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Ciberataques y propaganda: Berlín se siente en el punto de mira de Putin
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"AUMENTO DRÁSTICO" DE ATAQUES CONTRA PARTIDOS

Ciberataques y propaganda: Berlín se siente en el punto de mira de Putin

El Gobierno alemán está convencido de que Rusia persigue activamente debilitarle por ser la mayor economía europea, el pilar político de la UE y porque este año hay elecciones

Foto: Participante en una protesta contra la política de refugiados de Angela Merkel en Berlín, en julio de 2016 (Reuters).
Participante en una protesta contra la política de refugiados de Angela Merkel en Berlín, en julio de 2016 (Reuters).

El Gobierno alemán se cree en el punto de mira de Moscú. Berlín ve la sombra del Kremlim en los últimos sonados ciberataques a instituciones públicas, empresas y partidos, y teme que Rusia trate, a través de la red, de interferir en sus próximas elecciones generales, como lo ha hecho en las de Estados Unidos. Además, percibe como una sistemática estrategia de desinformación la forma en la que los medios rusos informan sobre Alemania. También mira con preocupación a la alianza sellada entre el partido de Vladímir Putin y la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). El Gobierno alemán está convencido de que Rusia persigue activamente debilitarle. Por ser la mayor economía europea, el pilar político de la UE y, tras la elección de Donald Trump, tener como canciller a la renuente nueva líder del orden liberal.

Las voces que desde Berlín alertan sobre Moscú no dejan de crecer. En las últimas semanas los servicios secretos alemanes han hecho sonar las alarmas sobre la amenaza rusa. Hans-Georg Maaßen, presidente de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV), el espionaje interior, anticipó a principios de diciembre "agresivos" ciberataques contra partidos y miembros del Gobierno en la campaña de las próximas elecciones parlamentarias, previstas para septiembre de 2017. Señaló que en los últimos meses se ha registrado un "aumento drástico" de los ataques contra partidos y parlamentarios, y apuntó sin reparos hacia el grupo de hackers conocido como "Sofacy" o "APT 28", tras el que se cree que se encuentran los servicios secretos rusos. "Hemos constatado una creciente actividad del espionaje cibernético. Vemos un posible peligro para los miembros del Gobierno, los diputados del Bundestag y los colaboradores de las fuerzas democráticas", advirtió.

Bruno Kahl, presidente del Servicio Federal de Información (BND), la inteligencia alemana para el extranjero, ve este peligro muy real tras lo sucedido en las elecciones en Estados Unidos. "Europa está en el punto de mira de estos intentos de molestar, Alemania especialmente", asegura en una reciente entrevista con el 'Süddeutsche Zeitung'. Desde el inicio del conflicto en Ucrania, y de la mediación de Berlín entre Moscú y Kiev, explica Kahl, las campañas de desinformación en las páginas de internet en alemán se han multiplicado. Luego están los ciberataques, que no buscan otra cosa que provocar "inseguridad política" y "delegitimizar el proceso democrático" en su conjunto. "Este tipo de presión contra el discurso público y la democracia es inaceptable", considera. Técnicamente, es "difícil" demostrar que tras un ataque hay un "actor estatal", pero considera que hay indicios sólidos que apuntan a que estas acciones son "permitidas o deseadas" por algunos estados. Y, muy en concreto, Rusia.

La denuncia de Merkel

Pero la voz clave es la de Merkel. Porque la canciller acostumbra a medir muy bien sus palabras. Por eso su intervención del pasado 8 de noviembre, el mismo día que en Estados Unidos estaban celebrándose las elecciones presidenciales, marco un antes y un después en este asunto. Haciéndose eco de las elocuentes acusaciones de Washington a Moscú durante su campaña electoral, la canciller apuntó que el Kremlin podría también recurrir en su país a ataques cibernéticos o a estrategias de desinformación a través de las redes para tratar de influir en las urnas. "Ya a día de hoy tenemos que afrontar información procedente de Rusia, ataques cibernéticos de origen ruso y noticias que contienen información falsa", aseguró Merkel. Por eso, concluyó, Rusia podría "jugar un papel en la campaña electoral" de 2017.

Un caso paradigmático de la estrategia de acoso rusa que Berlín denuncia tuvo lugar en enero de 2016, cuando estalló el "caso Lisa". Se trataba del presunto secuestro y posterior violación en Alemania de una niña de 13 años de origen ruso por parte de un grupo de refugiados. La noticia se extendió como la pólvora a través de las redes sociales, con la oleada de acosos de la Nochevieja de Colonia aún fresca. Los medios rusos azuzaron la polémica y se acusó a las fuerzas de seguridad alemanas y al propio Ejecutivo de ignorar el caso por la nacionalidad de la víctima. El propio ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, exigió al Gobierno alemán que tomase cartas en el asunto.

