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Este es el último Medici, y su nuevo libro trata de un diamante de su familia desaparecido en 1920
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valorado en 30 millones de euros

Este es el último Medici, y su nuevo libro trata de un diamante de su familia desaparecido en 1920

El escritor Lorenzo de Medici, último miembro de la famosa saga del Renacimiento, publica 'El Fiorentino', un 'thriller' histórico protagonizado por la espectacular joya del mismo nombre

Foto: El escritor Lorenzo de Medici, descendiente de la famosa familia del Renacimiento. (Marcus de Winter)
El escritor Lorenzo de Medici, descendiente de la famosa familia del Renacimiento. (Marcus de Winter)

Cada vez que el escritor Lorenzo de Medici (Milán, 1951) tiene que decir su nombre en el control de pasaportes de un aeropuerto, al pedir una cita en el médico o al llegar a la recepción de un hotel, se topa con la misma reacción. La persona que tiene enfrente arquea las cejas, le clava fijamente la mirada y le pregunta: “¿De verdad es usted Lorenzo de Medici, como el Medici del Renacimiento?”

SÍ, Lorenzo de Medici es descendiente de la dinastía que durante 300 años gobernó Florencia; pertenece al mismo linaje que Lorenzo el Magnífico, el gran mecenas que patrocinó a artistas como Miguel Ángel o Leonardo da Vinci. Pero, sobre todo, es el último Medici. Ni él ni su hermano tienen hijos, así que con él morirá una familia que ha influido poderosamente en la historia de Europa y de la humanidad, una familia que impulsó el Renacimiento, que ha dado al mundo infinidad de dirigentes, numerosos príncipes, cuatro papas (León X, Clemente VII, Pío IV y León XI), dos reinas de Francia (Catalina de Médici y María de Médici) y varios miembros de casas reales.

El Fiorentino (La Esfera de los Libros) es el título del nuevo libro de Lorenzo de Medici. Se trata de un apasionante 'thriller' histórico que tiene por protagonista a un objeto real: un diamante de dimensiones excepcionales y de un intenso color amarillo que en 1601 Ferdinando I de Medici adquirió de Ludovico Castro, conde de Montesanto. La piedra, conocida como El Fiorentino, fue entregada al tallador Pompeo Studendoli, un artesano veneciano residente en Florencia, quien trabajó en ella durante años, hasta 1615. El resultado fue una espléndida joya con forma de almendra y tallado de doble cara con nueve lados y 127 facetas que fue posteriormente montada en un colgante.

El diamante estuvo en manos de los Medici hasta la muerte de Ana María Luisa. Al no tener ni ella ni sus hermanos hijos, el Gran Ducado de Toscana pasó a manos de la dinastía Habsburgo Lorena, que se llevó la joya a Viena. En 1918, con la caída del imperio astrohúngaro, las joyas de la corona austriaca, incluido El Fiorentino, emprendieron el rumbo del exilio y fueron trasladadas a Suiza. Y allí se perdió para siempre el rastro del “la cosa más estupenda que exista en Europa”, como fue definido el diamante por parte del cardenal del Monte.

Partiendo de esos hechos históricos, Lorenzo de Medici ha construido una novela deslumbrante, llena de misterio pero también de rigor histórico. Hablamos con él.

PREGUNTA. Ha tardado bastante en salir una nueva novela suya, ¿por qué?

RESPUESTA. En España el último libro mío que se publicó fue en 2016, La Palabra Perdida (Espasa). Buscaba una buena historia, una que impactara e interesara al público. Tenía que ser una novela histórica, porque es lo que me pedían las editoriales. Yo hubiese preferido intentar otro género, como por ejemplo la novela negra, pero me encontré con la resistencia de las editoriales, que me decían que mi género es el histórico y que los lectores no me seguirían en otro género. Todavía tengo mis dudas. De hecho en estos últimos años he escrito dos novelas negras, pero no he encontrado ningún editor dispuesto a publicarlas, así que he vuelto a la novela histórica.

