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¿Ha perdido Pixar su toque mágico por la cultura 'woke'?
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¿Ha perdido Pixar su toque mágico por la cultura 'woke'?

En 'El Confidencial' hablamos con Peter Sohn, el director de 'Elemental', la última película del estudio más innovador de la animación, después de una racha lejos de sus mejores tiempos

Foto: Ember y Wade, los protagonistas de 'Elemental'. (Disney)
Ember y Wade, los protagonistas de 'Elemental'. (Disney)

Hace casi cuatro décadas, en 1986, un tal John Lasseter, que acababa de soplar veintinueve velas, escribió y dirigió un cortometraje que, modesta y sigilosamente, cambió la historia del cine. Apenas dos minutos de metraje, con un protagonista tan -a priori- poco carismático y empatizable como dos flexos de estudio, música de librería a piano y sin diálogos, Luxo Jr. consiguió una nominación al Oscar y cimentar la gran revolución de la animación: las técnicas tradicionales -lentas, caras y bidimensionales- dejaban paso al ordenador, con procesos más rápidos y económicos. Lasseter, uno de los fundadores de un pequeño estudio de animación bautizado como Pixar, había dirigido dos años antes otro cortometraje, Las aventuras de André y Wally B., de apenas minuto y medio, en el que había empezado a experimentar con CGI (imágenes generadas por ordenador), que hasta entonces se utilizaban mayoritariamente para diseñar los efectos especiales del cine de acción real. Tras unos años convulsos en un tira y afloja entre la independencia del estudio y la absorción por parte de otras compañías -por su historia primigenia pasaron George Lucas y Steve Jobs, entre otro-, Pixar acabó firmando en 1991 un acuerdo multimillonario con Disney, lo que les permitió estrenar Toy Story(1995), la piedra fundacional del cine del futuro.

Pixar salvó la maltrecha y anticuada reputación de Disney, adaptándola a los nuevos tiempos. Y también los bolsillos de la compañía del ratón con un primer contrato un tanto leonino; por las primeras tres películas, Pixar sólo recibió entre un 10 y un 15% de los beneficios, según un artículo de The New York Times de 1997. Con una recaudación de más de 244 millones de dólares, Toy Story fue un taquillazo inapelable. Pero también sólo el principio. En 2018, Los increíbles 2 cosecharon 1.200 millones de dólares en taquilla, cifras astronómicas que la sitúan como una de las pelis de animación más rentables, sólo detrás de Frozen (I y II) y de Super Mario Bros. La saga Toy Story, la saga Buscando a Nemo, la saga Monstruos S.A., pero también películas únicas como Del revés (2015) o Coco (2017) han ayudado a construir la leyenda de la edad de oro de Pixar, que se ha llegado a ver como infalible, capaz de complacer a sectores tan reñidos como el público y la crítica, los niños y los adultos. Sin embargo, parece que en los últimos años el hechizo de amor se ha roto.

Ni Red (2022) ni Luca (2021) ni Onward (2020) han conseguido revalidar el impacto cultural de los grandes éxitos de la compañía. Por un lado, hay que tener en cuenta la pandemia y el cambio de política de estrenos -Disney parece no decidir qué apostar a la plataforma y qué a salas-. Por otro, Pixar está experimentando con un tipo de animación más vanguardista y conceptual, más exigente con su público. Y además hay algunas voces -no la que escribe- que critican que los creadores de la casa estén apostando por historias de integración y por personajes de diversidad racial -si es que dibujos antropomórficos tienen raza-, por una especie de "buenismo metido con calzador" que ha provocado un bajón de calidad en las historias.

placeholder Otro momento de 'Elemental'. (Disney)
Otro momento de 'Elemental'. (Disney)

El próximo 14 de julio se estrena en los cines españoles Elemental, la última apuesta de Pixar. El germen de Elemental nace de la propia experiencia de su director, Peter Sohn, hijo de inmigrantes coreanos que llegaron a Nueva York en los años 70. Elemental se centra en la historia de Ember, una joven hija de inmigrantes de fuego, una minoría en Ciudad Elemento, una gran metrópolis en la que la mayoría de ciudadanos son agua, viento y tierra. La familia de Ember regenta una tienda de alimentación en un barrio -casi un gueto- alejado del centro de la ciudad y ella se prepara para heredar el negocio, aunque en su fuero interno ha nacido la llama de un impulso diferente al que sus padres tienen preparado para ella. Además, accidentalmente un día conoce a un joven agua, la comunidad antagonista de fuego -pero no porque sean malas personas, sino porque la convivencia de ambos elementos es complicada y potencialmente peligrosa, según las creencias de ambos-. Elemental es una comedia romántica con un mensaje muy acorde a la cultura occidental: "persigue tus sueños y serás feliz".

