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La guerra de las terrazas estalla en los barrios del PP: "Están privatizando las calles"
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HASTA UN 81% MÁS DE TERRAZAS

La guerra de las terrazas estalla en los barrios del PP: "Están privatizando las calles"

Los permisos para poder sacar a flote a la hostelería madrileña están provocando enfrentamientos con los vecinos, que han visto subir su presencia hasta en un 70%

Foto: Vecinos de Chamberí denuncian los ruidos insoportables en la zona. (Isabel Blanco)
Vecinos de Chamberí denuncian los ruidos insoportables en la zona. (Isabel Blanco)

Pilar ha vendido su coche porque ya no encuentra sitio para aparcar cerca de casa, aunque durante años haya pagado religiosamente su cuota de residente. Víctor pone el ventilador en la ventana aunque no tenga calor para poder oír la televisión y se está planteando vender su casa para mudarse a otro barrio. Carmen ha cambiado las ventanas, pero aun así el ruido sigue colándose dentro de casa. César lleva 13 años viviendo en la zona, pero se cambiaría si pudiese encontrar algo al mismo precio con tal de no seguir aguantando a gente llamando a su puerta a las 4 de la mañana.

“No podemos más, es una tortura de lunes a domingo, desde las 12:00 de la mañana hasta altas horas de la madrugada, las terrazas tienen tomada la calle. Y nadie hace nada”, dicen desesperados varios vecinos del céntrico barrio madrileño de Chamberí.

Llevan meses viendo cómo las mesas y las sillas se multiplican por las aceras que antes transitaban tranquilamente. Solo en este barrio, el número de bares con terrazas ha aumentado en un 57% desde que empezó la pandemia, hasta los 736. Únicamente le supera el distrito de Salamanca (81%), aunque con menos locales: 569. Chamberí es además el que más ha crecido si se compara con agosto de 2017: ahora hay un 77% más de bares con este servicio. En todo Madrid, el crecimiento es del 37%: de las 6.666 que hay ahora mismo en la ciudad, 1.463 han sido aprobadas a partir de mayo de 2020. Los datos abarcan hasta 2014, los primeros disponibles en el portal del ayuntamiento de Madrid.

“Con la pandemia ha empeorado, pero es algo que arrastramos desde hace tiempo. Antes estaban los cuatro bares de siempre, no molestaban, pero han empezado a llegar grupos empresariales potentes con varios locales en la zona”, dice Ángel, otro vecino de Ponzano, donde se concentra la mayoría de las nuevas terrazas del distrito. “Se ha convertido en un parque de atracciones constante y es un calvario, una tortura, porque el ruido te afecta a todo”. Además, según denuncian no es solo el sonido: también las drogas, la prostitución, los pises y las vomitonas que se reproducen cada noche.

placeholder Gente paseando junto a las terrazas en Chamberí. (Isabel Blanco)
Gente paseando junto a las terrazas en Chamberí. (Isabel Blanco)

No puedes ver la tele, ni leer, ni escuchar música, ni descansar. Y si solo fuera por la noche... pero están desde el vermú del mediodía. Y luego los camiones de basura, y a partir de las 6, los de carga y descarga… Un no parar”, cuenta Carmen, otra vecina que también se plantea cambiarse de casa. “Solo puedo abrir las ventanas 10 minutos al día para ventilar”.

En el epicentro de la “libertad”, las terrazas fueron el estandarte de las medidas para la recuperación económica de la hostelería en Madrid. Para permitir a muchos bares seguir adelante, se concedieron de manera temporal permisos para usar las aceras o plazas de aparcamiento y colocar mesas y sillas que permitiesen a los hosteleros capear la crisis económica derivada de la sanitaria. Gracias a ello, muchos como el bar 'La Parroquia de Pablo', en Bretón de los Herreros, han podido sobrevivir: “La diferencia entre tener o no terraza es haber podido seguir abiertos. Mi bar es pequeño y directamente no habría podido abrir por el aforo”, cuenta Pablo, su dueño.

