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Los Reyes Magos y la rivalidad enfermiza entre las dos familias más poderosas de la Florencia del siglo XV

Por Pedro García Martín

Cappella dei Magi, Palazzo Medici-Riccardi, Florence,  Benozzo Gozzoli

El ejercicio del mecenazgo por parte de las familias más ricas de la Florencia del siglo XV les proporcionaba fama de cultas y liberales. En este contexto de rivalidad entre poderosos estalló el conflicto entre los Strozzi y los Medici.

En España y en algunos países de Hispanoamérica está vigente la tradición del desfile de los Reyes Magos. En esas cabalgatas, hoy televisadas, sus majestades viajan en carrozas, a caballo, en camellos y hasta en barcos y aviones bajo la iluminación navideña. Pero, ¿pudieron tener un significado político en el pasado? ¿Acaso fueron objeto de disputa entre partidarios de unos u otros gobernantes?

Esta es la crónica de una guerra artística en la Florencia de los Medici en torno a los Reyes Magos. Un pulso entre familias influyentes para ganarse la reputación del vecindario y el poder de la ciudad.

La recreación histórica

Empecemos por ver el origen de las recreaciones históricas en la actualidad para demostrar la pervivencia de esta tradición. En la cabalgata de los Reyes Magos del año pasado en Madrid participó un grupo de abanderados (“sbandieratori”) del ayuntamiento de Florencia. Los treinta miembros de los Bandierai degli Uffizi, ataviados con los ropajes coloridos del Renacimiento, ondearon sus banderas y las lanzaron al aire acompañados por el ritmo de los tambores. Este espectáculo prestado forma parte de las fiestas florentinas más señaladas: las del patrón de la ciudad San Juan, las competiciones del calcio storico o predecesor del fútbol y las de la Epifanía.

Cada 6 de enero, la Opera di Santa Maria del Fiore realiza una escenificación histórica de la cabalgata mediante un desfile que va de la plaza Pitti hasta el Duomo, donde el coro de voces blancas de la catedral la recibe cantando villancicos. A continuación, los Reyes desmontan de sus caballos para hacer regalos al Niño de un Belén viviente, desandando el recorrido hasta su lugar de partida. De esta forma, los florentinos han recuperado una tradición que nació en el siglo XV y que vivió su época de esplendor bajo los Medici, cuyo ejemplo más excelso es el hermoso fresco de Benozzo Gozzoli en la capilla del palacio en la Vía Larga.

Miembros de la Compagnia Bandierai degli Uffizi de Sbandieratori. Foto: EFE/Sergio Pérez

El culto a los Reyes Magos

Pero, ¿cuándo empezó el culto a estos Reyes? Las figuras de los Magos aparecen tardíamente dentro de la tradición judeocristiana. Son citados por primera vez en el Evangelio de San Mateo como unos eruditos de Oriente que llegan a Belén para venerar al Niño Jesús con oro, incienso y mirra. Pero aún no se hablaba de que fueran reyes ni gobernantes de ningún país, sino “magos”, palabra que en persa significa sacerdotes y astrólogos. De ahí que en el Auto de los Reyes Magos del siglo XII se les llamase “estreleros” en castellano antiguo, es decir, aquellos que sabían leer las estrellas, aquellos que siguieron a una estrella desde Oriente a Belén.

En sus representaciones más antiguas, pintadas en las iglesias ortodoxas de Siria y Armenia lo mismo aparecían dos que cuatro personajes, hasta que el papa León I estipuló en el siglo V que eran tres. Y solo es a partir de la centuria siguiente cuando se les representa en el mosaico de San Apolinar de Rávena como tres reyes de distintas edades cuyos nombres eran Melchor, Gaspar y Baltasar. En una de las paredes altas de la nave central aparecen vestidos con un gorro frigio y una capa bizantina de seda haciendo su ofrenda a la Virgen sedente con el niño en sus rodillas. Por otra parte, durante siglos los tres reyes fueron blancos hasta que, a mediados del XV, a Baltasar se le pinta de negro, probablemente porque los europeos han entrado en contacto con pueblos negroides: los portugueses que estaban bajando por la costa occidental de África y los latinos que comerciaban con las caravanas de seda, especias y esclavos a través de Palestina.

