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¿Qué pasó con la inmunidad de grupo? Por qué la cifra 'mágica' del 70% ya no vale
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El cálculo se ha quedado obsoleto

¿Qué pasó con la inmunidad de grupo? Por qué la cifra 'mágica' del 70% ya no vale

Las vacunas no cortan por completo la transmisión del virus y la variante delta es más contagiosa, así que la esperada barrera que evitaría la circulación del SARS-CoV-2 ahora carece de sentido

Foto: Foto: EFE.
Foto: EFE.

Un concepto del ámbito de la epidemiología se hizo popular nada más comenzar la pandemia. Frente a los confinamientos, algunos expertos apostaban por dejar que el coronavirus circulara entre la población hasta alcanzar la inmunidad de grupo o inmunidad de rebaño: cuando muchas personas hubieran pasado la enfermedad, el virus dejaría de transmitirse. Igual que el fuego no puede avanzar en un terreno ya quemado, el SARS-CoV-2 lo tendría más difícil sin personas nuevas a las que infectar. Aunque algunos países barajaron esa posibilidad, especialmente el Reino Unido y Suecia, la letalidad del covid la hizo insostenible, puesto que iba a costar la vida de cientos de miles o millones de personas.

No obstante, la idea de inmunidad colectiva se utiliza más con otro enfoque, el de la protección. Si en una comunidad la inmensa mayoría de los individuos han pasado una enfermedad o están vacunados frente a ella, todo el mundo estará protegido, incluso las personas que nunca la han contraído o no se han inmunizado. Así, una amplia cobertura vacunal ayuda a proteger a personas vulnerables cuyo sistema inmunitario no responde adecuadamente o que no pueden vacunarse por otros motivos. Por eso, la idea de inmunidad de rebaño con respecto al coronavirus comenzó a emplearse para las vacunas: cuando las dosis alcanzaran un amplio porcentaje de la población, dejaríamos atrás la pandemia.

Foto: Vacunación contra el covid-19 en Gran Tarajal, Fuerteventura. (EFE)

¿Qué porcentaje era ese? La cifra del 70% corrió de boca en boca. El cálculo estaba basado en la experiencia con otras enfermedades infecciosas y, sobre todo, en el número básico de reproducción (R0) que se atribuía al SARS-CoV-2, es decir, el número de personas nuevas a las que infecta cada contagiado. No obstante, esa referencia tenía algunos problemas, especialmente, que se desconocía cuál podría ser el efecto de las vacunas frente a la transmisión. Aun así, las dudas no impidieron que expertos y políticos señalasen ese objetivo de forma reiterada.

De hecho, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le puso fecha: a finales de agosto, el 70% de los españoles estaría vacunado, aseguró en abril. No será así, pero estamos muy cerca. Más del 67% de la población ya tiene la pauta completa y más del 76%, al menos una dosis. Sin embargo, a la hora de la verdad, rondar el objetivo no parece tener relación con la famosa inmunidad de rebaño. En lo que llevamos de verano, el número de contagios ha seguido disparado y la incidencia acumulada a 14 días por cada 100.000 habitantes solo ha bajado de 300 esta semana. ¿Dónde está el fallo?

Un error de concepto

Alfredo Corell, catedrático de Inmunología de la Universidad de Valladolid, lo tiene muy claro: “El concepto está mal usado desde el minuto cero”, asegura en declaraciones a Teknautas, “y lo hemos utilizado mal sabiéndolo, porque solo se debería hablar de inmunidad de grupo cuando la inmunización, ya sea natural o artificial, bloquea la transmisión”. Sin embargo, ninguna de las vacunas disponibles lo consigue. “Todas reducen los ingresos hospitalarios y la enfermedad grave hasta cerca del 100%, pero ninguna evita que el virus se contagie”, afirma.

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Foto: EFE.

Lo cierto es que las vacunas sí dificultan que el SARS-CoV-2 circule, pero solo parcialmente. En los ensayos clínicos, no se incluyeron estudios sobre el bloqueo de la transmisión, pero los datos de la vida real ya apuntan a que reducen las infecciones entre un 40 y un 60%. Estas cifras salen de la comparación entre familias vacunadas y sin vacunar cuando entra un positivo en las casas. Así que está claro que ayudan: “Yo no he contagiado a nadie”, apunta Corell, que dio positivo en esta quinta ola tras estar vacunado.

