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Eugenio, el crápula catalán cuyo humor sobrevivió al de "maricas y gangosos" de los 80
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ESTRENO DE 'SABEN AQUELL' EL 1 DE NOVIEMBRE

Eugenio, el crápula catalán cuyo humor sobrevivió al de "maricas y gangosos" de los 80

David Trueba estrena en salas de cine este 1 de noviembre un 'biopic' sobre el humorista que inventó el poshumor. En El Confidencial preguntamos a varios cómicos y cómicas contemporáneos sobre el que popularizó el "Saben aquell que diu"

Foto: Eugenio en un momento del documental homónimo de 2018.
Eugenio en un momento del documental homónimo de 2018.

"Es muy triste ver que alguien que hizo reír a tanta gente murió de pena". Así resume Dani Galiot, hijastro de Eugenio, la vida del cómico catalán más famoso de todos los tiempos. Humorista por casualidad —primero fue artesano joyero y después montó el grupo de folk Els Dos con su mujer, Conchita Alcaide, con el que quedaron cuartos en la carrera para representar a España en Eurovisión—, Eugenio (1941-2001) se convirtió en un fenómeno de masas, primero vendiendo casetes con sus chistes en las gasolineras y más tarde al aparecer en Televisión Española en el programa Cosas, con Mónica Randall. "Eugenio pasa de la noche de la mañana a entrar en todas las casas y a estar los viernes en un programa de la tele", cuentan en el documental Eugenio (2018), dirigido por Xavier Baig y Jordi Rovira y disponible en Amazon Prime. Este miércoles 1 de noviembre David Trueba estrena en cines el biopic Saben aquell, con un irreconocible David Verdaguer en el papel protagonista, un repaso a la llegada —involuntaria— de Eugenio —el cómico— a la fama y la caída de Eugenio —el marido y padre— en la noche. En el punto álgido de su carrera, la vida personal del artista se desmoronó.

En El Confidencial hemos entrevistado a algunos cómicos y cómicas contemporáneos de referencia para que nos expliquen por qué el hombre de rostro inmutable, con un acento catalán muy marcado, un tono de voz monocorde, un vestuario de luto, un espectáculo espartano y una aura trágica se convirtió con su antihumor en el rey de la comedia. Joaquín Reyes, Santi Alverú, Paula Púa, Miguel Iríbar, Ángel Miralles y Quique Macías diseccionan la figura del genio Eugenio. "En esa época se llevaban mucho las imitaciones, pero Eugenio era un cuentachistes, y lo hacía con esa cara, serio, con ese tempo pausado. Sus chistes eran el anticlímax", reconoce Joaquín Reyes, gran admirador del catalán. "Pero eso era lo que le hacía muy original, porque nadie antes que él lo había hecho".

La llegada de Eugenio Jofra Bafalluy a los escenarios fue una auténtica carambola. Nació en la Barcelona de la posguerra el 11 de octubre de 1941. El mediano de tres hermanos, en su casa llegaron a convivir tres generaciones de la familia al mismo tiempo. Su madre era su confidente; su padre le dijo que no llegaría "a nada". "Mi abuelo era muy severo, muy dictatorial, muy machista", cuenta en Eugenio su hijo Gerard Jofra. "En nuestra familia los hombres tienen un gen y las mujeres de la familia Jofra sufren". Un compañero de la mili recuerda que Eugenio era "un hombre que hablaba muy seco y te hacía reír". Después de la mili, a los 22 años, se convirtió en artesano joyero, porque "quería crear". Se comprometió con una chica, con la que tenía fecha de boda, pero un día, al bajar a por tabaco, se cruzó con Conchita Alcaide, que tocaba la guitarra y cantaba, y se quedó prendido de ella. Anuló su boda y con Conchita —que trabajaba como delineante— empezó una familia y una carrera como cantante: después del trabajo, la pareja actuaba por los bares de la noche barcelonesa bajo el nombre de Els Dos. "Sin ella Eugenio no habría sido nada", defiende Maren Muller, amiga de Conchita. "Mi madre le enseñó cuál era su medicina, que era subirse a un escenario", apoya Gerard.

