Actualidad

Qué tiene que ver Goya con una vagina: o el día en que el arte se puso al servicio del activismo

Por Romina Vallés

Viñeta de Javirroyo

Una pintura como protesta tras la histórica decisión de la Corte Suprema de EEUU contra la interrupción voluntaria del embarazo, una escultura reivindicativa a raíz del movimiento #blacklivesmatter... Hacemos un recorrido histórico por las obras de arte que están tratando de provocar un cambio

Dos manos masculinas enfundadas en sendos trajes, los que se intuyen de un político y el de un sacerdote, constriñen entre sus dedos los ovarios de un aparato reproductor femenino. Es una de las viñetas que se pueden ver en el Instagram del ilustrador Javirroyo, publicada tras la histórica decisión de la Corte Suprema de EEUU contra la interrupción voluntaria del embarazo.

Una escultura de una mujer negra con el puño en alto creada por el artista londinense Mars Quinn, en colaboración con la activista Jen Reid (‘A surge of Power’ 2020), y colocada -sin permiso-, en una plaza de Bristol, tras derribar la del esclavista Edward Colston, en solidaridad con el movimiento #blacklivesmatter.

Son solo dos ejemplos del arte puesto al servicio del activismo. Un lenguaje libre que va desde ‘performances’ callejeras, grafitis o viñetas críticos -a veces con sarcasmo sutil, otras, lacerantes en fondo y forma- con el sistema político o las desigualdades de cualquier tipo.

Pero lo cierto es que este movimiento viene de mucho antes.

EFE EPA NEIL HALL

La utilización del arte como vehículo del activismo y la protesta social no es, ni de lejos, un concepto del siglo XXI. El arte ya era el medio de comunicación de todas las civilizaciones antes de que los manuscritos, la prensa o más tarde la televisión o internet fuesen las fuentes de información de la sociedad.

Por ello no es extraño encontrar denuncias sobre injusticias sociales, guerras, lucha de clases y resto de conflictos en numerosas obras. En el siglo VII a.c. algunas cerámicas babilónicas exponían su oposición a las leyes de Nabucodonosor. Goya en sus ‘Caprichos’ nos mostró un incipiente y anacrónico activismo antitaurino junto a otros de clara denuncia social. Picasso en el ‘Guernica’ realizó una clamorosa protesta por los horrores de la Guerra Civil. Incluso en las delicadas pinturas impresionistas de Degas se vislumbraba una denuncia intrínseca a los abusos y la prostitución a las que se sometía a ciertas mujeres de la época.

Obra de Banksy

Pero sin duda fue en el siglo XX posbélico cuando el arte se convirtió en una de las armas más eficaces del activismo gracias a la obra de Banksy. Sus grafitis, vandálicos en un primer momento, eran, y son, una auténtica denuncia social de los males de la posmodernidad. Ahora, las crisis económicas y el descrédito político están siendo el caldo de cultivo de nuevos movimientos ‘artivistas’. “La publicidad ha sido siempre el lenguaje de la comunicación política, tan vertical y unidireccional, que deja al electorado como simple espectador y hoy es insuficiente para movilizarlo. El ‘artivismo’ permite cambiar de lenguaje, crear nuevas ideas, emociones, y también nuevos proyectos políticos acordes con los nuevos tiempos”, explica a El Confidencial Antoni Gutiérrez-Rubí, asesor de comunicación y autor del libro “Artivismo” (Editorial UOC).

Más allá de los medios convencionales, las redes sociales se han convertido en un vehículo clave para dar a conocer este tipo de arte, llegando a cada vez más personas: “¿Cuántos hemos leído ‘Crítica de la razón pura’? Y sin embargo, somos capaces de decodificar instantáneamente ‘Las Meninas’ aunque no tengamos ni idea de arte. En esta cada vez más sociedad de la prisa, todo lo que requiera tiempo y atención tendrá menos éxito; la imagen es la ganadora”, dice Lluis Pastor, experto en comunicación social y persuasión y profesor de Comunicación de la UOC.

“Los nuevos lenguajes del arte son el medio para la disidencia, y las redes sociales, la poderosa herramienta para potenciar esa voz, conectar y generar lazos”, añade Gutiérrez-Rubí. No le falta razón, en Instagram o Twitter ya se viralizan los dibujos de nuevos autores como Joan Cornellà, Flavita Banana, Javirroyo, Miguel Brieva Clismón, Riki Blanco, Sandra Lodi, Mercrominah, Roger Petra, Elkoko, No sé, Monstruo Espagueti, Señor Salme, Feminista ilustrada, Laura Waechter, Yeyey Gómez, Juanjo Sáez o Iñaki y Frenchi.

