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En esta ciudad todo el mundo tiene una vivienda pública... y el alquiler sigue siendo un problema
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El mercado privado se dispara

En esta ciudad todo el mundo tiene una vivienda pública... y el alquiler sigue siendo un problema

Singapur es un Estado encerrado en una isla que no puede mandar a las clases trabajadoras a vivir a la periferia y construyó el plan perfecto para dar una casa a todos los nacionales. El problema viene cuando eres extranjero

Foto: Las viviendas privadas solo son distinguibles, en muchos casos, por la garita de seguridad. (M. McLoughlin)
Las viviendas privadas solo son distinguibles, en muchos casos, por la garita de seguridad. (M. McLoughlin)
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Cantoment Road es una de esas carreteras en Singapur que adoran los cochistas, esos que no renuncian nunca a moverse por la ciudad en automóvil. Tres amplios carriles, a veces incluso cuatro, en cada dirección. Es una de esas arterias urbanas que desquician a cualquiera que pretenda moverse andando de aquí para allá. A pesar de ser una zona céntrica, toca desviarse cientos de metros en una dirección u otra para encontrar un paso de cebra o un paso elevado para cruzar de un lado a otro. Desde uno de esos puentes se puede disfrutar de una significativa estampa: dos impresionantes complejos de viviendas enfrentados a ambos lados del asfalto. A la izquierda, The Beacon Condo, una construcción de 23 alturas con una estupenda factura visual. Enfrente, Pinaccle Duxton, una enorme pero elegante y vistosa mole compuesta por varias torres de 50 pisos. Unas torres que están conectadas por dos impresionantes pasarelas aéreas repletas de zonas ajardinadas.

Es muy difícil distinguir que este último es un complejo levantado por la administración pública. De un primer vistazo a pie de calle solo hay algo que delata a The Beacon Condo como urbanización privada: la garita de seguridad. "Que tengan portero es una de las formas más fáciles de diferenciarlas", bromea Óscar Carracedo, arquitecto y urbanista catalán, que reside en el país asiático desde 2013, salvo una "breve interrupción" de año y pico por culpa de la pandemia, periodo durante el que regresó a Barcelona.

Pinaccle Duxton es una de las joyas de la corona de la ambiciosa estrategia de vivienda que lleva ejecutando el gobierno con éxito desde hace décadas. Cerca del 83% de sus habitantes —y la práctica totalidad de sus nacionales— residen en una casa levantada por el estado y luego vendida a precios asequibles. Un punto que no deja de sorprender porque Singapur es uno de los paraísos liberales por excelencia, al menos en lo financiero.

placeholder Bloques de viviendas públicas en Singapur. (M. McLoughlin)
Bloques de viviendas públicas en Singapur. (M. McLoughlin)

Las libertades civiles están restringidas hasta el punto de que la homosexualidad fue despenalizada a finales de 2022 y que a día de hoy está prohibido vender chicles. La economía, en cambio, es una de las menos reguladas del planeta con el fin de que el PIB siga engordando a costa de atraer multinacionales y competir con Hong Kong por ser la capital regional del capitalismo. Pero el intervencionismo ha logrado que los apenas 730 kilómetros cuadrados que ocupa el país (poco más que la ciudad de Madrid) no se conviertan en una orgía especulativa y los hotelazos y rascacielos acaben por empujar al común de los mortales hacia el mar.

Preguntado por si esta política de techo para todos se puede importar a España, Carracedo es tajante. "La idea de que todos tengan una vivienda, sí. La ejecución, no. Singapur lo ha logrado porque la mayor parte del suelo, la práctica totalidad, es de propiedad pública", comenta el que fuese docente de la Universidad Nacional en un postgrado sobre urbanismo. "En España tenemos poco suelo público. Algo hay, pero nada comparable. Si tuviésemos el 50%, no ya el 80 o el 90, tendríamos el problema solucionado".

placeholder Foto: M. McLoughlin.
Foto: M. McLoughlin.

