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Nadie te va a publicar (a lo grande) un libro si no eres alguien conocido: "El sistema está viciado"
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Reportaje

Nadie te va a publicar (a lo grande) un libro si no eres alguien conocido: "El sistema está viciado"

Los autores Daniel Ruiz y Santiago Mazarrasa cuentan a este periódico el muro casi infranqueable para publicar una novela (en condiciones) y el riesgo cada vez menor de la industria editorial

Foto: EC Diseño.
EC Diseño.

Cuando tenía 19 años, Daniel Ruiz (Sevilla, 1976) presentó Chatarra la historia de un crimen en un pueblo con mucho eco lorquiano— al concurso literario que organizaba la revista Gaceta Universitaria, entonces un verdadero tótem de la prensa española con presencia en todas las facultades del país. Ganó el premio, la historia fue publicada en la editorial Calambur y el entonces chaval sevillano pensó que ya había tocado el cielo literario con las manos. Llegaron algunas entrevistas y se hizo más o menos conocido en el ambiente. Era 1995 y corrían buenos tiempos para que la industria editorial apostara por gente absolutamente desconocida como José Ángel Mañas o Ray Loriga, que además vendían. Al mercado le gustaba la carne fresca. Sin embargo, poco después de aquello, los neones se apagaron. Ruiz, simplemente, parecía que había tenido la suerte del principiante porque, sin padrinos ni amistades en el mundillo, se pasó los siguientes diez años de su vida escribiendo de madrugada, trabajando de día en una consultora y obteniendo un rechazo tras otro. Hasta seis novelas acabaron en la basura. Pensó en tirar la toalla hasta que algo ocurrió. Pero eso lo contaremos más adelante. Esto, de momento, va de fracasos.

Todo esto lo relata ahora Ruíz en el prólogo de Chatarra que se acaba de publicar en El Paseo 25 años después de su publicación original. Es un texto que provoca cierta tristeza. "Es que llegó un momento de bastante desánimo porque había empezado a trabajar y tenía que compaginar el trabajo con la escritura, me tocaba buscar horas un poco extrañas para escribir. Y me planteé que era un esfuerzo inútil que no iba a ningún lado. Ya había decidido que quería dejar de escribir porque no me compensaba ese excesivo sufrimiento a costa de la invisibilidad", comenta a El Confidencial. De hecho, llegó a aparecer un haz luminoso hacia 2006 en forma del estudiante recién licenciado en la Escuela de Cine Rodrigo Rodero que compró el libro y quiso rodar un cortometraje. Eso le hizo volver a escribir y parecía que Ruiz iba a salir del bache.

placeholder 'Chatarra', de Daniel Ruiz.
'Chatarra', de Daniel Ruiz.

Pero de nuevo regresó la oscuridad. Hasta 2015 cuando Tusquets, ya en un gran grupo editorial grande (Planeta), publicó su novela Todo está bien sobre un ministro de Fomento metido en un turbio asunto de drogas y prostitución. "Lo he contado muchas veces y mucha gente no me cree, pero fue así: mandé un email a la editorial, y el editor me contestó diciendo que le enviara el manuscrito. Se lo envié y después de varios meses me dijeron que lo iban a presentar al premio Tusquets 2015 y ese año no lo gané pero me dijeron que lo iban a publicar", apunta Ruiz. La novela gustó y así fue como este escritor salió del pozo y hoy tiene otras cinco publicadas en esta editorial. No obstante, sabe, también por propia experiencia, que no es lo habitual y que lo suyo fue el último golpe de suerte. Y que ahora es incluso peor: "Si no te han publicado nunca, creo que no hay ningún momento más difícil para publicar por parte de una editorial de grupo como el momento actual".

"Había decidido que quería dejar de escribir porque no me compensaba ese excesivo sufrimiento a costa de la invisibilidad"

Además, Ruiz delimita el círculo para ser publicado: "Existen unas sensibilidades muy marcadas como determinadas literaturas confesionales, la literatura femenina… y si no estás ahí es complicado. Y fíjate, creo que es más difícil para autores que están en la cincuentena y han tenido dos o tres novelas y que entran en un territorio un poco gris porque dejan de ser novedad y el mercado ya no se fija en ellos. Creo que lo tienen más difícil que la gente más joven. La juventud sigue siendo un valor".