“Los vacunados tienen una enfermedad más leve, menos sintomática y menos duradera, así que probablemente infecten menos, pero no se trata de que las vacunas eliminen el virus, ni siquiera la carga viral”, resume el presidente de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), Marcos López Hoyos. En estas circunstancias, cualquier intento de calcular dónde está el umbral de la inmunidad colectiva se convierte en una quimera. Los expertos consideran que lo importante es vacunar al mayor número de gente posible para evitar los casos graves, al margen de que se llegue a alcanzar o no ese escudo de protección para los no vacunados.

Aunque las vacunas hubieran cortado la transmisión, no son eficaces al 100%

Por otra parte, el cálculo inicial de la inmunidad de grupo para el covid ya no sirve porque el R0 ha cambiado. “La cantidad de personas a las que contagia un positivo ha variado mucho con el tiempo e incluso entre países, pero se estimaba que el número reproductivo sería 3. Con esa cifra, el cálculo de la inmunidad de grupo se sitúa exactamente en un 66,6%. Por eso, se habló del 70% de la población”, explica el inmunólogo de la Universidad de Valladolid.

En efecto, el umbral para alcanzar la inmunidad colectiva está directamente relacionado con la contagiosidad, por eso varía entre unas enfermedades y otras. Así, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), alcanzarla frente a un virus extremadamente contagioso, como el del sarampión, requiere tener vacunado a un 95% de la población. Para la poliomielitis, el umbral llega al 80%. Sin embargo, conocer el dato en el caso de una enfermedad nueva, como el covid, y con diversas vacunas recién salidas de los laboratorios era, ya desde el principio, un ejercicio bastante especulativo. A eso hay que añadir que el cálculo del 70%, aunque hubiera sido correcto, ya se ha quedado obsoleto por varios motivos.

Foto: Una joven se vacuna en Murcia. (EFE)

Algunos son pequeños detalles que situarían el verdadero umbral un poco más arriba. Por ejemplo, aunque las vacunas hubieran cortado la transmisión, no son eficaces al 100%, así que “habría que incluir un factor de corrección” en el cálculo. Otro matiz es la duración de la inmunidad que otorgan. “Probablemente, va a ser una inmunidad larga, pero ya estamos viendo fisuras en personas que por edad, por genética o por inmunosupresión debida a tratamientos médicos tienen menores defensas frente al virus”, explica el experto, “incluso hay reinfecciones”.

Las variantes lo cambiaron todo

Sin embargo, el factor más importante a la hora de recalcular el porcentaje necesario para la inmunidad colectiva es que el virus de Wuhan ha dejado paso a nuevas variantes. Las estimaciones de la R0 de la variante delta se mueven entre el seis y el 10, al menos el doble que el coronavirus original, de manera que el umbral para conseguir la inmunidad de rebaño se dispararía. Además, la cantidad de virus que porta un infectado es mucho mayor. La cifra del 70% “es una estimación que se hizo con la variante original y claramente la delta tiene una mayor transmisibilidad, así que hay que revisar ese porcentaje y subirlo”, apunta Marcos López Hoyos.

De hecho, el director del Centro de Vacunas de Oxford, Andrew Pollard, uno de los artífices de la vacuna de AstraZeneca, advirtió hace unos días de que la variante delta hace imposible la inmunidad de grupo. Según explicó, el SARS-CoV-2 “continuará infectando a las personas que se han vacunado, y eso significa que cualquiera que todavía no se haya vacunado se encontrará con el virus en algún momento". Por lo tanto, en su opinión, los programas de vacunación no deben centrarse en alcanzar ese objetivo.

placeholder Vacunación de adolescentes en Santiago de Compostela. (EFE)
Vacunación de adolescentes en Santiago de Compostela. (EFE)

El epidemiólogo Joan Carles March, exdirector de la Escuela Andaluza de Salud Pública, afirma que desde que se calculó el 70% han pasado tres cosas importantes: “Vino la variante británica, que se transmitía con mayor facilidad; después llegó la delta, más contagiosa aún, y, además, hemos ampliado la población que hay que vacunar para incluir a todos los mayores de 12 años”. Todos estos factores implican que la verdadera cifra oscilaría ahora entre el 85% y el 90%, pero esto, “en la práctica, es como decir que el objetivo es vacunar a todo el mundo”.

