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La tragedia de la ola de frío: así disparan la mortalidad las temperaturas extremas
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Los lugares menos preparados para el frío

La tragedia de la ola de frío: así disparan la mortalidad las temperaturas extremas

Las temperaturas gélidas tienen un impacto en la salud que notan especialmente las personas mayores y las más vulnerables. Sin embargo, se pasa más frío donde menos cabría esperarlo

Foto: Un vecino manipula un generador para intentar calentar su casa en el asentamiento de la Cañada Real (Madrid). (EFE)
Un vecino manipula un generador para intentar calentar su casa en el asentamiento de la Cañada Real (Madrid). (EFE)

“No puedo poner la calefacción porque consume mucho, no enciendo ni el calentador para ducharme”, lamenta Sonia. Tiene 68 años, vive sola en Hospitalet de Llobregat (Barcelona) y sufre el frío inusual de estos días. Tan cerca del Mediterráneo, no está acostumbrada a los 0 ºC ni a los -5 ºC de sensación térmica de estas noches, así que hasta para comer se mete en la cama para poder taparse y mantener el calor. Su situación económica no le deja muchas alternativas: “Soy una persona jubilada, solo cobro 670 euros y pago 600 de alquiler”, asegura.

Por suerte, no tiene grandes problemas de salud, salvo lumbago, pero teme que el frío la afecte: “Tengo dolores y un día no me pude ni levantar”. A falta de ayudas sociales, que está intentando tramitar sin éxito, su desesperación la ha llevado incluso a mandarle una carta al presidente del Gobierno, pero no ha obtenido respuesta. “Dicen que ayudan, pero todo es mentira, al menos para mí”.

Foto: Evolución de las temperaturas en las últimas horas. (Windy)

“Ahora mismo, el 90% de las personas que atendemos en Hospitalet no tienen calefacción o no la usan y lo están pasando muy mal”, comenta Fernando Alegría, coordinador de Energía Justa, un programa impulsado por la Asociación Bienestar y Desarrollo ABD y Ecoserveis. Su trabajo consiste en ayudar a personas del área metropolitana de Barcelona como Sonia para que contraten mejores tarifas o pidan el bono social. Mientras, ve cómo los más vulnerables ven comprometida su salud por esta situación, especialmente las personas mayores.

“Las casas son una nevera, la gente está más expuesta a enfermedades pulmonares y en esta situación de pandemia no tiene otras alternativas, como ir a una biblioteca o a un local comunitario del barrio”, denuncia. Al cóctel no le falta ningún ingrediente dramático: personas sin ingresos por las consecuencias económicas del covid, una espectacular subida de las tarifas eléctricas y una ola de frío inédita en las últimas décadas.

placeholder Un hombre quita la nieve helada de las escaleras en la ciudad de Teruel, que sufre los efectos del temporal Filomena. (EFE)
Un hombre quita la nieve helada de las escaleras en la ciudad de Teruel, que sufre los efectos del temporal Filomena. (EFE)

Aún así, todavía podemos añadir un aspecto bastante desconocido: las olas de frío incrementan la mortalidad de manera muy significativa. España registra 3,48 muertos cada día que se registra una ola de frío, según un estudio del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII). Este análisis publicado en 2016 recoge los datos de una década (2000-2009) en la que los investigadores llegaron a identificar 3.006 días gélidos, de manera que llegaron a atribuir a las bajas temperaturas un total de 10.460 muertes.

Esta cifra es inferior a la de muertes por ola de calor durante el mismo periodo, que se elevó a 13.119, pero el número de días extremadamente cálidos es superior (4.373), de manera que los investigadores afirman que “las olas de frío causan alrededor de un 20% más de mortalidad” que el fenómeno contrario, según explica Julio Díaz Jiménez, científico del grupo de investigación Salud y Medio Ambiente Urbano (GISMAU) del ISCIII.

En una investigación publicada el pasado mes de diciembre en la revista ‘Science of the Total Environment’, este experto y su equipo analizan el impacto del frío en la mortalidad de 17 distritos de Madrid, y encuentran pruebas de que se elevó claramente en nueve de ellos, con datos de entre 2010 y 2013. Este incremento de los fallecimientos está relacionado con un mayor porcentaje de viviendas sin sistemas de calefacción y con la población mayor de 65 años. “Los más vulnerables siempre son los más pobres, se dice que mata más el código postal que el código genético, y es cierto, el nivel de renta es clave”, asegura Díaz.

Peor cuanta mayor temperatura media

No obstante, Madrid no es una de las ciudades más frías de España, ni mucho menos. ¿Significa eso que el problema del frío tiene un impacto mucho mayor en Burgos o en Estocolmo? Curiosamente, la respuesta es que no. Hace años un estudio publicado en ‘The Lancet’ analizó la mortalidad atribuible al frío en distintas capitales europeas y demostró que en realidad se pasa más frío donde menos cabría esperarlo. “Cuando la temperatura en Estocolmo era de -20 ºC, la temperatura en el interior de las casas era de 20 grados positivos. Sin embargo, si en Atenas había una temperatura de 5 ºC, dentro de las casas solo había 12 ºC, es decir, ocho grados menos que en Estocolmo”, destaca el experto.

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Foto: Sergio Beleña.

Del mismo modo, las muertes atribuibles a las olas de frío en las capitales españolas en la década que analizaron los investigadores del ISCIII pueden llegar a sorprender: el mayor número se registró en Badajoz (634), seguida de Sevilla (593), Madrid (568) y Málaga (565). Esto quiere decir que los lugares donde suele haber mayor temperatura media no están adaptados al frío.

