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El futuro del coche eléctrico está en el fondo marino y Noruega se ha lanzado a explotarlo
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¿Un peligro para la pesca?

El futuro del coche eléctrico está en el fondo marino y Noruega se ha lanzado a explotarlo

El primer país del mundo en autorizar la explotación minera en el océano busca reservas submarinas de zinc, cobalto y otros minerales críticos para el coche eléctrico y la transición energética

Foto: Mar de Noruega. (EC)
Mar de Noruega. (EC)

Noruega se ha convertido en el primer país del mundo en autorizar la explotación minera submarina con fines comerciales. Un proyecto de ley aprobado en enero abre la puerta a que las empresas puedan presentar solicitudes para extraer minerales en sus aguas territoriales, lo que solo se llevará a cabo tras rigurosos estudios ambientales, según el Gobierno noruego. Sin embargo, ecologistas y científicos alertan sobre el impacto que puede tener la actividad. Algunos se preguntan si es necesario sacrificar los océanos para seguir presumiendo de liderazgo ambiental.

Precisamente, ahí está la clave: la minería de aguas profundas proporcionaría elementos indispensables para la transición energética verde, incluyendo el desarrollo de los coches eléctricos o los paneles fotovoltaicos. En concreto, las aguas noruegas tienen altas concentraciones de cobre, zinc, cobalto y algunas de las llamadas tierras raras, según la cartografía geológica más reciente. Además, con la experiencia de este país en la producción de petróleo y gas en alta mar, parece en mejores condiciones que nadie para lanzarse a explotar estos recursos.

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Los fondos marinos albergan un tesoro de minerales nunca explotados y que no son exactamente los mismos que se pueden extraer en la superficie terrestre. “Hay algunos elementos que encontramos tanto en tierra emergida como en tierra sumergida; pero otros, como el cobalto y el manganeso, que son los que más se están buscando, presentan mayores concentraciones en el fondo de los océanos”, explica a El Confidencial Lola Yesares, profesora de yacimientos minerales en la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

Aunque no se conocen con exactitud cuáles son las reservas mineras que hay en el planeta —ni siquiera las de tierra firme y mucho menos las de los fondos oceánicos—, algunas estimaciones apuntan a que el 96% del cobalto, el 84% del níquel y el 79% del manganeso se hallarían en los yacimientos submarinos. Estas cifras no sorprenden tanto si tenemos en cuenta que algo más del 70% de la superficie del planeta está cubierto por los mares.

placeholder Nódulos de manganeso de las profundidades marinas. (Reuters)
Nódulos de manganeso de las profundidades marinas. (Reuters)

De hecho, la inmensa mayoría de los depósitos de cobalto, un metal básico para las baterías de litio de los automóviles y de numerosos aparatos electrónicos, se hallan “a mucha profundidad”, afirma la experta. La ventaja es que para acceder a estos minerales no sería necesario realizar grandes perforaciones, porque se encuentran en abundancia en la superficie de los fondos marinos, por ejemplo, en forma de nódulos de manganeso o de costras ricas en cobalto. Por eso, resultan “relativamente fáciles de extraer”, añade.

Los retos tecnológicos

La cuestión es que acceder a estos recursos es todo un reto tecnológico. Los nódulos polimetálicos que contienen muchos de los minerales de interés, “normalmente, están entre 4.000 y 6.000 metros de profundidad”, apunta el científico del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC) Francisco Javier González Sanz, del grupo de investigación Geología Aplicada a los Recursos Marinos y de Medios Extremos. Esto significa que la única manera de llegar a estos recursos es a través de robots operados desde buques mineros en la superficie.

“Esta tecnología está en desarrollo, pero hay muchos avances y varios prototipos que han puesto en marcha compañías internacionales, incluyendo algunas europeas”, destaca. Una de las grandes pruebas tuvo lugar en el océano Pacífico en otoño de 2022 y el resultado fue espectacular, porque los robots consiguieron extraer cerca de 4.000 toneladas de nódulos polimetálicos.

placeholder Robots submarinos. (EFE)
Robots submarinos. (EFE)

La técnica de extracción "está basada en sistemas de succión", destaca Ángel Cámara, presidente del Consejo Superior de Colegios de Ingenieros de Minas y miembro de la junta directiva de la Unión Profesional de Colegios de Ingenieros (UPCI). Esto significa que "hay que remover el fondo marino, cuyas mineralizaciones son diferentes a las de tierra firme".

La investigación de estos recursos se remonta a los años setenta, pero la tecnología ha cambiado mucho. Antes solo se pensaba "en profundidades relativamente pequeñas" y en extracciones basadas en dragas: "Sería como arrastrar una cuchara por el fondo marino para concentrar los materiales y subirlos después a la superficie", pero ahora la succión ofrece una solución complementaria o alternativa.

