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Gritos de papel: otra historia de la Guerra Civil a través de sus carteles

Por Pilar Gómez Rodríguez

De las más místicas soflamas hasta consejos prácticos para el día a día pasando por llamadas al alistamiento, la definición de objetivos, el papel de las mujeres y los niños… Todo quedó reflejado en los miles de carteles que se produjeron en el contexto de la Guerra Civil española. Algunos se convirtieron en iconos y pasaron a la historia como las obras de arte que son. Este reportaje recupera algunos de ellos.

George Orwell ha venido a España en plena Guerra Civil. Está en Barcelona. George Orwell mira un cartel. Calles llenas de carteles ven pasar a George Orwell. George Orwell recuerda el mensaje de uno de ellos y escribe unas líneas que luego formarán parte de un libro, Homenaje a Cataluña: “Estaba harto de la inactividad en el frente de Aragón y, sobre todo, tenía plena conciencia de que no había aportado mi parte en la lucha. Solía recordar los carteles de reclutamiento de Barcelona que interrogaban acusadoramente a los transeúntes: ‘¿Y tú qué has hecho por la democracia?’”

Los recordaba… pero regular, porque seguramente el cartel al que se refería Orwell era uno de Lorenzo Goñi que decía: “¿Y tú qué has hecho por la victoria?” Aunque quizá fuera una versión de este, pues los carteles más exitosos, los más eficaces, se replicaban como las canciones del verano en los años de paz. “¿Yo?”, se preguntaba años después el propio Goñi, para contestarse: “¡Este cartel” Terriblemente sordo, terriblemente aislado, terriblemente pobre, Goñi trabajó durante la guerra para el Sindicat de Dibuixants Professionals de la UGT de Barcelona. Fue su manera de intervenir en la lucha.

La guerra sorprendió a los cartelistas “en camiseta”, en expresión de Josep Renau, verdadero comandante en jefe —ya que estamos con terminología belicista— de los profesionales de este sector. El diseño de carteles vivía en el mundo, en general, y en España, en particular, un momento excepcional. Como recordaba el diseñador Enric Satué en su texto para el catálogo de la exposición Carteles de la guerra 1936-1939, que se celebró hace casi dos décadas en el Círculo de Bellas Artes de Madrid: “El diseño gráfico de la década republicana española, ciertamente prodigiosa, alcanzó enseguida un nivel experimental y una formalización vanguardista asombrosos, posiblemente insuperables, del que los carteles de guerra fueron tan solo la guinda”.

‘¿Que haces tu para evitar esto?’, 1937, Augusto Fernández Sastre
‘¿Y tú qué has hecho por la victoria?’, 1938, Lorenzo Goñi

En efecto, en manos muy jóvenes, ese lenguaje nuevo, experimental y de vanguardia tuvo como soportes objetos cotidianos, populares, como cajetillas de cigarrillos o envases de jabón. Pero la guerra llegó para cambiarlo todo, todo. “El cartelista se encuentra, de pronto, ante nuevos motivos —explica Renau—, que rompiendo la vacía rutina de la publicidad burguesa, trastornan esencialmente su función profesional. Ya no se trata, indudablemente, de anunciar un específico o un licor. La guerra no es una marca de automóviles. Pero la demanda de carteles aumenta considerablemente. Los cartelistas se incorporan rápidamente a su nueva función y a los ocho días de estallado el movimiento vibraban ya los muros de las ciudades con los colores publicitarios. Las fórmulas plásticas de la publicidad comercial al servicio de las agencias y de las empresas encontraron una fácil adaptación a los motivos de la revolución y de la guerra”. Al servicio de la revolución y de la guerra la labor de los cartelistas seguiría siendo excepcional. Y torrencial.

Durante el tiempo que duró la contienda se diseñaron aproximadamente unos 2.000 carteles

Durante el tiempo que duró la contienda se diseñaron aproximadamente unos 2.000 carteles. Según datos de Alexander Vergara, autor del prólogo del catálogo de la exposición The visual front, dedicada a los carteles de la Guerra Civil, las ediciones solían constar de 3.000 a 5.000 ejemplares y podían ser mayores. Los diseños también se reprodujeron con frecuencia en los medios de comunicación y en otros soportes. Diseñadores profesionales y amateurs se volcaron. La consigna, inundarlo todo.

