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¿Invencible?: mitos, ficción y realidad de la Gran Armada, contados por los ingleses
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de la brocha gorda al detalle fino

¿Invencible?: mitos, ficción y realidad de la Gran Armada, contados por los ingleses

¿Era la artillería naval de la flota inglesa tan superior a la española? ¿La operación anfibia de Felipe II era audaz o imposible? ¿Se equivocó el duque de Medina Sidonia al no atacar Plymouth?

Foto: 'La Armada Invencible', atribuido al pintor inglés Nicholas Hilliard.
'La Armada Invencible', atribuido al pintor inglés Nicholas Hilliard.

Sucedió en las mismas playas francesas de Dunkerque donde, en 1940, la tropa expedicionaria inglesa consiguió reembarcar in extremis, atosigada por la Wehrmacht del Tercer Reich, pero 350 años antes. Allí, el 6 de agosto de 1588, cerca de 27.000 soldados de los tercios españoles esperaban inquietos para embarcarse cuanto antes rumbo a Inglaterra. Era su destino y su gloria.

Ambos episodios históricos, separados por tres siglos y medio, son radicalmente distintos, pero tuvieron un resultado similar: victoria inglesa en la que lograban salvar los muebles por los pelos, evitar un ataque y refugiarse. En el primer caso, los británicos protagonizaron una agónica retirada en botes de recreo bajo el acoso de los alemanes. En el segundo es el duque de Parma, Alejandro Farnesio, al frente de los Tercios de Flandes, quien aguarda desesperado la llegada de del duque de Medina Sidonia al mano de la Gran Armada para proteger un trabajoso embarco que duraría al menos cinco días.

Alonso Pérez de Guzmán, el duque de Medina Sidonia, había logrado llegar con la mayor flota que jamás ha visto la humanidad al puerto de Calais, donde le separaban tan solo 33 km de Farnesio y sus tropas. Lo consiguió con su poderío naval prácticamente intacto, después de haber sido atosigado por una considerable flota inglesa durante siete días en el Canal de la Mancha. Una auténtica proeza.

A los ingleses les gusta sacar a relucir en libros, películas y relatos de los héroes de Dunkerque y la operación Dynamo en la Segunda Guerra Mundial. Pero menos esa vez en que los tercios de Flandes estuvieron cerca de cambiar la historia y desfilar por Londres. Si el duque de Parma lograba embarcaba en Dunkerque, no habría salvación para los ingleses. Envueltos en sus mitos nacionalistas sobre la derrota de "la Armada Invencible" —a la que nadie en España llamó nunca así—, este capítulo está escrito con brocha gorda en la historia oficial. Pero recientemente hay un renovado interés historiográfico por relatar con mayor precisión los hechos en torno a la Gran Armada, con estudios y libros en España, Irlanda e incluso Portugal.

Ahora son los prestigiosos historiadores británicos Geoffrey Parker y Colin Martin, expertos en Historia Naval del periodo, quienes publican un gran volumen sobre la mítica historia, La Gran Armada. Un nuevo acercamiento a "la historia de la mayor flota jamás vista desde la creación del mundo" a través de un tocho de 800 páginas que, si te descuidas, lo acabas en tres días.

Foto: Mobutu Sese Seko, fotografiado en 1970. (Getty/Hulton Archive)

Muchas preguntas siguen abiertas al debate. ¿Era la artillería naval de la flota inglesa tan superior a la española? ¿La operación anfibia de Felipe II era audaz o imposible? ¿Se equivocó el duque de Medina Sidonia al no atacar Plymouth? ¿Fue un fallo de Alejandro Farnesio no haber tenido a su ejército preparado antes? O la más crítica de todas: ¿fue realmente un desastre?

A todas ellas tratan de dar respuesta Parker y Martin con un recuento histórico pormenorizado y lleno de matices (no en vano, Colin Martin también participó en la gran conferencia internacional sobre la Gran Armada y la Contra Armada realizada en 2019 en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática). El libro, disponible ahora en español (Crítica) tras ser publicado el año pasado en inglés, es una muestra de cómo con los años, los historiadores ingleses han ido corrigiendo el relato de lo que no fue una rotunda victoria, sino "la mayor amenaza" que haya sufrido jamás Gran Bretaña —como los mismos autores explican—.

