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Primero la guerra, ahora la destrucción: la maldición sobre la ciudad libia de Derna
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Era como una película de terror

Primero la guerra, ahora la destrucción: la maldición sobre la ciudad libia de Derna

La cifra de muertos por las inundaciones en Libia ascendería a 20.000, según las autoridades locales. Derna ha sido la ciudad que peor parte se ha llevado en la riada

Foto: Una vista aérea muestra las zonas dañadas tras las inundaciones en Derna, Libia. (Reuters/Marwan Alfaituri)
Una vista aérea muestra las zonas dañadas tras las inundaciones en Derna, Libia. (Reuters/Marwan Alfaituri)

Al ver que el agua llegaba ya hasta el segundo piso de su bloque de apartamentos, Mohammed Derna decidió subir con toda su familia al tejado del edificio. Desde ahí, veían como el agua arrastraba a personas sin parar. "Chillaban: ayuda, ayuda. Era como una película de horror de Hollywood", dijo al medio Al Jazeera, uno de los pocos medios que han conseguido contactar con la población de Derna. Con la conexión telefónica, empezando a restaurarse en partes de la ciudad, empiezan a salir testimonios del terror.

El ciclón Daniel se había cobrado ya la noche del jueves más de 6.000 personas, de acuerdo al gobierno del oeste de Libia, 5.300 según las últimas cifras dadas por Hichem Abu Chkiouat, ministro de aviación civil del gobierno rival del este, pero todavía quedan muchos cuerpos que recuperar tres días después de las inundaciones.

Derna ha sido, de largo, la ciudad más afectada. Su alcalde, Abdulmenam al Gaizi, calcula que podría haber hasta 20.000 fallecidos y que ha quedado arrasado el 25% de la ciudad. Derna tiene una población de unas 100.000 personas. De confirmarse las cifras del alcalde, uno de cada cinco personas habrían muerto. La Organización Internacional de las Migraciones asegura que 30.000 personas han sido desplazadas de sus hogares. Si se suman muertos y desplazados, el Ciclón se ha llevado a la mitad de los ciudadanos de una urbe del tamaño de Santiago de Compostela.

Más allá de la incertidumbre ante la falta de recuperar cuerpos, el baile de cifras habla de la división política de un país partido en dos y una ciudad que ha sufrido históricamente el ostracismo gubernamental y a la mala gestión.

Negligencia y abandono gubernamental

Mostafa Salem aseguró a Al Jazeera haber perdido a 30 familiares: "La mayoría estaban durmiendo. Nadie estaba preparado". La última de las dos presas que contenían el agua se rompió a las dos y media de la madrugada, dando paso al desastre. A las 19:14 del día anterior, la oficina del Directorado de Seguridad de la oficial impuso el toque de queda y ordenó a los ciudadanos que se quedaran en casa, diciendo que era lo más seguro.

Foto: Una carretera dañada por las inundaciones en Libia. (Reuters/Ali Al-Saadi)

Las presas fueron construidas en 1977 con arcilla y piedras, materiales menos resistentes que el cemento. La más alta, a doce kilómetros de la ciudad, tenía solo una altura de 45 metros y una capacidad de 1.500 metros cúbicos. Ese día tenía que aguantar un torrente de 30.000 metros cúbicos de agua. La segunda, de 18.500 metros cúbicos y 75 metros de altura, tampoco fue suficiente.

El vicealcalde de la ciudad asegura que no se revisaban desde 2002 y un estudio académico avisaba el año pasado de su mal estado. A la falta de mantenimiento se suma que la ciudad no contaba con una estación meteorológica en funcionamiento. La Organización Meteorológica Mundial ha dicho que de haber habido una en condiciones, se podría haber evacuado la ciudad y evitado muchas muertes.

Es que el ciclón Daniel es solo la última de las grandes desgracias que se han cernido sobre Derna, una ciudad maldita que sufre desde los tiempos de Muamar el Gadafi el abandono estatal y la falta de recursos.

Una ciudad maldita

Derna ha sido, desde su creación, una ciudad maldita. La urbe moderna fue construida en la primera mitad del siglo XX durante la ocupación italiana. Con villas con vistas al mar Mediterráneo y palmeras, era un sitio ideal, lugar de intelectuales, artistas y escritores.

El exdictador Muamar el Gadafi nunca vio bien esta ciudad, demasiado libre y formada, a 1.345 kilómetros del control de Trípoli. "Recortó los fondos de la ciudad y descuidó sus escuelas, hospitales, carreteras, desarrollo", explica Hanni Shennib, fundador del Consejo Nacional sobre las Relaciones entre Estados Unidos y Libia, a El Confidencial. "Humilló y encarceló a sus líderes, jueces e intelectuales", apostilla.