Estuvieron a punto de participar en Eurovisión —quedaron cuartos en la carrera para representar a España— y otro día, cuando el grupo había cerrado un bolo con el pub Kilómetro de Barcelona, Conchita viajó a cuidar de su madre enferma y Eugenio acabó subiendo a contar chistes en solitario para cumplir con el promotor. Empezó a contar chistes entre canción y canción y el dúo llenó sus espectáculos. Grabó varias casetes de chistes. "Fue pólvora, se hizo famosísimo", cuenta en el documental su mánager de la época, Jos Novellón, que le recomendó no hablar "ni de sexo ni de política; le dije que hiciera humor serio para toda la familia, para el abuelo y para el nieto". En los años 80, había pocas estrellas más conocidas que él en la televisión. Llegaron la tele y la noche y los cubatas y la cocaína. Conchita se hizo cargo del cuidado de sus hijos mientras que Eugenio a veces ni llegaba a casa. A Conchita le diagnosticaron un cáncer de pecho y murió el 11 de mayo de 1980. Al día siguiente, Eugenio tenía una actuación en Alicante. Montó en el coche, condujo hasta allí y actuó, ante el pasmo de la familia. Su uniforme, siempre de luto, fue una forma de homenajear a su mujer. "El verdadero humor es el que brota en los momentos más trágicos", llegó a decir.

"Fue el cómico más popular de esa época, pero lo vivía con mucho dramatismo", continúa Joaquín Reyes. "Tenía miedo escénico, se bloqueaba, le costaba enfrentarse al público, algo que lo hacía muy particular, porque su carrera no nació de la vocación, sino que utilizó la timidez y la seriedad a su favor". "Lo normal entonces era que los cómicos contaran el chiste de mariquitas y gangosos. Eugenio contaba chistes muy cortos, prácticamente líneas, y de una forma absolutamente seria que lo convirtió en una especie de pionero del poshumor. A mí me gustaba mucho; no hacía monólogos como tal, sino líneas muy brillantes, chistes populares, chistes que le llegaban y alguno que escribía él. Tiraba por lo absurdo: era su sello. Lo que más me gusta son sus chistes de locos. Me gusta mucho ese que dice: '¿Saben aquel que diu que está un loco en un manicomio estaba todo el día con la oreja pegada en la pared. Un día pasa el director del manicomio, y el loco le hace pss, pss… (indicándole que pegue la oreja). El director pega la oreja a la pared: No oigo nada. Ya, ¡pues así todo el día oiga!".

placeholder Eugenio y dos de sus hijos en un momento de 'Eugenio'. (Amazon Prime)
Eugenio y dos de sus hijos en un momento de 'Eugenio'. (Amazon Prime)

Ángel Miralles conoce muy bien la figura de Eugenio. Lleva más de 20 años de carrera y al final de sus espectáculos siempre hace 10 minutos de imitación del humorista catalán. Pero es que hace ocho años, junto a Gerard Jofra, montó el espectáculo ReEugenio, en el que revive al que popularizó aquello del "saben aquell que diu". Miralles ha sido su imitador oficial. "En 1980 gran parte del humor que se hacía se basaba en tetas y humor del destape. Por fin se podía hablar de ciertas cosas, pero hubo claramente una pérdida de la elegancia en el humor, salvo en el caso de Tip y Coll", cuenta Miralles a El Confidencial. "Eugenio rompió con un humor elegante, bajó el ritmo de la comedia con sus famosas pausas".