Esta obsesión por la vivienda pública tiene una contrapartida: el mercado inmobiliario privado está reducido a la mínima expresión. El del alquiler, aunque menos, también. Algo que se puede convertir en una china en el zapato para una sociedad que ahora quiere atraer talento extranjero para convertirse en una de las referencias tecnológicas del sudeste asiático. "Son solo para las nacionales. Los expatriados no podemos acceder a excepción que nos casemos con una local", comenta el catalán, que avisa camino a Pinaccle Duxton, que no todos los complejos públicos "son tan bonitos o impresionantes". Bloques estandarizados, construcciones monolíticas y elementos ornamentales repetidos hasta la saciedad siguiendo el mismo patrón una y otra vez. Esos son algunos de los rasgos del brutalismo arquitectónico singapurense. "Muy de vez en cuando encargan proyectos llamativos, como para sacar pecho, ponerse una suerte de medalla".

Estas colmenas de viviendas se conocen popularmente como HBD, las siglas de la Housing & Development Board, el organismo público que regula todo el proceso de construcción y gestión, que lleva en funcionamiento desde 1960. Obviamente, la calidad de las construcciones y el diseño de las mismas ha evolucionado con el tiempo. Por ejemplo, las más antiguas no tienen aire acondicionado incluido. "Llevan ya cuatro o cinco generaciones de HBD y hay un avance notable. Pero no deja de ser vivienda pública con todo lo que ello conlleva".

Pinaccle es uno de los proyectos más recientes. Cuesta creer que un complejo público de estas características esté construido a apenas diez minutos andando de la zona financiera. La zona tiene un aire a los PAU que en las últimas décadas han proliferado en el cinturón exterior de Madrid. La diferencia es que aquí está en el corazón de la ciudad.

placeholder El jardín inferior es solo para vecinos. El superior, abierto para turistas previo pago de seis dólares. (M. McLoughlin)
El jardín inferior es solo para vecinos. El superior, abierto para turistas previo pago de seis dólares. (M. McLoughlin)

Las torres de viviendas están rodeadas de amplias zonas comunes y muchos jardines, muchas veces complementados con asientos y bancos incrustados entre la vegetación y los árboles para ofrecer un pequeño refugio ante la asfixiante humedad. La comunidad de vecinos ha montado huertos urbanos comunitarios y organiza actividades deportivas en la cancha de baloncesto que hay en la urbanización, cuyo corazón está ocupado por una academia de taekwondo.

Algunos de los locales a pie de calle están destinados a algunos negocios, como guarderías o tiendas de alimentación; otros están destinados a ser puntos de reunión para los vecinos. Lo único que se echa en falta es una piscina. "Eso es más propio de los condominios, que es como se conocen a los complejos privados, que ofrecen otros lujos como gimnasio", apunta Carracedo. Los condominios, explica este experto, se levantan sobre terrenos cedidos durante 99 años para la iniciativa particular tras un concurso. ¿Qué ocurre cuando pasa ese tiempo? "No se sabe, porque ninguna de esas cesiones ha vencido".

placeholder Amplias zonas verdes y plazas para entrenar son la norma. (M. McLoughlin)
Amplias zonas verdes y plazas para entrenar son la norma. (M. McLoughlin)

Carracedo explica que muchas veces parte de los HBD también son aprovechados por las instituciones públicas con otros fines como puede ser habilitar mercados de comida callejera, algo muy típico de la gastronomía local. "Se hizo como una manera de controlar la economía sumergida e imponer medidas sanitarias", cuenta. En el caso de la urbanización que estamos visitando no hay nada así, pero la pasarela superior se ha convertido en una atracción turística. Si uno paga seis dólares de Singapur (menos de cinco euros) puede acceder a una extraordinaria vista y pasear por una impresionante terraza, mientras los vecinos aprovechan para hacer jogging, entrenar con su preparador personal o simplemente tomar la fresca.

