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Cómo evitar otro escenario ucraniano: entendiendo el refuerzo de la OTAN y España en Rumanía
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Cómo evitar otro escenario ucraniano: entendiendo el refuerzo de la OTAN y España en Rumanía

Pedro Sánchez ha anunciado que España aumentará su presencia en Eslovaquia en 700 soldados y comenzará un nuevo despliegue en Rumanía, con al menos 250 efectivos. ¿Por qué la OTAN refuerza el flanco oriental?

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Uno de los titulares más relevantes de la cumbre de la OTAN en Vilna es que España aumenta sus despliegues exteriores en apoyo de los aliados de Europa Central y Oriental. En Rumanía, las fuerzas armadas de la Alianza Atlántica y de España ya estaban presentes desde la invasión rusa de Ucrania. El país, que comparte frontera con Ucrania y tiene salida al mar Negro, se percibe vulnerable con un conflicto a sus puertas. Pero, sobre todo, se teme que el próximo objetivo de la Rusia de Vladímir Putin y sus estrategias de la zona gris podrían ir dirigidas a la vecina Moldavia, donde la existencia de minorías prorrusas y un conflicto congelado nos presenta un escenario con elementos que resultan ahora muy familiares por su parecido al camino de la invasión.

La decisión la anunció el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la cumbre de la OTAN celebrada en Vilna (Lituania) esta semana. El evento estuvo marcado por la guerra en Ucrania y la ruta de acceso que la organización está dispuesta a ofrecer a Ucrania. Pero también por medidas más estratégicas, como el refuerzo de la OTAN en Eslovaquia y Rumanía, dos países fronterizos con Ucrania. España no solo se ha comprometido a participar en ese esfuerzo colectivo sino que, según Sánchez, liderará un "grupo de combate" en el primero (hasta 700 soldados), y "reforzará sustancialmente su presencia" en el segundo (unos 250 efectivos)

Si bien la primera misión acaparará la atención por el protagonismo que asumirán los militares españoles encabezando una fuerza multinacional, el país, Eslovaquia, parece relativamente alejado del epicentro de las tensiones internacionales. En cambio, la misión en Rumanía supondrá un despliegue de fuerza menor, pero tendrá lugar en un país con más riesgos, cercano al foco del conflicto y ubicado en una encrucijada geográfica donde se combinan elementos suficientes para incubar una futura crisis.

Indefensión geopolítica

Rumanía se percibe a sí misma como un cruce de caminos. Ciertamente, los ejércitos de los zares rusos y los turcos otomanos atravesaron la costa rumana del mar Negro de camino a defender sus intereses en los Balcanes y Crimea, respectivamente. Y en ese ir y venir histórico de imperios, la cadena montañosa de los Cárpatos fue el bastión que permitió la supervivencia de una comunidad cultural rumana, convertida en una anomalía de lengua latina y religión cristiana ortodoxa entre los eslavos de Rusia y los musulmanes del Imperio Otomano.

Algo que no quita que ese bastión montañoso fuese también la barrera natural ambicionada por unos y otros para establecer una frontera fácilmente defendible, convirtiendo aquel territorio en el vértice estratégico de los imperios ruso, otomano y austrohúngaro sobre Europa Oriental hasta la Primera Guerra Mundial. El resultado para Rumanía de su condición de pasillo geográfico y lugar de paso de imperios es una sensación de indefensión geopolítica que le empuja ahora como país plenamente independiente a buscar un aliado fuerte.

Liberada por tanto de la sombra de la Unión Soviética tras el fin de la Guerra Fría, Rumanía miró a Occidente e hizo cola para entrar en la OTAN y la Unión Europea. Tras los atentados del 11-S, Rumanía ofreció su territorio como plataforma logística para los teatros de operaciones estadounidenses en Oriente Medio y Asia Central, además de contribuir voluntariosamente al despliegue multinacional en Afganistán. En esa decidida vocación euroatlántica encontramos una diferencia fundamental con la vecina Bulgaria, país con el que forma dúo en la imaginación del resto de europeos. Si bien Bulgaria también ha entrado en la OTAN y la UE, percibe su relación con Rusia de otra manera por los lazos históricos, lingüísticos y culturales. Los rumanos, en cambio, han deseado en cambio una mayor implicación de Estados Unidos en el mar Negro desde la invasión rusa de Ucrania en 2014.