P. Pero esta novela histórica también está cargada de intriga y de suspense…

R. Sí, es un 'thriller' histórico que se desarrolla en dos tiempos, uno es la época actual y el otro el de los hechos históricos, con ficción para recrearlos. Yo quería rendir homenaje a un personaje de mi familia poco conocido por el gran público, Ana María Luisa de Medici. Fue una visionaria, en el sentido más profundo de la palabra, porque en su época, el siglo XVIII, tomó una decisión que revolucionó la historia de Florencia y sentó las bases de lo que hoy en día son los museos y su labor.

placeholder Portada de 'El Fiorentino', el thriller histórico de Lorenzo de Medici.
Portada de 'El Fiorentino', el thriller histórico de Lorenzo de Medici.

P. Si no me equivoco, ella fue quien donó a la ciudad de Florencia la magnífica colección de arte de su familia…

R. Sí, Ana María Luisa fue la última de su rama, la de los grandes duques de Toscana. Al morir sin descendencia su hermano Gian Gastone, ella heredó todos los bienes acumulados por su familia durante los últimos tres siglos. Un patrimonio inmenso que la convirtió en la mujer más rica de Europa. Tampoco ella tuvo hijos y lo habitual hubiese sido que a su muerte dejara todo a sus familiares más cercanos, y de hecho, pidió que le hicieran un árbol genealógico de toda las líneas existentes de la familia Medici, para ver quienes eran sus parientes más próximos. Pero luego se lo pensó mejor y tomó la decisión, absolutamente novedosa en su tiempo, de dejar todo el patrimonio de los Medici al Estado, al Gran Ducado de Toscana, con la condición que nada saliese de allí ni fuera vendido. Con esa decisión pretendía que las futuras generaciones pudieran acudir a Florencia a admirar todas esas joyas y obras de arte, pero también que el apellido Medici quedara para la posteridad como el símbolo de magnificencia. Seguramente es gracias a ese gesto por lo que hoy en día, trescientos años después de la muerte de Ana María Luisa de Medici, acaecida el 17 de febrero de 1743, mi familia aún es recordada como símbolo de la cultura, el arte y el mecenazgo.

P. Pero esa decisión implicó que el resto de la familia Medici se quedara sin ver un duro, ¿no?

R. No exactamente. Ana María Luisa dejó en herencia a sus familiares numerosas tierras y propiedades, dinero, joyas y obras de arte consideradas menores y ligadas a la historia de cada una de las líneas familiares. Yo todavía poseo algunos retratos que recibieron de ella en herencia mis antepasados, tengo por ejemplo un gran retrato de su abuela, la gran duquesa Victoria della Rovere. Pero lo que heredamos fue nada en comparación con lo que suponía el patrimonio acumulado por los Medici.

P. ¿Pero por qué a la muerte de Ana María Luisa el Gran Ducado de Florencia pasó a la dinastía Habsburgo-Lorena en lugar a alguna otra rama de los Medici?

R. El destino quiso que el Gran Ducado de Toscana acabara en manos de una rama de la familia Medici. El primer miembro de esa rama que fue coronado Gran Duque de Toscana fue Cosimo el Grande, quien estaba tan inseguro de su posición política y tan temeroso de sus primos de otra rama, que en realidad tenían más derechos al trono que él, que le pidió al emperador Carlos V que aprobara una cláusula a la sucesión del Gran Ducado según la cual sólo sus descendientes directos pudieran heredar el trono. Y como ni Ana Maria Luisa ni sus hermanos tuvieron hijos, a su muerte se acabó para la familia Medici el Gran Ducado de Toscana. Pero la casa Lorena no fue arbitrariamente elegida para reinar, en la línea de los antepasados por vía femenina el trono recaía en ella. Son los juegos del destino y de las alianzas.

P. ¿Y qué tiene que ver Ana María Luisa con el diamante conocido como El Fiorentino?

R. Ana María Luisa es un personaje histórico relacionado con toda esa magnificencia de los Medici, una magnificencia que simboliza a la perfección el gran diamante amarillo que poseían los Medici, llamado en su época el Fiorentino o el Toscano. Ese singular diamante, uno de los más grandes de su época, a su muerte fue expoliado por los Habsburgo Lorena, quienes en secreto se lo llevaron a Viena. El diamante permaneció en Viena durante dos siglos, hasta su desaparición en 1920, cuando supuestamente fue robado al último emperador austrohúngaro, Carlos I, (sobrino nieto del emperador Francisco Jose) en su exilio en Suiza. Hoy en día El Fiorentino continúa desaparecido.

