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La verdad contra la objetividad: las mujeres corresponsales olvidadas de la Guerra Civil
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HISTORIA

La verdad contra la objetividad: las mujeres corresponsales olvidadas de la Guerra Civil

Nancy Cunard, Marta Gellhorno y Josephine Herbst fueron algunas de las periodistas que cubrieron el conflicto español y cuya labor quedó opacada por la de sus colegas hombres

Foto: La periodista Josephine Hebst, a la izquierda con Chapela, en Alcalá de Henares durante la Guerra Civil. (Yale University Librery)
La periodista Josephine Hebst, a la izquierda con Chapela, en Alcalá de Henares durante la Guerra Civil. (Yale University Librery)

Nunca antes de la guerra de Ucrania había calado quizá tanto en España un sentimiento entre la prensa de encontrarse ante un momento histórico, que reclamaba un deber más allá de la objetividad: una posición sobre la verdad, un instrumento contra la tiranía, en este caso de Vladímir Putin. La idea había quedado en gran medida olvidada, pero lo cierto es que la guerra civil española resultó un hito en muchos aspectos, y uno de ellos fue el movimiento romántico extranjero que se creó alrededor de ella, de las Brigadas Internacionales, la pléyade de artistas, escritores e intelectuales que interpretaron casi al instante que lo que ocurría en la Guerra Civil era la batalla cultural e ideológica de su tiempo. A España no se acudía a informar sobre la realidad de lo que estaba ocurriendo, si no a tomar partido por uno de los bandos y formar parte de una lucha.

Es lo que recupera ahora la historiadora Sarah Watling en un libro un tanto atípico sobre la Guerra Civil, pero muy revelador porque el foco está puesto en una serie de mujeres escritoras, radicalizadas e ideologizadas, opacadas además por la historia, a diferencia de sus homólogos masculinos como George Orwell o Ernst Hemingway, y cuya intención descaradamente no era la de contar la guerra desde un punto de vista objetivo, sino militante, la de estar en el lado correcto de la historia.

Sus peripecias quedan recogidas en el notable libro de Sarah Watling, Mañana, tal vez el futuro. Escritoras y outsiders en la guerra civil española (Taurus), en el que investiga no tanto la guerra en sí misma como la actitud vital e intelectual de un conflicto que en su época se erigió como un baluarte de una idea más allá de sus hechos. Sarah Watling analiza el fenómeno que supuso para unas mujeres en su mayoría activista antes de la guerra, como Nancy Cunard, Marta Gellhorn, Josephine Herbst o Silvya Townsend. Mujeres que no fueron tan únicas y solitarias, como explica Sarah Watling a El Confidencial, pero que sí que quedaron opacadas por la historia: “Hubo muchas mujeres que participaron, pero no se podía poner el foco en todas ellas, las que están son una representación porque en su mayoría fueron olvidadas”. Lo más interesante es que, tal y como explica Watling, su militancia estaba fuera de toda dudas y, de hecho, opusieron el concepto de objetividad al de verdad. ¿Podría estar pasando que con la guerra de Ucrania se haya vuelto a la toma de posiciones en bandos y a la romantización de una causa o el periodismo es más objetivo ahora?

PREGUNTA. ¿De dónde surge la idea de escribir un libro sobre un aspecto tan concreto de la Guerra Civil?

RESPUESTA. Sabía que quería escribir algo sobre los años 30 y me parecía una buena idea porque es la década en la que se desarrollaron las causas de las personas sobre las que quería escribir, pero tampoco pensaba que hubiera mucho de nuevo que contar sobre la Guerra Civil hasta que me encontré con el panfleto que menciono en el libro y que se publicó en 1937 donde se hacía un llamamiento a los intelectuales españoles a tomar una posición; esta decisión de Nancy Cunard de solicitar su compromiso a los escritores me hizo pensar que sí había algo nuevo que escribir y luego la confluencia de extranjeros que vinieron en esa época y la manera en la que Nancy anunciaba diciendo que ya no era posible permanecer en una posición neutral. Me parecía que era una idea que había que explorar en profundidad.

placeholder Portada de 'Mañana tal vez el futuro', de Sarah Watling.
Portada de 'Mañana tal vez el futuro', de Sarah Watling.

P. ¿Por qué, a diferencia de George Orwell y su Homenaje a Cataluña o los escritos de Ernst Hemingway y su Por quién doblas las campanas, estas escritoras y periodistas no eran conocidas en su mayoría?

R. Al menos en la literatura anglosajona los nombres dominantes son los de los hombres y los de las mujeres han quedado opacadas y muchas veces completamente ocultos, y una de las cosas que más me llamó la atención cuando empecé a investigar sobre la Guerra Civil es que hubo nunca participación de muchísimas mujeres de las que yo no siquiera había oído hablar y otras que sí conocía y cuyo trabajo admiraba. La forma en la que se vieron influenciadas por la Guerra Civil ni era la narrativa habitual sobre estas mujeres que sí eran conocidas. Una de las cosas que traté de explorar fue la forma en la que la historia se cuenta con prejuicio. Pero, más allá de eso, no es que no hubiera participación de las mujeres o que no estuviesen movilizadas o no pensasen en ello o no estuvieran movilizadas, no era eso, sino que la historia no había reconocido su participación en ella.

P. Hay un aspecto clarísimo del libro y es que explora ese concepto de verdad contra objetividad, resulta que la guerra civil española sirvió de laboratorio de periodismo activista…

R. Bueno yo creo que la década fue un periodo verdaderamente crucial porque los escritores se tenían que enfrentar a lo que ellos consideraban su propia función, lo que podían lograr como escritores, entonces esta idea de que un escritor tenía la responsabilidad de asumir un bando en los conflictos de su época era el gran debate y es además cuando en periodismo se empezó a cuestionar el criterio de objetividad. Si alguien como Marta Gellhorn decide que la idea de la verdad es mucho más importante que el principio de la objetividad —de hecho, cuando comenzó a ser testigo de las atrocidades que se cometían en España sentía que asumir una posición de objetividad era faltar a la verdad y era una posición deshonesta porque no podía separar sus relaciones humanas de las situaciones que estaba tratando de ver con esa objetividad—.

