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El dilema de Ponzano al llegar el jueves: o copa en la mano o tapones en los oídos
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'TRINCHERA CULTURAL'

El dilema de Ponzano al llegar el jueves: o copa en la mano o tapones en los oídos

En las mesas de los bares hay carcajadas, felicidad. Gana el vino tinto por goleada, le sigue la Alhambra 1925 y también destaca algún tinto de verano en copa de balón

Foto: Terrazas en el distrito madrileño de Chamberí. (Isabel Blanco)
Terrazas en el distrito madrileño de Chamberí. (Isabel Blanco)

Es jueves en Chamberí y el cuerpo lo sabe. Es un distrito pequeño y precioso, cuajado de calles estrechas y algunas no tanto, como Santa Engracia, que a la altura de Ponzano y a eso de las ocho de la tarde ya viste de fiesta. Entre algún que otro 'runner' despistado y padres de familia que aparcan en carga y descarga sus todoterrenos, las terrazas ya están cuajadas de guapos. Es un muestrario de lo mejor de la ciudad, como si hubieran sido escogidos por algún cuerpo especial para repartirlos entre las mesas. Cuerpos firmes, ya bronceados, ni una alopecia que asome, tampoco una lorza. Preparados para empezar su fin de semana un día antes de lo estipulado. En los pies, comodidad. Vuelve la alpargata, vuelve la ilusión.

Una pizarra apoyada en la acera de Santa Engracia, casi esquina Bretón de los Herreros, avisa de lo que viene: "Tenemos ensaladilla ucraniana, que es como la rusa pero con más huevos". En las mesas hay carcajadas, felicidad. Gana el vino blanco por goleada, le sigue la Alhambra 1925 y también destaca algún tinto de verano en copa de balón. Las pieles jóvenes aún tienen que encontrar una hidratante que matice los brillos, pero da gloria verlos a todos. Y qué pena lo que una desentona en este ambiente, con mi pelo fino y una bolsa con medio kilo de carrilleras congeladas y un tarro de orégano recién traído de la periferia sur.

Foto: Un repartidor recorre la calle de Ponzano. (EFE/Fernando Villar)

Los nombres de los locales son siempre una declaración de intenciones. 'La duda ofende', 'Ante la duda', 'Tinglao', 'Tejemaneje', 'La malcriada', 'La mamona'. Jo, qué malotes. Carteles de neón con frases arrebatadoras: "Si me regalas flores, que sean margaritas con mucho hielo". Qué bien citar siempre a Churchill. También se detecta una tendencia a recopilar nombres propios en peligro de extinción. 'La Vicenta', 'Candeli' y 'La tía Feli', por ejemplo.

La muchachada que pasea habla por teléfono con AirPods. Hablan de "reus" y "calls", que es a lo que se deben dedicar en esta vida. Las camisas están impecables y no lucen ni una arruga, y hay, como siempre en las derechas, una superioridad moral en lo capilar. Ellas con melenas de Boticelli casi hasta donde la espalda pierde su casto nombre, ellos con esa especie de abeto alborotado y alguna que otra gorra.

Los pijos son la única especie que no se despeina cuando se quita el casco de moto. Los pijos son la única especie que no engorda con esta dieta de finde a base de calorías vacías: alcohol, aperitivos y gominolas. Información, no opinión. Y muchísima envidia, también.

Los pijos son la única especie que no engorda con esta dieta de finde a base de calorías vacías: alcohol, aperitivos y gominolas

Pero semejante muestra de belleza no oculta otro Ponzano. El que se ve al mirar a los balcones. Carteles con "SOS Ruido Chamberí" y algunos vecinos, como la anciana que ayer se asomaba a la altura del número 50, mirando con cara de pena. Enfrente, uno de esos comercios que se resiste a morir. Me quedo embobada en el escaparate de Romero, que vende medias para varices que me harían falta y "pikys deportivos". Hay calzoncillos de slip para caballeros por 2,50 y también merchandising de la bandera de España y de marcas de coches de muchos ceros. Hay parejas de más de cuarenta de esas que tienen un buen pasar que acaban de salir de casa vestidas de cena de verano en Santander o Sotogrande.

Algunas de ellas, maduritas y de buenísimo ver, entran en La Máquina de Chamberí acompañados por un amabilísimo portero con acento sudamericano, traje y corbata. Mientras espero a Puri, que dice de sí misma que es "la única fea de la zona", pasa un matrimonio muy mayor conversando. "Esto no tiene solución", dice él. "Sí la tiene. Hay que arrancarle los ojos a Pedro Sánchez", responde ella. Me gusta muchísimo la gente que lo tiene claro en esta vida mientras yo soy un saco de complejos y una duda andante.