Foto:  ‘Derrota de la Armada Invencible’, Philippe-Jacques de Loutherbourg (1796).

Es cierto que la Gran Armada fracasó en la empresa de Inglaterra, desarbolada por la pericia del almirante Howard —y no sir Francis Drake, quien también estaba allí pero no aportó mucho—. Pero el verdadero desastre naval fue el inglés en 1589, tan solo un año después, frente a Coruña, cuya defensa acabaría enarbolando María Pita. La reina Isabel I de Inglaterra quiso aprovechar la inercia después de la penosa retirada de la flota española con una arriesgada maniobra que circunvalaba las islas por el norte y los dejó, esta vez sí, expuestos a unos temporales inusuales para el momento. De ahí surgió la leyenda: "No envié a mis barcos a luchar contra los elementos".

¿Invadir Inglaterra?

¿Era la intención de España con la Gran Armada invadir Inglaterra? Vayamos por partes. El propósito de Felipe II, tal y como incide en sendas cartas del 4 de septiembre de 1587 al marqués de Santa Cruz y al duque de Parma —recogidas por Parker y Martin— es el "restaurar Inglaterra para la Iglesia católica y poner fin a los ataques ingleses contra los intereses de España". Nunca existió la idea de ocupar y extender el imperio español a las islas, sino el de acabar con un enemigo muy concreto: la reina Isabel I de Inglaterra, de la casa Tudor. La monarca estaba en contra de los católicos y patrocinaba la piratería contra los intereses españoles con corsarios como Francis Drake. La solución pasaba por atacar, ocupar temporalmente el país y poner en el trono a un aliado, previsiblemente a María Estuardo, reina de Escocia (solución que se truncó cuando la reina Isabel l cortó la cabeza).

Para llevar a cabo de una empresa de esa magnitud se plantearon tres posibilidades que han capturado la imaginación de aficionados a la historia militar desde entonces. Incluso en la época, el plan era un tema de conversación y debate entre la gente, como se quejaría el propio Alejandro Farnesio. "Hasta los soldados y civiles ordinarios de los Países Bajos discuten abiertamente la mejor manera de invadir Inglaterra", se lamentaba desde Flandes en una misiva a Felipe II en 1587 en la que cuestionaba la discreción de toda la operación.

Foto: Retrato de Felipe II, por Sofonisba Anguissola.

Era una empresa difícil, pero había precedentes. Lo había logrado el emperador Claudio en el 43 d.C. y después el normando Guillermo I en 1066. Pero después se acabó. La española fue la que más cerca estuvo de logarlo, según entendemos hoy. Y tampoco lo lograría en 1940 el temible ejército de Hitler, que fracasaría con su Operación León Marino al equivocarse en la estrategia aérea de la Luftwaffe.

La estrategia que planteó en 1587 el Marqués de Santa Cruz pasaba por una única operación anfibia que constaba de cuatro elementos: 1. Reunir una imponente flota en Lisboa. 2. Que esta flota, a modo defensivo, transportara el ejército seguido de una flota de avituallamiento. 3. Desembarcar en la costa de Irlanda y asegurar una cabeza de playa, para lo cual se construirían lanchas específicas a tal fin —la parte más crucial de la operación— y arrastrar al ejército de Isabel hasta allí. 4. Una vez allí, conquistar una parte considerable del territorio inglés para asegurar una negociación acorde a los intereses de España. Una variante de este plan consistía en convertir el desembarco en Irlanda en una operación de distracción estratégica para atraer a las fuerzas inglesas y lanzar entonces a los Tercios de Flandes a través del Canal de la Mancha con el camino expedito a Londres.

Otra alternativa era la del duque de Parma, que sugería utilizar a la Gran Armada como un poderoso señuelo naval que obligara a salir a la flota inglesa. Esta oportunidad dejaría libre el paso del Canal para las lanchas de Farnesio con los Tercios pudieran llegar a la desembocadura del Támesis en Dover y ejecutar una operación sorpresa.

