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Tanques reventados como latas: las reliquias que mejor explican el fracaso ruso en Ucrania
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ASÍ SE DESTRUYEN ESTOS VEHÍCULOS

Tanques reventados como latas: las reliquias que mejor explican el fracaso ruso en Ucrania

Las redes sociales se han inundado de vídeos de tanques completamente destrozados de ambos bandos, aunque especialmente del ruso. Tal grado de destrucción es achacable a la eficacia de la artillería, pero eso es solo una parte

Foto: Un tanque destruido en los combates en el puerto sureño asediado de Mariúpol. (Reuters/Alexander Ermochenko)
Un tanque destruido en los combates en el puerto sureño asediado de Mariúpol. (Reuters/Alexander Ermochenko)
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Si por algo se está caracterizando la guerra en Ucrania, es por ser el conflicto de las redes sociales, que se inundan de vídeos y fotografías. Unas de las más difundidas son aquellas en las que vemos blindados rusos (y ucranianos) literalmente destrozados. Si hacemos memoria, ya vimos imágenes parecidas en anteriores guerras, como la de Chechenia, Siria e, incluso, la del Dombás. No es nada nuevo, pero nos hace preguntarnos si el común denominador es la gran debilidad de los vehículos de combate de origen ruso.

El número de blindados perdidos por ambos bandos —sobre todo, en el lado ruso— está siendo enorme. Desde el primer día se han visto carros abandonados por aquí y por allá. Muchos, se decía, por falta de combustible y fallo en la logística. Pero otros, también alguno ucraniano, completamente reventados y con la torre volada y separada algunos metros del casco.

Foto: Transportes de tropas rusos MT-LB abandonados. (Ukrainian MoD)

Por otro lado, también se han visto imágenes (en especial, de vehículos de cadenas) en las que apenas quedaba una barcaza quemada y vacía, donde parecía que alguien se hubiese llevado todo su interior. Tal grado de destrucción es achacable a la eficacia de la artillería pero, principalmente, a las armas contracarros. Sin embargo, aunque hay algunos aspectos llamativos, mejor veamos primero cómo se destruye uno de estos imponentes vehículos.

Objetivo: penetrar el blindaje

Para destruir un medio acorazado, hay que penetrar su blindaje. Así de simple. Hay muchas formas de hacerlo y cada una es idónea en función del tipo de vehículo y, en particular, del tipo de coraza que utilice. Los carros rusos han sido mayoritariamente T-72B, T-72B (modelo 1989), T-72B3 y T-72B3M. Junto a estos, también se han empleado en menor cantidad los T-80U y los T-90. Todos ellos disponen de corazas de acero homogéneo y, según el modelo y versión, blindajes reactivos y compuestos. Tan solo a los T-80 y T-90 (y en escaso número) se les ha visto con defensas activas como el Shtora 1.

El modo más común es usar un proyectil Heat (High Explosive Anti Tank) o de carga hueca. El funcionamiento es sencillo. Cuando impacta en el blindaje, la carga explota y, debido a su forma interna, se proyecta sobre una pequeña superficie. El calor producido funde el metal y entra en el interior, generando una fuente de metal fundido que destroza todo. Este tipo de proyectiles son habituales para los cañones de los blindados y lanzagranadas ligeros, tipo RPG, Panzerfaust o C-90.

placeholder Carro de combate ruso T-72B destruido. (Ukrainian Ground Forces)
Carro de combate ruso T-72B destruido. (Ukrainian Ground Forces)

Para contrarrestar el efecto de los proyectiles de carga hueca se ideó el blindaje reactivo. Consiste en unas placas rellenas de un material explosivo que reacciona al impacto del proyectil, generando una explosión que hace que la detonación de la carga hueca se disipe en el exterior sin causar daños internos. Es evidente que, con cada impacto recibido, el carro va perdiendo estos elementos de protección y en esto se basa la siguiente evolución de proyectiles, las denominadas ojivas en tándem o de doble ojiva.

