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Actualidad y sicalipsis: Carceller, el empresario del humor salvaje al que Franco fusiló
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Actualidad y sicalipsis: Carceller, el empresario del humor salvaje al que Franco fusiló

Fue un empresario cultural único en su especie, fundador de 'La Traca', una revista de humor que se convirtió en la más leída de España

Foto: Carceller y 'La Traca'.
Carceller y 'La Traca'.

Los lectores más incautos se murieron del susto; los habituales, de la risa. El 18 de agosto de 1917, el semanario satírico 'La Traca' incluía una llamativa esquela:

Don Vicente Miguel Carceller

Director de La Traca

ha muerto por comer langostinos

R.I.P.

No se reparten puros. Se suplica la tartana

Debió de ser la primera vez que una publicación anunciaba la muerte de su propio director, al menos una por intoxicación alimentaria. Una tremenda indigestión por comer marisco había inspirado la traviesa idea de matar al hombre que, como mucho, había pasado una noche toledana agarrado a su inodoro. Toda Valencia, en realidad, sabía que el todopoderoso editor Vicent Miquel Carceller se atiborraba de langostinos, allá arriba, en su villita soleada de La Cañada.

Era la típica broma de la gente de 'La Traca', revista semanal de humor, follón político y erotismos varios. La más vendida de Valencia y después la más vendida de España entera. Si algo les había hecho cómplices con sus lectores, era hacer de los propios autores un motivo más de enredo y cachondeo.

placeholder Portada de 'La Traca' (1917).
Portada de 'La Traca' (1917).

'La Traca' revolucionó la prensa del país, con mucha chulería y toneladas de autorreferencias para fidelizar al público. Inventaron un concepto gráfico y expresivo que enganchó a las masas trabajadoras españolas e hizo a su ideólogo e instigador, Vicent Miquel Carceller, un empresario cultural único en su especie. Un atípico exponente levantino de magnate de las rotativas, cuyas ventas le convirtieron en una suerte de Pulitzer español sin padrinos (“algunos le han comparado con Murdoch”, dice Enric Nogués, director del Archivo Histórico de la Comunidad Valenciana). Uno, sin embargo, enterrado en el olvido por el franquismo. Hasta que llegó el historiador Antonio Laguna.

El hombre que murió dos veces

Era el año 1990 y Laguna estaba enfrascado en la redacción de su libro 'Historia del periodismo valenciano'. “Por casualidad descubrí en el Almanaque de Valencia (1932) un reportaje dedicado a un tal Vicente Miguel Carceller, ‘El periodista que se hizo millonario explotando su ingenio’. Llevaba cinco años investigando sobre los periodistas más conocidos y no tenía ni idea de que existía este personaje”.

Ese reportaje era un caramelo para cualquier historiador, aunque solo era un primer rastro. Descontados los elogios y la literatura, casi todo era cierto. “Se lanzó a la lucha del periodismo con los rudimentos escasos y deficientes de la escuela primaria”, continuaba el texto. “Sin más bagajes que un montón de albas cuartillas y sesenta pesetas de capital (quién sabe si recogidas a fuerza de no comer)”.

En su concienzuda biografía ‘ Carceller. El éxito trágico del editor de La Traca’ (El Nadir), cuyo puzle tardó 25 años en armar, explica Laguna: “La Traca será la Biblia del entretenimiento para el republicano, para el socialista y anarquista, para obreros y campesinos (...) Y él pagó un alto precio por ello: multas, detenciones, exilio y muerte”.

placeholder 'Carceller'. (El Nadir)
'Carceller'. (El Nadir)

La historia se expande y cobra vida en el documental ‘Carceller. El hombre que murió dos veces’, de Ricardo Macián, que se acaba de presentar en el Festival de Cine de Valladolid y que se ha podido ver también en Filmin. Un trabajo de hora y media que reconstruye el mito perdido del editor valenciano en la estela de los apasionados investigadores que exhumaron su figura, entre todos, con Laguna a la cabeza.

