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Los alemanes que no aman Alemania (en la izquierda y en la derecha)
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los delitos políticos violentos crecen un 31%

Los alemanes que no aman Alemania (en la izquierda y en la derecha)

En los márgenes más extremos del espectro político, varios grupos se niegan a reconocer al estado alemán actual, aunque por razones opuestas: unos añoran el III Reich, otros temen su regreso

Foto: Militantes de Acción Antifascista, uno de los grupos 'antialemanes' de izquierdas, durante una manifestación a favor de inmigrantes y refugiados en Berlín, en noviembre de 2015 (Reuters)
Militantes de Acción Antifascista, uno de los grupos 'antialemanes' de izquierdas, durante una manifestación a favor de inmigrantes y refugiados en Berlín, en noviembre de 2015 (Reuters)

En la extrema izquierda y en la ultraderecha, en los márgenes más politizados de la sociedad alemana, varios grupúsculos tan radicales como minoritarios niegan la existencia del estado en el que viven o propugnan abiertamente su destrucción. Sus tesis cabalgan a veces entre lo esotérico y lo conspiranoico; otras, coquetean con la incoherencia al llevar al límite la más estricta de las ortodoxias. Pese a que los extremos puedan tocarse, apenas tienen elementos en común. Salvo una relación tangencial con el momento más tóxico de la historia de Alemania. Y su incondicional militancia, que lleva a algunos a justificar la violencia. Los servicios secretos los tienen bajo observación.

En la ultraderecha: Reichsbürger

Foto: Un letrero recordando a los seis millones de muertos judíos, sobre los raíles del campo de Auschwitz. (Reuters)
Foto: Angela Orosz Richt-Bein, superviviente de Auschwitz, muestra una imagen de su familia exterminada durante el juicio contra el guarda nazi Reinhold Hanning, en febrero de 2016 (EFE)

19 de octubre de 2016. Eran las seis de la mañana en Georgensgmünd, un pueblo de menos de 7.000 habitantes de Baviera profunda. Un equipo de operaciones especiales de la policía acababa de detenerse frente a una anodina casa de dos plantas. En la oficina de distrito de Roth habían pedido ayuda a este grupo para una misión considerada de riesgo. Registrar la vivienda de un hombre de 49 años que se sabía que poseía armas y que se dudada, cada vez más, de sus condiciones mentales.

Los agentes se acercaron con sigilo a la puerta, pero no pillaron desprevenido al inquilino. Según el relato policial, el hombre se dio cuenta de su presencia desde la ventana del piso superior y, cuando los fuerzas especiales irrumpieron en la vivienda, él les recibió a tiros desde la escalera. Dos policías resultaron heridos graves y otros dos leves. Al día siguiente murió uno de ellos.

El agresor fue reducido y detenido. Ahora se encuentra en prisión preventiva. En su casa se encontraron una treintena de armas de distinto calibre, incluidas algunas piezas históricas y otras de producción estadounidense. El alcalde de Georgensgmünd, Ben Schwarz, explicó después que este vecino había llamado la atención de las autoridades al tratar, ya en enero, de devolver su carné de identidad y tratar -sin éxito- de que le retirasen la nacionalidad. Poco después, se dio de baja en el registro municipal sin indicar a dónde se mudaba y eliminó de la fachada su buzón. Aunque siguió residiendo en su domicilio.

Su conducta, que en el pueblo se confundió con la de una persona que ha perdido sus facultades, responde al claro patrón de conducta de los llamados Reichsbürger, los ciudadanos del (tercer) Reich. Este grupo, integrados por varios centenares de personas, está conformado, según una respuesta parlamentaria del Gobierno alemán, por "una serie de las más diversas personas y agrupaciones" que en absoluto conforman "un movimiento unitario" y que, "en nombre del Reich alemán, con las más dispares argumentaciones, niegan la existencia de la República Federal". Para ellos, Alemania es una farsa legal ideada por los aliados tras la II Guerra Mundial para que su pueblo no volviese a levantar cabeza. Es tan solo una sociedad anónima a la que adherirse es voluntario.

placeholder Policías acordonan la vivienda del incidente en Georgensgmünd, el 19 de octubre de 2016 (EFE)
Policías acordonan la vivienda del incidente en Georgensgmünd, el 19 de octubre de 2016 (EFE)

Ni impuestos ni fronteras actuales

En coherencia con esta idea, los Reichsbürger no pagan impuestos a la Hacienda alemana ni se rigen por las leyes del país. Tampoco atienden a los funcionarios públicos, incluida la policía. Incluso no reconocen las fronteras actuales alemanas. Afirman que los verdaderos límites del país son los que tenía el Reich en 1937, lo que significa incluir la Baja Silesia y Pomerania (en la actual Polonia) y Prusia Oriental (el actual Kaliningrado ruso).

La Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV), la inteligencia alemana del interior, explica en varios informes que han detectado a personas que confeccionaban documentos de identidad ficticios, como pasaportes del Reich. Otros se arrogaban títulos de ministro o canciller de ese presunto Reich en el que dicen residir. El Gobierno alemán, en la respuesta parlamentaria que hizo circular tras los sucesos de Georgensgmünd, apuntaba que los Reichsbürger defienden "teorías de la conspiración" y tesis "esotéricas". Pero no todo es folclore y desobediencia civil.

Muchos Reichsbürger llevan cruces gamadas y no dudan en negar el holocausto judío en la II Guerra Mundial. Sus foros en internet les delatan. Sus vínculos personales con formaciones de extrema derecha son evidentes. Joachim Herrmann, titular de Interior de Baviera, los tachó de "extremistas" y "peligrosos", de ser gente dispuesta a "ejercer una violencia brutal sobre los respresentantes del estado". Un informe de la inteligencia del "Land" de Brandeburgo hablaba de una "especie de secta de ultraderecha" con un "núcleo de derecha radical no inofensivo".