“Como ya tenemos un país que ha dado el OK, en los próximos 10 años se va a producir un desarrollo brutal, porque la tecnología va en función de la demanda”, asegura la investigadora de la UCM. De hecho, todo es una cuestión de economía. “Estamos viviendo un momento histórico, el precio de casi todos los metales sube como la espuma en el mercado. Antes el cobalto no valía nada, así que ninguna empresa iba a realizar una inversión ni en el fondo del mar ni en tierra, pero ahora está muy demandado y el desarrollo tecnológico lo permite”, explica.

placeholder Fondos marinos. (EFE)
Fondos marinos. (EFE)

El impacto ambiental

Sin embargo, más allá de la eficacia en la extracción, una cuestión clave es si estas tecnologías son sostenibles. “El mayor reto es que sea lo menos contaminante posible, que produzca el menor daño desde el punto de vista medioambiental”, apunta el investigador del IGME-CSIC. La duda hace que algunos países, como Canadá o Francia, hayan pedido una moratoria sobre estas actividades. De hecho, la Comisión Europea ya ha expresado su preocupación por las consecuencias que puede tener la decisión de Noruega para la pesca. “Hacen falta más estudios, porque los fondos marinos aún son grandes desconocidos, tenemos un conocimiento limitado de su cartografía y de los ecosistemas”, comenta.

De hecho, los avances en el conocimiento van en paralelo a los de la tecnología de extracción, aunque resulte paradójico. Las preocupaciones tienen que ver no solo con las alteraciones que la extracción minera puede provocar en el lecho marino, sino también con "los sólidos en suspensión que quedarán en el agua, porque esto significa una disminución de la cantidad de oxígeno, con un posible efecto sobre las especies animales", señala Cámara. El efecto del ruido y las luces de los equipos pueden ser problemas adicionales. Teniendo en cuenta que los océanos son una de nuestras grandes reservas de proteínas en forma de pescado y que producen la mayor parte del oxígeno, los expertos coinciden en que hay que evaluar muy bien el daño que puede provocar la minería en la cadena trófica o en los ecosistemas.

placeholder Barcos pesqueros. (EFE)
Barcos pesqueros. (EFE)

No obstante, se muestran relativamente optimistas. “La minería ha cambiado mucho en los últimos años y, en concreto, en Europa tenemos unas leyes muy garantistas”, recuerda Lola Yesares. Hoy en día, la vigilancia es extrema y se controlan todas las posibles consecuencias medioambientales. “Si en los fondos marinos se hace como en tierra, no deberíamos estar muy preocupados”, apunta. De hecho, “este tipo de impactos en el fondo del mar no son nuevos”, teniendo en cuenta que llevamos décadas extrayendo petróleo.

Fuera de Europa, la minería tiene una cara menos amable. Los niños explotados en las minas de cobalto de la República Democrática del Congo son la peor cara de la transición energética que impulsa el mundo occidental, basada en gran medida en el coche eléctrico. En Indonesia, la búsqueda de níquel está arrasando las selvas tropicales. ¿Y si la solución está, precisamente, en apostar por extraer los minerales por medio de robots en los océanos? En teoría, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, dependiente de la ONU, debería establecer una legislación común, pero después del paso dado por Noruega, algunos expertos temen que cada país vaya por su lado.

placeholder Mina de cobalto en África. (Reuters)
Mina de cobalto en África. (Reuters)

Los recursos de España

“Noruega es un país pionero y un caso muy singular, pasó de ser un país relativamente pobre hace 100 años a ser uno de los más ricos del mundo gracias a la explotación de sus recursos energéticos de su plataforma continental”, recuerda el científico del IGME-CSIC. En ese sentido, “que ahora haga una transición hacia los metales críticos es un claro ejemplo de un camino que van a seguir otros”, vaticina. Las Islas Cook, en el Pacífico, podrían ser el siguiente país de la lista.

De hecho, este océano, que ocupa un tercio de la superficie del planeta, “tiene grandísimas reservas de nódulos polimetálicos que contienen manganeso, vanadio, níquel, cobre, tierras raras, cobalto y otros metales de mucho interés”, de manera que el valor de esos fondos marinos es incalculable. Según González Sanz, es muy probable que la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos autorice programas de explotación minera submarina en aguas internacionales en los próximos años.

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¿Seguirá el mismo camino la Unión Europea, mucho más reticente en cuestiones ambientales? Los investigadores del IGME-CSIC han detectado dos zonas de especial interés en aguas españolas. Por una parte, la zona de los montes submarinos de Canarias tiene costras de ferromanganeso ricas en cobalto, tierras raras y fosforitas. Por otro, en la costa cantábrica de Galicia, además de casi todos estos elementos habría que añadir nódulos polimetálicos. Huelva y Cádiz también podrían tener cierto potencial.

“España y Portugal deberían estar muy atentos a las normativas, a la tecnología robótica, a la evaluación de los recursos que tienen y a la evolución de la explotación sostenible”, comenta el experto, que está involucrado en proyectos de investigación relacionados con estas cuestiones. No obstante, “hace falta mucha más inversión si queremos conocer de forma clara y segura lo que tenemos, si lo queremos proteger o si, potencialmente, nos planteásemos explotarlo”.

Noruega se ha convertido en el primer país del mundo en autorizar la explotación minera submarina con fines comerciales. Un proyecto de ley aprobado en enero abre la puerta a que las empresas puedan presentar solicitudes para extraer minerales en sus aguas territoriales, lo que solo se llevará a cabo tras rigurosos estudios ambientales, según el Gobierno noruego. Sin embargo, ecologistas y científicos alertan sobre el impacto que puede tener la actividad. Algunos se preguntan si es necesario sacrificar los océanos para seguir presumiendo de liderazgo ambiental.

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