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'Hispanoamérica': ¿Tú te sientes culpable por conquistar América en el siglo XVI? Yo, no
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'Hispanoamérica': ¿Tú te sientes culpable por conquistar América en el siglo XVI? Yo, no

Un documental concluye que los pueblos indígenas deberían darnos las gracias por invadirlos

Foto: Fotograma de 'Hispanoamérica, canto de vida y esperanza'.
Fotograma de 'Hispanoamérica, canto de vida y esperanza'.

Con los años uno ha entendido que existen numerosos instrumentos creados expresamente para manipular la realidad, y que atienden a nombres un tanto confusos, pues se presentan como “documental”, “biografía”, “reportaje” e incluso “Historia”. De niño, de adolescente, no lo veíamos así. Cuando un libro decía ser la biografía de Hitler, pensaba el párvulo que ese libro era todo verdad, pues de Hitler únicamente se podía hacer una biografía, ya que sólo había vivido una vida, y bastaba con poner negro sobre blanco su peripecia. En realidad, de Hitler se pueden hacer muchas biografías y todas distintas, y alguna hasta amantísima. Cuando algo nos cuenta la verdad, esto es, cuando dice no contener ni una gota de ficción, miente por completo. Esto es rarísimo, porque nos lleva a concluir, por el extremo opuesto, que una película de ficción acaso contenga más verdad que un documental inmaculado.

Yo hasta recuerdo cuándo vi la luz con el género cinematográfico del documental. Fue en el año 2000, con La espalda del mundo, de Fernando León de Aranoa. Recuerdo leer entrevistas donde el -por lo demás- estupendo director español decía haber escrito un guion para su documental, y luego haber ido a rodarlo. Esto me chocó, pues yo pensaba que ese “algo” primero vas a verlo y luego lo cuentas. Los documentales funcionan al revés.

Lo que hiciera España en el siglo XVI me afecta lo mismo que lo que hiciera Rusia en el siglo XIX, o Sócrates con la cicuta. Cero

Primero sabes lo que pasa en un sitio y luego vas allí a que te salga una película en la que aciertas en todo.

Así llegamos a Hispanoamérica: Canto de vida y esperanza, el documental que José Luis López-Linares ha hecho sobre nuestro glorioso siglo XVI fuera de casa. Ya saben, salimos del marco ibérico y fuimos conquistando países, culturas, tribus, cosas, patatas y oro. Es lo que estudiamos como “la conquista de América”. Miren que me da pereza ya hasta respirar, pero si algo puede darme más pereza que respirar es el conflicto aparejado a “la conquista de América”.

Como español se lo digo: lo que hiciera España (marca, bandera, nación, sujeto histórico) en el siglo XVI me afecta lo mismo que lo que hiciera Rusia en el siglo XIX, o Sócrates con la cicuta. Cero.

Como a veces salgo de casa, y a veces estoy con autores latinoamericanos, conozco ese momento en el que un autor del Perú o de Argentina se quiere dar aires y empieza a reclamar no se sabe qué refacción de los presentes por lo que pasó en el siglo XVI. Está tan borracho que no se acuerda ni de lo que hizo ayer; pero de lo que pasó en el siglo XVI sí se acuerda.

No le basta con que en Barcelona le publiquen sus libros, además quiere que le pidamos perdón por las carabelas. Yo siempre aprovecho para salir a fumar.

Dicho esto, el documental de López-Linares se toma muy a pecho un trozo de historia que nos afean en México y otras latitudes, y no ve mejor manera de enfrentar estos afeamientos que ir por todo el continente recopilando testimonios de los propios americanos donde nos absuelven. Así, profesores, escritores, expertos e historiadores de allí, junto a otro puñado de lo mismo salido de España, van dibujando un disparate interpretativo según el cual a)España conquistó de buen rollo, b)España hizo catedrales, c)los malos eran los propios indígenas y, sobre todo, d)les llevamos el violín. Lo del violín es lo primero que sale en Hispanoamérica. Los nativos no pueden quejarse de nada porque, hicieran lo que hicieran los españoles, gracias a ellos descubrieron el violín. Y, con un violín en las manos, las masacres se vuelven folclore.

Frente a la tesis de que los españoles conquistaron, violaron, robaron y mataron, se plantea que Hernán Cortés y otros milicos fueron allí a poner orden. Se sabotea (aquí con cierto criterio, sin duda) la imagen edénica de una América como jardín de infancia de tribus ancestrales de muchos colorines, siendo que se comían y exterminaban las unas a las otras, pero también se dice que (¡en el siglo XVI!) había controles de calidad gubernativa que ya quisiera Pedro Sánchez. Los virreyes y gobernadores eran sometidos (nos dicen) a un examen al final de su mandato, para ver si se habían pasado con los ajusticiamientos, las exacciones y las violaciones, y parece que no se habían pasado nunca, porque (¿de quién depende la fiscalía?) los fiscales que velaban por los nativos no encontraban exceso alguno en la ejecutoria del español que los gobernaba.

Los nativos no pueden quejarse de nada porque, hicieran lo que hicieran los españoles, gracias a ellos descubrieron el violín

Por si fuera poco, también se afirma que los ingleses y holandeses sí eran, en efecto, muy malos. Qué suerte ser español, ¿eh? El único país que llega a América y no le apetece ni asesinar ni robar ni cometer abuso alguno so capa de su superioridad militar.

Los “tres siglos virreinales” fueron una bendición para América, pues con la llegada de las independencias latinoamericanas empezó su subdesarrollo, y eso de poner los cables por fuera de las paredes, como guirnaldas de electricidad. Si no se hubieran independizado de nosotros, los cables irían por dentro de la pared.

Bolívar “lanzó a la miseria a millones de indios españoles”, y, en general, se implantaron tiranías y apenas se ganaron Mundiales de fútbol que las justificaran y, si algo bueno hay hoy en Argentina o Bolivia, son rescoldos de luz de cuando España guiaba sus destinos.

Foto: El profesor Marcelo Gullo Omedeo, autor de 'Madre Patria', (Espasa).

Yo creo que los españoles del siglo XVI tienen todo el derecho del mundo a ser considerados normales. Hicieron lo normal cuando te toca el siglo XVI, que es matar y robar alegremente hasta que se invente la Declaración de Derechos Humanos, la UCO y los seguros de decesos. Antes, me parece mucho pedirle a un señor del siglo XVI, el buen rollito.

Sin embargo, este documental presenta a los españoles como adelantados a su tiempo, más atentos, integradores y tolerantes que un equipo de guionistas de Netflix, y yo me siento mucho más abochornado por compartir mis días con este tipo de película nacional que por lo que hicieran los españoles en América hace quinientos años.

Con los años uno ha entendido que existen numerosos instrumentos creados expresamente para manipular la realidad, y que atienden a nombres un tanto confusos, pues se presentan como “documental”, “biografía”, “reportaje” e incluso “Historia”. De niño, de adolescente, no lo veíamos así. Cuando un libro decía ser la biografía de Hitler, pensaba el párvulo que ese libro era todo verdad, pues de Hitler únicamente se podía hacer una biografía, ya que sólo había vivido una vida, y bastaba con poner negro sobre blanco su peripecia. En realidad, de Hitler se pueden hacer muchas biografías y todas distintas, y alguna hasta amantísima. Cuando algo nos cuenta la verdad, esto es, cuando dice no contener ni una gota de ficción, miente por completo. Esto es rarísimo, porque nos lleva a concluir, por el extremo opuesto, que una película de ficción acaso contenga más verdad que un documental inmaculado.

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