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'Ted': cuando tu mejor actor es un osito de peluche
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'Ted': cuando tu mejor actor es un osito de peluche

El díptico de películas protagonizado por Mark Walhberg se transforma en serie noventera rebajando su capacidad de provocación

Foto: Fotograma de la miniserie 'Ted'.
Fotograma de la miniserie 'Ted'.

Lo más interesante de Ted (serie, películas, todo) es abrir el foco y comprobar cómo en Estados Unidos hay creadores duraderos y prolíficos que levantan toda su obra sobre una infancia en provincias. Seth MacFarlane lleva ya tres décadas haciendo humor bostoniano, y, cuando parece que no se le ocurría otra cosa, se dijo, qué tonto, pues voy a hacer más humor bostoniano. Han pasado nueve años desde la última entrega de Ted (2015; la primera es de 2012) y aún quedan chistes en Boston, con Bosto y, sobre todo, por Boston. Entre medias o al mismo tiempo, MacFarlane se escribió los 422 capítulos de Padre de familia, amén de otras chorradas de éxito.

Dense cuenta de que también tenemos a Taylor Sheridan (Comanchería, Yellowstone), que ha hecho una filmografía entera, no ya sobre una ciudad, sino sobre el polvo del desierto. Es como si el ahora escritor feliz, Santiago Lorenzo, cuando era infeliz cineasta hubiera filmado Mamá es boba (1997), película palentina, y luego hubiera podido vivir toda la vida de rodar películas y series sitas en Palencia. En España, por lo que sea, no le dejamos a uno repetir país, infancia ni arbolito. Todo lo que empieza en Palencia acaba en Madrid o Barcelona. Y, si empieza en Murcia, acaba en Nueva York.

Ted es una franquicia de humor ácido donde lo más gracioso era un oso de peluche que habla y Mark Walhberg haciéndonos creer otra vez que es actor. Me gusta mucho Walhberg como actor (Infiltrados), pero basta ver su serie hagiográfica Wahl Street (HBO) para darse cuenta de que lo es de puta causalidad, porque tiene el físico y porque lo que dice lo ha escrito alguien que no es él. Cuando habla Walhberg, por sí mismo, no te crees que ese chico pueda ser millonario, famoso y hasta abrir empresas. En general, tengo esta misma impresión escuchando hablar a los cantantes de trap.

Ted es una franquicia de humor ácido donde lo más gracioso era un oso de peluche que habla y Walhberg haciéndonos creer que es actor

En Ted, la serie, Walhberg no está, ni nadie, si vamos a eso, que supere sus habilidades actorales. El mejor actor de la serie es el oso de peluche, quizá porque, como oso/ente generado digitalmente, carece de conciencia, y no puede, como le pasa a todos los actores de la serie, darse cuenta de su absoluta falta de carisma, talento o atractivo.

Sin verla, la serie podría parecernos un Matrimonio con hijos (1987-1997) con peluche; pero, sufriendo dos o tres de sus episodios, nos damos cuenta de que es al revés: Ted es un oso de peluche con gente cerca, no particularmente nuclear.

placeholder Seth MacFarlane posa en 2015 en la 'première' de 'Ted 2'. (Reuters)
Seth MacFarlane posa en 2015 en la 'première' de 'Ted 2'. (Reuters)

Los más jóvenes (como es natural) no sabrán qué es Matrimonio con hijos, serie intolerable que disfrutábamos en los años 90 en La 2, si no me falla la memoria. Su sentido era dinamitar las series familiares ideales (en España tenía una Emilio Aragón: Médico de familia), donde el padre era un amor, la madre era un amor, los hijos eran adorables y no se sabe por qué hacían una serie con todo ese grosero sentimiento sin interés. Lo más grave que le pasaba a un hijo en Médico de familia era que sus padres no le dejaban ir a un concierto, y de eso iba el capítulo: de si dejamos a nuestra hija adolescente ir a un concierto con sus amigos. Dramas de primer nivel.

Ted nos sitúa en Boston y en los años 90, a 22 minutos por episodio, y se dicen tacos y se hacen bromas con los enanos, en el sentido de que la hija reprende a su hermano y al osito por decir “enano”, y no otra palabra más sanchista. Es todo bastante simplote y acomplejado, como un viaje woke en el tiempo, donde un personaje alienígena (la hija) va revisando los años 90 con su superioridad moral adquirida en un hilo de Twitter. Como resultado, la serie no va ni de los años 90 ni del presente, sino de lo peor de ambas coordenadas.

Es todo bastante simplote y acomplejado, como un viaje 'woke' en el tiempo

La gran idea de esta saga es que un osito cobró vida por deseo expreso del niño al que se lo regalaron, que pidió a Dios ese milagro. Se lo concedió, y Seth MacFarlane logró el osito de los huevos de oro, precisamente.

La voz de Ted la pone el propio Seth, que como todo el mundo en Hollywood, también es actor. Al igual que en las películas, se suceden los gags y las situaciones vagamente rompedoras (sexo, drogas, identidad: poco más), pero yo no he conseguido que me hagan gracia. Hay planos de transición de la casa de la familia, entre escena y escena, dentro de la peor sintaxis posible de las comedias de situación.

Y hay otra voz, la del narrador, que pertenece a Ian McKellen, anteriormente conocido como actor. No es poca cosa que los mejores actores de Ted sean aquellos que sólo han querido prestar a la serie su voz, y no su cara, no sea que alguien les asocie en el futuro con este show.

Lo más interesante de Ted (serie, películas, todo) es abrir el foco y comprobar cómo en Estados Unidos hay creadores duraderos y prolíficos que levantan toda su obra sobre una infancia en provincias. Seth MacFarlane lleva ya tres décadas haciendo humor bostoniano, y, cuando parece que no se le ocurría otra cosa, se dijo, qué tonto, pues voy a hacer más humor bostoniano. Han pasado nueve años desde la última entrega de Ted (2015; la primera es de 2012) y aún quedan chistes en Boston, con Bosto y, sobre todo, por Boston. Entre medias o al mismo tiempo, MacFarlane se escribió los 422 capítulos de Padre de familia, amén de otras chorradas de éxito.

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