Es noticia
Los aislados por el volcán de La Palma: "Sin la carretera, no podemos hacer nada"
  1. Tecnología
  2. Ciencia
La lava les separa de su ayuntamiento

Los aislados por el volcán de La Palma: "Sin la carretera, no podemos hacer nada"

En el barrio de Jedey, los vecinos respiran algo más tranquilos que en el otro flanco del volcán, pero su futuro no es mucho mejor. Sus casas se salvan, su pueblo se ahoga

Foto: El volcán, visto desde Las Manchas, otro barrio junto a Jedey. (EFE)
El volcán, visto desde Las Manchas, otro barrio junto a Jedey. (EFE)

Cuando el volcán de Cumbre Vieja acabó por hacer su aparición el pasado domingo, los geólogos del Pevolca (Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias) se lamentaron por su fallo. Habían sido capaces de predecir con bastante exactitud la nueva erupción siguiendo el enjambre sísmico, pero se habían confundido en el punto exacto de ruptura. Fallaron en unos 300 metros, más o menos. Una distancia que entraría dentro de cualquier margen de error, pero que ha sido la diferencia entre mantener tu casa o haberla perdido. Y en la cara de la moneda se encuentra principalmente un barrio: Jedey. Aunque la suerte se celebra poco aquí.

Este pequeño poblado, que toma el nombre de un rey guanche local que luchó con los conquistadores peninsulares y que se ha colado entre las primeras posiciones para dar nombre a este nuevo y fatídico volcán, tenía todas las papeletas para sufrir la peor parte de la explosión, según las previsiones, pero el destino decidió dejarlo en pie, al menos por ahora. Sus vecinos, desalojados muchos desde antes de la erupción, respiran aliviados por ello, pero la victoria es más que pírrica. Colocado en el flanco sur de Cumbre Vieja, el ruido es ensordecedor, sus calles y casas están cubiertas por las cenizas, la nube negra hace muy difícil la visibilidad allí y, sobre todo, se han quedado prácticamente aislados incluso de su propio ayuntamiento, situado al otro lado del muro de lava. "Aquello es el infierno", menciona un palmero que sale de la zona.

Foto: Foto: Reuters.

“Creo que mi casa se salva, pero nos vamos a tener que mudar durante mucho tiempo. Incluso cuando acabe la erupción, los gases y las cenizas, sin la carretera no podemos hacer nada”, comenta Roberto, que espera esta mañana de miércoles a la entrada del pueblo como otros tantos lugareños para intentar pasar a ver cómo está su finca. Este palmero hace referencia a la LP-2, la vía principal que une el sur de la isla con la parte central y que, junto a la carretera que protagoniza uno de los primeros vídeos virales de la erupción (la LP-212), era clave para la supervivencia de este barrio. Ahora su asfalto lo cubre un muro de lava de, calculan los expertos, unos 15 metros de alto y hasta 600 de ancho, y no está claro cómo se podrá superar este durísimo obstáculo.

placeholder Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

Si uno mira el trazado de la isla de La Palma desde un mapa clásico, verá que su figura, y así lo definen los propios palmeros, tiene forma de corazón o punta de flecha. Con un norte más ancho, la Isla Bonita termina en un puntiagudo sur. Pues el volcán de Cumbre Vieja supone una herida en ese corazón que rompe desde la cordillera del centro (algo escorado hacia el sur) y abre la herida hasta su costa oeste. En su trazado, ha destrozado el Valle de Aridane. A un lado ha dejado El Paso o Los Llanos, al otro queda, aislado por su lejanía con el sur y su pertenencia a El Paso, Jedey, y playas como Puerto Naos, La Bombilla o Charco Verde, unidas al resto por pequeñas rutas que salen del mismo valle. Este flanco no lo toca la lava, pero no se puede decir que estén muchísimo mejor que los que tienen la lava en su puerta.

Roberto y sus vecinos ven su casa en pie, pero no imaginan cómo ni cuándo podrán volver a vivir aquí. Dejando a un lado el peligro de un volcán que ruge sin parar, su vía principal de comunicación está cortada hasta nuevo aviso y sus cultivos esperan, sedientos y llenos de ceniza, junto a las construcciones de la costa, sin saber si sobrevivirán. “Los plátanos no pueden aguantar mucho más tiempo sin agua, necesitamos que las autoridades se encarguen ya mismo de eso”, señala este vecino que pisa una carretera que ya acumula tal ceniza encima que parece un camino de tierra.

placeholder Foto: EFE.
Foto: EFE.