Instrucciones (claras) para hacer la guerra

Máxima movilización, establecimiento de objetivos… Los primeros pasos de una guerra suelen parecerse. En el caso de la Guerra Civil española, en un país donde la mitad de la población era analfabeta, la máquina de la propaganda tenía que volcarse en los medios impresos, pero no en los diarios y panfletos, sino en soportes más claros, contundentes, eficaces. Si la televisión no existía, el peso de la propaganda recayó —repartido con la radio—en los carteles, esos “gritos en la pared” en exitosa definición de Renau, que empezaron por reclamar efectivos de manera imperativa.

Alistaos! La patria os llama”, vocifera una figura humana en un cartel de Melendreras, para el PCE. El llamamiento, así en general, tuvo su réplica en los distintos entes. “Alistaos en las milicias del P.O.U.M”; “Ingresseu a l’Aviacio”; “Alistaos en las milicias aragonesas” o en las salmantinas, o en las zamoranas, que igualmente tuvieron sus carteles. ¿Te lo digo en francés? Lo hizo mejor Joan Miró con su universal “Aidez l’Espagne!”, que nació pochoir o estarcido para reproducirse como sello de correos, pero tuvo sus versiones como cartel. Algunos de los diseños se detenían en dar explicaciones: “¡Compañeros! Alistándoos en la columna Iberia reforzareis la lucha contra el fascismo” o, en modo last call: “La patria en peligro llama a sus hijos. El cuerpo de carabineros ofrece un sitio de honor a los hombres útiles que aún no han sido movilizados”.

‘Aidez L'Espagne’ (Ayudad a España), 1937, Joan Miró

El bando sublevado también hacía lo suyo llamando al alistamiento en el Requeté, por ejemplo, sobre el fondo de la bandera rojigualda y deshaciéndose también en explicaciones: “Nuestra bandera: ¡la de España!”. No se buscaban composiciones sofisticadas —aunque muchas veces se encontraban de manera natural— sino eficaces, urgentes, de guerra al fin: “¡Camaradas por nuestra libertad! Alistémosnos”. No había tiempo para revisiones ortográficas: solo para correr a alistarse.

Autor, Tona. Editor, Sindicato de Dibujantes Profesionales. Imprenta, Gráficas Ultra. Barcelona. Medidas, 100 X 70 cm. (Col. CEHC.)
Cartel editado por el anarquista de la CNT-FAI durante la Guerra Civil Española
Cartel editado por el anarquista de la CNT-FAI durante la Guerra Civil Española

Una vez adscrito a uno u otro bando, el objetivo parecía claro: ganar la guerra. Pero esto era cierto solo a medias, porque en el bando republicano tenían como mínimo un doble propósito que convenía clarificar. ¿Estaban haciendo la guerra o la revolución, a imagen y semejanza de los camaradas soviéticos, que les estaban prestando su ayuda? Los carteles ofrecían sus respuestas, pero no eran unívocas. Por un lado, “Pensamiento único: Ganar la guerra”. Tres palabras escritas en la frente de las tres inquietantes figuras reproducidas con los colores de la bandera republicana en una pieza, de nuevo, de Melendreras. Por otro, organismos como la CNT-FAI tenían claro que el objetivo era doble. Lemas como “Camarada! Trabaja y lucha por la revolución” o “La revolución y la guerra son inseparables” lo subrayaban.

Dibujar al enemigo

Un espíritu cadavérico con un rosario en la cintura y una esvástica formada por sus propios huesos hace el saludo fascista mientras caen bombas de su cuerpo. Una figura agigantada con rostro de calavera y una cruz gamada en el pecho anda solemne llevando una capa que sostienen un general, un banquero y un cura. La deshumanización del contrario es un clásico a la hora de atacar al enemigo, al igual que representarlo de forma caricaturesca, animalizada, idiotizada, como la figura naif y colorista del Generalísimo que dibujó Cañavate en forma de rey de bastos cutre a lomos de una especie de pony. También de eso hubo entre los carteles de aquel periodo.