La medida iba a estar vigente hasta el 31 de diciembre de este año, pero ahora en el consistorio hay diversidad de opiniones. La vicealcaldesa Begoña Villacís, sobre quien recae esta competencia, quiere mantenerlas hasta tres años, mientras que Almeida defiende que primará el descanso vecinal. Entre medias, la convivencia entre hosteleros y vecinos está más tirante que nunca, no solo en Chamberí, también en otras zonas como Chueca o el barrio Salamanca.

placeholder Jesús lleva dos semanas con terraza pero entiende el malestar vecinal. (Isabel Blanco)
Jesús lleva dos semanas con terraza pero entiende el malestar vecinal. (Isabel Blanco)

“Chueca está plagado de terrazas ilegales. El problema en Centro es que apenas hay espacio, pero da igual, las ponen donde pueden obligando a la gente a pasar por la calzada o pegándolas a la fachada, cuando está prohibido. Y nadie hace nada”, explica Esteban Benito, presidente de la Asociación de Vecinos de Chueca.

“La calle es de todos y la están privatizando, es más la están regalando porque los bares no pagan nada por las terrazas”, añade Pilar. “Lo que no entiendo es cómo Almeida no toma medidas, porque aquí son todos votantes de él. ¿Qué se cree, que sus votantes no protestan?”.

“Mi madre ha sido siempre votante del PP y hoy decía que no les volvía a votar”, cuenta Francisco, hijo de un matrimonio del distrito de Salamanca, con el mismo problema. “Mis padres tienen 80 años y desde hace meses tienen tres terrazas debajo de casa. Hay días que no pueden ni entrar en el portal. La gente está enfadada, siente que se están pitorreando de los madrileños”.

Según la asociación Hostelería Madrid, que aglutina al gremio en la Comunidad, las nuevas concesiones de terrazas están “funcionando bien” en la mayoría de la capital. “Madrid no es solo Ponzano, hay 21 distritos y apenas hay conflictividad. Habrá que buscar soluciones para todo Madrid y analizar esos puntos concretos, pero creemos que las terrazas pueden quedarse porque es una buena solución para la ciudad: permite mejorar el servicio y responder a la demanda, que quiere consumir en exterior”, explica Juan José Bladorny, presidente de los hosteleros. “Puede que haya habido conflictos concretos porque lo que antes resolvías en el interior ahora lo tienes que hacer en la vía pública, pero creemos que son pocos por lo que dicen los datos del ayuntamiento y la Policía.

Sin embargo, según los vecinos, la conflictividad no queda reflejada porque la policía nunca se presenta cuando les llaman. “Solo viene la Nacional si hay peleas. No hay voluntad política por arreglar esto, y no sabemos por qué. Es mejor hablar del ambiente y lo divertida que es Madrid, pero para el que vive aquí es un calvario”, apuntan los vecinos, que están preparando una movilización para el próximo lunes. El ayuntamiento de Madrid no ha respondido a la petición de información de este diario.

Desde el año 2006, ya no es obligatorio realizar una evaluación ambiental para colocar terrazas

Uno ellos, Ángel, ha llegado a registrar con su medidor de sonido ruidos por encima de los 80 decibelios. Es el equivalente al paso de un tren o del funcionamiento de la maquinaria industrial y se considera que, en exposiciones prolongadas, es perjudicial a la salud. “Esto es un pueblo del Oeste donde el más chulo tiene la voz cantante y el sheriff está desaparecido”, opina. Hay que tener en cuenta que desde el año 2006, ya no es obligatorio realizar una evaluación ambiental previa a la instalación de una terraza en la vía púbica para medir el impacto acústico en la zona.

placeholder Una mujer con carro intenta hacerse hueco entre el gentío. (Isabel Blanco)
Una mujer con carro intenta hacerse hueco entre el gentío. (Isabel Blanco)

