasado —no esquivó el tema— es el machismo, reconoció. “Venimos de una tradición machista en nuestro país. No es más machista que Italia, pero sí son cosas arraigadas y milenarias”, manifestó mientras, obviamente, en la sala de la biblioteca oteaba el asunto Rubiales. “Es más llamativo que una sociedad entera haya avanzado tanto como para que eso sea un escándalo e intolerable”, señaló, felicitándose por la reacción social de los últimos días.
"Si ibas a un colegio de curas, al ejército…, la pedagogía de la brutalidad era un pilar. Y fíjate cómo hemos avanzado, pero claro que falta"
Ahora bien, alertó: “Los avances siempre provocan reacciones contrarias. Cuando la gente de mi edad éramos niños y jóvenes, la brutalidad del discurso machista era tan gigantesca que es difícil de imaginar. La presión a los niños para marcar una masculinidad caracterizada por la brutalidad. Si ibas a un colegio de curas, al ejército…, la pedagogía de la brutalidad era un pilar. Y fíjate cómo hemos avanzado, pero claro que falta. Yo me crie en una escuela franquista, pero este señor [Rubiales] nació en la democracia. Se avanza y se retrocede porque él no se ha criado en una escuela franquista”.
Belleza y pasión
Pero, en la novela, que el lector lee casi sin respiro —apenas hay puntos y aparte en los primeros capítulos—, lo que abunda no es esto, sino la complejidad del alma humana, la pasión y la belleza. Para empezar, porque el tono es muy poético —Muñoz Molina confesó que ha leído mucho a los poetas narrativos como Walt Whitman o Louise Glück— y, como él mismo definió, “caudaloso”. “Es una mezcla de concentración [es una novela cortita] y caudal. La música tiene mucha importancia, sobre todo las suites de cello de Bach”, remachó.
En cuanto a la pasión y la belleza, el autor de
No te veré morir es uno de los grandes lanzamientos de esta reentré que coloca otra vez a su autor en el terreno de la ficción después de
El verso No te veré morir, de la poeta Idea Vilariño, abre la