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Ni César ni nada: retrato en blanco y negro de González-Ruano
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GÓMEZ-SANTOS PUBLICA SOBRE EL ESCRITOR

Ni César ni nada: retrato en blanco y negro de González-Ruano

Dinero y literatura. Literatura y dinero. Al fondo, un personaje sinuoso. Este es el retrato del escritor que hace Gómez-Santos en un libro que aporta documentación imprescindible.

Foto: César González-Ruano
César González-Ruano

Cuenta Marino Gómez-Santos que, en una ocasión, César González-Ruano (Madrid, 1903-65) le confesó que su pasión por escribir era lo que le había impedido ser rico. Se cumplía, de alguna manera, la célebre cita de Larra, quien sostenía que escribir en España era lo mismo que llorar. Y no solo porque los escritores eran pobres de solemnidad. El prolífico escritor madrileño -Ruano era capaz de redactar cuatro o cinco artículos algo más que decentes en un solo día- reconocía que él estaba mejor dotado para el trato con pícaros, y en una escala ascendente con gitanos chamarileros, mujeres de negocio y tasadores de joyas.

No es ningún secreto, de hecho, que González-Ruano, pese a tratarse de un escritor aclamado en su tiempo, lo que le permitió vivir holgadamente dando sablazos a diestro y siniestro, estuviera implicado en asuntos turbios, por decirlo de una forma complaciente, casi siempre relacionados con el dinero, en los tiempos en que fue corresponsal del ABC en el París ocupado por Hitler. Como es igualmente conocido que siempre quisiera lucir un porte aristocrático, como si viniera de la mismísima pata del Cid. El historiador del cine Carlos Fernández-Cuenca, gran amigo suyo, le recordaba, ya a los 15 años, vestido con un impermeable con cuello de terciopelo, por entonces no se usaban gabardinas, mientras cubría su cabeza con un sombrero hongo.

Este era González-Ruano, un personaje sinuoso como pocos, y a quien Gómez-Santos, premio nacional de literatura, describe con solvencia desde su amistad en tiempos en los que los cafés madrileños, ahí estaba el Café Europeo, de la glorieta de Bilbao, y al que acudía Jardiel, se conspiraba contra todo y contra todos. Probablemente, contra los propios intrigantes, quienes en realidad eran la comidilla de ellos mismos. Muchos, de hecho, acabaron siendo clientes predilectos del primer bar americano abierto en Madrid, situado entre el Hotel Regina y el Casino, en los albores de la calle Alcalá.

Por aquel tiempo, los primeros años 20, González-Ruano estaba adscrito al grupo de jóvenes poetas ultraístas, liderado por Cansinos Assens, y en realidad lo que le interesaba, además de las ínfulas de aristócrata, era la poesía, por lo que era un asiduo colaborador de revistas como Ultra, Vértice, Tobogán, Plural y del periódico La Libertad, de orientación progresista y republicana, aunque finalmente recalara en La Época, conservador, y el Heraldo de Madrid, progresista, donde escribía Chaves Nogales.

Política patológica

Duró poco. Justo el tiempo en que España pasó de la dictadura de Primo a la República, lo que le hizo exclamar a Ruano: “Madrid se puso feo, denso y canalla. Yo era redactor de un diario de izquierdas, pero al mismo tiempo preparaba los papeles para ser caballero de la orden de Santiago. Ahora pienso que mi sensibilidad política era casi patológica”.

No es de extrañar por lo tanto que, pese a que fue uno de los dos primeros periodistas en llegar al ministerio de la Gobernación nada más proclamarse la república y tuviera una enorme proyección profesional, fichara por Informaciones, dirigido por Juan Pujol, por donde entraba la propaganda fascista en España. “Se ha vendido al oro de las derechas”, dijeron del joven plumilla, que acabaría en el muy monárquico ABC tras recibir el Mariano de Cavia.

Es entonces cuando Ruano ingresa, aunque fuera de manera informal, en ese grupo de escritores revoltosos que emigraron a Hollywood: Edgar Neville, López Rubio, Tono o el propio Jardiel, con quien González Ruano, que renunció a hacerlo, mantuvo una jugosa correspondencia que recoge con pulcritud el libro de Gómez-Santos.

Fue corresponsal de ABC en vísperas de las elecciones que ganó Hitler, en marzo de 1933, lo que no desaprovechó en el plano ideológico

No menos jugosa debió ser su estancia en el Berlín de entreguerras. Fue nombrado corresponsal de ABC en vísperas de las elecciones que ganó Hitler, en marzo de 1933, lo que da idea del momento que le tocó vivir, y que no desaprovechó en el plano ideológico. De allí salió un libro, Seis meses con los nazis, que lo hubiera podido escribir el propio Goebbles, y que, según muchos, fue financiado por el Berlín de aquella época.

De todo esto y de mucho más habla Gómez- Santos, con un imprescindible y nutritivo para los ojos apéndice gráfico, en ‘González-Ruano en blanco y negro’, un título que puede parecer un homenaje al viejo ABC de los Luca de Tena, pero que en realidad disecciona los ángulos muertos de un personaje singular pagado de sí mismo a quien el mundo se le quedaba pequeño. Ruano, que lo había sido todo en el periodismo, y que había ganado dinero como pocos, desmintiendo a Larra, llegó a enviar una carta a su amigo Florentino Pérez-Embid, ya cuando vivía en Ríos Rosas y era un escritor sólido, en le pedía que le adelantara las 10.000 pesetas que cobraba de pensión.

Gómez-Santos lo achaca a que Ruano era un “un inadaptado y un sufridor de sus propios caprichos”, y que debían producirle tanta satisfacción como los errores que cometía una y otra vez. En los momentos de mayor penuria económica, el cínico Ruano decía con fina frivolidad: “Si no gasto, me desgasto”. Pues eso.

César González-Ruano en blanco y negro. Marino Gómez-Santos Editorial Renacimiento 2020

Cuenta Marino Gómez-Santos que, en una ocasión, César González-Ruano (Madrid, 1903-65) le confesó que su pasión por escribir era lo que le había impedido ser rico. Se cumplía, de alguna manera, la célebre cita de Larra, quien sostenía que escribir en España era lo mismo que llorar. Y no solo porque los escritores eran pobres de solemnidad. El prolífico escritor madrileño -Ruano era capaz de redactar cuatro o cinco artículos algo más que decentes en un solo día- reconocía que él estaba mejor dotado para el trato con pícaros, y en una escala ascendente con gitanos chamarileros, mujeres de negocio y tasadores de joyas.

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