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'Beautiful Boy': de fumarse un porro a ser un toxicómano hay un paso
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'Beautiful Boy': de fumarse un porro a ser un toxicómano hay un paso

La nueva película de Felix van Groeningen retrata la traumática relación entre un padre y su hijo mientras este último transita el infierno de las drogas

Foto: Thimothée Chalamet y Steve Carell, en 'Beautiful Boy'. (Diamond)
Thimothée Chalamet y Steve Carell, en 'Beautiful Boy'. (Diamond)

Las películas sobre adicciones a las drogas suelen dividirse en dos grupos: muchas de ellas relatan el descenso al infierno a través de representaciones visuales virgueras de los efectos causados por los narcóticos —'Trainspotting' (1996), por ejemplo—, y buena parte del resto son melodramas testarudamente solemnes sobre cómo la adicción destruye las vidas de quienes la sufren y de sus seres queridos. 'Gente corriente' (1980) es una de estas últimas. 'Beautiful Boy' es otra.

La nueva película de Felix van Groeningen retrata la traumática relación entre un padre y su hijo mientras este último transita el infierno de las drogas; Steve Carell da vida al periodista David Sheff y Timothée Chalamet encarna a su hijo Nic, un chaval brillante que pasa de consumir ocasionalmente marihuana a adquirir una insaciable dependencia de la metanfetamina. Sí, 'Beautiful Boy' deja claro que aún hay quienes creen que de fumarse un porro a ser un toxicómano hay solo un paso.

placeholder Maura Tierney y Steve Carell, en 'Beautiful Boy'. (Diamond)
Maura Tierney y Steve Carell, en 'Beautiful Boy'. (Diamond)

Los Sheff, recordemos, son gente real. La película se basa en sus respectivos libros de memorias, y el sufrimiento que se muestra en ella también es real; solo por eso ya merece un respeto. Pasar por lo que ellos pasaron tiene que ser algo terrible. La drogadicción es una grave epidemia sobre la que todos deberíamos estar informados. Habiendo especificado eso de antemano, nadie nos podrá acusar de trivializar nada si decimos que, en todo caso, 'Beautiful Boy' es una película despreciable.

Es lógico que el patrón caída-rehabilitación-recaída-rehabilitación se repita

En realidad, es la propia película quien trivializa, aunque seguramente Groeningen está convencido de lo contrario. A través de cada uno de sus planos, de sus escenas rodadas en penumbra, de esos momentos en los que Carell frunce el ceño mientras reflexiona sobre qué pudo hacer mal mientras educaba a su chaval, 'Beautiful Boy' despide cierto tufo a solemnidad autoconsciente. Para ello, no duda en recrearse en el miserabilismo e insistirnos una y otra vez en lo miserables que son los personajes. Es cierto que, hasta cierto punto, la estrategia tiene sentido narrativo: en el fondo, esta es la historia de un hombre que contempla impotente y cada vez más desesperado cómo su hijo recae una y otra vez a pesar de sus intentos por evitarlo. Es lógico que el patrón caída-rehabilitación-recaída-rehabilitación se repita.

placeholder Otro momento de 'Beautiful Boy'. (Diamond)
Otro momento de 'Beautiful Boy'. (Diamond)

El problema es que Groeningen, que echó mano del mismo tipo de sadismo emocional en 'Alabama Monroe' (2012), convierte esa materia prima en una narración tediosa y desconcertantemente inerte. Y parte de la culpa la tiene su decisión de hacerla avanzar no de forma lineal sino dando constantes saltos atrás y adelante en el tiempo, tanto porque su torpeza hace que los significantes temporales resulten imposibles de descifrar como porque la representación de lazos afectivos entre padre e hijo queda severamente dañada a causa de tanta fragmentación. Cuando su relación empieza a desmoronarse, pues, resulta difícil empatizar con ellos.

'Beautiful Boy' es un ejemplo especialmente burdo del típico cine convencido de su propia importancia

La estructura, en todo caso, está lejos de ser el único de los problemas de 'Beautiful Boy'. Mucho más grave es la explicitud con la que demuestra ser un ejemplo especialmente burdo del típico cine convencido de su propia importancia. Se demuestra en escenas como esa en la que Chalamet se mete un chute en un baño público, por lo cuidadosamente iluminada que está y por la sinfonía operística que la acompaña desde la banda sonora. También queda clara en el uso que Groeningen hace de las canciones de Nirvana, Neil Young y John Lennon, entre otros; independientemente de que con toda probabilidad formen parte de las preferencias musicales de los Sheff en la vida real, el uso que se hace de ellas es irritantemente obvio.

placeholder Otro momento de 'Beautiful Boy'. (Diamond)
Otro momento de 'Beautiful Boy'. (Diamond)

Por último, las ínfulas de 'Beautiful Boy' asimismo se ponen en evidencia en la desesperación que muestra mientras trata de compungirnos de las maneras menos sutiles y más chabacanas, como en esas estadísticas que aparecen en pantalla al final, justo antes de los títulos de crédito, y en las que se reflejan los salvajes niveles de adicción y mortandad que los estupefacientes causan a pesar de que la historia de ningún modo necesitaba semejante signo de exclamación. Todos esos tics demuestran el cuidado con el que la película fue fabricada de cara a la temporada de premios. Si hay algo más patético que una película descaradamente diseñada para ganar Oscars —te estamos mirando a ti, 'Green Book'— es una película descaradamente diseñada para ganar Oscars que ni siquiera logra ser nominada.

placeholder Cartel de 'Beautiful Boy'.
Cartel de 'Beautiful Boy'.

Puestos a hilar fino, finalmente, hay algo sumamente torpe en el enfoque de la película. De nuevo, es incuestionable que la historia de los Sheff es relevante, pero a través de su modo de contarla Groeningen parece querer decirnos que su caso es especialmente trágico porque este tipo de cosas no deberían pasarle a este tipo de personas, muchachos blancos y pudientes con un gran futuro por delante; parece darse por hecho que la vida de Nic vale más que la de los tipos seguramente negros o latinos que le pasaban la mandanga, esos mismos tipos a quienes la película no se molesta en dedicar un solo plano. Y este clasismo inconsciente sin duda ayuda a explicar el esfuerzo que 'Beautiful Boy' dedica a pasar por alto que en la supervivencia de su protagonista sin duda tuvo mucho que ver la cantidad de prebendas que provenir de donde provenía le proporcionó.

Foto: Deborah Ann Woll, en 'Escape Room'. (Sony)
Foto: Joaquín Furriel y Dani Rovira, en un momento de 'Taxi a Gibraltar'. (Warner)

Las películas sobre adicciones a las drogas suelen dividirse en dos grupos: muchas de ellas relatan el descenso al infierno a través de representaciones visuales virgueras de los efectos causados por los narcóticos —'Trainspotting' (1996), por ejemplo—, y buena parte del resto son melodramas testarudamente solemnes sobre cómo la adicción destruye las vidas de quienes la sufren y de sus seres queridos. 'Gente corriente' (1980) es una de estas últimas. 'Beautiful Boy' es otra.

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