Es noticia
'Breve historia del ferrocarril español': la gran comedia que despelleja a los Borbones
  1. Cultura
La obra del fin de semana

'Breve historia del ferrocarril español': la gran comedia que despelleja a los Borbones

La obra retrata con mucha dosis de ingenio cómo aumentaron su patrimonio la reina regente María Cristina de Borbón, su hija Isabel II y los primeros capitalistas de la España moderna. Hasta el 2 de junio en el CDN

Foto: De izquierda a derecha, Esther Isla y Paloma Córdoba en 'Breve historia del ferrocarril español'. (Luz Soria)
De izquierda a derecha, Esther Isla y Paloma Córdoba en 'Breve historia del ferrocarril español'. (Luz Soria)

En esta obra está todo bien. Las dos actrices, Paloma Córdoba y Esther Isla, toman las riendas desde el inicio y la llevan por una montaña rusa de datos -muchos, muchos datos-, de bailes -hasta el perreo- transformismo -de reinas a marqueses y jetas siendo a veces todo lo mismo-, mucha juerga y mucha carcajada para que al espectador se le quede la sonrisa helada. La dirección de Beatriz Jaén está estupendamente ejecutada. Sabe qué y cómo contar la historia y sacar el mejor partido. Y el texto de Joan Yago tiene todos los ingredientes para pegarte a la butaca y no despegarte hasta el final. Y eso que es largo como el solo. Y denso. Y nada fácil.

Hablamos de Breve historia del ferrocarril español, un montaje con título de oposiciones que ya pasó en 2022 por el Centro Dramático Nacional y que ha vuelto esta temporada con todo merecimiento. Está alojado en la sala de la Princesa - un buen nombre para la obra- del María Guerrero hasta el 2 de junio y quien avisa, ya se sabe. La obra, que empezó siendo un trabajo para el programa de Residencias Dramáticas del CDN durante la temporada 2020-2021, va a dejar huella durante mucho tiempo.

Dicen las dos actrices desde el comienzo que es una obra que va de trenes… Y efectivamente, va de eso, pero desbrozando el bosque se halla muchísimo más. Lo que viene siendo un escandalazo enorme que salpicará con bastante saña a la reina regente María Cristina de Borbón, su hija Isabel II, el segundo marido de la reina (con quien se casó a los dos meses de la muerte de Fernando VII: mucho luto ahí no hubo), el militar Fernando Muñoz, y José de Salamanca, quien fuera el Marqués de Salamanca. Sí, el que consiguió la licencia para construir el barrio madrileño, una de las mayores fortunas de la época y también uno de los mayores sinvergüenzas. Y eso no es que lo diga una obra de teatro sino biografías y textos en los que se basa como los de la prestigiosa historiadora Isabel Burdiel. Y, además, para eso está el teatro, para decir estas cosas.

Tiene muchas virtudes la obra y una de ellas es convertir una clase de historia política y de economía en un ejercicio divertidísimo

Córdoba y Díaz se transmutan en estos personajes y alguno más del siglo XIX para contarnos la Historia de España desde la muerte de Fernando VII hasta los años 60-70 de aquel siglo que no solo vio nacer la España moderna y capitalista sino también la de los que supieron sacar tajada de todo aquello a costa de un pueblo que no se enteraba de nada. Y sí, ahí también estuvieron María Cristina y la joven Isabel, que aunque en varias ocasiones casi pudieron acabar como su prima María Antonieta salvaron el pescuezo y, al contrario, se llenaron las manos de billetes con la construcción de las líneas férreas como fiel aliado y que empezó con la línea Madrid-Aranjuez. Claro, del palacio real al palacio de veraneo de la reina, como bien apunta el texto. Al borboneo -verbo que ya se empieza a utilizar en esta época- poniendo y quitando políticos. Y comisión para arriba y comisión para abajo.

Tiene muchas virtudes la obra y una de ellas es convertir una clase de historia política y de economía en un ejercicio divertidísimo. Por ahí se cuelan las guerras carlistas -los progresistas apoyaban a las Borbón, aunque luego estas se la jugaron con ese absolutista Estatuto Real de 1834: los trilerismos de la política -, el comienzo del reinado de una jovencísima Isabel a la que obligan a casarse con Francisco de Asís - también llamada “paquita” - aunque, obviamente, prefería “perrear” con otros por ahí- y la construcción de unas líneas de tren serpenteantes por todo el territorio nacional para que el marqués de Salamanca se lleve lo más alto en subvención que para eso esta iba por kilometraje. Datos históricos a ritmo de reguetón. Una pequeña cámara sobre las imágenes reales de los protagonistas. Y, ahí, en medio de un escenario que recuerda a las obras del Club Caníbal por su irreverencia, lo ves todo: la corte, el palacio, la trama, los escándalos. La magia del teatro.