Y en lo que sería la ruptura de otro tabú geopolítico más, el primer ministro rumano, Marcel Ciolacu, pidió durante una reciente visita a Alemania la implicación de Alemania en la región con un despliegue de tropas en suelo rumano. El mandatario sorprendió a sus anfitriones afirmando que esperaba la presencia permanente de soldados alemanes "tan pronto como fuera posible" y que se igualara la cifra de 4.000 militares desplegados de la OTAN prometida a los países bálticos.

La percepción de vulnerabilidad de Rumanía no es solo producto de los imperativos geopolíticos y la experiencia histórica. Rumanía no deja de ser uno de los países más pobres de la Unión Europea, con unas fuerzas armadas pendientes de modernización. Un repaso a los medios principales de su ejército nos presenta una colección de curiosas piezas de la vieja Guerra Fría. El carro de combate principal del Ejército rumano es el TR-85, una versión local del veterano T-55 soviético cuyo diseño se agrandó para instalarle un motor alemán. La fuerza aérea rumana, por su parte, dio de baja hace muy poco los también veteranos MiG-21 que habían sido modernizados con electrónica israelí para crear la versión Lancer.

La perspectiva futura es que las fuerzas armadas rumanas darán un salto tecnológico con sistemas de armas avanzados de origen estadounidense: los carros de combate M-1 Abrams y los cazas de quinta generación F-35. Pero hasta que se confirmen las compras, se produzcan las unidades compradas, se formen las tripulaciones y alcancen plena operatividad, pasarán años. Mientras tanto, se entiende que la defensa de Rumanía requiere un refuerzo por parte de sus aliados.

El factor moldavo

La preocupación de Rumanía por compartir frontera con un país desgarrado entre una población prooccidental y otra prorrusa, y lidia con una región separatista, escenario de un conflicto armado y con presencia militar rusa, es comprensible. Todos estos elementos describen la situación de Ucrania antes de la agresión rusa de 2022; pero coinciden punto por punto con la actual Moldavia, el otro foco de atención para Rumanía. Uno muy especial por la proximidad cultural entre los países. De hecho, Moldavia es una región histórica de Rumanía y su existencia como país independiente y separado es el resultado de los imperativos geopolíticos de Moscú.

La frontera de Rumanía con la Unión Soviética estaba peligrosamente cerca de Odesa, el principal puerto soviético del mar Negro, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. A su término, en pleno ímpetu de redibujar fronteras y transferir poblaciones en Europa Oriental, en Moscú desgajaron parte de Rumanía para crear la república soviética de Moldavia y la región ucraniana de Budzhyak. En el mapa lucen como una evidente zona tapón que alejaba la frontera soviética de Odesa y la acercaba a los Cárpatos, la principal barrera natural de la zona.

La república soviética de Moldavia, una región rumana que, como tantas otras, no dejaba de ser un puzle multiétnico, recibió población rusa durante décadas. Cuando entró en crisis el comunismo y colapsó la Unión Soviética, la reintegración de Moldavia con Rumanía no fue el paso obvio y evidente. Moldavia había generado su propia identidad y los lazos con Rusia pesaban para un sector importante de la población. Es más, en la región entre el río Dniéster y la frontera ucraniana estalló una revuelta separatista que plantó cara al gobierno moldavo con las armas en la mano. La presencia de la 14ª Ejército del ahora ejército ruso garantizó que los rebeldes mantuvieran el control de la zona para pasar a constituir la República de Transnistria.

