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El misterio del récord de temperaturas del Atlántico y sus imprevisibles consecuencias
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DESCONCIERTO Y ALARMA

El misterio del récord de temperaturas del Atlántico y sus imprevisibles consecuencias

Más allá de la tendencia que marca el cambio climático, la temperatura del Atlántico Norte se ha disparado de manera brutal en los últimos meses sin una explicación

Foto: Temporal en las costas gallegas. (EFE/Sxenick)
Temporal en las costas gallegas. (EFE/Sxenick)

La aparición de miles de navajas muertas en la playa de A Lanzada, en O Grove (Pontevedra), hace unos días ofrecía una escena inquietante, aunque no es la primera vez que sucede algo similar en la costa gallega. El Instituto Tecnolóxico para o Control do Medio Mariño de Galicia (Intecmar) tomó muestras para intentar explicar este fenómeno, pero no encontró ningún agente patógeno. Por eso, los científicos concluyeron que la causa más probable eran las altas temperaturas del agua. El océano se está calentando dentro de la tendencia global que marca el cambio climático, eso ya lo sabíamos. Sin embargo, lo que está sucediendo en la actualidad está totalmente fuera de órbita.

Probablemente, nada lo explica mejor que los gráficos que elabora y difunde regularmente el profesor Eliot Jacobson, matemático estadounidense jubilado, sobre la anomalía de temperaturas del agua superficial del Atlántico Norte. Tomando como referencia el periodo 1991-2020, dedica una línea a la evolución de este valor a lo largo de cada año, incluyendo todos desde 1982 a 2023. Aunque todas las anualidades recientes se sitúan muy por encima de la media (llegando puntualmente a alcanzar los 0,8ºC de calentamiento con respecto a la media), desde hace unos meses la línea de 2023 se ha disparado, camino de los 1,5ºC. ¿Qué está pasando y hacia dónde vamos?

El incremento medio de temperatura en este vasto océano ya es impactante en sí mismo, pero en algunas zonas concretas, por ejemplo, al este de Norteamérica, se llegan a registrar desviaciones de hasta 4ºC y 5ºC, lo nunca visto. La tendencia está clara desde hace años: las aguas oceánicas de todo el mundo están marcando récords. Por ejemplo, el Informe sobre el estado del clima en España 2022 recoge que el año pasado alrededor de la península ibérica se registraron las temperaturas marítimas más elevadas de la serie histórica. Sin embargo, la anomalía de estos últimos meses no encaja ni siquiera en las previsiones más pesimistas.

“No sorprende la tendencia, pero sí cómo se están batiendo los récords, porque suele ocurrir por poco margen, tanto en las temperaturas del aire como en las del agua, y este año en las oceánicas estamos viendo que las diferencias son muy amplias”, explica a El Confidencial Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Por eso, ni siquiera los expertos tienen claro cuál es la explicación. “Concurren muchos factores y requiere un análisis profundo, porque la anomalía es muy destacada al margen del calentamiento global”, apunta.

Hay muchas teorías, pero no sabemos qué pasa

En junio comenzaron a verse récords por una diferencia muy acusada en el Atlántico Norte. En ese momento, hubo una circulación atmosférica extraña. El anticiclón de las Azores, el centro de altas presiones en el Atlántico subtropical que rige el tiempo gran parte del año en Europa Occidental, estaba muy debilitado para lo que es habitual en esas fechas. Esto provocó que otro anticiclón se situara más al norte, por donde habitualmente pasan las borrascas. El resultado fue que “hubo vientos calmados y que el sol brilló más de lo habitual, lo que llevó a un calentamiento anómalo de la gran cuenca del Atlántico Norte”, explica el meteorólogo de la Aemet. ¿Es suficiente esa explicación? Probablemente, no. Los expertos también especulan con la influencia de otro factor relacionado con esa anómala circulación atmosférica: la menor salida de polvo en suspensión del desierto del Sáhara hacia el Atlántico. “Al haber menos polvo en suspensión la radiación llega con más fuerza al agua, ya que hace de parapeto”, comenta el experto.

placeholder Nubes y polvo en suspensión en la costa. (EFE)
Nubes y polvo en suspensión en la costa. (EFE)

Entre las explicaciones, también tienen cabida otras que no tienen nada que ver con el anticiclón de las Azores. Si el calentamiento proviene, precisamente, de tener unos cielos más limpios, no se descarta que la menor emisión de aerosoles antropogénicos (algo que, en principio es una buena noticia) tenga algo que ver, tal y como ha señalado un informe del Servicio de Cambio Climático de Copernicus de la Unión Europea. A diferencia del CO2 o del metano, que absorben la luz solar y provocan calentamiento, estas partículas finas reflejan la luz solar hacia el espacio, así que refrigeran la atmósfera. Otra posibilidad aún más difícil de comprobar es que hayan existido corrientes oceánicas inusuales.