Viñeta de Joan Cornellà
Viñeta de Flavita Banana

Internet también ha servido para dar visibilidad a la viñeta activista hecha por mujeres, prácticamente ausentes de la prensa diaria hasta hace pocos años. Según un reciente análisis de dos investigadoras del Proyecto I+D del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, a través de la viñeta activista, “Instagram ha sido de gran importancia para la cuarta ola feminista al posibilitar un diálogo intergeneracional, ahora también con personas jóvenes, que es muy significativo táctica y estratégicamente”. El análisis concluye que la autogestión de su trabajo a través de esta red, permite a las autoras esquivar el techo de cristal que algunas empresas periodísticas aún imponen.

Viñeta de Yeyei Gómez
La crítica política naif y colorida de Iñaki y Frenchy
a sátira punzante de Riki Blanco

Nadie puede tratar temas tan delicados de una manera tan sagaz como un humorista gráfico. Sin embargo, en ocasiones, estos han visto descartados sus dibujos o canceladas sus colaboraciones de un día para otro, como le sucedió a Ferran Martín en 2017 por hacer viñetas sobre el ‘procés’. “Los humoristas nos hemos convertido en colaboradores incómodos. Evidenciamos gráficamente los fallos del sistema y levantamos ampollas que se viralizan con imágenes fácilmente comprensibles, reflexiones o críticas mordaces incómodas”, aseguraba. Ese mismo año, más de 200 cómicos firmaron un manifiesto contra Ley de Seguridad Ciudadana, conocida como Ley Mordaza, por los despidos (también fue el caso de Eneko de ‘20 minutos’), el aumento de censura en la profesión y los procedimientos judiciales a revistas satíricas (como El Jueves y Mongolia).

Pero más allá de los límites impuestos por las leyes o algunos medios de comunicación, en los últimos años ha surgido otra censura para los viñetistas: la de los propios internautas. Recientemente la ilustradora Mercrominah se quejó en redes de la poca libertad existente por culpa de los ‘haters’. “Es una barbaridad que alguien odie o incluso atente contra un dibujante por una noticia inventada -como sucedió con Charlie Hebdo, como sucede con los ofendidos en redes-. Hay que tener algo muy claro: una viñeta no es más que una noticia inventada, solo quiere abrir un debate, no ofende a nadie”, remarca Lluis Pastor.

Viñeta de los haters

“El humor gráfico puede influir en quien lo recibe, pero lo veo más como un medio de defensa que de ataque. Cuando dibujo soy muy consciente de que la comunidad a la que me dirijo, probablemente, ya piensa como yo”, piensa el ilustrador Javierroyo, con cuya viñeta comenzamos este reportaje. “Ahora el imaginario colectivo está secuestrado y abotargado por el capitalismo. En la medida en que los que hacen humor gráfico e ilustración se revelen, el cuerpo de la sociedad puede que cambie ese imaginario suicida.”, opina Miguel Brieva Clismón.

El ‘artivismo’ en las viñetas

Dentro del arte activista, la viñeta “es un recurso muy interesante, ya que es un punto de contacto con la realidad de una manera visual, con una mirada propia, a veces transgresora, y con el humor como base”, añade Gutiérrez-Rubí. “Cuando lo visual se satiriza, la potencia es más fuerte. Las obras visuales nos ofrecen palabras ocultas, ideas subyacentes. Y lo que no se ve es, precisamente, lo que moviliza”.

A partir de los 70, coincidiendo con la dictadura franquista y los inicios de la democracia, en un clima de tensión social y económica, humoristas gráficos como Ramón, El Perich, Chumy Chumez, Summers, Gila, Mena o Forges publicaron sus viñetas políticas en semanarios satíricos o revistas como ‘Hermano Lobo’, ‘El Jueves’, ‘Por Favor’, ‘El Papus’, ‘Interviú’, ‘Diez Minutos’ o ‘Cambio 16’.

Viñeta de Forges
Viñeta de sátira política

Grandes nombres del humor gráfico español durante los años siguientes serán Peridis, Mingote, Máximo, Orcajo, Eneko o El Roto. Muchas de estas ilustraciones de los últimos 40 años siguen siendo igual de válidas para expresar lo que muchos ciudadanos piensan del paro, los discursos vacíos de los políticos o la precariedad laboral. Hoy también se redunda en otros temas muy de actualidad, como el feminismo, el cambio climático, el racismo o los derechos del colectivo LGTBIQ.

Ilustración de El Roto

“El ‘artivismo’ es una energía movilizadora que crea conciencia con una gran capacidad organizativa”, asevera Gutiérrez-Rubí. Como dijo el novelista y activista James Baldwin, “el mundo cambia en función de cómo lo ven las personas, y si logramos alterar, aunque solo sea un milímetro, la manera de mirar la realidad, entonces podemos cambiarlo”.