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'Para una vez que hablo': De La Resistencia a querer quemar fotos del Rey
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'Para una vez que hablo': De La Resistencia a querer quemar fotos del Rey

El segoviano Miguel Campos presenta un excelente monólogo lleno de sorpresa y riesgo

Foto: El cómico Miguel Campos en una fotografía de su show. (Twitter)
El cómico Miguel Campos en una fotografía de su show. (Twitter)

Después de verme en Filmin Para una vez que hablo, monólogo chulísimo de Miguel Campos, miré en Google quién era este cómico. Lo que más me gustó descubrir fue su condición de segoviano. Me sentía yo muy solo representando en exclusiva la inteligencia, el humor, la belleza física y la pureza moral de toda una provincia ante el resto de España. Así, me pareció muy bien que hubiera otro segoviano ayudándome a transmitir al resto de España la inteligencia, el humor, la belleza física y la pureza moral de esa nada con acueducto que es Segovia.

También vi que trabajaba en La Resistencia, el mítico programa de David Broncano. Cuando digo mítico, no lo digo como cuando se considera mítico el Saturday Night Live o el sketch de las empanadillas de Martes y Trece, sino, muy exactamente, como se considera mítico Instagram: haces una cosa simple y tonta y te acaban dando 1000 millones de dólares (Facebook). Haces una cosa simple y tonta y te acaban dando 28 millones de euros (Sánchez).

En La Resistencia, Miguel Campos hace lo que hacemos todos los segovianos en cualquier sitio al que nos llamen: sentarnos atrás.

Me sentía muy solo representando en exclusiva la inteligencia, el humor, la belleza y la pureza moral de una provincia ante el resto de España

Espero, con todo, que de los 28 millones de euros, al menos uno (¿es tanto pedir, un millón de euros para un segoviano) vaya a parar al coordinador de guion y cómico satelital Miguel Campos.

Entre Chappelle y Woody Allen

El monólogo de Miguel Campos está grabado en el teatro Pavón de Madrid, nido de rojos y subvenciones. Por acabar pronto con esto, Miguel da puntuales leñazos a Almeida, Ayuso y Feijóo. También hay una mención a Pablo Motos (no se deja a nadie, no). No son momentos brillantes, ni singularmente políticos, pero me hicieron gracia sabiendo todo el dinero que el Ayuntamiento de Madrid ha puesto en este teatro desde su apertura como Pavón Kamikaze. Eché en falta que enfocaran al público, no fuera a estar Andrea Levy en alguna butaca, aplaudiendo.

Los cimientos del show no son otros que encontrar en el día a día pequeñas averías al sentido común, saber mirar, saber leer la prensa y saber armar un discurso preciso y fluido donde no caben la vulgaridad ni la incultura. Cuando habla sobre el uso del gas helio para bobear con amigos, lo define como “el gas que te apitufa la voz”. Me admiró sinceramente esa concreción: el gas que te apitufa la voz.

"Soy ese nivel de famoso que si me pides una foto también estoy ilusionado", dice, segovianamente

También me gustó la denominación elegida por el cómico para llamar a su novia. Miguel Campos se refería a ella como “mi novia”.

Para una vez que hablo está dividido en numerosos bloques temáticos, que van de la muerte a la fama, pasando por el amor o la familia. “Soy ese nivel de famoso que si me pides una foto yo también estoy ilusionado”, nos cuenta, segovianamente.

Uno de sus trucos mejores es tomar una frase e interpretarla de forma sorprendente. Cuando saca la cuestión trans, la cosa no parece dar mucho juego. Nos presenta la creencia conservadora de que en España “hacerse trans es ir al registro y ya está”. Pausa. Realmente parece que no se puede sacar punta a este lugar común de los críticos con la Ley Trans, y que todo va a acabar en la planicie del mitin. Sin embargo, Campos suelta: “¡En España nada es ir al registro y ya está!”, advirtiéndonos de los burocráticos laberintos que debemos atravesar siempre que nos enfrentamos a la administración pública.

También noté que había algo de Dave Chappelle en su forma de maniobrar con el micrófono, dejando que su respiración sonara a través de él en algunos momentos y riéndose para aligerar la tensión del público ante alguna ocurrencia peliaguda. La idea de un club de intercambio de parejas para discutir me recordó a aquello de Woody Allen sobre las prostitutas contratadas para hablar de filosofía y literatura. Y la burrada de pensar en el hashtag #PuntoParaElLoco cada vez que hay un asesinato múltiple en las calles me devolvió a la memoria la también muy graciosa salvajada de Anthony Jeselnik denominada Shark Party: hacer fiesta cada vez que un tiburón se come a alguien.

El cómico Ángel Martín es motejado sin muchos miramientos en el bloque dedicado a la salud mental, y a lo largo de todo el espectáculo. “Ángel Martín, equidistante en todo menos en quererte”, escuchamos.

Y hay varias anécdotas encantadoras sobre su padre o su vida sexual, que se siguen como relatos fascinantes sobre peripecias de un hombre común y corriente al que la vida a veces pone en situaciones un tanto extrañas.

Hay varias anécdotas encantadoras sobre su padre o su vida sexual

Cuando parece que el show termina, Campos añade una coda: pide un mechero. De pronto, el cómico tiene en una mano un mechero y en la otra una foto del Rey Felipe VI. La ley de Amnistía planea sobre el teatro Pavón, retrospectivamente. El público da por hecho que Miguel va a quemar la foto, que para eso ha pagado 12 euros por verle (seguramente la mitad ha ido gratis, en realidad).

Es un momento curioso, con más carga intelectual que las alusiones a Ayuso en pandemia o a Feijóo con la Ley Trans. Me pareció interesante cómo iba recorriendo el código penal en busca de esa fogata con foto que no le supondría dos años de cárcel (¿quemar una foto de otro quemando una foto del rey?, especula), oponiendo símbolos y libertad de expresión y generando en el público expectativas razonablemente terroristas.

Es muy buen cómico, Miguel Campos; pronto en La 1 para todos ustedes.

Después de verme en Filmin Para una vez que hablo, monólogo chulísimo de Miguel Campos, miré en Google quién era este cómico. Lo que más me gustó descubrir fue su condición de segoviano. Me sentía yo muy solo representando en exclusiva la inteligencia, el humor, la belleza física y la pureza moral de toda una provincia ante el resto de España. Así, me pareció muy bien que hubiera otro segoviano ayudándome a transmitir al resto de España la inteligencia, el humor, la belleza física y la pureza moral de esa nada con acueducto que es Segovia.

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