Allí había muchos jóvenes universitarios intelectuales, y para evitar una rebelión, los mandó a luchar a Afganistán y a Irak. Sin quererlo —o queriéndolo, como algunos sugieren— radicalizó aparte de esos jóvenes para la lucha yihadista. Al volver, Gadafi ya tenía excusa: este era un lugar de terroristas.

Foto: Bomberos trabajan en la ciudad de Derna. (Reuters)

Cuando en febrero de 2011, la ciudad más grande del este de Libia, Benghazi, se levantó contra el dictador en una revuelta, Derna le siguió. Terroristas, les contaba Gadafi a Occidente, buscando su apoyo antes de que se le fuera de las manos. Los estudiantes entonces colgaban sábanas pintarrajeadas en perfecto inglés, para que lo entendieran bien desde el exterior: "Sí a la pluralidad, no a Al-Qaeda" y "Rechazamos ser vinculados a Al-Qaeda o cualquier grupo terrorista", se podía leer. Los locales solo querían acabar con un Gadafi que les había condenado al ostracismo, acusado de yihadistas y dejado sin trabajos, pero acabaron mucho peor.

Después de unos años de relativa calma, los primeros escorzos de terror aparecieron en la ciudad a finales de 2014. Al cambiar el año, la ciudad ya estaba capturada por el yihadismo y se convirtió en el epicentro del Estado Islámico, sufriendo durante tres años la opresión.

Foto: Detalle de portada de 'Operación Kazán'. (Espasa)

Por un lado, vivir día a día con los yihadistas, muchos de ellos jóvenes radicalizados de la época de Gadafi. Por otro, los bombardeos de países vecinos como Egipto tras el asesinato de sus ciudadanos por yihadistas y temerosos de que se expandiera esta ideología radical en su tierra.

A ello se sumaba aguantar los ataques de aquellos que les intentaban liberar. Entre ellos estaba el mariscal Jalifa Haftar, quien ahora gobierna el este de Libia. A finales de 2017, el Estado Islámico se marchó, pero los residentes de la ciudad se resistían a Haftar. El mariscal hizo una ofensiva en mayo de 2018, pero no fue hasta enero de 2019 cuando finalmente se hizo con el control de la ciudad entera. Para entonces ya estaba destrozada.

Desde entonces, el gobierno del este de Libia ha devuelto a Derna al ostracismo, sin hacer nada por reconstruir la ciudad. "Los locales en su conjunto perciben a Hefter como quien impide su aspiración a un modelo federal en el que puedan ejercer más poder sobre su gobernanza y su participación en los ingresos petroleros. En todo caso, los dernawis tienen más resentimiento por el modelo central de gobierno y el dominio de Trípoli y su corrupción", sostiene Shennib.

No fue hasta 2022 cuando se anunció un plan para reconstruir la ciudad, pero ese anuncio vino desde Benghazi, sin consultar con la propia ciudad. Haftar no se fía de quienes no le quisieron, pero el fundador del Consejo Nacional sobre las Relaciones entre Estados Unidos y Libia asegura que su edad y estado de salud le hace influenciable. "Haftar es un anciano que lucha con los efectos residuales de su derrame cerebral y ha permitido que sus hijos y una capa de ventajistas controlen y malversen el sistema", afirma el Dr. Shennib, quien asegura que solo es uno más en la línea de ostracismo de la ciudad: "Ha habido ya seis gobiernos después de Gadafi. Ninguno ha hecho nada más que palabras vacías para la ciudad de Dernah".

A la negligencia política y al ostracismo, ahora Derna suma el castigo climático. Con gran parte de la ciudad literalmente sepultada bajo el agua y decenas de miles de personas abandonándola, solo falta por ver si el gobierno utiliza de verdad la ayuda internacional para reconstruirla o si aprovecha el desastre para dejarla abandonada del todo.

Al ver que el agua llegaba ya hasta el segundo piso de su bloque de apartamentos, Mohammed Derna decidió subir con toda su familia al tejado del edificio. Desde ahí, veían como el agua arrastraba a personas sin parar. "Chillaban: ayuda, ayuda. Era como una película de horror de Hollywood", dijo al medio Al Jazeera, uno de los pocos medios que han conseguido contactar con la población de Derna. Con la conexión telefónica, empezando a restaurarse en partes de la ciudad, empiezan a salir testimonios del terror.

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