El problema es que no hubo violación, según estableció la policía, sino relaciones sexuales consentidas de la menor con dos varones de origen turco. Pero ni en el Gobierno ruso ni en los medios de su órbita pareció importar mucho esto. Siguieron con una campaña que en Berlín consideraron orquestada. El Gobierno alemán instó públicamente a Moscú a no hacer "propaganda política" con ese caso. El Ministerio de Exteriores alemán indicó entonces que observaban con "preocupación" determinadas informaciones de medios rusos y que estaban analizando "quién puede haber detrás, si es que hay alguien detrás".

placeholder El presidente ruso Valdimir Putin saluda a su llegada a la cancillería en Berlín, en octubre de 2016 (Reuters).
El presidente ruso Valdimir Putin saluda a su llegada a la cancillería en Berlín, en octubre de 2016 (Reuters).

La "fábrica de trols" rusa

Pero el juego con los medios sigue. Lavrov no tuvo ningún reparo en asegurar recientemente que Merkel había dicho que era una "tontería" y un "sinsentido" apuntar que Rusia estaba llevando a cabo una campaña de ciberataques y propaganda en las redes sociales. Y la canciller no había dicho eso en ningún momento, como su viceportavoz recalcó días después. En el Gobierno alemán hablan de una auténtica "fábrica de trols", de un sistema de desinformación bien engrasado y financiado por Moscú que en Alemania tiene un público objetivo claro: el millón de habitantes con raíces rusas y los otros dos millones de personas provenientes de países del antiguo bloque comunista.

Estos mensajes han encontrado, además, otro nicho de población especialmente receptivo. El de la ultraderecha alemana, encabezados por el partido Alternativa para Alemania (AfD) y el movimiento islamófobo Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida). En estos sectores se considera que los grandes medios de comunicación del país -y de todo occidente, por extensión- son parte del sistema y tratan de ocultar la realidad de la crisis de los refugiados. Son, como ellos los denominan, la "Lügenpresse", los medios mentirosos, empleando un término infame usado en tiempos del nacionalsocialismo.

En este mismo contexto, ha hecho sonar las alarmas en el Berlín político el acuerdo que las juventudes de AfD acaban de suscribir con la organización homóloga de Rusia Unida, la plataforma política de Putin. En el Gobierno alemán se cree que el Kremlin está prestando un apoyo activo a AfD, que ha llegado en los sondeos de opinión a lograr hasta un 15 % de apoyos. El presidente ruso y su partido mantienen de forma similar relaciones con otros partidos de ultraderecha en ascenso en Europa como el Frente Nacional francés de Mariane Le Pen.

Foto: Seguidores de Amanecer Dorado durante un evento electoral en Atenas, el 16 de septiembre de 2015 (Reuters).
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Clara intencionalidad geopolítica: desestabilizar

Todos estos ataques, argumentan en Berlín, siguen un claro objetivo. Los servicios secretos apuntaban en un reciente escrito que la fijación rusa con Berlín tiene una clara intencionalidad geopolítica. Desestabilizar a un país fundamental en la actual estructura de Europa y del conjunto de Occidente. "Debido a la significativa posición de la República Federal en la Unión Europea y, especialmente, al papel de mediador alemán en la superación del conflicto en Ucrania, la política alemana, la administración y el ejército están especialmente expuestos a un alto peligro a través de un ciberataque de los servicios secretos rusos", señalaba el texto.

En este contexto, Berlín está también tomando postura de una forma cada vez más patente. Si antes, por sus vínculos históricos con Rusia, trató de ejercer de mediador entre Occidente y Moscú, ahora no duda en oponerse. Lo ha hecho con la anexión de Crimea, con el conflicto en el este de Ucrania y, progresivamente, con la implicación rusa en la guerra civil siria. Merkel ha denunciado en repetidas ocasiones los crímenes de guerra cometidos en Alepo y criticado el bombardeo de hospitales y colegios de forma premeditada por el régimen de Bashar al Asad y sus aliados internacionales, Rusia e Irán. En el último consejo europeo, Merkel estuvo a favor de imponer más sanciones a Moscú, esta vez por los crímenes de guerra en Siria, aunque su postura no prosperó. Además, Alemania se ha comprometido a liderar el contingente multinacional de la OTAN en Lituania, uno de los cuatro comprometidos este verano en la cumbre de la Alianza Atlántica para afrontar lo que sus miembros perciben como creciente agresividad rusa.

El Gobierno alemán se cree en el punto de mira de Moscú. Berlín ve la sombra del Kremlim en los últimos sonados ciberataques a instituciones públicas, empresas y partidos, y teme que Rusia trate, a través de la red, de interferir en sus próximas elecciones generales, como lo ha hecho en las de Estados Unidos. Además, percibe como una sistemática estrategia de desinformación la forma en la que los medios rusos informan sobre Alemania. También mira con preocupación a la alianza sellada entre el partido de Vladímir Putin y la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). El Gobierno alemán está convencido de que Rusia persigue activamente debilitarle. Por ser la mayor economía europea, el pilar político de la UE y, tras la elección de Donald Trump, tener como canciller a la renuente nueva líder del orden liberal.

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