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Premios Cavia: 'Eyes Wide Shut' puede esperar
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Alberto Olmos

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Premios Cavia: 'Eyes Wide Shut' puede esperar

Jabois recibe el galardón centenario del columnismo español en presencia de los Reyes de España

Foto: Manuel Jabois recoge el Mariano de Cavia el lunes en Madrid. (EFE/ Juanjo Martín)
Manuel Jabois recoge el Mariano de Cavia el lunes en Madrid. (EFE/ Juanjo Martín)

Buena parte del columnismo de ganar premios, del patronato de ganar dinero y del politiqueo de ganar gobiernos se dio cita ayer por la noche en la sede de Vocento para escuchar lo que el Rey tuviera que decir sobre Wimbledon. Don Felipe había estado el domingo en Inglaterra viendo pasar una pelota de un lado al otro de una red, y ahora venía a casa a disfrutar de otro deporte herbáceo, el del cóctel de etiqueta de la alta sociedad madrileña, también abundante de arbitraje, vestidos bonitos y pelotas que no pasan la cinta.

El grupo Vocento se toma muy en serio su premio centenario, como puede deducirse de la anticipación cinematográfica con la que envían las invitaciones. Todo parece Eyes Wide Shut con canícula. Primero, nada menos que en mayo, remiten un misterioso mensaje que dice: "Reserve esta fecha". No es una sugerencia. Como uno no está a los premios que no gana, no acaba de pillar el honor que se le dispensa, y se queda inquieto no sea que, en efecto, la cosa tenga que ver con Nicole Kidman y máscaras y desenfreno. El tarjetón digital, muy glamuroso, ayuda a estas fantasías, con volutas de humo líquido y sensación extrema de exclusividad.

Es un mes después cuando se destapan las coordenadas precisas del evento, con Sus Majestades los Reyes presidiendo, Manuel Jabois, Pedro García Cuartango y Flavita Banana recibiendo premios (el Cavia, el Luca de Tena y el Mingote, respectivamente) y un buen puñado de prebostes del periodismo ejerciendo de jurado imparcial. Las volutas de humo del tarjetón han evolucionado hacia unas sutiles curvas fluorescentes, siempre elegantes, pero no necesariamente provocadoras.

Si a Tom Cruise era la palabra "Fidelio" la que le ponía en guardia, para el invitado masculino a estos premios es la palabra "esmoquin" la que mide todo su vértigo social. Es un poco como que no quieres ir, pero te conviene.

placeholder Esto no son los Premios Mariano de Cavia, esto es 'Eyes Wide Shut'. (Warner)
Esto no son los Premios Mariano de Cavia, esto es 'Eyes Wide Shut'. (Warner)

¿Dónde se consigue un esmoquin en Madrid? ¿Por cuánto? ¿Por qué? Son las preguntas que el invitado novato va planteándole al calendario que corre imparable hacia el Rey de España y los apretados tules del poder absoluto. Se mira mucho en Google Imágenes ediciones anteriores para ver quién va a estas cosas, y no va gente normal, por si les quedaba alguna duda. Va la otra gente.

Luego hay que salir de Carabanchel con un esmoquin puesto, que no crean que es algo que puedas hacer para bien de tu familia. Un tipo que va con esmoquin por Carabanchel tiene una cara que no se olvida, y por eso conviene saltar del portal al taxi como salta Tom Cruise desde los acantilados con su moto.

Es difícil. "¿Dónde vas tú tan guapito?", le gritó a este cronista una señora medio borracha desde el taburete exterior de un bar.

Comunismo

La noche empezó comunista en la sede de Vocento. No piensa uno en otra cosa que en comunismo cuando se ve de esmoquin entre otros hombres de lo mismo. Al final, somos todos iguales, sólo nos separaba un límite sartorial imaginario, una pajarita, un millón de euros.

La obligación del esmoquin me resultó al cabo gratificante, como de niños en hora de gimnasia con el mismo chándal todos puesto porque lo dice el colegio. Nadie sabe lo que hay detrás del uniforme, es el uniforme el que aplasta la vanidad y la diferencia. Vestir todos igual debería ser obligatorio incluso cuando no viene el Rey a dar discursos.

Atravesados los controles, empecé a paladear la expresión leída a González-Ruano: "el todo Madrid". El todo Madrid es cuando hay mucha gente que no sabes quién es, pero deberías. Esmóquines multiplicados y vestidos color Parchís, mucho taconeo colorado, muchos camareros y camareras de blanco, la palabra Indra escrita muy grande, la necesidad de un vaso para, como dicen en Los Simpson, hacer algo con las manos.