La película da cuenta de las dos muertes del hombre: la de mentira, comiendo langostinos; la de verdad, fusilado en Valencia por el régimen en junio de 1940. Averiguarlo todo costó mucho tiempo y algún otro golpe de suerte.

Un tratado de pirotecnia

A finales del siglo XIX, la efervescente prensa de masas ya empezaba a segmentarse también en España. “Si la burguesía crea los semanarios ilustrados como forma de entretenimiento, el proletariado hará de la prensa satírica una de sus fundamentales válvulas de escape”, explica el profesor Laguna.

No obstante, lejos de ser una prensa de minorías, el papel bufo y rijoso de la plebe era todo un éxito, hasta el punto de llevarle la delantera a la prensa diaria e informativa. Regalos, imagen, innovación en géneros periodísticos... "Cuando la prensa diaria iba, la satírica volvía", leemos en la biografía de Carceller. ‘La Traca’ será la primera publicación de cualquier tipo en superar los 500.000 ejemplares de tirada. “El periódico satírico se convierte en uno de los principales medios que traduce a los individuos, en las formas e imágenes que le son más propias y cercanas, las abstracciones que pueblan los lenguajes políticos”. Con un 68% de analfabetos en Valencia en el año 1900, apostar por una prensa muy gráfica, incluso explícita, era una estrategia comercial que pocas publicaciones implementaron con la misma convicción que Carceller. Alguien con un oído privilegiado para la calle.

Con un 68% de analfabetos en Valencia en 1900, apostar por una prensa muy gráfica y explícita era una estrategia comercial

No hizo estudios superiores. Relanzó 'La Traca' en 1909, con apenas 19 años. Mantuvo las señas de identidad de una cabecera que, en realidad, ya existía desde 1884, y que había alcanzado fama con atributos reconocibles antes de ser suspendida en 1892: republicanismo militante, valencianismo (con Blasco Ibáñez como dios pagano) y beligerancia contra la Iglesia. Después de 39 números la publicación ya acumulaba siete denuncias del Fiscal por “injurias al rey”. Su director, Manuel Lluch Soler, fue entonces encarcelado. En una viñeta del siguiente número, los lectores se agolpaban frente a la celda del director, entre cuyos barrotes este les ofrecía, providencialmente, la revista.

El subtítulo de ‘La Traca’ era 'Semanari pa la chent de tro', que podríamos traducir como 'Semanario para la gente de traca', o gente atronadora, de armas tomar. “Pensé que era un tratado de pirotecnia”, cuenta el investigador Rafael Solaz, cuando encontró, en el altillo polvoriento de una viuda valenciana, los primeros números de 'La Traca' que vio en su vida. Solaz es otro de esos entusiastas que, primero por su cuenta y luego colaborando con otros sabuesos como el propio Laguna, han recompuesto a Carceller.

placeholder Portada de 'La Traca' (1933).
Portada de 'La Traca' (1933).

‘La Traca’, de hecho, presumía en sus inicios de que su redacción estaba “en el polvorín de Paterna”. Esta estrecha vinculación con las Fallas y con su espíritu populachero y pirotécnico (unas Fallas carentes de cualquier sentido conservador) representa un buen ejemplo del espíritu valencianista, en sentido cultural pero también político, de la revista.

La aportación editorial del joven Miguel Carceller fue subir la apuesta republicana y anticlerical, aumentar la temperatura sensual de las viñetas e imprimir un salto comercial visionario. 'La Traca' mantuvo sus cuatro páginas, se siguió publicando los sábados, en valenciano (sin apego gramatical alguno) y se agarró a sus precios populares: cinco céntimos, “una aguileta”, cada número. El mismo coste desde hacía más de veinte años.

