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Orwell y Auden: matar fascistas no es fácil si tienes corazón
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Orwell y Auden: matar fascistas no es fácil si tienes corazón

El biógrafo Miguel Berga publica un libro excepcional que dialoga con nuestras batallas culturales presentes a propósito de la participación de los dos genios en nuestra guerra civil

Foto: Orwell y Auden
Orwell y Auden

George Orwell tenía a un fascista encuadrado en la mirilla del fusil y el dedo en el gatillo. Había venido a España con las Brigadas Internacionales y luchaba en el frente de Aragón, junto al POUM. La causa le exigía matar a ese perro fascista, pero su objetivo hizo un gesto sencillo que lo cambió todo: se levantó y se subió los pantalones. Orwell quedó desconcertado. El militante en que lo habían convertido los acontecimientos se desvaneció. Contemplar ese acto simple, propio “de un hombre cualquiera, de alguien como yo mismo”, lo conmovió.

“Aquella señal inequívoca de que estaba apuntando al prójimo le detuvo”, reflexiona Miquel Berga. La anécdota está en una de las páginas más hermosas del 'Homenaje a Cataluña' de Orwell. Aunque el autor había vendido menos de 1.500 ejemplares en el momento de su muerte, el libro se convertiría en un superventas póstumo y un documento histórico de extraordinaria relevancia para desentrañar los crímenes cainitas de la izquierda catalana durante la guerra. W. H. Auden, que también viajó a España, utilizaría esta anécdota como una prueba de que en el ateo Orwell se escondía un buen cristiano.

placeholder 'Cuando la historia te quema las manos' (Tusquets)
'Cuando la historia te quema las manos' (Tusquets)

Es Miquel Berga quien entrecruza las vidas de ambos escritores en un libro excepcional que dialoga con nuestra guerra pasada y nuestras batallas culturales presentes: 'Cuando la historia te quema en las manos' (Tusquets). Recibe el título de un verso de Auden, en quien Berga ha logrado representar con sutileza la figura del intelectual hipersensible aplastado por la fuerza de la propaganda, cegado por la antorcha de la historia y sordo por el canto atronador de los ideales. Orwell y Auden harían caminos distintos para alejarse de las justificaciones ideológicas del asesinato.

El poeta, que había alcanzado la celebridad en el Reino Unido, viajó a la guerra española en la misma oleada de brigadistas internacionales que Orwell. Los escritores antifascistas tenían que aparcar la pluma para agarrar el fusil, de acuerdo con la orden escrita en verso por Mayakovski. La idea de Auden era evitar el fusil en la medida de lo posible y conducir una ambulancia, pero no hizo ni una cosa ni la otra. Tras su llegada a Cataluña se mantuvo alejado del frente, impresionado por el rumor lejano de las bombas, y todo lo que hizo por la causa fue escribir un poema: 'Spain'.

Entusiasmo e impostura

El estudio de Berga sobre 'Spain' y la resaca de Auden es esclarecedor. El poema está escrito por un genio que aparca su sentido crítico y acalla sus contradicciones bajo una tonelada de entusiasmo impostado. 'Spain' recuerda a los poemas propagandísticos de la URSS. Está redactado con el mismo vigor y contiene un verso que justifica los asesinatos en nombre de la causa. Auden, cuya personalidad se había construido sobre unos valores cristianos, tuvo que ocultarse a sí mismo lo que había visto en España, iglesias cerradas o quemadas, para escribirlo. No tardaría mucho tiempo en repudiarlo.

Orwell participó del espíritu entusiasta del poema de Auden con su propio cuerpo, pero no con sus escritos, que le llevarían a la verdad. Años más tarde criticó el poema de Auden y atribuyó ese verso que justifica el asesinato al hecho de que el poeta no se había acercado suficiente a la verdadera guerra. El prosista, que vivió en las condiciones más duras del frente de Aragón, presenció también los horrores de las purgas. Con el asesinato de Andrés Nin comprobó que la paranoia estalinista llegaba muy lejos de Moscú. Su periplo terminaría con un tiro en el cuello y la huida de Barcelona tras las órdenes para perseguir al POUM.

La impresión que dejaría en Orwell nuestro cainismo sería la semilla de lo que años después se condensó en su obra maestra '1984'

La impresión que dejaría en Orwell nuestro cainismo, junto al desprecio generalizado por la verdad que se encontró en la opinión pública antifascista de su país, serían la semilla de lo que años después se condensó en su obra maestra '1984'. Pero esto ya estaba expresado en forma de crónica en 'Homenaje a Cataluña'. Allí encontramos su compromiso explícito con los hechos, su humildad al decirnos que cuenta sólo lo que él ha visto, el afán por mantener a salvo su criterio entre el ruido de la confrontación, y una denunicia explícita de los crímenes estalinistas. Todo esto lo convertiría en un autor molesto para su propio bando.

Pese a que Berga relata la pobreza y la enfermedad de Orwell con crudeza, lo cierto es que la postura moral del novelista me parece más fácil y afortunada que la de Auden, pese a que este vivió de forma más cómoda. El motivo es que Orwell había puesto a salvo del acaloramiento sus escritos, es decir, lejos la antorcha de la historia, mientras que Auden se vio seducido por ella y escribió para la causa. El proceso de liberación de sí mismo que tuvo que emprender Auden, su revisión y el regreso al criterio propio, supuso saltar el muro de propaganda que él mismo había contribuido a levantar. Esto me parece de un valor enorme.

Ignoro si es la intención de Berga transmitir este mensaje, pero a mí su libro me parece una advertencia a todos los artistas que hoy se ven impelidos al desprecio de lo humano y terminan seducidos por los cantos de sirena de esa confrontación ideológica que lleva a ver al otro como un obetivo digno de la mira del fusil. Como el propio Auden dejó escrito tras su proceso de reflexión, “si el arte tuviera que juzgase por su poder de incitar a la acción, entonces Goebbels sería uno de los artistas más importantes de todos los tiempos”.

George Orwell tenía a un fascista encuadrado en la mirilla del fusil y el dedo en el gatillo. Había venido a España con las Brigadas Internacionales y luchaba en el frente de Aragón, junto al POUM. La causa le exigía matar a ese perro fascista, pero su objetivo hizo un gesto sencillo que lo cambió todo: se levantó y se subió los pantalones. Orwell quedó desconcertado. El militante en que lo habían convertido los acontecimientos se desvaneció. Contemplar ese acto simple, propio “de un hombre cualquiera, de alguien como yo mismo”, lo conmovió.

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