Lo que no todo el mundo sabe es que Eugenio no escribía sus chistes. "Él se educó en el Liceo Francés en Barcelona. Cogía libros de chistes y de humor en francés y también tenía contactos de Suramérica que le mandaban chistes e historias desde allí, y lo que sí hacía era llevar esos chistes a su terreno, a su estilo", desvela Miralles. "Él no era un escritor de chistes. En aquellos momentos, si te fijas, en la cinta que sacó Eugenio en 1981 había dos chistes que salían en la cinta de Arévalo del 83, y otros que que salían en las cintas de Arévalo del 86 habían salido antes no sé dónde". Cogían el mismo chiste y lo hacían cada uno a su estilo. Hasta el 2006 no se le da el valor legal al chiste en concreto, se le daba valor de autoría al total de espectáculo. "A raíz de que Quique Macías y Miguel Lago explicaron en la SGAE que la estructura de un chiste tiene un valor en sí mismo, pese que luego se cambie casa por castillo o princesa por puta. Es muy difícil de demostrar. Pero antes de eso los cogían unos y otros y se convertían en chistes populares".

placeholder David Verdaguer y David Trueba en una fotografía promocional. (Warner)
David Verdaguer y David Trueba en una fotografía promocional. (Warner)

"Eugenio era un cuentachistes de chistes clásicos, pero la forma de tirar los chistes era muy de halo alternativo o de poshumor para crear una performance diferente o una emoción diferente en el público", explica Paula Púa. "A mí me hace mucha gracia. Si te fijas son chistes malísimos, de estructura muy concreta. El de 'habrá que pegar al niño; ¿qué se ha roto?...' hay que saber tirarlo. A mí me parece increíble. Lo que sería precioso que pasase, ahora con el estreno de la peli, que como en TikTok hay mucha moda de coger texto de standup de alguien y doblarlo por encima de ese audio, sería muy fácil que Eugenio se viralice gracias a sus chistes, que son muy cortos".

Precisamente, Quique Macías considera que Eugenio es el cómico "que mejor ha sabido envejecer". "Sigue prevaleciendo hoy, algo imposible en Arévalo, e incluso Martes y Trece". ¿El motivo? "Lo más importante de Eugenio es que él decidió hacer humor para un público al que consideraba inteligente. A diferencia de otros de la época. Hizo fluir el catalán de una manera normal, tranquila, sin forzarlo, lo que me parece muy importante. También patentó la idea de trabajar desde la pausa. Esta idea de ir vestido de negro, homenaje-luto que guardaba a su mujer, le daba una aura trágica. Eugenio tenía la conciencia de hacer humor desde la seriedad más absoluta, lo que era más revolucionario. Tip y Coll eran también referentes del humor inteligente. El cómico en esa época tenía que ser muy forzado, tenía que venir desde el clown para hacer comedia".

La comedia del monologuista, presentador y actor Santi Alverú está más influida por los cómicos norteamericanos y británicos, pero reconoce la importancia de la figura de Eugenio. "Era la austeridad hecha espectáculo. No hay nada más austero que una banqueta, un señor y cubata", concede Alverú. "Si eres capaz de llenar salas con eso, para la industria representas un beneficio enorme. En España en los años 80 el standup todavía no estaba desarrollada. Teníamos nuestro Eugenio, a Gila, después a Chiquito, pero no era el humor americano, el mismo concepto comercial de una persona llena una sala".

El nivel de fama de Eugenio en los 80 es difícil de asimilar ahora: no hay nadie parecido. "Entonces había un escaparate muy potente que era TVE", explica Macías. "A Martes y Trece no los conocía nadie y, al día siguiente, los conocían 25 millones de españoles. Si entrabas en TVE, la fama era arrolladora; si no, no existías". "Como fenómeno, lo que se ganaba antes no se ganaba ahora", reconoce Alverú. "Si tú lo petabas en España a nivel nacional en los 80, era muy difícil sustituirte, lo petabas del todo. Ahora el negocio es más precario y como cómico eres prescindible. A Tricicle, después de aparecer en Un, dos, tres, los paraban por la calle. Hoy el fenómeno se construye de otra manera. Estar en la tele te consagraba mucho más antes. Aunque Steve Martin cuenta lo siguiente sobre las veces que fue al Johnny Carson Show, uno de los programas más populares de la televisión estadounidense: me dijeron que cuando vas al show te conviertes en una estrella. Fui una vez, no pasó nada; fui dos veces, no pasó nada; fui siete veces y me reconoció alguien en una fiesta de mi tía".

