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Algo se ha roto en Alemania (y esta vez la extrema derecha no tiene nada que ver)
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Nace el partido de Sahra Wagenknecht

Algo se ha roto en Alemania (y esta vez la extrema derecha no tiene nada que ver)

La crisis dentro de la izquierda alemana tras la salida de Sahra Wagenknecht ahonda en la atomización de los partidos, el rechazo al centro político y la polarización del país

Foto: Sahra Wagenknecht, en mayo de 2022. (REUTERS / Annegrey Hilse)
Sahra Wagenknecht, en mayo de 2022. (REUTERS / Annegrey Hilse)

Una de las frases más repetidas por los analistas políticos es que al votante alemán no le gustan los experimentos. La hiperinflación de la década de 1920, el ascenso nazi o la partición en dos Alemanias fueron acontecimientos traumáticos de los que, se supone, la sociedad había aprendido la lección. Mejor no arriesgarse y optar por lo viejo y conocido. La idea la explotó Angela Merkel durante sus 16 años de Gobierno, pero venía de lejos. Su partido, la Unión Democrática Cristiana (CDU), ya hizo campaña en 1957 con el lema: "Sin experimentos".

El anhelo alemán por la estabilidad parece haberse evaporado. El nivel récord de intención de voto para la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AFD), que supera el 20%, es buena prueba de ello. Y mientras los partidos de la coalición de Gobierno (socialdemócratas, verdes y liberales) se hunden en las encuestas, la izquierda también se adentra en un campo desconocido.

Ese terreno está ahora dominado por Sahra Wagenknecht, una de las caras más mediáticas de los poscomunistas de Die Linke y que abandona su partido para crear el suyo propio a finales de este año. "Se trata de un experimento político que puede sacudir el sistema de partidos alemán", afirma el politólogo Benjamin Höhne, de la Universidad de Münster. "Nunca ha habido en la República Federal de Alemania un partido de izquierdas que defienda posiciones estrictamente conservadoras en la dimensión sociopolítica", añade.

"Populista", "conservadora", "izquierdista", "nacionalista". A Sahra Wagenknecht le llueven una serie de adjetivos que solo podrían encuadrarse dentro del difuso término de rojipardismo. Por ahora solo ha presentado oficialmente una organización que lleva su nombre y con la que ya busca donaciones, pero el momento elegido no podría ser mejor. El partido se dispone a hacer su debut poco después de dos elecciones regionales, Hesse y Baviera, donde los partidos tradicionales han sufrido el enésimo descalabro. Su objetivo es presentarse a las elecciones europeas de junio del año que viene, para los que solo se necesita una única lista.

Su iniciativa es nueva, pero Sahra Wagenknecht es una vieja conocida de la política alemana. Ocupó cargos de dirección en Die Linke y, posteriormente, fue una voz disidente de las posturas oficiales del partido. Durante la pandemia se convirtió en una figura polémica por sus críticas a las políticas de confinamiento y vacunación. Es habitual de los platós de televisión y tiene una fuerte presencia en las redes sociales (su canal de YouTube suma 666.000 abonados). Desde estos medios ya difundía sus mensajes contra la "cultura de la cancelación", la migración o el ecologismo. Ahora, con su plataforma, quiere hacer bandera del "sentido común y la justicia".

Foto: Centro de refugiados a las afueras del aeropuerto de Berlín-Tegel. (Getty/Maja Hitij)

Culpa a la "migración no regulada" de empeorar problemas estructurales, como la falta de recursos en las escuelas o el encarecimiento de la vivienda. Y denuncia "el activismo ecológico ciego y sin plan" de ciertos sectores como causa de los males de la industria alemana. ¿Las propuestas de esta política de izquierdas? Una frase que podría firmar cualquier partido. "Una política que se esfuerce en ofrecer más perspectivas en los países de origen", y una receta liberal: "el desarrollo de tecnologías innovadoras para una economía del futuro que sea neutra a nivel climático".

Los críticos también señalan sus ideas sobre política exterior para situarla próxima a posiciones de extrema derecha. Wagenknecht siempre ha criticado las sanciones a Moscú, ya desde las impuestas por la anexión de Crimea en 2014. Ahora pide que se vuelva a importar gas y petróleo desde Rusia cuanto antes, tal y como pide la AFD. Alexander Gauland, uno de los pesos pesados de la formación ultra, decía en el Bundestag: “Wagenknecht tiene razón, hay que detener la guerra económica contra Rusia".