De hecho, algunos expertos rechazan la idea de seguir dando cifras. “Si aplicas todas las correcciones a la cifra inicial que se fijó para la inmunidad de rebaño, superas el 100%”, señala Corell. Por eso, “no tiene sentido hablar de inmunidad colectiva en este momento, no la vamos a alcanzar porque no vamos a conseguir parar la transmisión”, y más allá de todos estos cálculos, la razón más importante es la primera, que “ninguna de las vacunas esteriliza”, insiste.

Por qué hay que renovar la estrategia

En realidad, “este virus nunca ha sido erradicable”, afirma el experto. En primer lugar, porque hay asintomáticos que pueden contagiar a otras personas sin ser conscientes de ello. En segundo lugar, porque ya se ha demostrado que hay reservorios animales: el ser humano puede contagiar animales como los visones, donde el SARS-CoV-2 puede mutar y regresar de nuevo a las personas.

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Foto: EFE.

Este panorama implica que “hay que tender a vivir con él de un modo más tranquilo” y las vacunas lo hacen posible. De hecho, “yo solo tuve un catarrito”, apunta el catedrático de la Universidad de Valladolid. “El problema es que nos hemos obcecado en conseguir ese número”, afirma en referencia al famoso 70%, y eso está derivando en actuaciones que, desde su punto de vista, no tienen sentido, como vacunar doble a las personas que han pasado la enfermedad, reducir los plazos para poner la vacuna a quienes han tenido el covid o pensar en una tercera dosis generalizada. “Todo eso es absurdo”, asegura.

En este sentido, March considera que la recta final de la campaña de vacunación debería implicar nuevas acciones para alcanzar al mayor número de gente posible. “Hasta ahora, nos han dado información sobre los sitios y las horas para vacunarnos. Esa información hay que trabajarla de forma diferente, la estrategia de vacunación ya no puede ser tan masiva, porque ahora se trata de llegar a personas que no quieren vacunarse o que no lo han hecho por las razones que sean, y va a costar mucho más llegar hasta ellas”, explica.

"Sirven más para favorecer la vacunación que para evitar contagios"

Al igual que el concepto de inmunidad de grupo era muy confuso desde el principio, los expertos creen que ahora tampoco se está difundiendo correctamente cuál es el verdadero sentido de medidas como los certificados de vacunación, que se están planteando como requisito para acceder a determinados recintos o eventos, especialmente en algunos países europeos. “En realidad, sirven más para favorecer la vacunación que para evitar contagios, está claro que contribuyen a disminuir esa posibilidad, pero no la eliminan”, advierte el epidemiólogo.

Si las esperanzas puestas en la inmunidad colectiva pinchan en España, que lidera las cifras mundiales de vacunación, ¿qué sucede en el resto del mundo? La baja protección que hay en otros países, por falta de acceso a la vacuna o porque no ha calado la necesidad de vacunarse, es otra cuestión que incide aún más en la imposibilidad de acabar con el virus y que preocupa a los científicos. “Se van a producir muchas infecciones y pueden aparecer variantes que a la larga podrían dar problemas, de verdad, en cuanto a la protección de las vacunas”, recuerda López Hoyos. Por eso, los expertos creen que hay que ser prácticos: “Dejémonos de hablar de rebaños, lo que hay que hacer es vacunar cuanto más mejor, sin fijarnos en cifras”.

Un concepto del ámbito de la epidemiología se hizo popular nada más comenzar la pandemia. Frente a los confinamientos, algunos expertos apostaban por dejar que el coronavirus circulara entre la población hasta alcanzar la inmunidad de grupo o inmunidad de rebaño: cuando muchas personas hubieran pasado la enfermedad, el virus dejaría de transmitirse. Igual que el fuego no puede avanzar en un terreno ya quemado, el SARS-CoV-2 lo tendría más difícil sin personas nuevas a las que infectar. Aunque algunos países barajaron esa posibilidad, especialmente el Reino Unido y Suecia, la letalidad del covid la hizo insostenible, puesto que iba a costar la vida de cientos de miles o millones de personas.

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