Esos grandes escritores latinoamericanos del montón
La literatura argentina está formada por Borges y 1.200 escritores tan fundamentales como Borges
En la contraportada de una novedad de Anagrama de hace algunos años leí esta frase: "Ocupa un lugar único y central en la narrativa argentina". Le envié la frase a mi amigo, el escritor y profesor Federico Guzmán Rubio, para que adivinara a qué autor se refería. ¿Borges?, me dijo. No, le tuve que reconocer; se trata de una tal Ariana Harwicz. Con Harwicz hablé dos minutos en un bar hace mil años. Me preguntó: "¿Cómo se hace para entrar en Random House?".
Ahora ha caído en mis manos la novela
También he tenido entre mis manos
Lo de Cárdenas me ha hecho gracia porque es feminista. Cuando hace años les dije a ustedes que no había tanto machismo en la literatura, fue uno de los que más rabiosamente se esforzó por tapar lo que fuera que él mismo había sido. Por si no se han enterado aún, un "aliado" no es más que alguien que necesita ocultar cosas. El caso es que tuiteando tonterías, Cárdenas llegó a afirmar que él estaba encantado (sic) de dar un paso atrás (sic) y dejar triunfar a las mujeres y observar en la distancia la llegada de la justicia de género al planeta Tierra literario. De ahí que en su nueva novela haya convenido en incluir la frase (referida a él): "Uno de los escritores latinoamericanos más relevantes de lo que va de siglo". Hay formas de dar un paso atrás más interesantes que otras.
Cárdenas se borró el Twitter, así que no he podido comprobar sus postureos. No sé por qué, de Twitter siempre se van los mejores. Ya sin ironía, les digo: si borras tu Twitter entero, algo malo has hecho.
Hermanos atlánticos
El caso es que me he notado estos días, barajando novedades latinoamericanas, unas ganas pobrísimas de leer a nuestros hermanos atlánticos. Antes me lanzaba sobre sus libros como sobre un maná, colombianos, uruguayos, argentinos, denme más hermanos atlánticos. Ahora me parecen todos iguales, todo muy visto, casi mejor quedarse en el boom y no salir de ahí.
Tenemos, por un lado, la novela rabiosa de la jovencita que habla de sangres y heridas y muertes y violencia. Ya se me confunden los nombres de todas estas autoras asalvajadas. Es como que cada año salen cuatro chicas jóvenes de Costa Rica o de donde sea que han escrito muy cabreadas su novelita.
Luego están las novelas míticas, Rulfo recalentado, mi país a comienzos del siglo XX, trocitos de texto para ciento y pico páginas pulidas y perfectas, vistas mil veces.
Luego hay gente que habla de su padre, como en España, de su madre, de su puñetera vida, que no le interesa a nadie, no porque no pueda ser interesante, sino porque todo el mundo ha escrito ya sobre su puñetera vida, y es como que no apetece.
"Todo el mundo ha escrito ya sobre su puñetera vida, y es como que no apetece"
Lo que hay muy poco son novelones, la gran novela latinoamericana, esas mil páginas que hacía Bolaño o que hizo Antonio Caballero o Salvador Benesdra. La juventud no tiene tiempo de demostrar lo que vale, y si con 146 páginas ya eres novelista, para qué escribir 600. La única que ha hecho el XL literario es Mariana Enríquez (
Me gusta siempre Pedro Mairal, a veces Samantha Schweblin, ya casi nunca Alejandro Zambra y, me acabo de acordar, mucho Fernanda Melchor. Y un libro de cuentos de Nicolás Cabral titulado
En la contraportada de una novedad de Anagrama de hace algunos años leí esta frase: "Ocupa un lugar único y central en la narrativa argentina". Le envié la frase a mi amigo, el escritor y profesor Federico Guzmán Rubio, para que adivinara a qué autor se refería. ¿Borges?, me dijo. No, le tuve que reconocer; se trata de una tal Ariana Harwicz. Con Harwicz hablé dos minutos en un bar hace mil años. Me preguntó: "¿Cómo se hace para entrar en Random House?".