Las preguntas no tardan en acumularse. La primera, si tan asequible es todo esto, ¿no hay tortas por hacerse con una de estas casas? "Hay que pensar que la mayoría es vivienda pública, que no hay casi competencia del mercado privado. Además, el Gobierno hace previsiones de la demanda y actúa con base en ellas. Está todo muy controlado", añade el urbanista. Es inevitable también pensar quién paga la fiesta. En Singapur existe algo similar a la Seguridad Social. Se conoce como CPF. A los trabajadores se les retiene el 25% que va a parar a un fondo que, a diferencia de lo que ocurre en España, "no hay que esperar a jubilarse para poder disponer de ello". Se puede utilizar para invertirlo en educación, para asumir los copagos de la sanidad o "incluso para comprar un vehículo". La mayoría, sin embargo, la utilizan para hacerse con una vivienda.

placeholder Paseos y soportales en uno de los complejos públicos. (M. McLoughlin)
Paseos y soportales en uno de los complejos públicos. (M. McLoughlin)

El sistema de reparto es similar al de las VPO en España. Uno se apunta en los listados, presenta las credenciales, se le asigna un número y a través de una lotería se marca desde que puesto de la lista se empiezan a asignar las que están disponibles. Si no te gusta lo que ha tocado, se puede dejar pasar turno y participar en la siguiente convocatoria.

"Si lo piensas bien, es cojonudo. Normal que los más jóvenes vean aquí lo del alquiler como una cosa de pringados, aquí no hay cultura de eso", comenta Diego García Fernández, trabajador español de Ant Group, el brazo financiero de Alibaba, que va camino de cumplir año y medio en el país.

"Son mucho más prácticos y con apenas 30 ya tienen una casa en propiedad. Pasan los primeros años de su vida laboral en casa de los padres, ahorrando. Si a eso le sumamos el fondo que hacen con lo que le retienen de la nómina cada mes y lo que haya acumulado su pareja es bastante fácil ser propietario, si tienes un proyecto de familia tradicional", argumenta este joven canario, que lleva una década fuera de España. Lo de "tradicional" lo subraya porque si estás casado tienes preferencia para acceder a un HBD. Si estás soltero tienes que esperar hasta los 35.

La adjudicación no tiene más misterio, excepto que las autoridades intentan que las cuatro etnias que componen la población local estén bien representadas para evitar la formación de guetos. "Hay una quinta etnia que somos los extranjeros, que podemos acabar allí porque nos hemos casado con una singapurense o porque nos han realquilado el piso".

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placeholder Foto: M. McLoughlin.
Foto: M. McLoughlin.

Mientras que la reventa está regulada y tiene ciertas limitaciones para evitar que se especulen con las viviendas públicas, el subarrendamiento está permitido y es algo a lo que recurren los nacionales que mejor vida llevan. Esta bolsa de alquiler extra es algo que, según explican los protagonistas de esta historia, impide en parte que el mercado privado se dispare todavía más, aunque en los últimos tiempos ha sido inevitable. El caso de Diego García ayuda a entender mucho cómo el precio del metro cuadrado ha subido durante el pasado año hasta el punto de superar a Hong Kong, una ciudad que también tiene una oferta limitada.

No se puede achacar una única razón, sino que existen varios motivos para ello. La primera es que Singapur hace ya tiempo que empezó una política para atraer multinacionales, especialmente de corte tecnológico, con el cebo de ser una puerta de entrada al sudeste asiático sin el intervencionismo de China. "Esto era algo que venía de antes de la pandemia, pero el covid lo aceleró porque Pekín estaba alargando las restricciones demasiado tiempo y era casi imposible viajar al país", explica el español. Ant Group y Alibaba son dos buenos ejemplos, pero hay más como ByteDance, propietaria de TikTok; o la europea Dyson, fabricante de los conocidos aspiradores, que han puesto en pie en el país, entre otras cosas, por la baja fiscalidad que ofrece. La llegada de este tipo de corporaciones es sinónimo de mayor número de extranjeros compitiendo por conseguir un buen alquiler.

placeholder Obviamente, hay complejos mucho menos lujosos. (M. McLoughlin)
Obviamente, hay complejos mucho menos lujosos. (M. McLoughlin)

La segunda razón es que durante el pasado curso, muchos de los expatriados residentes que se habían ido cuando el coronavirus daba sus primeros pasos, han regresado. Una tormenta perfecta que puede ir a más y que puede suponer incluso una pequeña china en las ambiciones de Singapur de atraer talento internacional y perfiles altamente cualificados.