Fidelizar al lector era vital, y se conseguía con estrategias atrevidas que iban mucho más allá del precio. Se ofrecían regalos como un pavo o un almuerzo, se organizaban eventos populares como una becerrada, se dibujaban personajes recurrentes y corresponsales extranjeros inventados, se guionizaban entrevistas falsas con mandatarios y escritores… 'La Traca' construyó un lenguaje y un universo para sus lectores. Un cosmos traquero donde los redactores se iban de juerga y lo contaban, donde el director podía morir por comer gambas un día cualquiera. Todas las polémicas, además, se aprovechaban. Los morosos eran escarmentados en portada. Las multas se exhibían como trofeos. Y la competencia era ridiculizada a lo bestia, o de literarias maneras, como cuando pintaron a un triunfal Tenorio en un camposanto ante las lápidas de todas las revistas rivales que habían tenido que cerrar.

Penetración pacífica

Pero la 'Galaxia Traca' no se limitaba a su cabecera más conocida. Carceller lanzó toda una constelación de publicaciones paralelas (como la escandalosa 'El chorizo japonés', publicación "altamente calentita" prohibida solo después de seis números) y de suplementos literarios, coleccionables, seriales, almanaques y números especiales por distintas festividades o acontecimientos, que se vendían más caros y se imprimían con tiradas más largas. Lo importante era que el estilo siguiera siendo reconocible. “Cuando la situación lo requería, Carceller le cambiaba el nombre a ‘La Traca’. Y a la gente no le despistaba”, explica Enric Nogués.

Sus revistas, por supuesto, vivieron bajo la multa constante. “En los juzgados nos sentimos como en nuestra propia casa”, se burlaban tras su denuncia número 27, y contando. “Si un día dejamos de ir pensarán que nos hemos puesto malos”.

placeholder 'La Traca', número 27 (1931).
'La Traca', número 27 (1931).

El material era explosivo. Tan pronto denunciaban los abusos sexuales de los curas (“Si quieres ganarte el cielo, debes ser obediente conmigo y respetarme”, le dice un párroco a un niño, que responde: “Bueno, señor cura, pero respéteme usted a mí también, ¿eh? ¡Respéteme usted a mí también!”) como se mezclaba la religión con la política. “A lo que se dedicarán las monjas cuando triunfe la República”, leemos debajo de una novicia sirviendo mesas en una taberna. Era 1914.

La censura a posteriori (la que permitían las leyes de la época) secuestraba números y causaba un evidente perjuicio económico, pero forjó el mito de Carceller y disparó sus ventas. Exhibía las sanciones de 500 pesetas y el morbo las pagaba con creces. Estrechó el vínculo con sus lectores. ‘La Traca’ pasó de tirar 12.000 ejemplares en 1910 a imprimir más de 15.000 en 1917. Se expandió a casi todas las provincias españolas y se vendía también en ultramar, por ejemplo, en Argentina. Jamás dependió de la publicidad (de Gomas La Inglesa; de purgantes contra las enfermedades sexuales Doctor Soivre; de papel de fumar Bambú) para cuadrar números.

La mezcla de actualidad y sicalipsis volvía locos a los traqueros, que eran de clara mayoría masculina

“¿Qué opinas de la cuestión de Marruecos?”, pregunta una joven sonriente, de largas piernas al aire, en una viñeta. “Mira, chica, que soy partidario de la penetración pacífica”, le responde el hombre que la observa. La mezcla de actualidad y sicalipsis volvía locos a los traqueros, que eran de clara mayoría masculina. La Editorial Carceller fue igual o más machista que las publicaciones de signo contrario.

Cuando llegó la dictadura de Primo de Rivera, ‘La Traca’ no sobrevivió ni nueve meses. Fue denunciada y suspendida, pero el aguerrido Carceller guardó el hacha de guerra para seguir haciendo dinero. Lanzó cabeceras traqueras pero blanqueadas, como 'La Sombra' o 'La Chala', y se hizo de oro explotando el gran fenómeno de masas de la época, uno que no provocaba líos con la censura: los toros. Su revista ‘El Clarín’ terminó de hacerle millonario y se posicionó como la gran publicación del ramo de toda España, con una tirada de 22.000 ejemplares, “cifra que no había alcanzado jamás ninguna otra publicación taurina”.

