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'Red': manual Pixar para sobrevivir a la pubertad y a la regla
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'Red': manual Pixar para sobrevivir a la pubertad y a la regla

A pesar de la osadía de tratar una cuestión tan espinosa como la menstruación en una animación infantil, a 'Red', disponible solo en Disney+, le falta la emoción de la casa Pixar

Foto: Meilin es una adolescente de 13 años que empieza a experimentar cambios (drásticos) en su cuerpo. (Disney+)
Meilin es una adolescente de 13 años que empieza a experimentar cambios (drásticos) en su cuerpo. (Disney+)

Hace ya un tiempo que viene derribándose el gran tabú rojo: LA REGLA. Ensayos sobre la menstruación, anuncios de compresas (algo) más realistas —todavía no nos hemos arriesgado a abandonar el tinte azul—, debates sobre la implantación del permiso menstrual. Del contrabando de tampones hemos pasado, por fin, a la normalización de un proceso biológico como cualquier otro. Recuerdo la falta de información —y de aviso— de aquella primera regla a principios de los dos mil. La imprevisión, la paranoia —"estoy sangrando por dentro, ¿será que me estoy muriendo?"— y la posterior charla materna sobre la maduración, los cambios hormonales y quizás el sexo en una versión muy blanca, muy por encima. También aquellos calambres incapacitantes y las ganas de llorar.

Exactamente la misma experiencia que vivió Domee Shi, la directora de la última película de Pixar, 'Red' —que se estrena este viernes exclusivamente en Disney+—, y exactamente la misma que vivieron millones de adolescentes 'milénicas' —Shi nació en 1989—, y que ahora vierte en su primer largometraje al mando; antes había trabajado en el departamento de animación de 'Del revés', 'El viaje de Arlo', 'Los increíbles 2' y 'Toy Story 4'. Shi recrea aquel principio de siglo de 'boybands', de 'brackets' metálicos y carpetas forradas. Lo hace a través de la historia de Meilin, una adolescente canadiense de ascendencia china que debe lidiar con una pubertad algo más virulenta que el resto de sus amigas: un día se despierta convertida en un panda rojo gigante. No hace falta un análisis muy sesudo para comprender que el panda rojo simboliza, efectivamente, la regla.

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Meilin es una estudiante brillante y metódica, la hija de los dueños del templo chino más importante de Toronto. Por la mañana acude al instituto con sus amigas y por la tarde ayuda a su madre a limpiar el santuario, dedicado a una de sus antecesoras, espíritu protector de los pandas rojos. Hasta ahora siempre ha complacido a su madre, patológicamente estricta y controladora. Más que el tratamiento de la pubertad, lo más chocante de 'Red' es la relación materno-filial, muy alejada del arquetipo Disney. El personaje de la madre no responde al estereotipo de la madre afectuosa ni al de una villana, sino que está construido de una manera más sinuosa, imprevista, sobre todo por el tono de comedia juvenil con el que empieza la película.

El día que las prioridades de Meilin —amigas, estudios, familia— pasan a un segundo plano, la chica es consciente de que algo ha cambiado: su mirada hacia el sexo opuesto. 'Red' refleja, y de manera bastante cómica en una de las mejores secuencias de la película, el despertar sexual eso sí, de una forma absolutamente casta— de una chica de 13 años. Su interés amoroso pasa de los integrantes de una 'boyband' al reponedor de la tienda de alimentación al que antes no hubiese prestado atención.

placeholder Meilin y sus amigas, en otro momento de 'Red'. (Disney+)
Meilin y sus amigas, en otro momento de 'Red'. (Disney+)

La directora plantea la doble encrucijada a la que se enfrenta Meilin: por un lado, la protagonista se encuentra en una transición de la niñez a la juventud. Por otro, intenta hacer encajar su herencia cultural china con su propia cultura, que es, al fin y al cabo, la canadiense. 'Red' trata de mezclar ambos dilemas a través de la transformación de la protagonista en el ser mitológico cada vez que pierde los nervios o se deja llevar por la ira. Shi también refleja las difíciles relaciones entre madres e hijas en una época en la que el deseo de libertad choca frontalmente con las reglas parentales. Hoy es así y siempre fue así.

Y es justo con la llegada de la primera regla cuando el guion —coescrito junto a las guionistas Julia Cho y Sarah Streicher— introduce los elementos mágicos que servirán como metáfora. Meilin debe controlar sus emociones extremas, que ahora están a flor de piel, para evitar dejar escapar a su panda interior. Y deberá contenerlo durante 28 días hasta la próxima luna roja, que es cuando mediante un ritual mágico deberá encerrar a su panda dentro de un talismán. A su vez, el objetivo de la protagonista será el de acudir al concierto de su 'boyband' favorita en una noche inolvidable junto a sus amigas.

placeholder Meilin tiene 13 años y un problema con las hormonas juveniles. (Disney+)
Meilin tiene 13 años y un problema con las hormonas juveniles. (Disney+)

A pesar de una premisa original y atrevida, 'Red' no acaba de fluir del todo. Puede ser, por su tono, demasiado naíf para el público adolescente al que podría dirigirse —aquellos ya están viendo 'Euphoria' o, en España, 'Aquí no hay quien viva'—, y demasiado adolescente para el público infantil. O quizá se dirija a las treintañeras que quieren revivir sus años de instituto y Backstreet Boys. Quizá tenga que ver que las coguionistas hayan trabajado previamente en series de ficción adulta como 'Fringe' o 'Daredevil'. Puede ser a causa de un guion que, una vez enseña las cartas, se hace previsible y algo pesado, cuando Pixar se ha caracterizado por el riesgo y por unas historias que retuercen los cánones. El poder del panda rojo, sin embargo, se queda a medio gas.

Hace ya un tiempo que viene derribándose el gran tabú rojo: LA REGLA. Ensayos sobre la menstruación, anuncios de compresas (algo) más realistas —todavía no nos hemos arriesgado a abandonar el tinte azul—, debates sobre la implantación del permiso menstrual. Del contrabando de tampones hemos pasado, por fin, a la normalización de un proceso biológico como cualquier otro. Recuerdo la falta de información —y de aviso— de aquella primera regla a principios de los dos mil. La imprevisión, la paranoia —"estoy sangrando por dentro, ¿será que me estoy muriendo?"— y la posterior charla materna sobre la maduración, los cambios hormonales y quizás el sexo en una versión muy blanca, muy por encima. También aquellos calambres incapacitantes y las ganas de llorar.

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