Puri es vecina de la zona desde hace un año y medio, pero nunca ha entrado en este local. Vive con su hija de 17 años y desde que llegó duerme con tapones en los oídos. "Es insoportable el ruido, y ahora en verano, será aún peor", explica. "En Chamberí había 300 terrazas en 2016 y ahora hay 800, muchas de ellas ilegales", explica Pilar Rodríguez, portavoz de la asociación vecinal El Organillo. "Ponzano es el ejemplo de lo que no se debe hacer por la convivencia del barrio. Este distrito está fuera de control, es un desmadre", añade.

Foto: Vecinos de Chamberí denuncian los ruidos insoportables en la zona. (Isabel Blanco)

Pero quién se atreve a sermonear al personal, que ocupa las aceras de la calle en mesas de no menos de ocho comensales. Que grita, que brinda, que celebra la vida que le ha tocado y el bonus del año.

Por no chirriar, ni siquiera desentona lo que ocurre en la esquina con Espronceda, que luce un cartel enorme que anuncia la final de la Champions entre el Real Madrid y el Liverpool. Apoyados en la papelera, dos hombres y una mujer trapichean (es un decir, en este distrito se dice intercambiar bienes y servicios). El más joven de los dos luce un aspecto descuidado, pero su pasado acomodado le delata. Zapatillas Nike, un pantalón blanco muy sucio, una camisa de tartán y una gorra de tela que le queda pequeña. Una de esas combinaciones estéticas que solo quedan bien si estás entre los elegidos. Saca de una bolsa unos zapatos de esos de piel buena que no hacen rozadura y que lucen aspecto de seminuevos. Ella se los guarda en un carro de compra y a cambio le da un dinero. Cada uno se va por donde ha venido y diría que solo mis carrilleras y yo hemos prestado atención a este asunto.

Hay un cruce de calles donde han sucedido cosas hermosas, me cuenta Puri. En el bar 'Pinzano', por ejemplo, agredieron a un cliente y le expulsaron diciéndole "maricón de mierda". En la marisquería Fide, en cambio, había hasta hace poco un cartel enorme que decía "Yo con Ayuso". Este jueves no estaban ni el letrero ni la presidenta, aunque vive por la zona. Solo había seres humanos de buen ver atacando nécoras y devorando aceitunas.

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En el número 27 está en bar 'Vagalume'. Al entrar, aparece un gentilísimo treintañero que me ofrece un taburete y me dice: "Para usted. Bueno, para ti". Yo le doy las gracias porque voy cargada y ya he dicho que me vendrían bien unas medias para las varices, así que me duelen las piernas. Aquello está lleno de gente que grita, que lleva dos móviles en las manos y varios centilitros de alcohol en la sangre. Que bromea con las camareras y estas hacen lo que pueden. Suena Aitana de fondo y tengo el estómago lleno de cerveza sin alcohol y vacío de las patatas fritas y la tosta de pisto que me ponen de aperitivo y que no comeré. Queda mucha noche, pero estoy dispuesta a perdérmela.

Pilar Rodríguez lleva treinta años en el barrio y dice que las cosas han ido a peor con la pandemia. "Al principio la reacción era: pobres hosteleros. Ahora eso ha cambiado, hay mucha gente muy cansada de un horario en el que no para de haber ruidos. De la gente, de los cierres, de la carga y descarga, de los atascos. Es imposible", dice. Pero hoy no tiene el día muy optimista. Este barrio de Ríos Rosas, en el que el metro cuadrado de vivienda de segunda mano cuesta 5.001 euros, no votará a otra cosa que no sea derecha. "Algunos hosteleros me dicen que si no me gusta el barrio, me marche. Y algunos vecinos lo reducen todo a echarle la culpa a Pedro Sánchez", aclara. Ahora la que se arranca los ojos soy yo.

Es jueves en Chamberí y el cuerpo lo sabe. Es un distrito pequeño y precioso, cuajado de calles estrechas y algunas no tanto, como Santa Engracia, que a la altura de Ponzano y a eso de las ocho de la tarde ya viste de fiesta. Entre algún que otro 'runner' despistado y padres de familia que aparcan en carga y descarga sus todoterrenos, las terrazas ya están cuajadas de guapos. Es un muestrario de lo mejor de la ciudad, como si hubieran sido escogidos por algún cuerpo especial para repartirlos entre las mesas. Cuerpos firmes, ya bronceados, ni una alopecia que asome, tampoco una lorza. Preparados para empezar su fin de semana un día antes de lo estipulado. En los pies, comodidad. Vuelve la alpargata, vuelve la ilusión.

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