Carceller hasta se permitió lanzar promociones inmobiliarias. Dormía la pólvora de sus mejores días a la espera de la caída del militar y del Borbón. Cuando llegó la Segunda República, ‘La Traca’ disparó su gran mascletá.

La venganza de Carceller

La proclamación republicana desató la locura, Por supuesto, se relanzó 'La Traca'. “Su récord de ventas en 1931, con más de medio millón de ejemplares, no será superada hasta cincuenta años después por otro semanario que precisamente desarrolla el mismo modelo periodístico, la revista Interviú”, explica en su libro Antonio Laguna. El historiador aporta un dato adicional: hasta 1935 (con El Heraldo de Madrid) la prensa generalista no podrá presumir de una cifra similar. Carceller consumía cinco vagones de papel al mes.

Su revancha política atronó en castellano, con calculada vocación nacional. Lo hizo a 15 céntimos el número (por los 40 de competidoras como ‘Buen Humor’ o los 30 de ‘Gutiérrez’), a ocho páginas la edición y con indisimulado sectarismo político, lanzándose, con viento a favor, a vender suplementos como la “Historia de los crímenes de la Iglesia” o la “El espíritu de Fermín Galán”. Estamos en mayo de 1931. “Es muy significativo que su campaña anticlerical de entonces concluyese con la quema generalizada de conventos en España”, observa Laguna.

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Portada del almanaque de 'La Traca' de 1932.

De hecho, en 'La Traca' del 12 de mayo de 1931, por boca del colaborador Luis de Tapia, podemos leer:

“El pueblo español, con ese sentido práctico que tiene de las cosas, optó por tomarse la justicia por sus manos, y en un santiamén sacó de sus guaridas a toda la inmundicia frailocracia, quemando además algunos conventos (...) No queremos analizar si los incendios fueron obra de los extremistas o de los agentes monárquicos; lo que sí afirmamos es que esas inmundas madrigueras, albergue de vagos, focos de sensualidad, centros de vicio y corrupción, tiempo ha que debieron ser desalojadas, desinfectadas y convertidas en escuelas”.

“Alfonso el Africano” será lo más amable que digan al exiliado Borbón. Los epitafios monárquicos serán escritos con gracia. “La muy funesta doña Monarquía Española, viuda de cien reyes, la diñó el 14 de abril de 1931, y habiendo recibido la solemne patá del paciente Pueblo Español, que le den morcilla”.

El éxito de 'La Traca' se atemperó cuando el nuevo régimen fue demostrando sus limitaciones

El éxito histérico de 'La Traca' se atemperó cuando el nuevo régimen fue demostrando sus limitaciones. De los 500.000 números tirados al inicio se bajó a 300.000 y luego a 100.000, una cifra todavía impresionante en la que se estabilizaron las ventas. Carceller firmaba tres semanarios líderes cada uno en su asunto (además de 'La Traca' y 'El Clarín', 'El Piropo' era su gran cabecera lujuriosa), además de un anuario también puntero, 'El Fallero'. Por si fuera poco, invirtió construyendo el Teatro Serrano de Valencia o el Cine Metropol.

La llegada de la CEDA al gobierno (1934-1936) terminó con la euforia de Carceller. En diciembre de 1933 'La Traca' era multada por publicar “dibujos obscenos”. En 1934 regresó la censura previa y en julio la revista era suspendida. Carceller, para sorpresa de muchos, no presentó batalla. Abandonó el periodismo para dedicarse por entero al negocio teatral. Al menos así fue… hasta que sonaron tambores de guerra en España.