P. No le veo muy convencido de que el diamante le fuera robado al emperador austrohúngaro Carlos I…

R. El emperador dijo que el diamante le fue sustraído por su secretario. Pero esa versión no se sostiene. Sobre todo porque al secretario no le ocurrió absolutamente nada ni hubo el gran escándalo que habría sido esperable.

P. ¿Qué cree usted que ocurrió con el Fiorentino?

R. Yo no tengo ninguna duda de que lo vendieron. Cuando los Habsburgo se vieron obligados a abandonar Austria lo hicieron con una mano delante y otra detrás, no tenían nada. ¿Cree que iban a dejar un diamante que valía 30 millones de euros en un cajón? Y después de abandonar Austria arruinados, los Habsburgo resulta que encontraron dinero para volver a Hungría y tratar de recuperar el trono. ¿De dónde le parece que salió ese dinero, cree que les llovió del cielo? No lograron recuperar el trono, fueron derrotados y obligados a exiliarse en Madeira. Pero para mí está claro que el dinero que financió esa campaña procedía del diamante. Yo creo que lo vendieron.

placeholder Grabado del joyero Jean Baptiste Tavernier tras ver diamante El Fiorentino en la cámara del tesoro de los Medici en 1657. (Cedida)
Grabado del joyero Jean Baptiste Tavernier tras ver diamante El Fiorentino en la cámara del tesoro de los Medici en 1657. (Cedida)

P. Pero se trata de un diamante famoso. ¿Cómo es que no se han vuelto a tener noticias de El Fiorentino?

R. Lo más probable es que la piedra fuera vendida a diamantistas belgas de origen judío, que la cortaron en varios trozos y la retallaron. Una piedra tan importante y de tal tamaño era efectivamente muy fácil de reconocer. Durante mucho tiempo se ha especulado de hecho con la posibilidad de que el famoso diamante de Tiffany llamado Bird on Rock, un diamante amarillo con un pájaro engarzado sobre él, podría ser un trozo de El Fiorentino.

P. ¿Cuánto podría valer hoy El Fiorentino?

R. Se estima que unos 30 millones de euros. Ese fue el precio que en la época pagó Ferdinando de Medici por el diamante cuando se lo compró a una familia portuguesa.

La Galería de los Uffizi y prácticamente todos los museos de Florencia y de Toscana existen gracias a Ana María Luisa de Medici

P. Su novela tiene una parte histórica y otra de ficción, una ambientada en el pasado y otra en el presente. ¿A qué corresponde cada una?

R. La parte histórica gira en torno a Ana María Luisa, quien desde sus ventanas observa cada noche cómo los Habsburgo-Lorena -que habían sucedido a los Medici en el trono de Toscana- se llevan a Viena parte del tesoro familiar, sin esperar a su muerte y en contra de lo que ella había estipulado en su testamento. Yo cuando hablo de historia soy muy riguroso, no me invento nada. Cuando escribo que Ana María Luisa miraba desde su ventana cómo los Habsburgo-Lorena sacaban sus bienes del Palacio Pitti para enviarlos a Viena es porque es verdad.

Ahí interviene una secta que me he inventado llamada los Palleschi, cuyos miembros intentar evitar el traslado a Viena de parte del tesoro de la familia. El escudo mediceo está compuesto por seis bolas, palle en italiano, y desde el Renacimiento el grito de guerra de los partidarios de los Medici era palle, palle, por lo que los seguidores de mi familia eran conocidos como los palleschi.

P. Imagino que gracias a que Ana María Luisa legó al Gran Ducado de Toscana su colección de arte hoy existe Galería de los Uffizi, ¿no?

