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Juan Gil: "Identificar Andalucía con Al Andalus es un error gravísimo"
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Entrevista

Juan Gil: "Identificar Andalucía con Al Andalus es un error gravísimo"

¿Qué le parecería a Nebrija la evolución que ha tenido el español, sería esto lo que se esperaba? ¿Y qué pensaría de cómo se maltrata la lengua en la propia España? Las dudas no se quedan en el aire

Foto: El académico de la RAE Juan Gil. (Fernando Ruso)
El académico de la RAE Juan Gil. (Fernando Ruso)

Muchas de las preguntas de esta entrevista cobrarían un sentido pleno si el túnel del tiempo existiera y pudiésemos planteárselas al autor de la primera gramática de la lengua española, Elio Antonio de Nebrija, del que se ha cumplido en estas oleadas de calor el quinto centenario de su muerte, exactamente el 2 de julio pasado. ¿Qué le parecería a Nebrija la evolución que ha tenido el español, sería esto lo que se esperaba? ¿Y qué pensaría de cómo se maltrata la lengua en la propia España? Las dudas no se quedan en el aire porque un miembro de la Real Academia de la Lengua, Juan Gil Fernández (Madrid, 1939) es, además de uno de los más prestigiosos latinistas y medievalistas, uno de los mayores expertos, junto a su mujer, la historiadora Consuelo Varela, de Cristóbal Colón y, por derivación, un enamorado y estudioso igualmente de Nebrija. De modo que, aunque se trate de una pura ficción, aunque el túnel del tiempo no exista ni siquiera para ponernos delante del espejo de nuestras raíces, en cada palabra de Juan Gil podemos intuir lo que este hombre, Nebrija, un adelantado de su tiempo, el primero que elaboró un libro de gramática en una lengua europea moderna, podría pensar de la España de hoy que nos tiene a nosotros como ciudadanos.

PREGUNTA. Empecemos por lo más desconcertante: Elio Antonio de Nebrija no se llamaba así, es un error que ha pasado a la historia. Es Antonio de Lebrija, que es como se llama el pueblo de Sevilla donde nació.

RESPUESTA. Claro, claro, de Lebrija, que es de donde él toma el apellido para darle relevancia, como dice en uno de sus poemas: "Tú me has dado la vida, pero yo te he dado una gloria inmortal". Sus hijos y sus nietos se llaman 'de Lebrija', de hecho. Así que no hay duda alguna y, a pesar de ello, en su propio pueblo, en Lebrija, tiene una calle que se llama Elio Antonio de Nebrija. Como en tantísimos otros sitios: en la Biblioteca Nacional hay una estatua y una sala que se llaman igual, de Nebrija. ¿Cuál ha sido el origen del error? Pues que él firmaba en latín 'Nebrissensis', por el origen del topónimo en latín, Nebrissa. Pero pasar de ahí a Nebrija es una barbaridad de la historia. Es como una ironía o una burla del destino: al develador de la barbarie gramatical, la barbarie le propinó una coz impidiendo que su nombre se pronunciara correctamente. Yo me refiero siempre a él como Elio Antonio de Lebrija, pero es imposible borrar el rastro de Nebrija. El propio Menéndez Pelayo, que es algo que no consigo explicarme porque era un gran erudito, se inclinó por llamarlo con la forma incorrecta, Nebrija… En fin, la cuestión es que, si Antonio de Lebrija se entera de que ha pasado a la historia como Antonio de Nebrija, se moría otra vez. Le daba un patatús.

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Foto: F. R.

P. ¿No le parece que esa anécdota refleja bien algo que ocurre con la historia de España, la distorsión de acontecimientos históricos que se terminan asimilando como ciertos incluso entre los propios españoles?