Sin embargo, los daños producidos por una incursión de Francis Drake en Cádiz en 1587 hicieron inviable el plan de Santa Cruz de jugarse todo a una operación anfibia desde la Península. El ataque de Drake fue rechazado, pero hacía imposible reunir en poco tiempo los efectivos necesarios para que la estratagema triunfase. La variante irlandesa también se abandonó al estar demasiado lejos. Así que comenzó a tomar forma la operación anfibia conjunta entre la flota de la Península y el ejército en Flandes. Un plan que, según Geoffrey Parker y Colin Martin, fue el que llevó al fiasco los objetivos españoles.

Objetivo Dunkerque

Felipe II se decidió por la mayor operación anfibia de la época, una maniobra que pasaba por embarcar unos 20.000 soldado en Lisboa con la mayor flota que se recuerda y reunirlos con el grueso del ejército de Flandes, unos 27.000 hombres al mando de Farnesio que debían embarcar en Margarete, al lado de Dunkerque, y cruzar el Canal. La misión de la Gran Armada era despejar la vía marítima, bloqueada por fuerzas angloholandesas a las que Farnesio no podría hacer frente con su sus lanchas y barcazas para el desembarco.

El encargo fue a parar al duque de Medina Sidonia, pese a las objeciones que él mismo puso a su nombramiento. Debía partir de Lisboa, llegar al Canal de la Mancha y conectar allí con el duque de Farnesio para proteger la embarcación de las tropas y barrer la flota enemiga. Era una operación complicada porque la costa en esos puntos no ofrecía abrigo para la enorme flota que manejaba Guzmán y porque el calado era traicionero e impracticable para los barcos españoles de mayor tamaño.

La flota española tuvo la oportunidad de atacar al enemigo inglés en condiciones favorables, pero Guzmán prefirió ceñirse al plan

Como narran Parker y Martin, los contratiempos no tardaron en surgir. Una tormenta obligó a Medina Sidonia a refugiarse en Coruña, otra de las decisiones controvertidas ya que se dispersó la flota y costo mucho volver a reunirla. Se perdieron varios días en reparaciones y para que algunas embarcaciones desviadas pudieran reencontrarse en Coruña y emprender, finalmente, rumbo al Canal. Los historiadores ingleses parecen apoyar la lógica de las decisiones de Medina Sidonia, a excepción de la viabilidad del ataque sobre Plymouth.

En Plymouth se encontraba la flota de Howard y Drake. Regresaban después de intentar una incursión para salir al encuentro de la Gran Armada en las mismas costas de Coruña. Pero el mismo viento que permitió salir a Medina Sidonia, empujaba a los ingleses hacia sus costas, forzándolos a dar la vuelta. Cuando la flota española avistó Plymouth tuvo la oportunidad de atacar al enemigo inglés en condiciones favorables, tal y como pedía el comandante Recarte, pero Alonso de Guzmán prefirió ceñirse al plan y continuar rumbo al canal de la Mancha para conectar con Farnesio.

Foto: La reina Isabel II saluda a los marineros del HMS Bulwark. (Reuters)

La flota inglesa se metió a barlovento, detrás de la española y el 31 de julio de 1588, comenzó el hostigamiento. Eran conscientes que si la Gran Armada conseguía arribar a las costas de Flandes, la campaña estaría perdida. Fueron nueve días de combates y persecuciones en los que se demostró que los ingleses evitaban a toda costa la batalla cuerpo a cuerpo —donde eran muy inferiores, ya que saldrían perdiendo en cualquier abordaje— y preferían el intercambio de cañones a distancia.

El duque de Medina Sidonia y su Armada, insisten en dejar claro los historiadores ingleses, aguantaron con un orden impenetrable a pesar de sufrir pérdidas muy dolorosas, como la de Nuestra Señora del Rosario del comandante Pedro Valdés. La nave fue asaltada y destruida por el Revenge de Francis Drake sin que Guzmán acudiera en su socorro. Solo había un objetivo: llegar a Dunkerque. Y lo estaba consiguiendo. Lo que necesitaba ahora es que las tropas de Farnesio estuvieran preparadas para embarcar.