Los Reyes Magos en el mosaico de San Apolinar de Rávena.

Pues bien, en la pintura del Renacimiento se puso de moda una trilogía de temas religiosos -la Anunciación, la Natividad y la Adoración de los Reyes- que no podían faltar en una iglesia, un palacio o una mansión de la nobleza. En este caldo de cultivo a los Magos de Oriente, se creó en Florencia hacia 1390 una confraternidad de laicos llamada La stella (“La estrella”), que organizaba la Fiesta de los Magos por el centro de la ciudad. Los hermanos de la cofradía partían del convento de San Marcos y callejeaban hasta el baptisterio de San Juan. El Duomo se transformaba por un momento en la Jerusalén terrenal, ante cuya pila de bautismo los Reyes ofrecían sus presentes a Jesús y se escenificaba una matanza de los inocentes con “falsos niños” que eran muñecos.

El tema de la Adoración entra en la lucha política

A comienzos del siglo XV, lo que en Italia se conoce como el Quattrocento, las ciudades repúblicas del norte experimentan un cambio de régimen político. Pasan de tener un gobierno comunal o del ayuntamiento a ser regidas por la Signoria, esto es, una oligarquía de nobles y burgueses que acaparan los cargos ejecutivos y judiciales. En el caso de Florencia, la Signoria estaba formada por nueve miembros (Priori) elegidos entre los gremios más importantes de la ciudad y uno de ellos era el gonfaloniere que presidía el consejo de priores. Aunque las elecciones se celebraban en el Palazzo Vecchio sacando los nombres de los candidatos de una bolsa, pronto se manipularon, de forma que la persona que alcanzaba el rango de gonfaloniere procuraba rodearse de favoritos salidos de la red clientelar que tenía en la urbe. Por eso, las familias más influyentes -Strozzi, Capponi, Albizzi, Medici, etc.- pugnaban por controlar la Signoria, para ejercer el poder gubernamental y la influencia social sobre los florentinos y los pueblos subordinados de la Toscana.

Uno de los frentes de esta batalla era el arte. El ejercicio del mecenazgo por parte de las familias más ricas les proporcionaba fama de cultas y liberales. En este contexto de rivalidad entre poderosos estalló el conflicto entre los Strozzi y los Medici en torno a los Reyes Magos. El patriarca Palla Strozzi encargó en 1423 un retablo de la Adoración al maestro Gentile da Frabiano para su capilla privada en la iglesia de la Santísima Trinidad. La pintura es enorme (2 metros de ancho por 3 de alto), el pago de 150 florines de oro supuso una cantidad elevadísima y tamaña noticia causó la admiración de los florentinos. En el cuadro, el cortejo de los Magos se arrodilla ante Jesús, acompañados por el propio Palla Strozzi y su hijo Lorenzo, al tiempo que el dorado deslumbrante de las coronas y el exotismo de la escena la convirtió en una obra maestra del gótico tardío. Los Strozzi habían ganado el primer asalto demostrando su superioridad económica y su influencia social.

La Adoración al maestro Gentile da Frabiano (Galería Uffizi, Florencia)

Sin embargo, el patriarca de los Medici Cosme el Viejo contraatacó con dos encargos sobre la Adoración destinados a conventos dominicos, puesto que esta orden monástica entró en su órbita de influencia. Recordemos que la geografía espiritual de Florencia se dividía en dos distritos: el de los franciscanos con base en la basílica de la Santa Croce (frecuentada por los Albizzi y los Strozzi) y el de los dominicos con sede en Santa María Novella, donde Cosme había habilitado unos aposentos para que se alojara el papa cuando iba a Florencia.