En definitiva, “se está especulando con muchas cosas”, afirma José Miguel Viñas, meteorólogo de Meteored. No obstante, este divulgador científico y consultor de la OMM (Organización Meteorológica Mundial) apunta una de las más curiosas, que tendría que ver con “el vapor de agua que el año pasado lanzó a la estratosfera el Hunga Tonga”, comenta, en referencia al volcán submarino que a comienzos de 2022 protagonizó una espectacular erupción. La columna de ceniza y humo, en mitad del Pacífico Sur, superó los 50 kilómetros de altura. El año pasado ya se lanzaron algunas teorías acerca de la influencia que podría haber tenido esa inyección en capas altas de la atmósfera en los episodios de calor extremo que se registraron en el planeta. Millones de toneladas de vapor de agua en la estratosfera habrían tenido un efecto invernadero.

placeholder Erupción del Hunga Tonga. (Reuters)
Erupción del Hunga Tonga. (Reuters)

No obstante, muchos expertos consideraron que su influencia sería mínima y enmarcaron los récords de temperatura registrados dentro del avance del cambio climático. Al igual que entonces, ahora tampoco sabemos con certeza si las repercusiones del impactante volcán se podrían haber extendido al calentamiento marino y, en particular al del Atlántico, o en qué medida lo habrían hecho. “No hay consenso y sí muchas dudas sobre la causa que está provocando esta brutal anomalía”, señala Viñas.

En cualquier caso, este extraño episodio coincide con el inicio del fenómeno de El Niño, el calentamiento de las aguas del Pacífico que tira hacia arriba de las temperaturas de todo el planeta. Sin embargo, los expertos no ven una conexión con lo que está sucediendo en el Atlántico. Hace unas semanas, la OMM instó a los gobiernos a implantar alertas tempranas ante fenómenos adversos, pero este evento climático está en un momento tan incipiente que “aún no se ha producido el traslado de sus efectos a la atmósfera y a otras zonas del planeta”, asegura el portavoz de la Aemet.

Una evolución incierta

Lo que sí podría estar relacionado es el incremento de temperaturas del Ártico. Cuando este extremo norte del planeta se calienta a más velocidad que el resto del globo, la diferencia de temperatura entre zonas tropicales y polares es menor y esto repercute en la corriente en chorro, la gran corriente de vientos de las capas altas de la atmósfera que rige los movimientos atmosféricos y el paso de anticiclones y borrascas. Si se debilita, puede haber situaciones de bloqueo como las de esta pasada primavera, con la consiguiente falta de precipitaciones.

placeholder Calor en la costa. (EFE)
Calor en la costa. (EFE)

Precisamente, la revista Nature Communications acaba de publicar un artículo que confirma que la llamada circulación de vuelco meridional del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés) se está ralentizando y podría colapsar. La AMOC incluye la corriente del Golfo, que tiene una influencia fundamental en Europa Occidental, ya que transporta aguas cálidas de sur a norte y hace que tengamos un clima templado. Si colapsa, “habría un cambio de clima brutal, con un invierno más frío y sequías”. No obstante, el IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático) ve poco probable que suceda esto en el siglo XXI. En cualquier caso, todo esto está bastante conectado con el problema de la temperatura del agua de diversas maneras. “La ralentización podría ayudar a que las temperaturas sean más altas”, comenta el portavoz de la Aemet. A su vez, las temperaturas altas en latitudes altas provocan deshielo en el Ártico y en Groenlandia, generando un aporte de aguas dulces que puede modificar esta corriente, basada en diferencias de densidad del agua por temperatura y salinidad.