Malos aires

El duque de Medina Sidonia enviaba mensajes constantes a Farnesio. Este llevaba esperando desde finales de julio con su ejército en Dunkerque, haciendo malabares para confundir y deshacerse del bloqueo holandés de los puertos, incluso fluviales, mientras preparaba los canales desde donde sacaría sus lanchas anfibias. Pero una vez más el viento cambiaría el tablero y la partida. Perseguida por Howard y los ingleses, la flota española buscaba refugiarse en la Islas de Wight, donde hubiera logrado estar protegida y esperar más fácilmente al embarque de Farnesio. Pero el viento los forzó a desplazarse hacia al norte y buscar refugio en un puerto de Calais, cerca de Dunkerque, pero sin protección alguna.

Parker y Martin no compran la versión clásica de que la flota española se quedara sin munición o que tuvieran unos barcos muy inferiores

El resto es conocido. En la ensenada de Calais, Howard, desesperado por frenar a la Gran Armada antes de que llegara a Dunkerque, pensó en los brulotes —los dichosos brulotes—, unas embarcaciones incendiarias, con fuego y pólvora, que soltó en medio de la inmensa flota española varada. Arrastrados por la corriente, estas naves explosivas se metieron entre los barcos españoles haciendo cundir el pánico, incendiándolos o haciéndolos reventar, cargados como estaban también de pólvora.

No quedó más remedio que cortar anclas —anclas que luego echarían de menos en el penoso regreso— y salir de la trampa al encuentro de la flota inglesa frente a las Gravelinas. En Dunkerque, Farnesio ya estaba listo para empezar el embarque, pero la batalla se libraba más arriba. Los barcos ingleses eludieron siempre el corto alcance y demostraron una gran capacidad artillera y unos barcos con mejor navegación. Sin embargo, Parker y Martin no compran la versión clásica de que la flota española se hubiera quedado sin munición o no pudieran cañonear por tener unos barcos inferiores.

Prácticamente volaron por los aires al Revenge de Francis Drake. Pero la batalla les fue desfavorable. Se había roto era el orden férreo y denso de la Gran Armada, lo que les hacía mucho más vulnerables. Tras la Batalla de Gravelinas del día 8 de agosto se discutió si volver al Canal o retirarse después de haber perdido la principal baza para la operación. Y aun así se decidió que sería el viento quien decidiría. Si era a favor, volverían a intentar conectar con Farnesio; si no, tendrían que retirarse. Sopló en contra y Medina Sidonia decidió salir de allí y volver España, dando una complicadísima vuelta a toda Inglaterra y Escocia por el norte.

Foto: Estatua de María Pita en A Coruña | Foto: Iago Casabiell González-CC

Fue un periplo de más de 40 días, terrible por los temporales que se desataron y el poco conocimiento que tenían de esas costas. La flota inglesa persiguió a la Gran Armada de mentirijillas, muy a distancia, y los españoles se dispersaron con la única orden de regresar a España por cualquier medio. Muchos naufragaron en las costas de Irlanda y Escocia, otros fueron hechos prisioneros durante la penosa travesía de vuelta.

Sin embargo, a finales de septiembre, una buena parte de la Gran Armada apareció goteando en el puerto de Santander con el San Martin al frente, en donde viajaba el duque de Medina Sidonia. Según el historiador Luis Gorrochategui, se perdieron un total de 35 barcos de los 75 que componían la flota. La mayoría de los galeones y naos volvieron a puerto a pesar de las terribles tormentas en las costas de Irlanda y Escocia. Parker y Martin reconocen que el desastre no alteró el equilibrio naval en ningún modo y que, más bien, la derrota de la Contra Armada un año después mantuvo quizás a los españoles en mejor posición.

Sucedió en las mismas playas francesas de Dunkerque donde, en 1940, la tropa expedicionaria inglesa consiguió reembarcar in extremis, atosigada por la Wehrmacht del Tercer Reich, pero 350 años antes. Allí, el 6 de agosto de 1588, cerca de 27.000 soldados de los tercios españoles esperaban inquietos para embarcarse cuanto antes rumbo a Inglaterra. Era su destino y su gloria.

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