Foto: Ningún lugar conserva la esencia de la URSS como la moldava región de Transnistria. (EFE/Ignacio Ortega)
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El acuerdo de alto el fuego de 1992 es supervisado desde entonces por una Comisión Unificada de Control en la que participan moldavos, rusos y representantes de la República de Transnistria, dando legitimidad a la presencia de "fuerzas de paz rusas". Pero también, la región separatista alberga un Grupo Operativo de Fuerzas Rusas que, entre otras cosas, protege un enorme polvorín en Cobasna. Cuando Rusia invadió Ucrania por segunda vez el 24 de febrero de 2022 y sus fuerzas avanzaron desde Crimea más allá de Jersón en dirección a los puertos ucranianos de Mykolaiv y Odesa, las ambiciones del Kremlin resultaron tan evidentes que fueron reconocidas por un general ruso. Moscú aspiraba a crear un corredor que atravesar el sur de Ucrania y conectara con Transnistria.

Las bazas del Kremlin

La ofensiva rusa en el suroeste de Ucrania se estrelló a las afueras de Mykolaiv. Un esfuerzo por rodear la ciudad portuaria por el norte para proseguir hasta Odesa también fue detenido en seco por los defensores locales en lo que ha sido una de las victorias estratégicas ucranianas más importantes de la guerra. Inalcanzable para los rusos por tierra, los ucranianos llegaron a informar de obras en una antigua base aérea en Transnistria, sin tráfico aéreo desde 1992. Brevemente, se habló de un puente aéreo ruso, pero la llegada a Ucrania de sistemas antiaéreo avanzados procedentes de Occidente como los Patriot alejó esa posibilidad.

Como Ucrania, Moldavia vivió alternancia de gobiernos proeuropeos (2009-2016) y prorrusos (2016-2020) para vivir ahora una fase con gobierno proeuropeo. El 1 de junio de este año, Moldavia acogió la segunda cumbre de la Comunidad Política Europea, una iniciativa del presidente Emmanuel Macron para crear una organización paraguas donde integrar a todos aquellos países de la Europa extendida que miran a Occidente. Días antes, la ciudadanía moldava había salido masivamente a la calle el 21 de mayo para mostrar su deseo de entrar en la Unión Europea. La respuesta de Bruselas ha sido apoyar a Moldavia a reducir la dependencia del gas natural ruso, ayudar a modernizar el ejército del país y ofrecer paquetes de ayuda económica.

Las herramientas de seducción europea tienen una baza adicional. Rumanía, siendo un país a la cola en materia económica dentro de la UE, es ya muy diferente al país al que los moldavos miraron en 1991 y no consideraron un referente. Ahora Rumanía ofrece un futuro a los propios rumanos, como demuestra el flujo de vuelta de emigrantes de la diáspora en España.

No obstante, Rusia se guarda unas cuantas bazas en Moldavia: un sector de la población que simpatiza con Moscú, partidos políticos afines, capacidad de influencia a través de la dependencia energética y un engrasado aparato de desinformación y propaganda. Desde Rumanía se ve, por tanto, con preocupación la situación en el país vecino. El tira y afloja de los esfuerzos occidentales y rusos por ganar influencia en Ucrania llevó al Kremlin a una acción de fuerza cuando se vio apoyando al bando perdedor. La fórmula podría repetirse en Moldavia.

Uno de los titulares más relevantes de la cumbre de la OTAN en Vilna es que España aumenta sus despliegues exteriores en apoyo de los aliados de Europa Central y Oriental. En Rumanía, las fuerzas armadas de la Alianza Atlántica y de España ya estaban presentes desde la invasión rusa de Ucrania. El país, que comparte frontera con Ucrania y tiene salida al mar Negro, se percibe vulnerable con un conflicto a sus puertas. Pero, sobre todo, se teme que el próximo objetivo de la Rusia de Vladímir Putin y sus estrategias de la zona gris podrían ir dirigidas a la vecina Moldavia, donde la existencia de minorías prorrusas y un conflicto congelado nos presenta un escenario con elementos que resultan ahora muy familiares por su parecido al camino de la invasión.

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