La muerte del policía no ha hecho sino traer a la palestra al grupo. Y situarlo de nuevo en el radar de las fuerzas de seguridad. Varios cuerpos han anunciado que van a elevar la vigilancia sobre el colectivo y extremar las medidas de seguridad para sus agentes. Pero los incidentes entre funcionarios y Reichsbürger no son nuevos. Este agosto, el desalojo forzoso de uno de sus miembros derivó también en un tiroteo en Reuden, en el este de Alemania. Tres personas, el ultraderechista y dos policías, resultaron heridos en aquella ocasión. Una quincena de simpatizantes lanzaron piedras y objetos a la policía desde el interior de la vivienda para tratar de impedir el desahucio.

En la extrema izquierda: Antideutsche

Uno de los momentos más tensos de la última conmemoración del día de la reunificación, el pasado 3 de octubre en Dresde, tuvo lugar cuando la manifestación convocada por Pegida enfiló la Budapesterstrasse, una importante arteria de la capital sajona. Los varios miles de simpatizantes del movimiento xenófobo avanzaban crecidos por la calle cuando desde un lado un centenar de personas -principalmente jóvenes vestidos de negro- comenzaron a corear eslóganes a favor de la llegada de refugiados a Alemania y en contra del racismo. Eran una de las contramanifestaciones organizadas por colectivos de extrema izquierda para ese día. Las fuerzas de seguridad tuvieron que separar a ambos grupos para evitar el enfrentamiento directo.

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Entonces, los jóvenes de la contramanifestación comenzaron a gritar: "¡Alemania es una mierda, vosotros sois la prueba!". El lema, como el más conocido "Alemania nunca más", apunta directamente a los llamados Antideutsche, los antialemanes. Son, más que un grupo o una asociación estructurada, una "corriente ideológica especial" que, en su radicalidad, aboga por la destrucción incondicional de la República Federal, según un informe de mayo de este año de la BfV. Son absolutamente minoritarios -nadie se atreve a estimar una cifra-, pero bien llamativos.

El razonamiento de fondo de los Antideutsche es que Alemania, una vez reunificada, tenderá a transformarse en el Cuarto Reich, lo que hay que evitar a toda costa. El problema de fondo, explican ellos mismos en diversos foros online, es la persistencia de la "ideología alemana". En su opinión, el Estado alemán debería disolverse e integrarse en una sociedad multicultural para evitar el riesgo de que resurjan el nacionalsocialismo, el belicismo y el expansionismo, y que se repita el holocausto.

Defensores de Israel

Los servicios secretos apuntan por su parte que los Antideutsche se integran habitualmente en "agrupaciones antifascistas" y "colectivos revolucionarios marxistas", aunque destacan que también están activos dentro de otros grupos políticos. No obstante, se diferencian claramente del resto de sus correligionarios izquierdistas al llevar sus tesis hasta sus últimas consecuencias. A diferencia de la mayoría de la extrema izquierda alemana, que es anticapitalista, pacifista y antiimperialista, los antialemanes defienden sin matices a Israel y, en consecuencia, también a Estados Unidos, al entender que es la única potencia que protege al estado israelí. Además, son críticos con los palestinos.

placeholder Manifestación del movimiento antialemán en solidaridad con Israel (Fuente: Wikimedia Commons)
Manifestación del movimiento antialemán en solidaridad con Israel (Fuente: Wikimedia Commons)

Jürgen Elsässer, uno de los pensadores clave de los Antideutsche, explica en su blog que esta corriente surgió con la reunificación y las dudas que surgieron entonces en ciertos sectores de la izquierda radical tras el repunte de la violencia xenófoba en la Alemania unificada y la implicación militar y activa de Berlín en las guerras en los Balcanes. La ampliación al este de la UE y la OTAN, promovida por Alemania, también se ve dentro de esta óptica.

A diferencia de los Reichsbürger, es difícil relacionar a los Antideutsche con actos de violencia. A veces se les ha acusado de estar detrás de acciones contra símbolos nacionales como banderas, pero no hay registro de ataques contra personas atribuibles directamente a seguidores de esta corriente.

Los delitos con motivación política repuntaron en Alemania el año pasado hasta su nivel más alto desde 2001, según las estadísticas del Ministerio de Interior. En total se registraron 38.981 casos, más de un 19 por ciento más que en el ejercicio previo. De ellos, casi un 59 por ciento fueron cometidos por ultraderechistas y algo menos de un 26 por ciento fueron perpetrados por militantes de extrema izquierda. Además, los delitos políticos violentos se dispararon cerca de un 31 por ciento y, de estos, los que provocaron lesiones personales repuntaron de forma similar. En esta última categoría, los de extrema izquierda supusieron el 45 por ciento de los casos y los de ultraderecha, algo más del 39 por ciento.

En la extrema izquierda y en la ultraderecha, en los márgenes más politizados de la sociedad alemana, varios grupúsculos tan radicales como minoritarios niegan la existencia del estado en el que viven o propugnan abiertamente su destrucción. Sus tesis cabalgan a veces entre lo esotérico y lo conspiranoico; otras, coquetean con la incoherencia al llevar al límite la más estricta de las ortodoxias. Pese a que los extremos puedan tocarse, apenas tienen elementos en común. Salvo una relación tangencial con el momento más tóxico de la historia de Alemania. Y su incondicional militancia, que lleva a algunos a justificar la violencia. Los servicios secretos los tienen bajo observación.

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