Siguiendo por la rama de la caricatura política, Juan Antonio Morales Ruiz firmaba la composición que reunía en un mismo barco personajes icónicos del ejército, la Iglesia y la banca protegidos por soldados extranjeros mercenarios. En el centro, una España colgada de una soga. Su título, “Los nacionales”. Estos, a la hora de dibujar al enemigo, lo hacían barriendo: entre el polvo que levantaba la escoba empuñada por uno de sus soldados se ven símbolos como la hoz y el martillo, infraseres y rótulos como bolchevismo, masones, politicastros, separatismo…

‘Descubrid y aplastad sin piedad a la 5ª columna’, 1938, Amado Oliver

Hablando de infraseres y monstruos varios, merece una mención especial el temor que suscitaba la llamada quinta columna, ese ejército enmascarado que, apoyando la sublevación, trabajaron clandestinamente en zona republicana para los mandos militares rebeldes y contra cuyos integrantes los carteles advertían de forma salvaje: “Descubrid y aplastad sin piedad a la 5ª columna”.

A por el invasor. ¿Quién es el invasor?

El bando rebelde tenía un “invasor” contra el que dirigir sus flechas: el fantasma del comunismo. Pero el famoso espectro, espectro era: no se materializaba en carne y hueso o no se materializaba de la misma manera en la que tomó cuerpo el apoyo bien organizado, en forma de divisiones —a veces tan decisivas y letales como la Legión Cóndor— de Alemania, Italia y Portugal. Para la República, el invasor formal eran las fuerzas del fascismo europeo en alianza con las tropas franquistas, como demuestran los numerosos carteles que representan la lucha contra sus símbolos.

‘Aixafem el feixisme (Aplastemos el fascismo)’, 1936, Pere Català

De entre ellos destaca quizá el que para el escritor y político francés André Malraux —de visita en la Guerra Civil española— era uno de los mejores carteles de guerra de la historia. Se trata de esa fotografía tomada en modo casual por el fotógrafo Pic Catalá una noche delante del edificio de Capitanía General de Cataluña que retrata en primer plano una espardenya, el calzado tradicional de un mosso d’esquadra, a punto de pisar una esvástica de barro. Lo acompañaba para la ocasión y le ayudaba su hijo, el también fotógrafo Francesc Catalá Roca, que era entonces un niño cuya misión consistió en arrojar cubos de agua sobre el pavimento adoquinado. Esos eran los efectos especiales en tiempos de guerra: suficientes para conseguir el brillo expresionista de la foto. Sin rótulos, con el título Aixafem el feixisme (Aplastemos el fascismo), se trata de una imagen autosuficiente: todo lo decía con apenas nada.

Guerras culturales

Desde lo más básico (“¡Guerra implacable al analfabetismo!”), hasta lo menos (“¡La cultura al servicio del pueblo! En 1937 se dedican 5 millones de pesetas para que los hijos de los combatientes antifascistas puedan estudiar en universidades y escuelas técnicas”), el bando republicano adoptó la cultura como causa propia. Como se lee en el Atlas ilustrado de carteles de la guerra civil española, editado por Susaeta, “si en el bando franquista se conforma una cultura apoyada en el catolicismo más tradicional, en el irracionalismo de Falange y en la difusión de símbolos con reminiscencias imperiales, en el republicano tiene lugar una revolución cultural apoyada por la mayor parte de los escritores e intelectuales que continúa la labor iniciada en tiempo de paz por la II República”. En tiempo de guerra, instituciones como las Milicias de la cultura y otros como las Escuelas de adultos o los Institutos de obreros se tomaron muy en serio la educación de los soldados e intentaron combatirlo con sus medios: “El analfabetismo ciega el espíritu. Soldado, instrúyete”, reza un cartel de las mencionadas Milicias de la cultura.