El muro

En Caníbal sin dientes (Altamarea) el santanderino Santiago Mazarrasa (1988) retrata precisamente las dificultades para colocar una ópera prima. Es una novela que, en tono irónico —quiere dejar claro su autor—, pretende "reflejar el estado de ánimo que siente uno cuando está intentando publicar la primera novela. Cuando crees que merece la pena publicarla, pero lo que te encuentras es con un muro que no tiene nada que ver con la literatura sino con otros aspectos como la presencia mediática; es decir, en la publicación de una obra cuánto hay de una obra y cuánto del autor/a. Vivimos en un país donde cada dos por tres alguien que no es escritor saca un libro. Y ese libro de alguien que solo tiene aspiraciones comerciales, que son legítimas, ocupa un espacio que no tiene otro", manifiesta Mazarrasa, que trabaja en una oficina de la Cámara de Comercio de Cantabria, a este periódico.

Para contar este amargo relato ha tomado como personajes a tres arquetipos: un escritor burgués ya consagrado que ni siquiera le hace falta escribir y que puede ir de conferencia en conferencia sin despeinarse —"y que es una figura que ya casi no existe"—, un aspirante que le empieza a enviar cartas cada vez más patéticas y que dan cada vez más miedo y la secretaria del escritor a la que no le falta ni sacar a pasear al pobre perro del autor.

placeholder 'Caníbal sin dientes', de Santiago Mazarrasa.
'Caníbal sin dientes', de Santiago Mazarrasa.

Mazarrasa no quiere que esta novela sea un espejo de su propia historia, pero reconoce que él también se ha topado con ese muro para publicar. En 2021, después de muchos rechazos, la pequeña editorial Ediciones Franz le publicó El aspirante. Caníbal sin dientes es la segunda, también en otros sello independiente.

"La primera la envié a todos, grandes editoriales, pequeñas, y medianas… La mayoría no te dice absolutamente nada, aunque también sé que hay editoriales a las que les llega de todo, todo el rato, por lo que puedo entender que no se conteste. Y luego muchos que me decían, "nos gusta, pero es arriesgado", "nos gusta, pero es tu primera novela, mándanos la segunda". "¿Pero cómo te voy a enviar la segunda si no tengo ni la primera? Es la pescadilla que se muerde la cola", comenta. Y añade con pesar: "Y luego ves que se está considerando autor a alguien que en el fondo es un presentador de televisión".

No son los 90

Daniel Ruiz consiguió publicar Chatarra en una época en la que el mercado editorial era muy diferente al actual. Hasta Planeta le daba su gran premio a una desconocida Espido Freire de solo 25 en 1999 con Melocotones helados, algo hoy en día impensable. Había una apuesta y había más dinero, como dicen todas las estadísticas de la Federación del Gremio Editores que señalan cómo todo se derrumbó a partir de 2010 y 2011 (la crisis económica de 2008 llegó algo después a la edición). "Y era también una época en la que la construcción de la marca del escritor estaba muy lejos de la marca de los escritores de hoy. Tenían un poso de recorrido y prescripción que nosotros estamos muy lejos de eso, salvo que tengas mucha suerte. El mercado ha cambiado de manera ostensible. Ahora el escritor es mucho más proletario, mucho más como fue en siglos anteriores. Quizá es que hubo un malentendido y pensábamos que escribir era un oficio de rico y siempre ha sido un oficio de pobres", apostilla.

"Nos gusta, pero es tu primera novela, mándanos la segunda". ¿Pero cómo te voy a enviar la segunda si no tengo ni la primera?

Así las cosas, la regresión económica trajo consigo el conservadurismo: las grandes empresas bajaron el riesgo, estima Ruiz. "Cuando a un sector le van mal las cosas tiende al conservadurismo y eso es evidente en el sector del libro, que no es una industria subvencionada. La apuesta por lo diferente es más difícil de realizar cuando el beneficio es menor. Vivimos un momento de postura conservadora en cuanto a la producción de contenido. Lo que funciona bien se reproduce 20 millones de veces y el riesgo se intenta no dar. Si algo funciona todo el mundo lo va a replicar", analiza, y al mismo tiempo asegura que hoy Chatarra no hubiera llegado a ningún lado. Como ocurrió con todos los manuscritos que acabaron en la papelera: "Ahora pienso que no merecían la publicación, pero entonces se hubieran publicado si hubiera sido una persona más popular".

Para Mazarrasa, al menor riesgo "lleno de complejos, porque luego sí se publica a un chaval de Los Ángeles desconocido pero no a uno de Soria o Santander", se suma la sobresaturación que hay de títulos. Todo el mundo publica muchísimo y hay muchos más sellos pequeños que antes. Ateniéndonos únicamente a la novela, que es lo que lee la gran mayoría, en España se publican unas 9.500 novelas al año (9.539, según el dato de la FGE de 2021) entre autores españoles y extranjeros. En este sentido, alguien pensará: sí se publica más que nunca y cualquiera puede ser publicado. En la realidad, significa otra cosa: uno, que no todo se publica bien, y dos, y muy relacionado con esto, la visibilidad que tendrá tu libro en el que caso de ser publicado (siendo un desconocido) va a ser prácticamente ínfima. "Hay mucha más gente apostando, pero si eres minúsculo y estás en la cola de un animal enorme no vas a tener nunca salida", refrenda Mazarrasa.