La familia Medici pagó en 1455 a Filippo Lippi el cuadro La Adoración del Niño Jesús para la iglesia de San Domenico de Prato, una ciudad vecina con la que tenía relaciones comerciales y textiles. El fraile Lippi le estaba más que agradecido a Cosme porque había intercedido ante al papa para que no le excomulgara por haber raptado a una monja con la que tuvo un hijo. Y por la misma época hizo lo propio con Fra Angélico, ayudado por su discípulo Benozzo Gozzoli, para que decorase la celda 39 del convento de San Marcos pintando un fresco sobre La Adoración de los Magos. A ella se retiraba el comitente mediceo para orar cuando las intrigas políticas le acuciaban y, a diferencia del resto de las celdas de los monjes que lucían escenas de la Pasión de Cristo y de la vida de la Virgen María, Cosme prefirió ese tema por la fijación que tenía por ser el más devoto de los Reyes. De hecho, se había apropiado de la cofradía de La Stella, modificando sus estatutos en perjuicio de los vecinos del barrio y reservando el protagonismo de sus cabalgatas de la Epifanía para miembros de su familia.

La Adoración del Niño Jesús en el bosque de Filippo Lippi (Gemäldegalerie, Staatliche Museen zu Berlin)

El enfrentamiento entre los partidos que se disputaban el gobierno de Florencia con los Reyes como disculpa arreció cuando la imprenta recién inventada distribuyó la leyenda y la pose de los mismos por los talleres artísticos de la ciudad. Los dos tratados sobre los Magos que sirvieron de inspiración a los pintores fueron El libro del traslado de las reliquias de los Magos a Colonia del carmelita alemán Juan de Hildesheim y La Leyenda dorada del dominico genovés Santiago de la Vorágine. Desde entonces el modelo de Adoración se ha venido repitiendo en la historia del arte de la Europa católica y con ligeros cambios en la iglesia ortodoxa, como el caballo junto al buey en vez de la mula, la cual era desconocida en Rusia.

¿Cuál era la simbología política de los Magos?

La carrera entre los Strozzi y los Medici la ganaron estos últimos hacia 1460. El heredero de Cosme el Viejo, conocido como Pedro el Gotoso, encargó a Benozzo Gozzoli el espectacular fresco de La cabalgata de los Reyes Magos donde retrata al emperador de Bizancio como Melchor, al patriarca de Constantinopla como Gaspar y a Lorenzo el Magnífico como Baltasar. Precedido por una Madonna de Filippo Lippi en la antesala, la pintura decoraba las cuatro paredes del oratorio del Palazzo Médici en la Vía Larga. Y solo era contemplado por los visitantes más ilustres de la familia porque enviaba el mensaje político de que los Medici eran los “padres de la patria”. A tal efecto combinaba dos épocas y otros tantos lenguajes: el real de los personajes que participaron veinte años atrás en el Concilio de la Unión de las Iglesias cristianas, y el heráldico de los escudos, halcones y ropas de los amos y de los sirvientes a la mayor gloria de la familia medicea.

Pared Sur del Palacio Medici-Ricardi
Pared Norte del Palacio Medici-Ricardi

La repercusión política de los Magos estriba en que se convirtieron en la imagen del poder real por excelencia. Este tema pictórico no se limitó a las ciudades república italianas, sino que se dio en toda la Europa católica y, a través del Imperio hispánico, pasó a América. La imagen de los Reyes Magos no solo era un asunto religioso, sino que tenía un profundo significado político. El monarca que poseyese sus reliquias estaba legitimado para portar la corona más sagrada de la cristiandad. De ahí que la historia de sus reliquias nos cuente cómo fueron cambiando de manos. Rescatadas en el 300 d. C. por la emperatriz Elena, madre de Constantino I, fueron a parar a Constantinopla. Durante la segunda cruzada, el basileus de Bizancio se las dio al obispo de Milán, de donde fueron arrebatadas por el emperador del Sacro Imperio Federico Barbarroja en 1164. Desde entonces reposan en la catedral de Colonia en un monumental relicario de oro junto a tres coronas.

Los Medici de Florencia no podían reclamar esas reliquias al emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Pero sí procesionar los miembros más poderosos de la familia vestidos de Melchor, Gaspar y Baltasar durante la cabalgata de la Epifanía que iba desde San Marcos hasta el baptisterio de San Juan. De esta forma, a los ojos de los florentinos que los veían pasar eran los “reyes” de Florencia. Este es un buen ejemplo del ejercicio de la propaganda política a través de la cultura visual.

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