"Le pasó algo parecido a Ángel Garó: si salías un día en Un, dos, tres, tu cara la iban a ver 18 millones de personas. Son fenómenos que ahora es difícil repetir. Pienso en las más parecidas hoy: Estirando el chicle. Pero, en general, el éxito ya no llega tan rápido y es fruto de años y años trabajándotelo", añade Miguel Iríbar, monologuista, director de SHOWRIANO y colaborador de El Condensador de Fluzo de La 2. "A Eugenio lo conocí cuando todavía era muy joven. Me hacía mucha gracia su seriedad. Gila contaba de forma graciosa lo trágico. Eugenio contaba lo divertido de forma muy seria. Él decía que era un narrador de cuentos".

Foto: El humorista Eugenio. (Filmin) Opinión

"Creo que lo que le hacía diferente fue parecer una persona que te podías encontrar por la calle y no un personaje", continúa Iríbar. "También que actuaba solo, no como Martes y Trece o Tip y Coll. No tenía un personaje, era él, un crápula que no tenia interés en hacer reír. Tiene que ver con haber triunfado a principios de los 80, con la democracia recién estrenada y la movida madrileña. La noche crápula se populariza. Yo veía que mis padres se divertían mucho más que con los cómicos como Tony Leblanc, que eran más para los abuelos". "Sus chistes utilizaban el costumbrismo con un toque absurdo. Recuerdo el de '¿Saben aquel que diu que es una mujer que le dice a su marido: Cariño, mañana es nuestro aniversario y voy a matar un pollo. Y el marido le responde: ¿Y qué culpa tiene el pollo? Mata a tu hermano que es el que nos presentó'. Eran chistes muy básicos, de esos que leídos en el papel no eran tan graciosos. Pero él era muy carismático y el carisma es impagable.

¿Dejó Eugenio algún heredero en el circuito de la comedia espàñola? "Cualquiera de los cómicos que hablamos serios en nuestros monólogos estamos marcados por él", admite. "Yo suelo hacerlo porque me hacía gracia. Pero el formato de contar chistes ya se ha quedado antiguo. No hay nadie que pueda ser heredero porque él contaba chistes. El Comandante Lara es de los pocos que lo hace".

Eugenio se retiró de los escenarios una primera vez en 1990, después de sufrir un infarto. Su personalidad depresiva lo arrastró y conoció a una mujer que, según su hijo Gerard, lo apartó del mundo. Ni siquiera a ellos les cogía el teléfono. Por cuestiones económicas tuvo que volver a los escenarios con el nuevo milenio, pero el 11 de marzo de 2001 murió en brazos de un amigo durante una cena. Tenía solo 59 años.

"Es muy triste ver que alguien que hizo reír a tanta gente murió de pena". Así resume Dani Galiot, hijastro de Eugenio, la vida del cómico catalán más famoso de todos los tiempos. Humorista por casualidad —primero fue artesano joyero y después montó el grupo de folk Els Dos con su mujer, Conchita Alcaide, con el que quedaron cuartos en la carrera para representar a España en Eurovisión—, Eugenio (1941-2001) se convirtió en un fenómeno de masas, primero vendiendo casetes con sus chistes en las gasolineras y más tarde al aparecer en Televisión Española en el programa Cosas, con Mónica Randall. "Eugenio pasa de la noche de la mañana a entrar en todas las casas y a estar los viernes en un programa de la tele", cuentan en el documental Eugenio (2018), dirigido por Xavier Baig y Jordi Rovira y disponible en Amazon Prime. Este miércoles 1 de noviembre David Trueba estrena en cines el biopic Saben aquell, con un irreconocible David Verdaguer en el papel protagonista, un repaso a la llegada —involuntaria— de Eugenio —el cómico— a la fama y la caída de Eugenio —el marido y padre— en la noche. En el punto álgido de su carrera, la vida personal del artista se desmoronó.

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