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Los tentáculos del espionaje ruso en Berlín llegaron mucho más lejos de lo que creíamos
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La telaraña sobre Alemania

Los tentáculos del espionaje ruso en Berlín llegaron mucho más lejos de lo que creíamos

El descubrimiento de un agente ruso infiltrado en la Inteligencia germana demuestra la intención de Putin de desestabilizar la locomotora europea de ayudas hacia Ucrania

Foto: Las agencias de Inteligencia alemanas asisten a una sesión del Comité de Control Parlamentario. (EFE/Felipe Trueba)
Las agencias de Inteligencia alemanas asisten a una sesión del Comité de Control Parlamentario. (EFE/Felipe Trueba)

Las redes del Kremlin en Alemania se las puede uno imaginar bastante bien como una telaraña, una palabra que usó alguna vez un embajador ucraniano en Berlín para referirse a los vínculos más problemáticos entre su país de acogida y la Rusia de Putin.

En esas redes hay de todo. Desde espías que fingen ser diplomáticos o agentes ilegales que viven desde hace décadas infiltrados en el país, hasta supuestos ciudadanos intachables con acceso a los círculos de poder que hacen un paciente trabajo de lobby a favor de los intereses del Kremlin; e incluso asesinos a sueldo capaces de ejecutar a alguien por encargo de Moscú.

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Suena a una trama tremebunda digna de The Americans —la serie de ficción estadounidense sobre el refinado espionaje soviético en tiempos de la Guerra Fría—, pero todo esto ha ocurrido en Alemania durante las últimas dos décadas. En 2019, por ejemplo, fue asesinado en un parque berlinés Zelimkhan Khangoshvili, un refugiado georgiano que luchó contra Rusia en Chechenia. La Justicia germana condenó el año pasado a un agente de la Inteligencia rusa por el asesinato y habló de "terrorismo estatal". Ya tiempo atrás, en 2011, las autoridades habían detenido a una pareja de espías rusos que vivían bajo identidad falsa, como un supuesto matrimonio de nacionalidad austriaca conformado por Andreas y Heidrun Anschlag, desde hacía 20 años en Alemania.

La potencia europea, en la mira

Mucho indica que Rusia ha dedicado desde hace bastante tiempo buena parte sus esfuerzos a vigilar e infiltrar a la primera economía de la UE. La guerra en Ucrania ha terminado de mostrar que el Estado autoritario erigido por Vladímir Putin en las últimas décadas se alimentaba de un resentimiento revanchista frente a Occidente y que buena parte de esa inquina se dirigía también hacia Alemania. Pese a la amistad que supuestamente tanto Moscú como Berlín buscaban construir tras el final de la Guerra Fría.

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"Rusia es conocida desde hace tiempo como un actor agresivo, con motivaciones y medios desleales, y un modus operandi complejo", advertía en octubre el presidente de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución de Alemania, Thomas Haldenwang. Dos meses después, un escándalo mostraba además que la propia contrainteligencia germana suele estar en aprietos cuando se trata de hacer frente a esa agresividad rusa. A mediados de diciembre, las autoridades arrestaron a Carsten L., un funcionario del Servicio Federal de Inteligencia alemán (BND), acusado de trabajar para el Kremlin como agente doble.

Un antiguo espía que conoce bien Alemania

Casos como estos indican que Moscú está centrando esfuerzos en desestabilizar el país, resultado de un cálculo evidente: sin Alemania, que es el segundo mayor donante de fondos para Kiev, el crucial apoyo europeo a Ucrania se resquebrajaría. En una reciente investigación, la agencia Reuters recopiló detalles sobre ese modus operandi de Putin, posiblemente el espía eslavo más famoso en actuar en suelo germano (el actual presidente ruso estuvo destacado en Dresde, en Alemania Oriental, como agente del KGB soviético entre 1985 y 1990).

Foto: Olivier Vandecasteele. (Sipa/Shutterstock)

Actuales emisarios del Kremlin, muchos de ellos ruso-alemanes, alientan protestas contra el apoyo militar a Ucrania, por el impacto que la crisis está teniendo en la economía local. Las concentraciones, populares en círculos de ultraderecha, tienen lugar de tiempo en tiempo en varias ciudades alemanas. Otra actividad usual es administrar y llenar de contenidos pertinentes grupos de fans de Putin en Telegram o en Facebook. Los grupos de lobby, además de los espías.

Pieza crucial de la influencia rusa en Alemania es también la ciberguerra, un campo en el que es sabido que los rusos han conseguido una importante pegada. En 2015 hubo un ataque de hackers al Bundestag, el Parlamento germano, atribuido a la Inteligencia militar rusa. Para otros incidentes, como un sabotaje contra los ferrocarriles alemanes que generó el caos en octubre de 2022 después de que alguien cortase cables en varios puntos neurálgicos de la infraestructura ferroviaria, no hay pruebas. Para muchos, sin embargo, la autoría es evidente.

¿Es Alemania el punto débil?

"Tenemos que ser conscientes de que Rusia está en nuestras redes", citaba el semanario Der Spiegel las palabras de Wolfgang Wien, el vicepresidente del BND, durante una conferencia sobre asuntos de ciberseguridad. En el país se ha criticado también el hecho de que Berlín no se tomase durante mucho tiempo en serio la amenaza rusa, pese a todos los indicios que hablaban a gritos de la aversión de Putin hacia Alemania.