R. Sí, en cierta forma sí, porque también es una muestra de incultura. Lo más llamativo del caso de Nebrija es que tenemos un documento, una escritura, en la que en su presencia el escribano pone 'Nebrija', muy probablemente porque no conocía el latín. ¡Si Antonio de Lebrija se hubiera dado cuenta en aquel momento! Pero no ocurrió, y desde allí mismo, desde su propia época, comenzó a escribirse mal su nombre. Lo de la 'leyenda negra', sin embargo, es propaganda contra España que se impone porque el mundo anglosajón, que la impulsó, es el que ha prevalecido. La realidad es que todos los imperios han cometido tropelías, el asirio, el babilonio, el romano, el español… Y lo que no se debe hacer es poner solo el foco en esas tropelías mientras que se ocultan los logros alcanzados. En cuanto al carácter de los españoles, que usted me decía, pues verá, yo hasta lo considero más simpático que lo que ocurre en otros países, como Francia, por ejemplo, que están siempre con 'la grandeur, la grandeur', como decía De Gaulle, lo que termina resultando empalagoso. Pero, bueno, entre unos y otros, quizás el punto medio está en Italia, donde ni engrandecen el pasado ni se fustigan, y viven felices.

P. Usted es uno de los mayores expertos en Cristóbal Colón. ¿Cree que esta moda anticolombina, anti-Descubrimiento, sobre todo en América, se pasará o no debemos tener esperanzas?

R. Muchas de las críticas que se hacen en América contra Cristóbal Colón se hacen por elevación; en vez de señalar a quien realmente es culpable hoy de los problemas que arrastran, se decide atacar a una figura histórica de hace cinco siglos. Como se comprenderá, es completamente absurdo, pero se trata de eso, atacar por elevación a quien, evidentemente, no se puede defender. Lo que pasa es que los españoles estamos acostumbrados a que nos pongan verdes, y parece que cuando se quiere convertir a Cristóbal Colón en un villano, pues casi no se le presta atención. Fíjese que, por el contrario, en Italia sientan peor que en España las críticas a Colón. Se quedan estupefactos, no entienden cómo hacen pasar por villano a quien antes se consideraba un héroe. Es la vieja táctica de buscarse un enemigo exterior que, en el caso de Colón, resulta efectivo para ellos, aunque sea un disparate. Ponen a Colón en la picota porque es más cómodo culpar de sus problemas a una figura de hace 500 años.

P. Pues ese disparate, según se va oyendo a presidentes de aquellos países, no parece que vaya a apagarse.

R. No lo sé. Lo único seguro es que carece de sentido completamente, que eso es como si los españoles nos pusiésemos ahora a exigirles a los romanos que pidiesen perdón por los desafueros que cometieron en España. Pero es al revés, porque aquí se produce un fenómeno curioso. En España se está muy orgulloso del Imperio romano, de su conquista, y se valora mucho su extraordinaria aportación para dotar a todo el Mediterráneo de una cultura común, pero cuando se trata del imperio español, aceptamos que nos pongan verdes, como decía antes. Verdaderamente es un caso único. Salvo alguna excepción como Numancia, que ya exaltó Cervantes, normalmente en España nos ponemos de parte de los romanos.

"Me resulta curioso que la extrema izquierda haya adoptado ahora el discurso de Blas Infante, que era una persona de derecha moderada"

P. Algo parecido sucede también con la mitificación de Al Andalus, sobre todo en Andalucía.

R. En ese caso es peor aún, porque se utiliza políticamente, con lo que la deformación es mayor. La Andalucía actual no es ni la Andalucía mora, ni la visigoda, ni la romana. Es otra cosa, es lo que vemos, y los conflictos identitarios que se producen en España no deben llevarnos a esas distorsiones de la historia. Le pongo un ejemplo. La portavoz de Adelante Andalucía, Teresa Rodríguez, intenta encontrar un elemento identitario de esta comunidad y, como no existe el idioma propio como ocurre en otras regiones, lo resuelve diciendo que la identidad de Andalucía es la de Al Andalus. Por eso lo exalta. Pero, claro, eso no se sostiene, porque es tan musulmán lo que hay en Zaragoza o en Toledo como lo que existe en Andalucía. Es más, en toda la zona del mudéjar aragonés se siguió construyendo igual incluso después de que fuesen expulsados los musulmanes. Fíjese lo integrados que estaban. Así que identificar Andalucía con Al Andalus es un error gravísimo. Pero hay políticos que piensan que todo esto les da mucho rendimiento electoral. Por lo demás, a mí me resulta curioso que la extrema izquierda haya adoptado ahora el discurso de Blas Infante, que era una persona de derecha moderada.