Las cabezas con ojivas en tándem se utilizan sobre todo en misiles, pues precisan de un mayor tamaño. Como su mismo nombre indica, tienen dos partes explosivas consecutivas, como si se tratase de dos proyectiles de carga hueca seguidos. De esta manera, al impactar en el blindaje, la primera ojiva hace explotar el blindaje reactivo y, acto seguido, la segunda entra por el hueco penetrando en el interior.

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La coraza también puede ser más eficaz si en lugar de acero homogéneo se hace intercalando planchas de material cerámico. Este material, además de dificultar la penetración al tener diferente densidad, absorbe la energía calorífica del proyectil, evitando que llegue al interior del vehículo.

Lo más sofisticado para su destrucción (además de los misiles) son los proyectiles subcalibrados APFSDS (Armour-Piercing Fin-Stabilised Discarding Sabot) o proyectiles flecha. La idea es concentrar toda la energía cinética del proyectil —que en un cañón de 120 mm es mucha— en la menor superficie posible. Para ello, tienen en su interior un dardo con forma de flecha de un material muy duro y pesado (por ejemplo, uranio o tungsteno). Una vez disparado, el dardo se separa del envoltorio del proyectil y se dirige hacia el blanco a unas velocidades del orden de 1.800 m/sg (6.480 km/h). Con un buen cañón de 120 mm y una buena óptica, se puede destruir un carro de combate a más de 3.000 m.

placeholder Tripulantes de un Leopardo 2E cargando munición flecha. (Juanjo Fernandez)
Tripulantes de un Leopardo 2E cargando munición flecha. (Juanjo Fernandez)

El diseño ruso

La razón por la que los blindados rusos sucumben con tanta facilidad y sufren tan grandes destrozos hay que buscarla en sus propios orígenes, en su diseño. Lo primero que hay que tener en cuenta es que, aunque hablamos de material ruso, la realidad es que la gran mayoría es de diseño soviético, y eso quiere decir 'con años a sus espaldas'. La doctrina de guerra de la URSS para su arma acorazada era la movilidad y la maniobra con una masa de blindados. Era la forma de oponerse a las fuerzas de la OTAN, que contaban con armas más sofisticadas. Era la cantidad contra la calidad.

Esta doctrina influyó mucho en los diseños, pues en el ataque debían presentar el menor blanco posible ante las armas occidentales. Por eso se diseñaron más pequeños, ágiles y de baja silueta, aunque mantenían un potente armamento. La agilidad se tradujo en un menor peso, y este en una menor protección. El tamaño reducido hacía además que fuesen realmente incómodos, lo que hacía que la fatiga de los tripulantes redujera la eficacia del carro a las pocas horas de entrar en combate.

Foto: El T-14 Armata, antecesor del próximo modelo que planea Rusia. Foto: Vitaly V. Kuzmin

Esta menor protección es evidente si se comparan los pesos de los modelos rusos con sus homólogos occidentales. El T-72 más evolucionado no pasa de las 45 toneladas, el T-80U pesa 46 toneladas y el T-90SM (el más moderno) no sobrepasa las 48 toneladas. Todos ellos son de diseño soviético. Por comparación, tenemos las 68 toneladas del Abrams M1A2C SEPv3, las 66 del Leopard 2A7 o las 64 del Leopardo 2E español y del Challenger británico. Además de que los rusos son de tamaño algo más reducido, está claro que esas toneladas de diferencia también hay que buscarlas en el peso del blindaje, ya que todos tienen un armamento similar con cañones de 125 mm los rusos y de 120 los occidentales.

