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Medicán, el fenómeno que ha arrasado Libia y convierte el Mediterráneo en el nuevo Caribe
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UN HURACÁN MEDITERRÁNEO

Medicán, el fenómeno que ha arrasado Libia y convierte el Mediterráneo en el nuevo Caribe

Los ciclones tropicales mediterráneos son un fenómeno muy raro y más vinculado a la zona oriental de este mar, pero algunos estudios pronostican que serán cada vez más intensos

Foto: Vista aérea de la ciudad de Derna (Libia), tras el paso del ciclón Daniel. (EFE)
Vista aérea de la ciudad de Derna (Libia), tras el paso del ciclón Daniel. (EFE)
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La tormenta más devastadora y mortífera del planeta en los últimos años no ha sido un huracán tropical surgido en el Caribe, ni un ciclón que haya azotado las costas del Índico, ni un tifón que haya arrasado alguna isla del Pacífico. Acaba de ocurrir aquí, ante nuestras narices, en pleno mar Mediterráneo, y ha provocado una catástrofe sin precedentes en Libia, donde ya se han contabilizado 6.000 muertos y se calculan unos 10.000 desaparecidos. Las intensas lluvias inundaron la zona y colapsaron dos presas que vertieron 33 millones de metros cúbicos de agua en las calles de la ciudad de Derna.

El temporal Daniel ha sido un tipo de fenómeno meteorológico fuera de lo común, que apenas sucede una vez al año y que tiene su propia palabra: medicán. Este acrónimo, formado a partir de Mediterráno y huracán, define perfectamente su naturaleza, porque se trata de un ciclón tropical en pleno Mare Nostrum. Esta tormenta ya había dejado inundaciones y víctimas mortales hace días en Grecia, Bulgaria y Turquía, pero en su camino hacia el sur se transformó en un ciclón aún más extremo que este lunes casi borró del mapa una ciudad entera. ¿Podría suceder en España?

Foto: La ciudad de Derna, después de las inundaciones. (Reuters/Esam Omran Al-Fetori)

Aunque no forma parte del lenguaje meteorológico habitual, el término medicán no es nuevo. “Realmente, no se trata de auténticos huracanes”, explica a El Confidencial Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), “pero es cierto que comparten algunas características con los ciclones tropicales genuinos”. La principal es que los medicanes tienen un núcleo cálido, es decir, que registra temperaturas superiores a las del entorno, algo que también sucede con los ciclones tropicales. “En esa zona central se forman enormes nubes de tormenta y, cuando el vapor de agua se convierte en agua líquida, estamos ante un proceso termodinámico que libera calor a la atmósfera”, explica.

Esta es una diferencia muy importante con respecto a una DANA (depresión aislada en niveles altos) o a cualquiera de las borrascas que habitualmente alcanzan la península Ibérica: en esos casos, el núcleo suele tener una temperatura más baja que el entorno. El resultado es un comportamiento muy distinto que se aprecia muy bien en las imágenes de satélite. Así, cuando los huracanes están muy desarrollados suelen generar un ojo central despejado y rodeado de nubes que giran en espiral a su alrededor. “Los medicanes pueden dar lugar a lluvias torrenciales intensísimas y a rachas de viento huracanadas, que pueden llegar a superar los 180 kilómetros por hora”, explica el experto.

placeholder Efectos de la tormenta Daniel en Libia. (EFE)
Efectos de la tormenta Daniel en Libia. (EFE)

Cómo se forman

“Daniel fue originalmente una borrasca”, recuerda José Miguel Viñas, meteorólogo de Meteored. Sin embargo, un fenómeno de este tipo llega a medicán cuando “adquiere unas características que lo hacen muy similar a un sistema tropical”. En este caso, “podríamos hablar de un ciclón mediterráneo subtropical. Dentro de su evolución y durante unas pocas horas, porque en realidad ha sido muy breve, pudo considerarse medicán”, explica. Cuando estaba afectando de lleno a Grecia, a pesar de las inundaciones catastróficas que provocó, todavía era una borrasca fría, es decir, que “tenía una DANA en la vertical”. Sin embargo, una vez que se fue desplazando hacia el sur, ese núcleo frío fue desapareciendo y el sistema se fue reorganizando hasta convertirse en huracán. Ya en fase de disipación, ha recorrido la zona norte de Egipto.