De todos modos, al margen de todas estas complejas relaciones, la cuestión es qué evolución puede tener el extraño fenómeno de este radical calentamiento del océano. Si es algo puntual, ¿cabe esperar que se recuperen valores más normales o hemos entrado en una dinámica irreversible? Los expertos tienen claro que la tendencia de fondo va a continuar en ascenso, porque los récords de temperatura del agua se ven acompañados de registros similares de temperaturas del aire, al margen de que en el Atlántico puedan estar influyendo otros factores. Por eso, lo esperable es que haya años más y menos cálidos, como siempre, aunque en la media el incremento de las temperaturas debería ser constante y progresivo, y no tan brusco como el que se está registrando.

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Huracán en Centroamérica. (EFE)

Mientras esperamos a comprobar la evolución, ¿qué repercusiones puede tener el calentamiento brusco del Atlántico este año? La temperatura de sus aguas está directamente vinculada a ciclones y huracanes. En principio el Centro Nacional de Huracanes de EEUU, que realiza los pronósticos, había vaticinado una temporada normal. Por una parte, El Niño inhibe su formación en el Atlántico. Sin embargo, el monzón africano, un régimen de vientos que favorece la formación de estos fenómenos, va a estar más activo. A esto hay que añadir que “las aguas cálidas son combustible”, recuerda Rubén del Campo, “si se forman huracanes llevarán más energía y llevarán más lluvia”.

Lo mismo puede suceder con las borrascas atlánticas de latitudes medias, que son las que más pueden afectar a la península ibérica en otoño. “Si llegan, al menos teóricamente van a estar alimentadas por aguas más cálidas y esto se traduce en más humedad, más vapor de agua disponible en la atmósfera y más precipitaciones”, apunta el portavoz de la Aemet. El problema es que hay más factores, aparte del océano, que determinarán si esto sucede o no. “La circulación atmosférica se debería configurar de tal manera que llegue esa lluvia hasta nosotros, porque no siempre sucede así”, añade.

¿Y el Mediterráneo?

Aunque el fenómeno del Atlántico es inédito, el mar Mediterráneo también está batiendo récords. De hecho, esta semana ha alcanzado la temperatura más alta desde que hay registros. “En nuestro país batió récords en agosto del año pasado y este año los hemos alcanzado para un mes de julio”, explica el meteorólogo de la Aemet. En zonas próximas a la costa de Argelia las anomalías son de más de 4ºC. Como pasa con el Atlántico, un mar más caliente también tiene repercusiones meteorológicas. La primera es directa y bien conocida por los habitantes y visitantes de la costa: las noches tórridas, cuando la temperatura no baja de 25ºC. Este será el caso de los próximos días en Barcelona y Valencia. “Estas temperaturas dificultan el descanso”, recuerda el experto, “hay más evaporación y más sensación de bochorno”.

En esta zona, tener aguas más cálidas, en teoría, también podría relacionarse con las lluvias torrenciales propias del otoño. “Hay que ser prudentes, porque tener aguas muy cálidas ahora no equivale a que lo vayan a estar más adelante”, advierte Rubén del Campo. No obstante, los pronósticos así lo indican. Aun así, esa temperatura elevada del agua es solo una de las condiciones necesarias. “Por muy caliente que esté el agua del mar, sin la situación atmosférica adecuada, puede que no caiga ni una gota”, comenta el experto. El otro ingrediente es la aparición de una DANA, una bolsa de aire frío en los niveles medios de la atmósfera. Si llega y el agua está más caliente de lo habitual cabe esperar que las lluvias sean más intensas, porque habrá más vapor y más energía.

La aparición de miles de navajas muertas en la playa de A Lanzada, en O Grove (Pontevedra), hace unos días ofrecía una escena inquietante, aunque no es la primera vez que sucede algo similar en la costa gallega. El Instituto Tecnolóxico para o Control do Medio Mariño de Galicia (Intecmar) tomó muestras para intentar explicar este fenómeno, pero no encontró ningún agente patógeno. Por eso, los científicos concluyeron que la causa más probable eran las altas temperaturas del agua. El océano se está calentando dentro de la tendencia global que marca el cambio climático, eso ya lo sabíamos. Sin embargo, lo que está sucediendo en la actualidad está totalmente fuera de órbita.

Agencia Estatal de Meteorología (AEMET)
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