Con lo visto hasta ahora queda claro que la menor protección, el menor blindaje en definitiva, los hace más fáciles de ser penetrados y quedar destruidos en cuanto son alcanzados. Pero ¿por qué explotan y quedan destrozados de esa manera? La explicación hay que buscarla también en el diseño y en las peculiaridades de su distribución interna.

placeholder Los efectos tras explotar la munición de un T-90. (Ukraininan Ground Forces)
Los efectos tras explotar la munición de un T-90. (Ukraininan Ground Forces)

En su afán por simplificar los diseños, hacerlos más baratos, fáciles de fabricar y manejar e incrementar su armamento (sin aumentar su tamaño), los ingenieros militares soviéticos dieron un paso más al eliminar el tripulante encargado de alimentar el cañón principal, el puesto del cargador. En su lugar, idearon un sistema de recarga automática. La idea no era mala y, de hecho, es utilizada por otros países como Francia, con su modelo Leclerc. Se consigue bajar la altura y así reducir su silueta, pero trajo aparejados otros problemas.

El T-64, antecesor del T-72, fue el primero dotado con este sistema automático de recarga y la verdad es que no funcionaba mal. También es cierto que se producían fallos en el sistema de recarga cuando el carro era alcanzado, pero en esas circunstancias ya es importante salir con vida, aunque sea con algún daño. Sin embargo, se encontraron con un problema considerable: ¿dónde guardar la munición?

Un polvorín mal protegido

Con una silueta tan baja no era sencillo encontrar una ubicación adecuada para los más de 40 proyectiles de 125 mm que se debían llevar dentro, por lo que se diseñó un carrusel en la parte de la barcaza, justo bajo la torre, pero no se le puso protección adicional. Es decir, todo el almacén de munición (la santabárbara) iba sin blindar. A este gran problema, se une otro endémico de los rusos: el empleo de la munición desengarzada. En Occidente esto ya se había abandonado hace años, salvo por el Challenger II británico, que justo ahora en su modernización dejará de utilizarla.

La munición desengarzada implica que viene separada en dos partes; por un lado, el proyectil —de varios tipos— y, por otro, la parte propelente, donde está la pólvora que produce el disparo. Esto provoca que en cuanto el blindaje sea penetrado, haya muchísimas probabilidades de que el chorro incandescente llegue al carrusel e incendie los propelentes. Una vez incendiados, es cuestión de segundos que se produzca una deflagración, que por las escotillas se vea un chorro de fuego —el llamado efecto soplete— y que la torre salte por los aires.

Ese es el motivo por el que en los vídeos de carros alcanzados se ve primero la explosión con mucho humo del impacto del proyectil perforante y luego una deflagración con bola de fuego. Esa es la munición al incendiarse y explotar. Un problema que afecta por igual a rusos que ucranianos, pues todos parten del mismo diseño soviético.

En los modelos occidentales, la gran mayoría va con tripulante cargador —como el Abrams o el Leopard/Leopardo— y la santabárbara está distribuida en dos ubicaciones. En el caso del Leopardo, por ejemplo, 15 proyectiles de la dotación se consideran de uso inmediato y se encuentran ubicados en la torre, en una santabárbara blindada y separada por una mampara móvil del interior. Si es alcanzada, la deflagración se produciría hacia el exterior, nunca hacia el interior. El resto, hasta el total de 42, se encuentran en la barcaza, pero en una zona bien protegida por blindaje.

Los diseños soviéticos (todos los rusos y ucranianos) tienen ese grave defecto que los hace muy vulnerables a las armas contracarro y que, además, casi siempre los convierte en un amasijo de chatarra irrecuperable. El bajo peso y reducida silueta es lo que tienen. Si además se les ataca por los laterales, donde la protección es menor, el blindado está sentenciado.

Si por algo se está caracterizando la guerra en Ucrania, es por ser el conflicto de las redes sociales, que se inundan de vídeos y fotografías. Unas de las más difundidas son aquellas en las que vemos blindados rusos (y ucranianos) literalmente destrozados. Si hacemos memoria, ya vimos imágenes parecidas en anteriores guerras, como la de Chechenia, Siria e, incluso, la del Dombás. No es nada nuevo, pero nos hace preguntarnos si el común denominador es la gran debilidad de los vehículos de combate de origen ruso.

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