Sin aparcamiento residencial

Otro problema colateral de las terrazas es la falta de aparcamiento para los residentes. Aunque supuestamente, por cada plaza verde ocupada por la hostelería se ha transformado una plaza azul en residencial, los vecinos denuncian que no se está cumpliendo. “Ves el listado de compensaciones y hay plazas en direcciones que no existen, o que supuestamente llevan cambiadas desde octubre y siguen siendo azules. No es normal que ahora para aparcar tengamos que irnos a un kilómetro de nuestras casas”, cuenta Pilar Rodríguez, presidenta de la asociación vecinal El Organillo. De las casi 1.500 nuevas terrazas en la capital, la mitad (49%) están situadas en zonas de estacionamiento.

La mitad de las nuevas terrazas están situadas en zonas de estacionamiento

Además, aunque cada local de hostelería tiene delimitado el espacio y el número de mesas que puede poner en el espacio, según señalan varias asociaciones de vecinos de distintos barrios, esto se incumple “sistemáticamente”. No obstante, desde la asociación Hostelería Madrid desmienten que el incumplimiento sea generalizado. “Sí es verdad que se ha ampliado el espacio para las terrazas para garantizar la distancia y se puede percibir como ilegal, pero no es así, porque hay una serie de limitaciones para que no entorpezcan el entorno urbano”, añade Bladorny. En un simple paseo por la zona caliente de Chamberí son varias las terrazas que dificultan el acceso a un banco, a los cubos de basura, o que no cumplen los dos metros y medio con la pared para que cochecitos o personas con movilidad reducida puedan pasar holgadamente. Dar con los encargados o los dueños de los últimos locales en llegar al barrio es tarea imposible.

placeholder Maribel, tercera generación al frente del restaurante Los Arcos de Ponzano. (Isabel Blanco)
Maribel, tercera generación al frente del restaurante Los Arcos de Ponzano. (Isabel Blanco)

En medio del conflicto, están los restaurantes que llevan décadas en el barrio y que, si bien reconocen que sin terraza no habrían podido mantenerse, tampoco quieren que la conflictividad vecinal se enquiste. “Los que llevamos mucho tiempo miramos a largo plazo y no queremos esto. Nos perjudica porque los vecinos nos quieren y nosotros no queremos fastidiarles. La gente tiene derecho a disfrutar, pero los vecinos también a descansar”, cuenta Maribel, tercera generación del restaurante 'Los Arcos de Ponzano', que lleva con terraza desde el pasado mes de septiembre, cuando reabrió el negocio.

“El problema es que no somos todos iguales. Nosotros a las 12:00 recogemos la terraza y los clientes que quedan pasan dentro hasta la 1, pero hay otros locales que no lo hacen y por su culpa pagamos todos... Los vecinos se enfadan con toda la razón del mundo”. Además, el cambio de clientela también ha tenido consecuencias en su negocio: “Nosotros nunca hemos vendido copas, éramos de cordero, cochinillo... esas cosas. Pero ahora los fines de semana es todo lo que piden, porque es gente joven que no tiene dónde ir de fiesta. Intentamos no coger grupos grandes y llamamos la atención cuando molestan, porque queremos tranquilidad también. Y da rabia cuando el resto no lo hacen”.

Pilar ha vendido su coche porque ya no encuentra sitio para aparcar cerca de casa, aunque durante años haya pagado religiosamente su cuota de residente. Víctor pone el ventilador en la ventana aunque no tenga calor para poder oír la televisión y se está planteando vender su casa para mudarse a otro barrio. Carmen ha cambiado las ventanas, pero aun así el ruido sigue colándose dentro de casa. César lleva 13 años viviendo en la zona, pero se cambiaría si pudiese encontrar algo al mismo precio con tal de no seguir aguantando a gente llamando a su puerta a las 4 de la mañana.

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