"Las tecnológicas siempre han pagado muy bien y este problema no había aparecido anteriormente. Pero ahora que se están atando el cinturón, no hay tanto bonus y tanto derroche, pues es probable que alguno se lo piense", explica García, que cuenta que recientemente ha tenido que mudarse y ahora paga "un 25% más por un piso algo más pequeño que el que tenía en la misma zona". "Me sigue compensando porque al final los impuestos que pagaba en Shanghái eran mayores y las cuentas salen, pero si esto se sigue encareciendo igual no sale tan a cuenta".

Singapur no concede la visa de trabajo por defecto a cualquiera. Impone requisitos férreos como cobrar al menos 30.000 dólares singapurenses al mes para expedir un permiso por cinco años, aunque existen algunas excepciones concretas para perfiles artísticos o sociales de alto nivel. "Eso es el mínimo. No les interesa gente mal pagada, que al final venimos a financiarles", comenta García. Carracedo explica que las empresas que contratan estos empleados calificados también reciben subvenciones y otras ventajas fiscales. "Son bastante exigentes en el tema de los permisos de residencia. Las compañías tienen casi que demostrar que ese extranjero va a hacer un trabajo único que no puede hacer un trabajador nacional". Esta idea de exclusividad va ligado a esa idea de entorno demográfico y habitacional extremadamente controlado. "Quieren tenerlo bajo control".

placeholder Viviendas públicas cerca del distrito financiero de Singapur. (M. McLoughlin)
Viviendas públicas cerca del distrito financiero de Singapur. (M. McLoughlin)

¿Es sostenible el modelo de Singapur en el tiempo? ¿Podrían hacer frente a un constante crecimiento de la población y seguir dando casas para todos? Carracedo puntualiza varios detalles. El primero de todos es que Singapur no es tan vertical como puede parecer. "Todavía hay margen para crecer en densidad", explica el arquitecto. "Hay generaciones de HBD antiguas que no son especialmente altas. Así que basta que al cabo de unos años, demolerla y construir más alturas", añade, explicando que es algo que ya se ha realizado en algunas ocasiones. Cuando se va a expropiar un edificio, a los residentes se les ofrece tres alternativas habitacionales. "Al final, es un cambio de cromos fácil, porque todo es público".

Otra de las cosas que este experto añade es que el Gobierno ya elaboró un informe (Population WhitePaper) en el que estimaba que para 2030 la población llegaría a 6,9 millones de personas, millón y medio más que en la actualidad. "Se habla que en poco más de dos décadas estaríamos hablando de hasta ocho millones. Es un salto grande, sí, pero tienen terreno reservado de sobra para afrontarlo".

Cantoment Road es una de esas carreteras en Singapur que adoran los cochistas, esos que no renuncian nunca a moverse por la ciudad en automóvil. Tres amplios carriles, a veces incluso cuatro, en cada dirección. Es una de esas arterias urbanas que desquician a cualquiera que pretenda moverse andando de aquí para allá. A pesar de ser una zona céntrica, toca desviarse cientos de metros en una dirección u otra para encontrar un paso de cebra o un paso elevado para cruzar de un lado a otro. Desde uno de esos puentes se puede disfrutar de una significativa estampa: dos impresionantes complejos de viviendas enfrentados a ambos lados del asfalto. A la izquierda, The Beacon Condo, una construcción de 23 alturas con una estupenda factura visual. Enfrente, Pinaccle Duxton, una enorme pero elegante y vistosa mole compuesta por varias torres de 50 pisos. Unas torres que están conectadas por dos impresionantes pasarelas aéreas repletas de zonas ajardinadas.

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