Pero ¿cómo se producen estos cambios? Curiosamente, a pesar de su poder destructivo, estos huracanes mediterráneos tienen un tamaño más pequeño que las borrascas convencionales que se pueden formar en el propio Mediterráneo o las que vienen por el Atlántico. El problema es que concentran muchísima energía y la liberan en forma de precipitaciones y vientos intensos. Para que esto se produzca, tienen que darse “condiciones muy especiales”, apunta Viñas, particularmente “unas aguas superficiales demasiado cálidas”, una anomalía frecuente este verano en este mar.

No obstante, lo primero que hace falta es una DANA convencional, es decir, un descolgamiento de aire frío que queda aislado de la circulación general. Las corrientes de viento de los niveles altos de la atmósfera actúan como aspirador del aire cálido y húmedo de las capas bajas, lo elevan a niveles más altos y provocan la formación de enormes nubes de tormenta. En principio, su núcleo es frío y las precipitaciones se producen de una manera asimétrica. Sin embargo, “al discurrir sobre unas aguas particularmente cálidas, la convección asociada al sistema de bajas presiones se organiza y empiezan a formarse pasillos de tormentas que provocan la espiral característica de un huracán”.

No son circunstancias habituales”, destaca Rubén del Campo, “por eso no son muy frecuentes, puede haber un medicán al año o uno cada dos años”. Los vientos son fundamentales y algunas zonas son más propicias que otras. Aunque pueden afectar a toda la cuenca mediterránea, los datos demuestran que son más frecuentes en la zona central y oriental, es decir, el sur de Italia y Grecia tienen más papeletas para sufrirlos que España. Sin embargo, también se han llegado a producir sobre las islas Baleares, al sureste de la Península e incluso en el mar de Alborán.

placeholder Daniel, antes de convertirse en medicán, pasó por Grecia. (EFE)
Daniel, antes de convertirse en medicán, pasó por Grecia. (EFE)

Incertidumbre para el futuro

Una clave puede estar, precisamente, en que la parte más oriental del Mediterráneo, tradicionalmente, se calienta más. El problema es que, “en los últimos años, particularmente estos dos últimos veranos, el calentamiento en nuestra parte de la cuenca ha sido muy destacado”, advierte Viñas. De hecho, todo el mar Mediterráneo ha tenido varios grados de anomalía de temperaturas por encima de lo normal. ¿Significa esto que el cambio climático incrementa el peligro de que un medicán pueda afectar a España o de que estos fenómenos sean cada vez más catastróficos? Algunos estudios apuntan en esa dirección.

Un grupo internacional de investigadores, entre los que estaba el meteorólogo español Juan José González Alemán, publicó en 2019 un trabajo sobre el futuro de los medicanes. A partir de los datos actuales, elaboraron un modelo que proyectaba lo que puede suceder en las próximas décadas. Su conclusión es que los huracanes mediterráneos podrían disminuir aún más su frecuencia, pero que “potencialmente se vuelven más peligrosos a finales de siglo”, ya que podrían tener una mayor duración y producir vientos y precipitaciones más fuertes. El motivo es que la estructura de los medicanes podría ser más parecida a la de los auténticos huracanes. “El calentamiento antropogénico continuo aumentará los riesgos”, aseguran, “con posibles consecuencias naturales y socioeconómicas”.

placeholder El medicán arrasó Libia. (EFE)
El medicán arrasó Libia. (EFE)

En cualquier caso, “hay muchas incertidumbres”, señala el portavoz de la Aemet. “Como su frecuencia es baja, es difícil establecer relaciones con el cambio climático”. Aunque las aguas cálidas sean un ingrediente imprescindible, “no hace falta que la temperatura sea extrema, muchos se forman bien entrado el otoño e incluso en invierno”. En ese sentido, más que la temperatura absoluta del agua del mar, lo importante es la diferencia con las capas altas de la atmósfera, el contraste que desata la inestabilidad. En ese sentido, el gran peligro es que, en realidad, ahora las aguas superficiales “están más cálidas a lo largo de todo el año, así que potencialmente la ocurrencia de estos fenómenos podría ser mayor”. Además, existe una tendencia general: todos los mares tienden a estar más cálidos y esto “alimenta los sistemas de bajas presiones, las lluvias torrenciales pueden ser más fuertes porque hay más vapor de agua y más inestabilidad atmosférica”.