‘¡Guerra implacable al analfabetismo!...’, 1937, Desconocido
‘¡La Cultura al servicio del pueblo!’, 1937, Abril
‘El analfabetismo ciega el espíritu. Soldado, instrúyete’, 1936-39, Vicente Vila Gimeno, Wila
‘Por medio de la Cooperativa FETE...’, 1937, Fried-Feld
‘Presupuestos de Instrucción Pública...’, 1937, F. Briones
‘Redimamos del analfabetismo a los campesinos...’, 1937, Desconocido
‘Campesinos: Siendo cultos seréis completamente libres...’, 1937, Desconocido

En este capítulo merece unas líneas el nombre de Mauricio Amster. El influyente diseñador de azarosa vida —nació en Ucrania, pasó por Austria y llegó a España, donde se enroló en las milicias populares— alumbró la Cartilla escolar antifascista, cuya misión no era solo alfabetizar a los jóvenes milicianos, sino también inculcar el ideario y las consignas políticas del gobierno en su lucha contra el fascismo. Hace un par de años la reeditó Libros del zorro rojo.

¡Paso a la mujer!

Una mujer, fusil en mano, se vuelve hacia su compañero en un cartel que firma Toni Vidal. Ella es una más de los que disparan tras la barricada que confeccionan las letras CNT-FAI. Y no es la única: otra apunta desde el hueco de la A… Son mujeres en pie de guerra y en igualdad con sus compañeros anarquistas. Dentro de este movimiento cabe destacar la figura de Federica Montseny, la primera mujer ministra de un gobierno de España. Que las mujeres eran valiosas para la primera línea del frente lo subrayan también otros diseños, entre ellos el mítico “¡No pasarán!”, donde, situada bajo el rótulo creepy, una figura femenina se lleva todo el protagonismo.

Pero no todos los integrantes del bando republicano pensaban lo mismo. La UGT lo tenía claro y así lo contaba en sus carteles: “¡Mujer!, tu trabajo y tu colaboración en el sindicato será decisiva mientras nuestros hombres luchan”. En otra pieza se dirige a ellas como “obreras del hogar”. El campo también parecía un destino adecuado para ellas. Ahí las ubican algunas piezas y, cómo no, en la enfermería y en las máquinas… de coser. La combinación de tópicos se hace realidad en el cartel del Comissariat de Propaganda de la Generalitat de Catalunya, donde se lee “Dones antifeixistes: la dona a la reraguardia us espera” o en el que firma Jesús Lozano: “¡¡Mujeres!! Trabajad en la retaguardia”

‘¡Mujeres!...’, 1937, Jesús Lozano
‘La mujer también quiere ganar la guerra. Ayudémosla’, 1937, Parrilla
‘¡Compañeras! Ocupad los puestos...’, 1937, Juana / Francisca
‘Obreras del hogar’, 1937, Cantos
‘Combatid!...’, 1938, José Bardasano Baos
‘Tú que diste la vida al niño...’, 1937, Penagos
‘Deporte, trabajo, cultura...’, 1937, Desconocido

Que nadie las coloque, que nadie las mande, que nadie decida por ellas es el gran paso adelante y lo que refleja como nadie una de las imágenes más impactantes de los carteles de la Guerra Civil: una mujer avanza decidida empuñando un martillo. El rótulo: “¡Paso a la mujer!”.

Desde el bando “nacional”, también avanzan con paso decidido las dos mujeres que protagonizan un cartel de las JONS. Su propuesta es más interesante que las habituales estampas familiares, del estilo de las de Carlos Sáenz de Tejada, por ejemplo. Una es de clase alta y lleva un libro bajo el brazo y zapato alto; la otra es una campesina y lleva fruta en la mano. Sus figuras se superponen y en el rótulo se lee: “Unidas sin distinción de clases”. Hombre, unidas, unidas… solo por los guantes con los que una apoya una mano en el brazo y en el cuello de la otra. Todo lo demás les diferencia.

Cuidado con las enfermedades venéreas

Las Juventudes Libertarias están detrás de un cartel desconcertante. Un cartel que en tiempos de guerra iba contra la misma propaganda e intentaba dejar a un lado a la infancia. La imagen muestra la cara de un niño lloroso, apurado, al que le ofrecen uniformes teñidos de rojo, azul… Es inaudito porque denuncia el trato utilitario y partidista de niños y niñas que cada uno intentaba poner de su lado de la peor manera posible. Ejemplo, las fotografías de ocho niños muertos reproducidas en un cartel que, tras el bombardeo de Madrid, intentaba provocar la reacción: “¿Quién al ver esto no empuña un fusil para aplastar al fascismo destructor?”

