El frío agudiza la pandemia, y no solo por hacernos pasar más tiempo en interiores
Las bajas temperaturas influyen en los mecanismos fisiológicos que emplea el sistema inmunitario para combatir los virus
Casi de forma intuitiva, asociamos las bajas temperaturas a los resfriados, los catarros, las gripes y otras enfermedades respiratorias. Sin embargo, no enfermamos por 'coger frío', sino por la presencia de un agente patógeno, virus o bacterias que colonizan nuestro organismo. Es cierto que ocurre con mucha mayor frecuencia en invierno, pero se debe a la circulación de los microorganismos que propician nuestros hábitos de vida: cuando hace frío, pasamos más tiempo en interiores y ventilamos menos. Casas, colegios, trabajos y bares se convierten en lugares de transmisión.
Por eso, los epidemiólogos alertaron desde el principio de que lo peor de la pandemia podía llegar en otoño y en invierno. No sabían si el coronavirus podía verse afectado por las temperaturas, pero sí nuestros hábitos, que iban a favorecer los contagios. En cualquier caso, ¿el frío en sí mismo tiene alguna influencia en la pandemia? Razones víricas y fisiológicas parecen indicar que sí y, aunque sea un elemento secundario frente a los contactos sociales, puede tener su papel en esta tragedia.
“Evidentemente, el frío no es un agente causal. Las infecciones del aparato respiratorio están provocadas por microorganismos y, en su ausencia, no hay enfermedades del tracto respiratorio”, aclara a Teknautas Rafael Sirera Pérez, catedrático de Biología Celular en la Universidad Politécnica de Valencia (UPV). Siempre es una persona enferma la que disemina el microorganismo en un ambiente cerrado y de proximidad con otras, lo que ocurre es que, por factores ambientales e inmunológicos, somos más vulnerables a la acción de los virus en condiciones de bajas temperaturas.
La primera clave está en la inhalación de aire. Tanto el SARS-CoV-2 como otros virus utilizan las vías respiratorias para invadir el cuerpo humano, pero ahí la nariz tiene una función muy importante: calienta el aire que respiramos gracias a los vasos sanguíneos de la mucosa, lo humedece con vapor de agua e impide la entrada de microorganismos y otras partículas a través del epitelio ciliado. Sin embargo, todo se complica si entra aire frío, porque reseca el tracto respiratorio y hace que sea más vulnerable a los virus, explica Sirera.
“El frío favorece los mecanismos de entrada”, explica el investigador Ignacio Molina, catedrático de Inmunología de la Universidad de Granada (UGR). Este fenómeno “es muy común en los virus respiratorios” y, por lo tanto, es muy probable que también suceda en el caso del coronavirus. Entre otras cosas, se explica porque las bajas temperaturas alteran los epitelios nasales, especialmente porque el frío provoca sequedad. Además, en estas circunstancias, se generan sustancias proinflamatorias y, si persisten, pueden provocar lesiones epiteliales que favorezcan aún más la penetración de los microorganismos.
A partir de ahí, varios problemas fisiológicos redundan para favorecer la infección. “Cuando hace frío, nuestro cuerpo tiende a evitar pérdidas de calor corporal y para eso hay que cerrar el paso de los vasos sanguíneos a las zonas más expuestas”, señala el experto de la UPV. “Esa vasoconstricción dificulta la llegada de los glóbulos blancos de la sangre que nos protegen de las infecciones, precisamente, a los tejidos que están siendo colonizados por microorganismos”, añade.
Otro mecanismo que se ve alterado por el frío es la producción de interferones —proteínas que sirven para activar las defensas antivirales—, que disminuye en estas células que están sufriendo en esas condiciones más frías y resecas. “Es lo que sucede en el epitelio respiratorio y que se ha cuantificado muy bien en animales de experimentación”, comenta Sirera. Como su nombre indica, los interferones “interfieren en la replicación viral”, así que juegan un papel primordial. Si no están presentes en la cantidad suficiente, los microorganismos invasores lo tienen más fácil. La importancia de estas proteínas en el covid también está demostrada: según un trabajo publicado en ‘Science’: en el 10% de los casos graves, los pacientes producen autoanticuerpos contra los interferones.