Por último, la exdirigente izquierdista también coloca la desigualdad económica como una prioridad. Durante la presentación de su proyecto, estuvo acompañada por Ralph Suikat, un exitoso empresario informático que aboga por un aumento de los impuestos a los más ricos. "Básicamente, la plataforma de Sahra Wagenknecht quiere defender la justicia social solo en el pequeño espacio del Estado-nación", sostiene el politólogo Benjamin Höhne. "Y busca ganarse a gente que tiene una inclinación positiva hacia Rusia, que tienen algo que ver con historias conspirativas, que está distanciada de la democracia estatal y, sobre todo, que tiene problemas con las políticas migratorias de este Gobierno federal y de los anteriores".

Apoyo popular

Su presentación levantó un gran revuelo mediático. Ahora muchos se preguntan cuánto apoyo puede sumar realmente y si será capaz de robarle votos a la extrema derecha. Según una encuesta publicada por el diario sensacionalista Bild, hasta el 27% de los preguntados se podría imaginar votando a un partido liderado por Sahra Wagenknecht.

La cifra disparó todo tipo de especulaciones. El mismo periódico también incluyó en su última encuesta dominical la misma pregunta, pero refiriéndose específicamente a un supuesto partido liderado por la política. El 12% de los alemanes votaría por ella, apenas medio punto porcentual por detrás de los Verdes.

Sin embargo, algunos expertos recomiendan no sacar conclusiones precipitadas, sobre todo con un partido que todavía no existe. "Lo que ocurre con el llamado potencial es que se trata de una cifra ficticia. Antes de una elección, ese potencial no sirve para nada, pero los institutos demoscópicos ganan dinero", señala Gero Neugebauer, politólogo de la Universidad Libre de Berlín.

Un 12% de alemanes votaría por Wagenknecht

Se estima que Wagenknecht podría ejercer una especial atracción entre los votantes del este del país, en los estados federados que formaron parte de la comunista República Democrática de Alemania. Allí es donde la AFD tiene mayor fuerza y donde los ciudadanos se sienten más abandonados por el Estado. Para convencerlos, eso sí, la política tendrá que sobreponerse al hecho de que ni ella ni ninguno de los otros nueve diputados federales que han abandonado el partido de Die Linke para sumarse a su futura formación proceden de la antigua Alemania Oriental.

Este no es el primer intento de Sahra Wagenknecht de romper con los poscomunistas para poner en marcha un proyecto de marcado carácter personalista. En 2018, cuando la tensión con su partido por el tema migratorio ya despuntaba, Wagenknecht lanzó un movimiento denominado Aufstehen (En pie). Finalmente, el proyecto acabó diluyéndose hasta hundirse en la irrelevancia. Pero la Alemania de hoy no es la misma que la de hace cinco años.

"Los lazos de la sociedad con los viejos partidos mayoritarios se debilitan cada vez más. Esto abre un espacio para nuevas formaciones políticas. Al mismo tiempo, ha habido y sigue habiendo muchas crisis importantes, como la del coronavirus y, actualmente, la guerra de Ucrania y sus efectos colaterales, como la inflación y los refugiados", considera el politólogo Benjamin Höhne.

Los partidos tradicionales de Alemania, el país que se enorgullecía de ser sinónimo de estabilidad, aburrimiento y previsión, ya no son capaces de dar respuestas a esas angustias. Según Neugebauer, de la Universidad Libre de Berlín, "los partidos de centro deben reforzar la confianza en la cultura política democrática asumiendo los problemas reales de los ciudadanos, comunicándoles las dificultades e implicándolos en las soluciones". Lo complicado es hacerlo cuando cada vez más votantes creen que los políticos han perdido el contacto con la realidad de sus ciudadanos.

Una de las frases más repetidas por los analistas políticos es que al votante alemán no le gustan los experimentos. La hiperinflación de la década de 1920, el ascenso nazi o la partición en dos Alemanias fueron acontecimientos traumáticos de los que, se supone, la sociedad había aprendido la lección. Mejor no arriesgarse y optar por lo viejo y conocido. La idea la explotó Angela Merkel durante sus 16 años de Gobierno, pero venía de lejos. Su partido, la Unión Democrática Cristiana (CDU), ya hizo campaña en 1957 con el lema: "Sin experimentos".

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