Sohn (El viaje de Arlo, 2015) es, además, videpresidente creativo de Pixar, donde trabaja desde el año 2000. El Confidencial ha hablado con él a su paso por Madrid sobre su película y sobre la cierta corriente reaccionaria que acusa a la compañía de un exceso de buenismo en sus historias que supuestamente lastra la calidad de sus películas, un mantra que, por muchas veces repetido, no parece real. "Pixar no me ha dicho que mi película tenga que tener tal o cual mensaje ni nada de esto", aclara Sohn. "Pixar, generalmente, es un estudio que piensa mucho en el cineasta, en lo que el cineasta necesita y adónde quiere llegar. Pero eso no quita cómo se siente la gente, y hay gente que se siente así porque tienen sus propios miedos y tienen que lidiar con sus propios problemas y yo no puedo controlar eso. Pero es duro ver que el mundo está tan dividido. Lo único que intento es construir puentes. Desde que tengo tres años lo único que intento es conectar con la gente y la gente, a veces, simplemente se aleja".

placeholder Peter Sohn, director de 'Elemental'. (Efe/ Ettore Ferrari)
Peter Sohn, director de 'Elemental'. (Efe/ Ettore Ferrari)

Para Sohn, lo que algunos consideran un plan para "meter la agenda woke con calzador" es simplemente que el mercado se ha abierto a voces diversas que hasta ahora no habían tenido cabida en la industria. "No hay necesidad de meter ningún tipo de ideología en películas. Tiene que ver, creo, con que hay mayor diversidad en los puntos de vista de quienes hacen las películas", defiende. "Yo pertenezco a una minoría, tengo una escala de valores propia y cuando hago algo intento impregnarlo con experiencias por las que yo mismo he pasado. Sin intentar enfadar u ofender a nadie. Mi trabajo consiste simplemente en conectar y expresar puntos de vista diferentes, ya sea visualmente o a través del diálogo".

"No sé si en las calles hay menos empatía", prosigue, "lo que sí sé es que hay menos en los medios de comunicación. Hay mucho cinismo y mucha división ahí fuera. Es muy difícil hacer algo sincero hoy en día porque todo requiere un comentario afilado sobre las cosas. ¿Puede una película con un mensaje sencillo y de corazón sobrevivir ahí? Los niños empiezan a estar expuestos a las redes sociales muy pronto y eso está cambiando su mentalidad. No sé si en el buen o mal sentido, pero la está cambiando".

placeholder Peter Sohn dirige la última película de Pixar. (Disney)
Peter Sohn dirige la última película de Pixar. (Disney)

Es verdad que Elemental ha sido el segundo peor estreno en Estados Unidos de la compañía, pero también es verdad que la taquilla no ha recuperado sus cifras prepandémicas, pero también es verdad que ha coincidido con el estreno de The Flash, nueva entrega de superhéroes de DC, y con la estela de Spiderman: cruzando el multiverso y La sirenita, dos de las películas más taquilleras del año y que pelean por el mismo público familiar.

También es verdad que, en los últimos años, Pixar ha apostado por un tipo de animación formalmente más vanguardista y conceptual y por temáticas más adultas: hemos pasado del miedo a hacerse mayor de Toy Story al miedo a la muerte y a la falta de significado de la existencia propia en Soul. Hemos pasado de Teo va a la escuela a Kierkegaard, lo que ha podido expulsar a cierto público potencial. "Quería encontrar un equilibrio. Quizás no lo he conseguido en la película, pero he tratado de encontrar caminos para conectar con todo el mundo", justifica Sohn. "Dentro de la diversión de este mundo Elemental, los temas son más maduros, también las relaciones entre los personajes adultos, pero también he querido recuperar a través de todos estos aspectos que me gustaban de las películas que veía de pequeño. De pequeño, como mis padres no hablaban inglés, no conectábamos en muchas películas. Estaban las películas que veían ellos y las películas que veía yo, y había pocas películas que viésemos juntos. Recuerdo, por ejemplo, Sonrisas y lágrimas. A mí me gustaba por las cosas que les pasaban a los niños. A mis padres porque hablaba de la Segunda Guerra Mundial y del nazismo. Y eso es lo que he intentado. No sé si ha salido, pero esa es la intención".