Sucede lo mismo al contrario: “A la ola de calor de 2003 se le atribuyen 6.600 muertes en España”, comenta Díaz. “Las temperaturas más altas se registraron en Sevilla y en Córdoba, pero la mayor parte de los fallecimientos no se registraron allí, sino en el norte y en zonas de costa, por ejemplo, Asturias, Lleida o Palma de Mallorca”, destaca.

Por eso, el grupo GISMAU incluyó en su estudio de 2016 un cálculo de la temperatura a partir de la cual se dispara la mortalidad por frío en cada una de las capitales de provincia, lógicamente, eliminando otras variables que pudieran influir. Los resultados son muy dispares: en Ávila es de -10 ºC; en Madrid, -2 ºC; en Barcelona, 0 ºC; en Almería, 6 ºC. Por lo tanto, el umbral de “ola de frío” es muy diferente en cada ciudad y por eso, ante la misma temperatura, el problema puede ser mucho más grave en Hospitalet que en Vitoria.

Además, no se trata de un problema estático, sino que probablemente evolucionará con el cambio climático. “Dentro de 10 años, seguramente consideremos que en Madrid hay ola de frío con -1 ºC, porque será muy raro que lleguemos a -2 ºC. Eso quiere decir que habrá una adaptación fisiológica”, señala el investigador.

Así mata el frío

No obstante, ¿cuál es la causa última de la muerte? En realidad, muy poca gente sufre hipotermias y, por lo tanto, un fallecimiento estrictamente atribuible al frío. Sin embargo, las bajas temperaturas desatan otros mecanismos biológicos que están bien estudiados y que suelen agravar patologías preexistentes, sobre todo cardiovasculares y respiratorias. Así, el frío aumenta el fibrinógeno (una proteína que es responsable de la formación de los coágulos de sangre) y la agregación plaquetaria. En definitiva, incrementa la densidad de la sangre y es más probable sufrir un problema cardiovascular.

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Foto: EFE.

A nivel respiratorio, aumenta la transmisión de las enfermedades infecciosas, incluyendo neumonía. Por ejemplo, “ahora con el covid la gente se queda en su casa y no abre la ventana”, advierte el experto. El resultado es que “hay más virus circulantes, más exposición y más contagio; pero sucede lo mismo con otras enfermedades, como la gripe”.

En este aspecto, el efecto de las olas de frío se deja sentir con un cierto retardo. “El efecto del calor es inmediato. Si sube la temperatura, se refleja ese mismo día en la mortalidad y hasta dos o tres días después. Sin embargo, el efecto del frío se nota al cabo de una semana o de 15 días. Es más silencioso y, a largo plazo, creo que esto también hace que se tomen menos medidas ante el frío que ante el calor”, señala.

Falta prevención

Curiosamente, a pesar de que las temperaturas medias no dejan de subir (2020 fue el año más caluroso en España, por delante de 2017) el efecto del calor sobre la mortalidad ha disminuido en las últimas décadas. Cada grado de aumento por encima del límite en el que empieza una ola de calor llegó a incrementar la mortalidad un 14% en los años 80, según las estadísticas que elabora el grupo GISMAU, mientras que ahora se ha reducido al 2%. En cambio, las estadísticas de las olas de frío se han mantenido constantes desde hace años, en torno al 5% o 6% de incremento de la mortalidad por cada grado que baja del límite.

El frío aumenta el fibrinógeno, es decir, incrementa la densidad de la sangre y es más probable sufrir un problema cardiovascular

“Han mejorado el sistema sanitario, las condiciones socioeconómicas y las infraestructuras, pero lo que marca la diferencia entre el frío y el calor son los planes de prevención”, asegura Díaz. Las campañas han conseguido que la población interiorice una “cultura del calor”, de manera que “sabemos que el calor puede matar, que los mayores de 65 años tienen que estar hidratados y que no pueden salir a mitad del día a dar un paseo y ponerse al sol”. Esa educación ambiental “hay que exportarla al frío”, asegura. Aunque algunas comunidades ya han desarrollado sus propias medidas, falta un plan de prevención estatal.

El hecho de que no haya llegado hasta ahora también tiene que ver con una idea errónea de lo que significa el cambio climático: “Ahora mismo me asomo a la ventana y veo medio metro de nieve por todas partes”, explica Díaz desde su despacho de Madrid. “La temperatura no sube de forma lineal en el cambio climático, sube en forma de dientes de sierra, así que alterna de calor y frío. Cada vez serán más frecuentes e intensas las olas de calor, pero las olas de frío no van a desaparecer”, advierte.

El problema es que a medida que nos adaptamos al calor perdemos parte de nuestra adaptación al frío. Así que el previsible aumento de los fenómenos meteorológicos extremos es muy mala noticia desde el punto de vista de la salud. Sobre todo cuando no hay recursos. La clave podría estar, opina el experto, en otro tipo de adaptación: “Deberíamos hacer que las casas cumplan ciertos requisitos en cuanto a eficiencia energética, que la rehabilitación de los edificios consiga que la dependencia de aparatos de calefacción o de aire acondicionado sea la mínima posible”.

“No puedo poner la calefacción porque consume mucho, no enciendo ni el calentador para ducharme”, lamenta Sonia. Tiene 68 años, vive sola en Hospitalet de Llobregat (Barcelona) y sufre el frío inusual de estos días. Tan cerca del Mediterráneo, no está acostumbrada a los 0 ºC ni a los -5 ºC de sensación térmica de estas noches, así que hasta para comer se mete en la cama para poder taparse y mantener el calor. Su situación económica no le deja muchas alternativas: “Soy una persona jubilada, solo cobro 670 euros y pago 600 de alquiler”, asegura.

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