"Franco, ten piedad de mí"

“¿Qué haría usted con la gente de sotana?, preguntaba ‘La Traca’ en junio de 1936. La publicación había reaparecido en marzo de ese año al calor del triunfo del Frente Popular. La pregunta era en realidad un concurso que premiaba con regalos las mejores respuestas. El clima era ya irrespirable y el golpe de estado provocó la guerra. Toda la prensa fue tomada. Carceller redobló su implicación política (no está claro si por convicción o por coacción) y Franco y Queipo de Llano se convirtieron en los personajes estrella de sus dibujantes.

En plena guerra, en 'La Traca', Franco era el maricón, Queipo era el bebedor

“Usted no puede ganar la guerra”, le dice un médico al Caudillo, tumbado bocabajo en una camilla, dibujado por Carlos Gómez Carrera, Bluff. “Tiene usted la retaguardia muy poco sana”. Y si Franco era el maricón, Queipo era el bebedor. Se pudo leer en ‘La Traca’ del 18 de noviembre de 1936: “El borracho Queipo de Llano ha dicho desde Radio Sevilla que ha de venir a Valencia para coger al director de LA TRACA y hacerlo ochenta pedazos (...) Que venga. No le temo. Me encontrará entre dos barriles de manzanilla. Seguro estoy que al verme me desprecia olímpicamente y se lanza a fondo contra la manzanilla. ¡Es lo suyo!”.

Y vaya si cogieron a Carceller. En 'El hombre que murió dos veces' Antonio Laguna destaca el enigma sin resolver de por qué no huyó en abril de 1939, como si trataron de hacer, sin suerte, Bluff y otros tantos. “Lo que no destruyó el victorioso ejército franquista lo quemó el ciudadano temeroso de conservar algún ejemplar de prensa roja en su casa”, cuenta Laguna. “Así las cosas, se comprende la escasez de copias existentes de uno de los semanarios que más circularon por las casas, plazas y establecimientos de España”.

Se crea o no, el primer policía que interrogó al detenido Carceller se llamaba Máximo Placer Sánchez. Parecía un chiste de ‘La Traca’. La vida en la cárcel Modelo fue menos divertida. Un preso afirmó (se lo contó a la hija de Carceller) que le hacían comer su propio periódico.

El primer policía que interrogó al detenido Carceller se llamaba Máximo Placer Sánchez. Parecía un chiste de 'La Traca'

La familia suplicó durante más de un año. Carceller renegó de bastantes cosas, pero todo fue en balde. “Mil veces fusilado no pagaría todo el daño que le hizo a la iglesia”, cuenta la familia que les respondió el arzobispo de Valencia. Le pegaron un tiro (junto a Bluff) al atardecer del 28 de junio de 1940, en el muro de Paterna, y su cuerpo fue lanzado a una fosa. El acta de defunción la halló el investigador Lamberto Ortiz en los archivos de ese ayuntamiento.

El aciago destino de Carceller, su metódico olvido, resuena irónica y premonitoriamente en el número 1.197 de 'La Traca', publicado el 28 de julio de 1937. En él, Carceller escribe una carta a Franco. Una carta que vale para fusilarle mil veces:

“Franco: ¡ten piedad de mí! Ten piedad de este traquero humilde como una cabra; como un cordero inocente. Si me perdonas la vida yo te juro que ‘La Traca’ se convierte en La Gaceta de Burgos o Salamanca. Te alabará como a un santo; ensalzará tus campañas; proclamará tus victorias y silenciará tus planchas. Dirá que eres el caudillo más genial que hay en el mapa; que te gustan las mujeres y que a los hombres rechazas. Franco: serénate un poco y perdona a este canalla, que si siempre te atacó, hoy se arrepiente y te alaba. Arrodilladito y contrito te lo suplica con ansias tu novato servidor. El director de La Traca”.

Los lectores más incautos se murieron del susto; los habituales, de la risa. El 18 de agosto de 1917, el semanario satírico 'La Traca' incluía una llamativa esquela:

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