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Foto: F. R.

P. Volvamos a Nebrija. ¿Por qué ese empeño en hacer el libro de gramática del español? ¿Era un sabio, sin más, o también un visionario que ya veía la necesidad de una lengua común para el imperio que aún no existía?

R. Antonio de Lebrija era las dos cosas, un sabio que se da cuenta en 1492 de que el español va a ser la lengua de un imperio. La lengua siempre ha sido compañera del imperio. Por eso, la propaganda franquista insistía tanto en este aspecto… Pero, bueno, la cuestión es que, como le decía, es un adelantado a su tiempo que percibe que los imperios se van desplazando desde el este hasta el oeste a lo largo de la historia. Desde Babilonia, los asirios, los persas, los griegos y los romanos. ¿Cuál es la región más occidental de Europa? Pues España y Portugal, con lo que Antonio de Lebrija percibe claramente que ha llegado el momento de España, a través de Fernando el Católico, del que tenía una visión casi mesiánica. En un romance, de hecho, llama emperadores a Isabel y a Fernando, que no lo eran, y dice algo así: "Caminad, emperadores, caminad en buen día, que lo que hoy es imposible, con vos posible sería". Lo extraordinario es que ese romance es muy anterior al Descubrimiento de América, varios años antes, y Antonio de Lebrija ya se da cuenta de lo que está a punto de suceder. Por lo tanto, con esa visión, tiene igualmente claro que tiene que dotar de una gramática a una lengua que pronto se extenderá por un imperio y será parangonable al Latín. Pensemos, además, que, humanamente, Antonio de Lebrija era un hombre bien pagado de sí mismo, y qué mayor gloria que pasar a la historia como el primero que dicta las normas del idioma del imperio.

P. Por cierto, usted cuando se refiere a nuestra lengua, ¿cómo la llama, español o castellano? En la Constitución se dice castellano, pero fue por imposición de los nacionalistas catalanes.

R. Pues no lo sé, pero nuestra lengua, claramente, tiene que denominarse español porque ahí entra el castellano y mucho más. De hecho, es una delicia oír hablar a los hispanoamericanos, con una riqueza de vocabulario que más quisiéramos tener los españoles.

P. Se suele repetir que el español es la segunda lengua más hablada del mundo, después del chino mandarín, pero hay quien alerta sobre el retroceso y el deterioro de nuestro idioma. Usted, que es académico de la Lengua, ¿tiene la misma impresión?

R. El problema del español es que tiene muchos millones de hablantes nativos, pero no producimos ciencia. Por lo demás, no soy pesimista. Creo que el español goza de buena salud, aunque adolezca de lo que le digo, un peso científico que no tiene y que no compensa la literatura. ¿Por qué se aprendía alemán? No era para leer a Goethe, sino por los avances científicos en ciencia, ingeniería o medicina.

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Foto: F. R.

P. Si Elio Antonio de Lebrija tenía claro que "la lengua siempre ha sido compañera del imperio", ¿no le parece que esa misma estrategia la aplican ahora los independentistas catalanes y vascos, sobre todo los primeros, para separarse de España?

R. Efectivamente, porque volvemos a lo de antes, el uso político de la lengua, como también ocurre con la historia. Y no solo en Cataluña o en el País Vasco. En Galicia, quien rescató el gallego, que solo se hablaba en las aldeas, fue Manuel Fraga. En cuanto a Cataluña, lo que es inadmisible es que se pretenda imponer el catalán. Que se conozcan y se utilicen las dos lenguas, el español y el catalán, es lo optimo, lo deseable, pero no que se intente imponer una de ellas. En el franquismo no estaba prohibido el catalán, porque se hablaba y se editaban libros en catalán, pero se menospreciaba diciéndoles que no hablaban la lengua del imperio. Lo que no puede ser es que ahora, en democracia, esa misma batalla política se produzca al revés, del catalán contra el castellano. Si todo esto no lo arreglan los propios catalanes, no hay otra manera posible de solucionarlo.