R. Y no solo. Prácticamente todos los museos de Florencia y todos los museos de Toscana existen gracias a ella: la Galería de los Uffizi, pero también el Museo Bargello, el Museo de los Inocentes, el Palacio Medici Riccardi, el Museo del Opificio delle Pietre Dure, en la Capilla de los Medici, el palacio Pitti, el palacio Vecchio… Casi todo lo que se ve en esos museos procede de la donación que ella hizo a la ciudad. Sin Ana María Luisa Florencia hoy sería una ciudad muy bonita pero sin nada, porque todas sus obras de arte habrían sido trasladadas a Viena.

placeholder Retrato de Ana María Luisa de Medici. (Antonio Franchi/Museo del tesoro di Santa Maria dell'Impruneta)
Retrato de Ana María Luisa de Medici. (Antonio Franchi/Museo del tesoro di Santa Maria dell'Impruneta)

P. Quizá es por eso por lo que siglos después de que la familia Medici llegara al poder en Florencia su nombre sigue siendo famoso y mantiene una estrecha vinculación con el mundo del arte, ¿no cree?

R. Sí, el razonamiento que hizo Ana Maria Luisa fue justo ese. Ella se dio cuenta de que si repartía lo que tenía entre sus primos Medici, la colección de arte se dividiría y luego acabaría vendiéndose pieza a pieza, por lo que al final no quedaría nada y la gente acabaría olvidando a los Medici. Entendió que si la colección de arte seguía junta, la gente acudiría a verla y el nombre de nuestra familia permanecería en el tiempo, como así ha sido. Ana María Luisa además era muy consciente de que se podía transformar completamente una ciudad si te llevabas su colección de arte, porque eso era lo que había ocurrido cuando su abuela, Victoria della Rovere, se casó con Ferdinando II de Medici y se llevó de Urbino a Florencia como dote toda la colección de arte que los de los Della Rovere habían amasado durante generaciones. Urbino, que lo tenía todo, se quedó entonces sin nada. Y Ana Maria Luisa no quería que ocurriera eso, así que decidió dejar toda su colección de arte a la ciudad de Florencia y al estado toscano.

P. ¿Y cuál es la parte actual de su nueva novela?

R. La parte actual era necesaria para poder desarrollar el argumento, y vuelve a estar protagonizada por Ann Carrington, un personaje que ya salía en mis dos anteriores novelas ( Las cartas robadas y La palabra perdida). La trama actual empieza en Portugal, donde Ann Carrington compra en una subasta, por encargo de la universidad en la que trabaja, un libro del siglo XVIII sobre el famoso diamante de los Medici, El Fiorentino. Y, analizándolo, descubre que ese libro esconde un código secreto que intenta descifrar, sin conseguirlo. Intrigada y deseosa de descubrir el secreto, se lanza a una búsqueda que la lleva a cruzarse con varios personajes -algunos amigos, otros menos- y a viajar desde Portugal hasta Madrid y Florencia, donde las dos historias, la histórica y la actual, finalmente se cruzan. Porque la novela hace todo el tiempo referencia personajes y acontecimientos históricos que ocurrieron en realidad, así que aunque es una novela de ficción también es historia.

Ser un Medici es una responsabilidad enorme. La gente espera que sepas todo de la historia del arte, que seas riquísimo y que hagas mecenazgo

P. Usted es el último de los Medici, con usted se acabará esa familia. ¿Cómo lo lleva?

R. Soy el último de mi rama, que era la rama primogénita, la más próxima al trono. Durante muchos años, ser el último Medici no ha significado nada para mí. Yo elegí no tener hijos, no tener descendientes fue una decisión que tomé siendo consciente de lo que representaba. Pero ahora que soy viejo me pregunto si no me habré equivocado, porque mi único hermano tampoco tiene hijos.

P. ¿Ser un Medici es una responsabilidad muy grande?

R. Sí, enorme. La gente espera siempre de ti que sepas todo del Renacimiento y de la historia del arte, que seas riquísimo y que hagas mecenazgo. No se imagina la de artistas que me escriben pidiéndome ayuda. Sí, es una gran responsabilidad ser un Medici.

Cada vez que el escritor Lorenzo de Medici (Milán, 1951) tiene que decir su nombre en el control de pasaportes de un aeropuerto, al pedir una cita en el médico o al llegar a la recepción de un hotel, se topa con la misma reacción. La persona que tiene enfrente arquea las cejas, le clava fijamente la mirada y le pregunta: “¿De verdad es usted Lorenzo de Medici, como el Medici del Renacimiento?”

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