Todas estas circunstancias son argumentos a favor para pensar que pueden producirse más medicanes. Sin embargo, también “es posible que las condiciones de viento en altura imposibiliten la organización que requiere el sistema para adoptar la forma en espiral con un núcleo cálido”, apunta Viñas. Por el momento, no existen datos para saber si el cambio climático va a propiciar o no ese tipo de situaciones.

De hecho, “existe un debate muy parecido con respecto a los huracanes del Atlántico, porque a la vez que sube la temperatura también hay cambios en los patrones de circulación atmosférica, así que puede haber variaciones en los vientos y no necesariamente va a aumentar su número”, explica. “Lo que sí estamos observando y parece relacionarse con el calentamiento global son los procesos de intensificación asociados a estos sistemas ciclónicos”, afirma. Es decir, una vez que se forman, sus efectos sí que podrían ser mayores, con precipitaciones más extremas. “Ahí vemos una relación más clara, pero es algo que se tiene que estudiar”, concluye.

placeholder Huracanes en el Atlántico. (EFE)
Huracanes en el Atlántico. (EFE)

Una predicción especialmente compleja

Los expertos destacan que este tipo de sistemas son muy complejos de predecir. Las propias DANA, que son su germen, se prevén con bastante fiabilidad desde días antes de que sucedan, pero con poca precisión con respecto a las cantidades que van a descargar, los puntos concretos donde sucederá o las horas exactas. “Lo hemos vivido en España en muchas ocasiones”, recuerda Rubén del Campo, “pequeños movimientos de una DANA pueden hacer que las lluvias más torrenciales se produzcan a kilómetros de donde estaban inicialmente previstas, que en la zona pronosticada no llueva o que a pocos kilómetros lo haga de manera torrencial”. El último ejemplo fue la alerta roja sobre Madrid y Toledo que tanto debate provocó hace tan solo unos días.

Los modelos tienen que ir tratando de ser más precisos, pero nunca vamos a predecirlo con exactitud, porque en realidad las DANA y los ciclones mediterráneos con características tropicales generan un entorno favorable a que haya tormentas intensas, pero no dejan de ser fenómenos locales que están al límite de la resolución de los modelos meteorológicos”, destaca el portavoz de la Aemet. Entre las líneas de investigación actuales, uno de los grandes objetivos es, precisamente, aumentar esa resolución y conocer mejor la dinámica atmosférica que rige estas tormentas, pero sigue siendo un reto complejo.

Foto: Problemas en Madrid por las lluvias de la noche. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

En el caso de Daniel, “hasta dos o tres días antes no estaba claro que iba a haber una transición a medicán”, señala el meteorólogo de Meteored. Incluso una vez que está formado este fenómeno pronosticar con exactitud su evolución es todo un desafío. En cambio, las predicciones de los huracanes del Caribe, que suelen afectar a EEUU, Cuba, México y los países centroamericanos, suelen ser bastante precisas. ¿Por qué? "Esos huracanes tienen una mayor dimensión espacial y una duración mucho más prolongada, así que, en cuanto se empiezan a formar, se monitorizan por todos los medios posibles: estaciones meteorológicas, boyas marítimas y satélites".

Además, hay otro elemento que marca la diferencia: la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) dispone de una flota de aviones que realizan vuelos en el interior de estos ciclones y toman datos fundamentales para que los modelos en tiempo real vayan monitorizando el huracán y realizando nuevas predicciones a corto plazo. En los medicanes, esto no es así ni podría serlo por sus características y dimensiones, sobre todo teniendo en cuenta que dependen de muchos factores que escapan a los modelos.

La tormenta más devastadora y mortífera del planeta en los últimos años no ha sido un huracán tropical surgido en el Caribe, ni un ciclón que haya azotado las costas del Índico, ni un tifón que haya arrasado alguna isla del Pacífico. Acaba de ocurrir aquí, ante nuestras narices, en pleno mar Mediterráneo, y ha provocado una catástrofe sin precedentes en Libia, donde ya se han contabilizado 6.000 muertos y se calculan unos 10.000 desaparecidos. Las intensas lluvias inundaron la zona y colapsaron dos presas que vertieron 33 millones de metros cúbicos de agua en las calles de la ciudad de Derna.

Agencia Estatal de Meteorología (AEMET)
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