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'Civil war': Instrucciones para dejar caer un hacha
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'Civil war': Instrucciones para dejar caer un hacha

La película de Alex Garland, junto a 'El mal no existe', de Hamaguchi, muestran de nuevo la inoperancia de la crítica de cine española

Foto: Kirsten Dunst en el papel de fotoperiodista en 'Civil War', la película de Alex Garland. (A24)
Kirsten Dunst en el papel de fotoperiodista en 'Civil War', la película de Alex Garland. (A24)

Si usted lee crítica cinematográfica, y le hace caso, quizá haya disfrutado de dos películas malísimas: El mal no existe, de Ryusuke Hamaguchi, y Civil war, de Alex Garland. Sobre hachas, si vamos a eso, tengo unas instrucciones previas que darles. Atentos.

A veces disponemos de una casa en el campo y de una chimenea que se alimenta de leña. La leña se compra cortada, te la suele descargar un camión con volquete. Pero esa leña cortada no está tan cortada que quepa o arda favorablemente en la chimenea; hace falta darle algunos hachazos a los troncos demediados que te acaban de traer. El medio tronco se coloca sobre un tronco entero, y se empuña el hacha. Si uno es diestro, la mano izquierda sujeta el mango por el extremo, mientras que la derecha lo hace por el medio. Se levanta el hacha y, según va cayendo, la mano derecha se desliza al encuentro de la mano izquierda, siempre fija, imprimiendo así la mayor fuerza posible a nuestra acción.

El caso es que El mal no existe empieza con arbolitos y violines, aburrimiento forestal y un hombre cortando leña con un hacha. El director cree conveniente que veamos durante quince minutos (seguramente son sólo dos) cómo el actor (más actor que nunca en esta escena) reduce a leños algunos troncos excesivos. Esto busca, como todo lo anterior y lo posterior, hacernos ver la simbiosis de este paisano con la naturaleza, que conoce al dedillo y con la que baila, diríamos, el baile gozoso de la vida.

El paisano no tiene ni puta idea de cortar leña. Su mano derecha permanece fija en la zona media del mango del hacha, lo que además hace que sus cortes salgan torcidos, y apenas le arranque un leñito a la madera que ataca. Lejos de corregir su error, persiste en él, separando apenas un palito de cerilla a troncos de quince o veinte centímetros de grosor.

Como ni usted ni el crítico saben nada de hachas, esto les parece muy auténtico.

Como no son de campo, además, que unos señores que allí viven se sepan el nombre de todas las flores, árboles, animales y vientos que recorren o se alzan a su alrededor les parece lógico. No lo es. Si usted va al campo, y pregunta, la mayoría de las personas que viven en el campo no tienen ni idea de cómo se llama eso que crece ahí. “Encina”, “pino” y “caz”, poco más manejan. Y eso sí es vivir en el campo, amigos, pues el campo tampoco conoce el nombre de tu madre.

placeholder Forograma de 'El mal no existe'. (Caramel Films)
Forograma de 'El mal no existe'. (Caramel Films)

El mal no existe sería una estupidez contemplativa si no decidiera el director contar, al fin, algo. Resulta que una empresa malvada piensa instalar en la zona un camping de lujo con capacidad masiva: 62 campistas. De ello informa a la angélica comunidad nipona que vive idílicamente cortando leña sin tener ni idea de cómo se corta (también cogen agua del río con un cazo). La comunidad nota enseguida el azufre, la avaricia, el apocalipsis. El camping va a contaminar la zona, por culpa de su sistema de evacuación de residuos. Ellos no están dispuestos a tolerarlo.

Notarán más épica en Verano azul y su episodio final donde el barco de Chanquete es movido para poner un hotel (si no recuerdo mal). Ahí por lo menos recibíamos la satisfacción de ver cómo mataban a Chanquete.

El mal no existe aprovecha que aburrirse con violines y japoneses sigue considerándose gran cine, a pesar de que el montaje sea de aficionado

No, aquí es todo pre-escolar, pueril, de niños adultos cuya misión en la vida es detener un camping diminuto. Estamos como media hora (quizá aquí sí sea media hora de reloj) viendo a los japos razonar como chavales de 2º de Primaria sobre los inconvenientes de instalar ese camping. De pronto, el más viejo de ellos (pensemos en David el Gnomo; pensemos en que, si es viejo, es el sabio) se levanta, y dice: “El agua siempre corre hacia abajo”. Oh.