"Vivimos un momento de postura conservadora en cuanto a la producción de contenido. Lo que funciona bien se reproduce 20 millones de veces"

En esta cuestión influyen dos factores. Uno es la capacidad de las librerías para mantener un libro a la vista (cada vez menor). Ahí están las devoluciones que pueden rondar el 30%. "El sistema está viciado. Ojalá mi novela se venda y no se tenga que devolver pero la realidad es que durará, ¿dos días en la librería a la vista? Y luego cinco días con el lomo y luego devuelta. Es imposible que así se genere un ecosistema sano de autores emergentes. ¿Dónde vas a ir a buscar a esos autores dentro de diez años? No va a haber porque no han tenido oportunidades y dentro de diez años, ¿qué va a pasar? Porque los autores consagrados se van a ir muriendo", manifiesta Mazarrasa. Y esto les pasa incluso a muchos escritores que no son demasiado conocidos pero también han llegado a publicar en alguna editorial potente. Son engullidos rápidamente por la maquinaria.

El otro factor son las editoriales aprovechadas. En el ecosistema normalmente son las pequeñas e independientes —como Altamarea— las que suelen apostar por los más desconocidos. Las grandes aspiran a fichar a las promesas cuando estas han tenido un "cuasi" pelotazo. Casi como los equipos de fútbol. Y como dicen tanto Ruíz como Mazarrasa, estos sellos pequeños hacen un trabajo encomiable. De hecho, de ellos han salido autores como Aroa Durán, Elisa Victoria, Juanma, Andrea Abreu, Bibiana Candia o Txani Rodríguez.

placeholder Al mogollón. Sant Jordi 2023. (EFE)
Al mogollón. Sant Jordi 2023. (EFE)

Pero después existen también, como dice Ruiz, "las editoriales piratas que se aprovechan de las circunstancias y que con imprimir el libro ya ha terminado su trabajo. Ahí se generan muchas insatisfacciones y frustraciones". A él le pasó. "Después de Chatarra publiqué una segunda novela con Calambur, siete años después, y nunca recibí ingresos por esa novela. Como que me habían hecho un favor al editarla. Mucha gente se abona al tema de publicar al precio que sea sin considerar que sus derechos se están vulnerando", mantiene.

A día de hoy la bolita sigue girando en la rueda del hámster y la máquina sigue canibalizando títulos y autores. Es un muro para una gran mayoría de aspirantes que a la vez engulle a quien se acerca demasiado. Y nunca para. Mazarrasa confía en que algún día todo salte por los aires. Es un deseo, en realidad, algo punk y muy utópico. "Al final la hace girar el autor consagrado dentro del ámbito más literario y fuera de ese ámbito cualquier persona mediática. Alrededor de tal editorial grande orbitan siempre una serie de autores y al final todo funciona por el 'a ti quién te conoce'. Pero es que todos funcionamos en ese terreno. Si en la revista que tengo, es más fácil que yo publique artículos de gente que conozco que no de alguien que nunca ha publicado conmigo", zanja. Y así es como, en este mundo, la cadena de los favores funciona.

Cuando tenía 19 años, Daniel Ruiz (Sevilla, 1976) presentó Chatarra la historia de un crimen en un pueblo con mucho eco lorquiano— al concurso literario que organizaba la revista Gaceta Universitaria, entonces un verdadero tótem de la prensa española con presencia en todas las facultades del país. Ganó el premio, la historia fue publicada en la editorial Calambur y el entonces chaval sevillano pensó que ya había tocado el cielo literario con las manos. Llegaron algunas entrevistas y se hizo más o menos conocido en el ambiente. Era 1995 y corrían buenos tiempos para que la industria editorial apostara por gente absolutamente desconocida como José Ángel Mañas o Ray Loriga, que además vendían. Al mercado le gustaba la carne fresca. Sin embargo, poco después de aquello, los neones se apagaron. Ruiz, simplemente, parecía que había tenido la suerte del principiante porque, sin padrinos ni amistades en el mundillo, se pasó los siguientes diez años de su vida escribiendo de madrugada, trabajando de día en una consultora y obteniendo un rechazo tras otro. Hasta seis novelas acabaron en la basura. Pensó en tirar la toalla hasta que algo ocurrió. Pero eso lo contaremos más adelante. Esto, de momento, va de fracasos.

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