P. En alguna ocasión le he oído decir que uno de los problemas que arrastramos es que "hemos tenido una educación que nunca ha prestado atención a las lenguas minoritarias de España". ¿Seguimos igual o estamos viviendo un efecto rebote?

R. Yo no digo que en el Bachillerato de toda España se enseñe vasco o catalán, porque es absurdo, pero sí que se incluyan algunas nociones básicas. Creo que es importante educar a los ciudadanos en el conocimiento esencial de esa diversidad de lenguas que tenemos en España.

P. ¿Qué pensaría Nebrija de esta moda del desdoblamiento de género, ciudadanos y ciudadanas, portavoces y 'portavozas', y la incorporación de un tercer género, niños, niñas y niñes?

R. Pues que adelante, a ver si son capaces de sacarlo… Aunque creo que todo eso no va a ninguna parte, porque supondría crear una nueva lengua. Fíjese, además, que ni siquiera lo respetan ellos, que lo defienden, cuando hacen un discurso. No, no. En el español, hay un desdoblamiento de cortesía, como cuando se empieza una conferencia y se dice señoras y señores, y luego está eso otro que no prosperará socialmente porque el habla tiende siempre a la economía del lenguaje y el desdoblamiento de género, como lo llaman, va en sentido contrario, además de dificultar el entendimiento. En cuanto a ese nuevo género, niñes, también es imposible porque tendría que adaptarse progresivamente a las nuevas identidades sexuales que van surgiendo, con lo que sería interminable… Por eso le digo que es imposible que prospere socialmente. La Real Academia de la Lengua ya emitió un informe hace años, que era muy claro en este sentido, y que se aprobó por unanimidad.

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Foto: F. R.

P. Hay un aspecto de su biografía, de su familia, con el que quisiera finalizar. Su padre, Juan Gil Collado, un científico extraordinario, fue un represaliado del franquismo, condenado por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y del Comunismo. ¿Cómo vivió usted ese exilio interior en España?

R. Pues mire, lo primero que se me viene a la cabeza es que mi padre fue un hombre que nunca tuvo rencor. Después de lo que le ocurrió, a mí me parece que era algo admirable. Le destrozaron la vida, evidentemente, pero no consiguieron amargarlo y jamás salió de su boca una palabra de odio. Cuando se murió Franco, ese era, además, el sentimiento mayoritario de la sociedad española en la Transición, de la que debemos estar orgullosos. El franquismo fue lo que fue, la guerra la ganó quien la ganó, y lo que no se puede hacer ahora es intentar reescribir la historia.

P. Memoria histórica, memoria democrática. ¿Cómo vive usted todo eso?

R. Hay un aspecto incuestionable, y es que en ningún país de nuestro entorno quedan muertos en fosas comunes, que en muchos casos están perfectamente localizadas. Es inconcebible que no se les haya dado ya una sepultura digna.

Muchas de las preguntas de esta entrevista cobrarían un sentido pleno si el túnel del tiempo existiera y pudiésemos planteárselas al autor de la primera gramática de la lengua española, Elio Antonio de Nebrija, del que se ha cumplido en estas oleadas de calor el quinto centenario de su muerte, exactamente el 2 de julio pasado. ¿Qué le parecería a Nebrija la evolución que ha tenido el español, sería esto lo que se esperaba? ¿Y qué pensaría de cómo se maltrata la lengua en la propia España? Las dudas no se quedan en el aire porque un miembro de la Real Academia de la Lengua, Juan Gil Fernández (Madrid, 1939) es, además de uno de los más prestigiosos latinistas y medievalistas, uno de los mayores expertos, junto a su mujer, la historiadora Consuelo Varela, de Cristóbal Colón y, por derivación, un enamorado y estudioso igualmente de Nebrija. De modo que, aunque se trate de una pura ficción, aunque el túnel del tiempo no exista ni siquiera para ponernos delante del espejo de nuestras raíces, en cada palabra de Juan Gil podemos intuir lo que este hombre, Nebrija, un adelantado de su tiempo, el primero que elaboró un libro de gramática en una lengua europea moderna, podría pensar de la España de hoy que nos tiene a nosotros como ciudadanos.

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