O sea, oh.

El agua siempre corre hacia abajo, sí; de hecho, cualquier cosa que sitúes en alguna pendiente se pone a rodar, sean piedras, monedas, zapatos o cadáveres. Todo corre hacia abajo por la soberana ley de la gravedad.

Foto: Imagen de Kirsten Dunst en la película 'Civil War' (DeAPlaneta)

Esta estupidez, sin embargo, infla filosóficamente la película, y la crítica y los espectadores creen que están tocando con las puntas de los dedos la verdad más pura: “El agua corre hacia abajo”.

El mal no existe aprovecha que aburrirse con violines y japoneses sigue considerándose gran cine, a pesar de que el montaje de la película sea de aficionado (si lo sé yo, lo debería saber mucha gente) y el plano se mantenga o no, y durante un tiempo arbitrario, cuando el personaje lo abandona. La naturaleza filmada es inexpresiva (o no tanto como la que grabarías tú con el móvil, qué bonito, en cualquier sitio al que viajes; comparen con la naturaleza filmada en Sin amor, de Andréi Sviáguintsev, por ejemplo) y la musiquita es una ñoñez como para jugar al corro de la patata. “Deliciosa”, ha escrito la crítica.

Civil war

Uno puede pensar, cansado de postales de cine japonés menor, que una película llamada Civil war al menos matará a Chanquete, o a las personas correctas. Lo cierto es que si tuviera que elegir vivir mis últimos 90 minutos contemplando El mal no existe o Civil war, elegiría morir de inmediato, antes de que empezara cualquier de las dos.

Foto: Un momento de la película de 'Civil War' (A24)

Es muy mala. La cosa aquí es que Garland cree, como el otro con el hacha, que el fotoperiodista de guerra hace fotos de gente disparando fusiles en terreno abierto mientras sus enemigos, a veinte metros, le disparan a su vez. Por lo que sea, las balas no impactan en los periodistas, cuyos chalecos amarillos les proveen de una súbita inmortalidad.

Es tan ridículo ver a Kirsten Dunst hacer fotos toda excitada a metro y medio de un tipo que está literalmente jugándose la vida y apretando el gatillo sin parar, mientras enfrente otros tipos aprietan el gatillo y, eventualmente, le vuelan la cabeza.

Los reporteros de guerra, y los fotógrafos de lo mismo, son valientes, pero no necesariamente imbéciles. Si hay tiros, se agachan. No sacan la cabeza y la cámara y hacen fotos en medio del trazado de las balas. Si así fuera, estarían todos muertos, habiendo dejado, eso sí, unas fotos muy chulas.

Si tuviera que elegir vivir mis últimos 90 minutos contemplando 'El mal no existe' o 'Civil war', elegiría morir de inmediato

La película (hasta que me salí; noten dos cosas: pago por el cine que aquí les comento y me salgo mucho), la película, digo, pena una producción que ni Nacho Vigalondo al comienzo, cutre hasta lo inverosímil. Más que una guerra parece un mal día en una gasolinera. Los personajes reunidos en un coche que se dirige hacia la Casa Blanca son incongruentes y, cuando hay tiroteos intensos, algunos sonríen como si estuvieran en una fiesta de cumpleaños. La idea es que Kirsten Dunst, veterana del fotoperiodismo, está enseñando las esencias del oficio a una joven pánfila, interpretada a la perfección en su panfilez por Cailee Spaeny. Le dice, entre otras genialidades, que su trabajo es hacer la foto, y lo demás no es su cometido (lo típico). En esa escena en concreto, anticipa uno cómo va a acabar la película.

Que el final de las películas se le revele al espectador indica siempre mediocridad. No es que el espectador vaya a las películas a jugar a adivinar cómo acaban, sino que la escritura es tan inocente y subrayada, que de pronto su final se te revela naturalmente, y con acierto la mayor parte de las veces.

Civil war, como El mal no existe, nos habla de una crítica cinematográfica dolorosamente falible e inútil, incapaz de manejar el hacha. No llega a la condición de mero adjunto al departamento de márketing de la industria, como sucede con la crítica literaria, pero, desde luego, engaña a mucha más gente.

Si usted lee crítica cinematográfica, y le hace caso, quizá haya disfrutado de dos películas malísimas: El mal no existe, de Ryusuke Hamaguchi, y Civil war, de Alex Garland. Sobre hachas, si vamos a eso, tengo unas instrucciones previas que darles. Atentos.

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