Según el biólogo de la UPV, hay otro factor que contribuye a distraer aún más nuestras defensas: la contaminación por partículas. Normalmente, “la eliminamos del aparato respiratorio a través de los macrófagos”, un tipo de glóbulos blancos que “también nos defienden de los microorganismos que nos invaden, pero si se están dedicando a una cosa, no pueden dedicarse a otra”. Aunque la contaminación no está directamente relacionada con el frío, los anticiclones invernales favorecen los peores episodios en las grandes ciudades, que sufren las clásicas ‘boinas’.
Asimismo, otro elemento que podría alterar la capacidad de nuestro sistema inmunitario para defenderse de los virus en el invierno es la vitamina D. Su carencia “puede agravar la susceptibilidad a padecer enfermedades infecciosas”, apunta Sirera, teniendo en cuenta que necesitamos tomar el sol para sintetizarla, a través de los rayos ultravioleta. “La vitamina D es importante en el contexto general de la respuesta inmune, pero en España tenemos un sorprendente déficit todo el año a pesar de la gran cantidad de horas de sol que disfrutamos”, apunta Molina. No obstante, “esto sucede todo el año”, por lo que no cree que el sistema inmunitario esté especialmente debilitado en esta época.
¿Le afecta al propio virus?
Al margen de la respuesta de nuestro propio organismo, una duda que aún está por despejar completamente es si la temperatura o algún otro factor ambiental afectan al SARS-CoV-2, ya que hay estudios contradictorios al respecto. “Está claro que no tiene un factor estacional tan marcado como la gripe o como los cuatro tipos de coronavirus que ya conocíamos y que producen un 20% de los resfriados”, indica el experto de la UGR.
De hecho, la mayor parte de los catarros están provocados por rinovirus y un estudio publicado en la revista ‘PNAS’ en 2015 mostró cómo el éxito de este tipo de microorganismos sí se puede vincular claramente con las bajas temperatura. Al menos, según ese estudio, se reproducen mejor en el ambiente más frío de la zona nasal que en los pulmones, donde además la respuesta antiviral es más efectiva.
Al margen de que la transmisión de todos estos virus respiratorios también depende del comportamiento humano, el carácter seco del aire invernal es otro factor muy relevante. “Los aerosoles que llevan el virus están más tiempo flotando, así que estamos más tiempo expuestos. En cambio, cuando hay mucha humedad, tienen tendencia a caer y el tiempo que flotan en el ambiente es menor”, comenta Molina.
No obstante, el hecho de que la pandemia se haya propagado casi por igual en distintos países y en distintas estaciones del año parece indicar que este tipo de cuestiones, al menos en el caso del SARS-CoV-2 y en el nivel de transmisión en que estamos, son secundarias. “Una cosa es que a algunos virus el frío no les venga mal y otra es que en ambientes cálidos no puedan sobrevivir”, apunta Sirera. Por comparación, el virus de la gripe es mucho más sensible a este y otros factores: “Nos azota temporada tras temporada, pero desde principios de 2020 casi ha desaparecido del planeta. Eso no significa que no vuelva a aparecer cuando nos relajemos, pero las medidas de higiene, como lavar las manos y usar mascarilla, han reducido drásticamente las infecciones”.
En cualquier caso, las peores cifras del covid están llegando en pleno invierno. ¿Es casualidad o realmente el frío tiene una gran influencia en la evolución de la pandemia? Los expertos se inclinan por pensar que es escasa frente a otras razones de mayor peso. “Aunque el frío puede contribuir, lo más importante es el comportamiento humano. Si no contenemos esta ola con medidas profilácticas, el frío es un factor más que agudiza el problema”, apunta el investigador del UPV.
“Los gráficos hablan por sí solos y, más que tercera ola, lo que pasa es que nunca controlamos la segunda. Se habían tomado medidas, pero se quitaron en diciembre cuando la incidencia todavía era altísima y se nos fue de las manos. Ese es el principal factor, porque a partir de ahí la diseminación del virus ha sido explosiva”, opina Molina. Factores como el frío “contribuyen, pero son secundarios”.
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Casi de forma intuitiva, asociamos las bajas temperaturas a los resfriados, los catarros, las gripes y otras enfermedades respiratorias. Sin embargo, no enfermamos por 'coger frío', sino por la presencia de un agente patógeno, virus o bacterias que colonizan nuestro organismo. Es cierto que ocurre con mucha mayor frecuencia en invierno, pero se debe a la circulación de los microorganismos que propician nuestros hábitos de vida: cuando hace frío, pasamos más tiempo en interiores y ventilamos menos. Casas, colegios, trabajos y bares se convierten en lugares de transmisión.
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