¡Asesinos! ¿Quién al ver esto, no empuña un fusil para aplastar al fascismo destructor? Niños muertos en Madrid por las bombas facciosas. Víctimas inocentes de esta horrible guerra desatada por los enemigos de España, 1936

Otras estampas, no tan crudas, no tan realistas, hacen referencia a distintos temas: el cuidado de los niños evacuados, el reparto de regalos, la atención a la alimentación, al deporte, la educación…

La guerra era una situación nueva para todo el mundo. Había que adaptarse, esto es, aprender algunas cosas y desaprender o dejar de hacer otras. Andarse con cuidado parecía un buen consejo en general, pero había que aterrizarlo en la realidad de las relaciones humanas, del día a día. “Disciplina” o “trabajo” eran llamamientos genéricos y se necesitaban instrucciones precisas. Por ejemplo: “Respeta a la enfermera”. ¿Quieres más explicaciones? “Por cuidarte dejó a los suyos”. No se roba se decía de varias maneras: “El fruto del trabajo del labrador es tan sagrado para todos como el salario que recibe el obrero”. Si no sabías leer, bastaba con ver la navaja clavada en una mano que se disponía a esquilmar los cultivos… Y más contra los robos: “El receptor de radio es el portavoz de la cultura en el hogar del obrero. ¡Respetad su propiedad! ¡Propagad su adquisición!” Ojito con los bosques y con talar a lo tonto: “És la destrucció de l’ economia”. Atención al despilfarro, “¡milicianos!, no desperdicies municiones, víveres ni energías”.

‘El fruto del trabajo del labrador es tan sagrado para todos como el salario que recibe el obrero’, 1937, Josep Renau
Delegación de Propaganda y Prensa del C.E.P., 1937, Valencia
‘Evita las enfermedades venéreas, tan peligrosas como las balas enemigas’, 1936, Carmona

Y hablando de ahorrar energía, cuidado con las enfermedades venéreas, que merecieron una campaña de las autoridades republicanas: “Tan peligrosas como las balas”, se leía en el cartel de la Inspección general de sanidad militar. Había que guardar silencio “El espía acecha en todas partes” y mejor apagar las luces para que el enemigo no te viera. Mira, lo mejor era irse a dormir a ver si pasaba todo, pero no porque “Un vago es un faccioso” y “Un borracho, un parásito: ¡eliminémosle!” Todas estas instrucciones se resumen, al final, con el recordatorio que lanzaba en 1938 el cartel de Llovera: “No oblideu que estem en guerra!”

¿Quién ganó esta guerra de los carteles?

El género del cartelismo político, que los artistas de la Revolución rusa renovaron tras la Gran Guerra, con las más modernas tipografías, recursos arriesgados, monumentalidad… alcanzó durante la Guerra Civil cotas muy altas en España. Muchas de esas aportaciones soviéticas las explotó el bando republicano: Bardasano, por ejemplo, y también su compañera Juana Francisca Rubio, una de las pocas mujeres cartelistas, con quien formó pareja profesional y personal.

‘La Patria, El pan y la Justicia’, 1936, Juan Cabanas
‘¡Fuera el invasor!’, 1936, José Bardasano
‘Campamento de Unión de Muchachas’, 1936-39, Juana Francisca Rubio

Mientras, los sublevados tenían que barajar repertorios conocidos como el del catolicismo y el carlismo y la simbología falangista. Al yugo y las flechas le sacó buen partido Juan Cabanas, por ejemplo, en el cartel que reclama “patria, pan y justicia”, pero hasta en esta imagen es un puño en alto (agarrando un fusil) el que se lleva todo el protagonismo.

No sirvió de mucho porque el terreno, la historia y los libros de historia dieron la victoria a los “nacionales”. No hay premio de consolación en una guerra, pero si lo hubiera y tuviera que ver con los carteles, no hay comparación porque, tal y como recuerda el Premio Nacional de diseño Enric Satué, “también hubo una guerra encarnizada en el diseño casi sin oposición para el bando republicano, que en este campo sencillamente arrasó”.