La primera persona que reconocí no la reconocería casi nadie en el evento: Cristina Casabón. La columnista dijo que tenía que fumar porque tanta gente importante le ponía nerviosa. Eso es básicamente todo lo que puede decirse sobre clases sociales y fumar. O no: "Recibí tus puros", le oí celebrar a un señor. Ahora sí que sí que esto es todo lo que puede decirse sobre clases sociales y fumar.

Llegó el Rey, llegó doña Letizia, llegó Ayuso y llegó Almeida, la fama removía la fama, y Edu Galán y Marta Flich, y Arturo Pérez Reverte, y José María Carrascal, y Pedro J. Ramírez y Félix Bolaños

Llegó el Rey, llegó doña Letizia, llegó Ayuso y llegó Almeida, la fama removía la fama, y Edu Galán y Marta Flich, y Arturo Pérez Reverte, y José María Carrascal, y Pedro J. Ramírez y Félix Bolaños partieron hacia el paraíso sedente de quince mesas redondas numeradas, donde tu sitio lo determinaba un papelito doblado con tu nombre junto a cubiertos oro viejo. En la estratificación preprandial, me tocó la mesa 11. En la silla de al lado, Cristina Casabón. No éramos nadie.

Hablamos.

Los premios se daban en silencio, o sea, los trofeos. Los daba el Rey y parecían pesar. El presidente del jurado dio luego un discurso. Jabois dio una columna. El Rey dio un discurso. Cuartango dio un discurso y Flavita Banana dio un discurso. La columna recitada de Jabois fue extraordinaria. Trataba en el fondo de lo bonito que es ser Jabois, un corazón puro. Por muchos premios que le des, Jabois siempre es mejor persona que premiado.

La cena pudo iniciarse, circulaban como autómatas decenas de camareros, Casabón y yo ya íbamos por las notas de COU, era una suerte haber sido sentado con alguien que estudió lo mismo que tú en el mismo sitio que tú y que también tenía una calificación 11 en el ranking ATP del todo Madrid. "Vamos a fumar", dije.

"No se puede", opuso Casabón. "¿Cómo que no se puede?". "Nadie se ha levantado a fumar, así que no puedes". "Me da igual, nadie se va a enterar, la gente está a cosas importantes, como si el Rey quiere más agua, no a mí". Cristina Casabón me puso la mano en el brazo: "Esto es ABC y no te levantas a fumar hasta después del postre. Te estoy salvando la vida".

Obedecí.

Después del postre, hubo tabaco, hubo portones. Se abrían a un patio con barra libre y música de gente que no tiene tan mal gusto como en principio parece. O sí. Ningún político se quedó a tomar copas porque luego el domingo tenemos que votarlos. Ahí me parece que hubo mucha sensatez. Conversé con Sabino Méndez sobre si su mesa 15 era peor que mi mesa 11, o sea, sobre por qué estábamos allí. Mañana había que devolver el esmoquin.

Antonio Lucas no llevaba esmoquin, pero nadie le fusiló. Era algo que habría que tener en cuenta para futuras invitaciones, que si no llevas esmoquin no te van a fusilar.

Diego Garrocho me contó cómo es tener más trabajo que Alekséi Stajánov. En general, ABC sacaba todo el soviet que llevaras dentro.

Y conocí a Manuel Jabois, al que había procurado con gran éxito no conocer nunca. Un tipo insoportable. Lo hace todo bien, es majo, es guapo, es gallego, le gusta a todo el mundo y alberga tanto amor que hacen con él algunas noticias en la radio. No te puede caer mal Manuel Jabois y eso es lo peor que puede decirse del éxito.

Lo pensé luego, en la calle, en un taxi, cruzando barrios, que la gente de éxito no se deja odiar ni un poquito, como si la vida a veces (a veces) repartiera la gloria con encantadora puntería.

Buena parte del columnismo de ganar premios, del patronato de ganar dinero y del politiqueo de ganar gobiernos se dio cita ayer por la noche en la sede de Vocento para escuchar lo que el Rey tuviera que decir sobre Wimbledon. Don Felipe había estado el domingo en Inglaterra viendo pasar una pelota de un lado al otro de una red, y ahora venía a casa a disfrutar de otro deporte herbáceo, el del cóctel de etiqueta de la alta sociedad madrileña, también abundante de arbitraje, vestidos bonitos y pelotas que no pasan la cinta.

Periodismo Noadex
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