Del destartalado pueblo también salen Teresa y Manuel, que han ido a recoger algunos enseres en su furgoneta viendo que esto va para largo y las autoridades permiten el paso controlado a los lugareños. “Estamos esperando, como todos, pero esto va para largo y hay que coger más cosas, echar de comer a los animales, mirar cómo van las casas... Somos unos afortunados si no se abren más bocas, y más viendo lo que parecía al principio, pero es que para movernos hasta Los Llanos o El Paso, que son nuestros vecinos y ahora estamos ahí alojados, tenemos que hacer casi dos horas de viaje. Imagino que algo hará el Cabildo para arreglar esto, pero esa mole de lava no sé cómo la van a romper”, comenta Teresa.

En la ruta de los volcanes

Volviendo al mapa de La Palma, se ve la extrema mala fortuna del lugar de aparición de este volcán en todos los sentidos. La isla tiene una carretera, remodelada hace nada (el último túnel lo abrieron en mayo de este año), que corta la cordillera del centro de La Palma y que ha quedado al norte de la colada, con estructuras esenciales como el hospital o los núcleos poblados más grandes (Los Llanos, El Paso y Santa Cruz de La Palma). El resto de la isla se conecta, más o menos, por una carretera que circunvala la isla o varias que se empalman. Por el norte, el Roque de Los Muchachos, por el sur, la ruta de los volcanes. Y la zona de Jedey se ha quedado en tierra de nadie. Desconectada de la carretera central y muy lejos de las infraestructuras por el sur.

Si al menos hubiese sido la fisura más al oeste, habría podido librar alguna carretera y poblados adyacentes. Si hubiera sido un poco más al sur, solo unos kilómetros, la lava habría podido caer por la casi deshabitada carretera que une el valle con el sur y la llamada ruta de los volcanes. Un espacio natural espectacular, a pesar de los incendios que lo han golpeado, que es como una visión del futuro que espera tras la erupción. Allí están el Teneguía y el San Juan, los dos últimos volcanes activos de la isla, y los vestigios de sus coladas, ya llenas de verde, que de ninguna manera dejaron la mala experiencia de este último.

placeholder Jedey queda en el ala este de la imagen. (Foto: EFE)
Jedey queda en el ala este de la imagen. (Foto: EFE)

“Yo lo recuerdo, aunque era muy pequeña. Íbamos a verlo desde arriba y era una fiesta. Había hasta puestos de comida… Era una atracción totalmente benigna para la isla. Esto es una desgracia, un desastre”, menciona Teresa. Ahora el camino que rodea ese volcán, la ruta del sur, es el que espera a diario a todos los vecinos de Jedey al menos en un futuro cercado. En la trayectoria cruzan El Charco o Fuencaliente, los grandes municipios del sur, pero que ya no necesitan tanto de la ruta norte para poder vivir, pueden valerse de esta. Pero el ‘viacrucis’ no termina ahí, la carretera del sur, aunque mejorada —“menos mal”—, sigue llena de obras que ralentizan aún más el camino. En total, lo que antes se hacía en minutos (hay 18 kilómetros entre Jedey y El Paso y unos 10 a La Laguna), ahora necesita cerca de dos horas.

Antes de volver a emprender el largo camino, y tras sacudirse las cenizas en el mirador de El Charco, fin de la zona de exclusión del volcán, Manuel enumera las carreteras que aún quedan despejadas en el valle. “Creo que ya ha cortado todo salvo la carretera que va por la costa que une Puerto Naos y la Bombilla con Tazacorte, pero se la acabará comiendo si llega al mar. La verdad es que esto está partiendo la isla en dos”.

Cuando el volcán de Cumbre Vieja acabó por hacer su aparición el pasado domingo, los geólogos del Pevolca (Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias) se lamentaron por su fallo. Habían sido capaces de predecir con bastante exactitud la nueva erupción siguiendo el enjambre sísmico, pero se habían confundido en el punto exacto de ruptura. Fallaron en unos 300 metros, más o menos. Una distancia que entraría dentro de cualquier margen de error, pero que ha sido la diferencia entre mantener tu casa o haberla perdido. Y en la cara de la moneda se encuentra principalmente un barrio: Jedey. Aunque la suerte se celebra poco aquí.

El redactor recomienda