placeholder Esther Isla y Paloma Córdoba en un momento de la obra. (Luz Soria)
Esther Isla y Paloma Córdoba en un momento de la obra. (Luz Soria)

Se cuida muy bien la obra de no parecer un burdo montaje ideologizado, que es una línea que también se puede traspasar en estos tiempos de redes sociales toscas. Porque nada de lo que se cuenta no está bien documentado en los libros de Historia de buenos conocedores del siglo XIX. Por ejemplo, que María Cristina de Borbón y Fernando Muñoz fueron grandes comisionistas de negocios bastante turbios como el tren… y el tráfico de esclavos. Y que nunca fueron juzgados. Y que acabaron exiliados en Francia. Como lo había hecho antes Fernando VII y antes Carlos IV.

Y después la propia Isabel II, que en plena crisis económica de 1865 -después de la burbuja del ferrocarril, porque sí, también nos pusimos a construir líneas como nos ocurriría con las casas un siglo y pico más tarde- quiso rellenar las vacías arcas del Estado con la venta del 75% del patrimonio real (y convirtiendo el 25% en patrimonio de la reina). A priori, un verdadero ejercicio patriótico. Lástima que, como desveló el catedrático de Historia Emilio Castelar en el artículo ¿De quién es el Patrimonio Real? el patrimonio real no era de la reina sino que ya era del Estado. Es decir, en plena crisis Isabel II había intentado vender algo que no era suyo y quedarse con el 25%. Y lo peor es que casi le sale la jugada, ya que el artículo fue censurado. Fueron los estudiantes, en las primeras protestas universitarias en España, los que lo distribuyeron con octavillas. Finalmente Isabel II acabaría saliendo por patas a Francia en septiembre de 1868 y nunca más regresaría a España. A su nieto Alfonso XIII también le ocurriría… Y como dice el texto, “al nieto de su nieto”.

El epílogo de esta Breve historia... es, de nuevo, un gran acierto. Se da un salto hacia adelante con una princesa alemana y un rey al que le gustaba cazar elefantes. Ahí hay también comisiones por un tren… a La Meca, un dinero que jamás se vio, un juicio que jamás tuvo lugar y un exilio. La historia se repite... ¿y se volverá a repetir?, parece preguntarse el montaje.

"Me gusta la idea de que el escándalo pueda desgarrarnos, porque es ahí donde aparece la posibilidad de que algo nuevo acontezca"

“Y ante este panorama de negocietes, corruptelas y fiestas interminables, que son una verdadera tradición en este país, me pregunto: ¿cuántos escándalos son necesarios para que ya ninguno nos haga sacar los dientes? ¿Existe aún la posibilidad de escandalizarnos? La filósofa Anne Dufourmantelle dice que el escándalo sobreviene desgarrándonos por entero y derribando cualquier referencia o punto de apoyo. Me gusta la idea de que el escándalo pueda desgarrarnos, porque es ahí, en ese desbarajuste que provoca, donde aparece la posibilidad de que algo nuevo acontezca. Ojalá sea entonces, la puesta en escena de esta obra, un elogio del escándalo”, ha escrito sobre este montaje su directora, Beatriz Jaén.

No hay ni una sola imitación de voces de reyes en esta obra. No hay nada de “campechanía”. No se trata de la caricatura que eleva al caricaturizado. Al contrario: lo que hay es una obra que mediante la risa dispara con mucho descaro contra la familia que reinó en este país en el XIX y parte del XX tildándoles con un único adjetivo: jetas. Y para eso está el teatro.

En esta obra está todo bien. Las dos actrices, Paloma Córdoba y Esther Isla, toman las riendas desde el inicio y la llevan por una montaña rusa de datos -muchos, muchos datos-, de bailes -hasta el perreo- transformismo -de reinas a marqueses y jetas siendo a veces todo lo mismo-, mucha juerga y mucha carcajada para que al espectador se le quede la sonrisa helada. La dirección de Beatriz Jaén está estupendamente ejecutada. Sabe qué y cómo contar la historia y sacar el mejor partido. Y el texto de Joan Yago tiene todos los ingredientes para pegarte a la butaca y no despegarte hasta el final. Y eso que es largo como el solo. Y denso. Y nada fácil.

Teatro
El redactor recomienda