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¿Será la eutanasia la próxima pandemia?
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FESTIVAL DE SALZBURGO

¿Será la eutanasia la próxima pandemia?

El Festival de Salzburgo estrena la versión teatral de 'Amour' y deriva la película de Haneke a la paradoja de las sociedades envejecidas y al escarmiento del suicidio asistido como respuesta a la soledad y al engaño de la vida eterna

Foto: Versión teatral de 'Amour'
Versión teatral de 'Amour'
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El actor alemán que emula a Jean-Louis Trintignant en la versión teatral de Amour aparece en escena provisto de una almohada. Es la manera de iniciar la obra con el símbolo que mejor evoca el suicidio asistido de la película de Haneke. Y la piedad con que un anciano asfixia a su esposa porque no quiere seguir viviendo en el estado incorregible de la decrepitud.

El punto de partida es al mismo tiempo el punto final, aunque la extrapolación teatral que ha dirigido Karin Henkel en el Festival de Salzburgo no transcurre en la literalidad ni en la re-representación, sino en un espacio abstracto y conceptual que se distancia de toda voluntad mimética.

Empezando por la escenografía misma. Que no es un apartamento de París, sino un túnel claustrofóbico cuya plasticidad se desdobla y descoyunta para derivar la “trama” a una serie de cuadros simbólicos, metafóricos, todos ellos identificados -identificables- con la naturaleza angustiosa y depresiva de la película, pero en un lenguaje narrativo y estético radicalmente distinto.

Lo demuestran las intervenciones en el guion y el énfasis con que el montaje de Henkel aprovecha los silencios y los puntos de fuga de la película. Carecía de sentido reconstruirla en escena, aunque la dramaturga germana enfatiza los misterios del filme, incluida la paloma blanca que penetra en la casa del matrimonio anciano nada más haberse producido la eutanasia.

Foto: El estreno triunfal de 'Macbeth' en el Festival de Salzburgo.

La explicación es bastante más sencilla que el monolito de Pumares en la odisea espacial de Kubrick, pero juega una función instrumental respecto a las conexiones con la obra de Haneke. Se estrenó Amour en 2012. Concitó un reparto extraordinario (Trintignant, Riva, Huppert). Y se convirtió en la película más laureada del cineasta austriaco, hasta el extremo de amontonar un Oscar, una Palma de oro, el premio del cine europeo y un Globo de oro.

Diez alis después, Karin Henkel reinterpreta la tristísima y despiadada obra de Haneke en un experimento escénico cuyas libertades tanto responden a la cuestión narrativa como al arbitrio de los personajes.

placeholder Versión teatral de 'Amour'
Versión teatral de 'Amour'

Comenzando por el papel femenino de Anne (Katahrine Bach). Es ella quien ha sufrido una hemiplejia, quien ha perdido los movimientos y el habla, y quien ruega a su esposo (Georges) la solución del suicidio asistido, aunque la adaptación teatral expuesta en Salzburgo le otorga otras lecturas complementarias. No ya desdoblándola en las tres edades diferentes de una mujer -la niña, la adulta, la anciana-, sino convirtiéndola en el símbolo contemporáneo de los ancianos desahuciados y solitarios.

Es entonces cuando prorrumpen las divagaciones sobre una sociedad envejecida que esconde la muerte y la decadencia. Y que somete la expectativa de la vida centenaria a una pésima calidad de la existencia.

Foto: 'Las bodas de Fígaro', de Martin Kusej, en el Festival de Salzburgo

Escondemos a los ancianos en las residencias. Y los olvidamos hasta que se convierten en cobayas, de tal manera que los recursos técnicos, el encarnizamiento científico y los cuidados paliativos desafían a la eternidad, mientras muchos enfermos no desean otra escapatoria que la muerte: “Para vivir así prefiero morir”, musita Anne como si fuera un epitafio.

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Versión teatral de 'Amour'

El amor para Haneke es lo mismo que la felicidad para Schopenhauer. Ambos nos hablan de lo uno y de la otra, pero lejos de las connotaciones vitalistas y de toda expectativa sentimental. Amar a una persona no sería otra cosa que ayudarla a morir. El debate está en la sociedad y en los parlamentos. Y adquiere plena actualidad en la tarima de un teatro, más todavía cuando la eutanasia o el suicidio asistido son la paradoja y el escarmiento de las sociedades infantilizadas que aspiran a la vida eterna, mientras ocultan entre bambalinas las vergüenzas de los ancianos.

Los había sobre la tarima del Landstheater. Y muchos más proliferaban entre el público, de tal manera que el juego de espejos redundaba en una atmósfera de congoja y de tensión a la que ponían remedio los pasajes humorísticos. Particularmente cuando un elocuente enfermero explicaba a Georges (André Jung) las facultades de una cama hospitalaria, las cualidades de una silla de ruedas de última generación, las maravillas de la ortopedia, la sofisticación de las alertas de emergencia….

El actor alemán que emula a Jean-Louis Trintignant en la versión teatral de Amour aparece en escena provisto de una almohada. Es la manera de iniciar la obra con el símbolo que mejor evoca el suicidio asistido de la película de Haneke. Y la piedad con que un anciano asfixia a su esposa porque no quiere seguir viviendo en el estado incorregible de la decrepitud.

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