"Cuando comenzó a ser testigo de las atrocidades que se cometían en España, sentía que asumir una posición de objetividad era faltar a la verdad"

P. Una de las cuestiones que a mí me surgen leyendo el libro es la de por qué en términos generales no caló esa visión de la Guerra de España precisamente en países como Inglaterra, EEUU o Francia…

R. Yo creo que en los países de los que provenían estas escritoras que menciono en el libro había mucho apoyo oficial el régimen de Franco, lo que pasa es que no creo que Franco consiguiera movilizar a la comunidad artística internacional como sí la movilizó el bando republicano, y eso hasta cierto punto puede deberse a que el franquismo ejercía un control férreo sobre la prensa mientras que la República española era una causa que movilizó a muchos escritores internacionales

P. De hecho, son prácticamente activistas que, además, no informan realmente sobre algunas matanzas que ocurren en el bando republicano. ¿Es más profesional el periodismo ahora?

R. Por eso me interesaba la experiencia de estas mujeres, porque quería ver cómo interpretaban ellas la idea de la solidaridad y creo que, en algunos casos, tiene mucho que ver con el instinto del escritor de llegar a la raíz del problema y verlo de manera analítica. Para una persona como Josephine Herbst, que ya cuando llegó a España traía todo un historial de activismo radical y creía en la revolución, de alguna manera se reafirmaban las ideas que ya tenía antes de venir, pero al mismo tiempo tuvo que darse cuenta de que la situación era mucho más compleja de lo que se había planteado antes de llegar a España, más compleja de lo que quería que fuese; utilizó la literatura como forma de dar sentido a su experiencia, a lo que veía. Silvya Townsend, que ya en 1936 tenía todo un historial comunista, llegó con una idea muy clara a Barcelona de lo que pensaba que iba a ver, y eso te hace pensar si la interpretación estaba basada sencillamente en lo que quería ver. Pero, al mismo tiempo, creo que muchas veces se considera la causa republicana en España desde un punto de vista muy romántico, porque es verdad que muchos lo ven como un conflicto en blanco y negro, y a mí me parece interesante que esa idea de simplificar, de un bando contra otro claramente delimitados, es lo que hace este conflicto tan atractivo para los escritores e historiadores. Si tenemos que decidir por qué bando nos decantamos, el análisis tendría que ser mucho más complejo.

placeholder La periodista y escritora Martha Gellhorn, mujer de Ernest Hemingway, en 1944 hablando con soldados británicos en Italia. (Getty Images)
La periodista y escritora Martha Gellhorn, mujer de Ernest Hemingway, en 1944 hablando con soldados británicos en Italia. (Getty Images)

P. Este libro más que de la Guerra Civil habla de estas escritoras que son las feministas del momento.

R. Todas ellas eran mujeres que ya estaban radicalizadas.

P. ¿Extravagantes incluso?

R. Bueno, sí, por eso precisamente ha sido tan interesante la investigación. Pero, más allá de eso, tampoco hay que verlas como figuras destacadas, porque no son las únicas, hay muchas mujeres que se involucran y que no pude incluir en el libro porque eran demasiadas, estas simplemente son una muestra. Lo que me interesaba es cómo los extranjeros lograron conectar con una causa que no era necesariamente la suya en sus países de origen, pero que les parecía que era parte de su deber como escritoras.

"Lo que me interesaba es cómo los extranjeros lograron conectar con una causa que no era necesariamente la suya"

P. ¿Las mujeres están más incorporadas en general ahora a ese periodismo? ¿Es mejor menos romántico y me refiero a casos como los de Ucrania?

R. No estoy segura, yo creo que todos estos interrogantes sobre el periodismo y su objetividad subsisten. Incluso hoy como periodistas existe sin duda una responsabilidad para con la verdad.

P. No sé si precisamente la guerra de Ucrania ha relanzado esa idea de los bandos con más fuerza que antes…

R. Es verdad que a mí me resultaba difícil de entender la necesidad de que la población se polarizase por un bando o por otro. Lo que sí creo es que la idea de lograr un equilibrio de opiniones se ha estandarizado y polarizado considerando la diferencia de opiniones y posiciones que vemos actualmente y que a mí me parece que tiene un cierto paralelismo con los años 30. Incluso cuando la cuestión parece compleja, seguimos teniendo la necesidad de explicar de qué lado de la historia estamos, que es exactamente lo que les ocurrió a estas escritoras extranjeras en la guerra civil. Lo mismo que pasa ahora en la de Ucrania de alguna forma.

Nunca antes de la guerra de Ucrania había calado quizá tanto en España un sentimiento entre la prensa de encontrarse ante un momento histórico, que reclamaba un deber más allá de la objetividad: una posición sobre la verdad, un instrumento contra la tiranía, en este caso de Vladímir Putin. La idea había quedado en gran medida olvidada, pero lo cierto es que la guerra civil española resultó un hito en muchos aspectos, y uno de ellos fue el movimiento romántico extranjero que se creó alrededor de ella, de las Brigadas Internacionales, la pléyade de artistas, escritores e intelectuales que interpretaron casi al instante que lo que ocurría en la Guerra Civil era la batalla cultural e ideológica de su tiempo. A España no se acudía a informar sobre la realidad de lo que estaba ocurriendo, si no a tomar partido por uno de los bandos y formar parte de una lucha.

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