Es difícil entrever un contubernio buenista en la película de Sohn cuando éste habla de su concepción y de su historia personal, que tiene muchas similitudes con la de Ember, la protagonista de Elemental. "Es una película que sale de mi propia experiencia de no ser capaz de entender a mi familia cuando era pequeño. Yo nací en Nueva York, pero ellos venían de otro país y me daba vergüenza, yo quería ser parte de la mayoría y ellos me insistían en que no pertenecía a ella. Me daban vergüenza ellos y su herencia cultural. Cuando fui haciéndome mayor empecé a apreciar todo lo que me habían dado, pero fue cuando me casé, cuando tuve hijos, cuando me pregunté: ¿cómo es posible que hiciesen todo esto sin hablar el idioma, sin saber leer inglés y sin tener dinero?". Y mi empatía hacia ellos empezó a crecer y crecer. Cuando pienso en ello me emociono".

Sohn ha dedicado siete años a sacar adelante su segundo largometraje como director. "En estos siete años han pasado muchas cosas relacionadas con la inmigración o las cuestiones raciales. La respuesta a muchas de estas cuestiones es, simple y llanamente, la empatía. Pero a veces es muy difícil encontrarla, porque requiere de valentía llegar a entender al otro. Hay gente a la que les da miedo esa empatía. A mí me ha pasado; yo me distancié de mis propios padres. Mis padres se murieron a lo largo del proceso de hacer esta película. Mi padre murió durante el primer año del proceso. Le pregunté: ¿por qué lo hiciste? ¿Por qué viniste? ¿Por qué lo dejaste todo y te marchaste de tu casa? Luego murió. Y al poco tiempo mi madre también enfermó. La exploración de esta película toca todos estos temas, porque esos temas me han tocado a mí y a mi familia de cerca".

Al igual que la protagonista, el director se tuvo que enfrentar a la carga que supone contrariar los deseos de unos padres que lo han dejado todo para darle a sus hijos un futuro. "Mi experiencia con mis padres en su momento fue muy negativa. Era un momento de rebeldía por mi parte de la que ahora me arrepiento. Me enfrentaba a mis padres, que me decían que no querían que me dedicase a la animación, que querían que me encargase de la tienda o que hiciese otra cosa que fuese más útil. Pero una vez que entendí por qué lo hacían, porque la vida para ellos había sido muy difícil, simplemente sobreviviendo vendiendo fruta, sabían lo difícil que era crear una vida y no entendían cómo el arte podía ayudar a nadie de ninguna manera. Sus miedos se amplificaban. Me he dado cuenta que lo que pasó es que yo venía de un lugar con miedo".

Hace casi cuatro décadas, en 1986, un tal John Lasseter, que acababa de soplar veintinueve velas, escribió y dirigió un cortometraje que, modesta y sigilosamente, cambió la historia del cine. Apenas dos minutos de metraje, con un protagonista tan -a priori- poco carismático y empatizable como dos flexos de estudio, música de librería a piano y sin diálogos, Luxo Jr. consiguió una nominación al Oscar y cimentar la gran revolución de la animación: las técnicas tradicionales -lentas, caras y bidimensionales- dejaban paso al ordenador, con procesos más rápidos y económicos. Lasseter, uno de los fundadores de un pequeño estudio de animación bautizado como Pixar, había dirigido dos años antes otro cortometraje, Las aventuras de André y Wally B., de apenas minuto y medio, en el que había empezado a experimentar con CGI (imágenes generadas por ordenador), que hasta entonces se utilizaban mayoritariamente para diseñar los efectos especiales del cine de acción real. Tras unos años convulsos en un tira y afloja entre la independencia del estudio y la absorción por parte de otras compañías -por su historia primigenia pasaron George Lucas y Steve Jobs, entre otro-, Pixar acabó firmando en 1991 un acuerdo multimillonario con Disney, lo que les permitió estrenar Toy Story(1995), la piedra fundacional del cine del futuro.

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