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Se trató durante mucho tiempo de una relación desigual, porque la Alemania reunificada se siguió aferrando hasta hace muy poco al ideal de la necesaria amistad con Rusia como la única forma de evitar otro enfrentamiento devastador como el de la Segunda Guerra Mundial. Es posible que Putin, buen conocedor de las vacilaciones y los condicionantes históricos germanos, apueste por eso muchas de sus cartas a desestabilizar Alemania, como supuesto punto débil en la determinación occidental de apoyar a Ucrania.

En Berlín, en todo caso, soplan ahora vientos distintos, que han llevado a un lento despertar. "Desde hace tiempo, nos hemos dado cuenta de que el régimen autoritario ruso socava con perseverancia y muchos recursos los fundamentos de la democracia", aseguró el presidente de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución en la misma intervención ante el Parlamento, donde habló de Rusia como un actor agresivo. En abril, algunas semanas después del comienzo del ataque ruso a Ucrania y de que el canciller Olaf Scholz anunciase un "cambio de paradigma" en la política de su país, Alemania expulsó a 40 diplomáticos rusos a los que acusó de ser espías.

Foto: Un coche de policía a las puertas del Europarlamento. (EFE/Stephanie Lococq)

Pese a ello, persisten las dudas sobre la capacidad de Berlín de hacer frente al desafío ruso, en parte por los errores del pasado. Der Spiegel citaba a fuentes de seguridad de países aliados que dejan muy mal parada a la Inteligencia alemana. "En la época en la que yo trabajaba con muchos otros servicios para defendernos de la subversión rusa, me parecía que los servicios alemanes ayudaban menos y eran mucho menos capaces que otros servicios europeos", dijo a la revista John Sipher, un agente de la CIA estadounidense.

Los hilos de la telaraña

Otros dudan de que los hilos de la telaraña rusa sean tan fáciles de romper. A priori, los lazos entre rusos y alemanes no son extraños de por sí, porque el acercamiento después de la Guerra Fría sí tuvo lugar, en efecto, aunque fuera de manera forzosa. La extinta Alemania Oriental acogió durante años a fuerzas soviéticas, y en esas regiones aún hay muchos ciudadanos que tuvieron que aprender ruso en la escuela. Esa cercanía es vista como uno de los posibles motivos por los que en el este las protestas pro-Putin suelen tener una mayor afluencia. El caldo de cultivo ideal para el Kremlin.

Y aunque no todas las relaciones ruso-germanas estén bajo sospecha, muchas son las posibilidades heredadas para el aparato del Kremlin. Y muchas las relaciones controvertidas tejidas a lo largo de décadas. Está por ejemplo el caso de Manuela Schwesig, presidenta regional del estado de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, en el este del país. Schwesig era vista como una promesa socialdemócrata hasta que la invasión rusa de Ucrania y los lazos de su Ejecutivo con Rusia hicieron saltar su reputación por los aires.

Foto: El canciller alemán, Olaf Scholz, en una reunión con el emir Tamim bin Hamad Al-Thani en Doha. (EFE/EPA)

La baronesa socialdemócrata defendió casi hasta el final a capa y espada el gasoducto Nord Stream, que transportaba gas directamente desde Rusia hasta Mecklemburgo-Pomerania, y que deparaba de paso buenos ingresos a sus cajas estatales. Schwesig se distanció de Moscú tras el comienzo de la guerra, pero los medios alemanes expusieron luego la alarmante influencia que tenía Gazprom, la energética rusa, en los asuntos de su Gobierno. La agencia Reuters publicó en su reciente investigación fotos de un lobista y antiguo agente ruso con Schwesig.

Reflejo, para muchos, de unas amistades peligrosas que abundan en distintos ámbitos políticos, económicos y sociales en Alemania. Por ellas, el antiguo embajador ucraniano en Berlín Andrij Melnyk atacó en abril nada menos que al presidente germano, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, peso pesado de la diplomacia de su país y defensor hasta hace unos años de las buenas relaciones con Moscú.

Foto: Sede de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, en La Haya. (Reuters/Piroschka van de Wouw)

"Para Steinmeier, la relación con Rusia es y sigue siendo algo fundamental, sagrado, sin importar lo que pase", dijo Melnyk en abril a la agencia dpa. "Steinmeier ha tejido desde hace décadas una telaraña de contactos con Rusia", lo fustigó. Melnyk, que ha vuelto en tanto a Kiev para asumir el cargo de viceministro de Exteriores, era temido en Berlín porque criticaba sin pelos en la lengua los titubeos del Gobierno de Scholz a la hora de enviar armas a Ucrania.

Melnyk se pasó varios pueblos con sus ataques en muchas ocasiones. Claramente en el caso de Steinmeier, un diplomático que se equivocó al calibrar a Putin, como casi toda la clase política alemana desde 1990, pero al que no se puede acusar de apoyar deliberadamente al autócrata ruso. La metáfora de la telaraña de Melnyk, eso sí, se presta para entender el entramado hostil con el que el Kremlin intenta desestabilizar Alemania.

Las redes del Kremlin en Alemania se las puede uno imaginar bastante bien como una telaraña, una palabra que usó alguna vez un embajador ucraniano en Berlín para referirse a los vínculos más problemáticos entre su país de acogida y la Rusia de Putin.

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