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El domingo en que se elige el español más poderoso: el que se sienta en el Consejo Europeo
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ELECCIONES GENERALES

El domingo en que se elige el español más poderoso: el que se sienta en el Consejo Europeo

El presidente del Gobierno es clave no solamente porque ocupe la Moncloa, sino por el enorme poder que obtiene al sentarse en el Consejo Europeo

Foto: Sala de reuniones del Consejo Europeo. (Reuters/John Thys)
Sala de reuniones del Consejo Europeo. (Reuters/John Thys)

El Consejo Europeo es el foro de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea, la sala donde realmente se decide la política de los Veintisiete. Cuando los líderes ingresan en esa habitación colorida que se sitúa en el corazón del barrio europeo de Bruselas, se convierten prácticamente en monarcas absolutos. En la Unión Europea es casi imposible que se pueda revertir nada de lo que se decida detrás de esas puertas cerradas. Al votar, muy pocas personas tienen en mente el Consejo Europeo, pero lo cierto es que la mayoría que salga de las elecciones elegirá a mucho más que un presidente del Gobierno: está escogiendo a su propio monarca absoluto, al hombre que tendrá que saber navegar las turbulentas aguas de la alta política europea.

La Moncloa es un lugar de poder, pero la política nacional está muy marcada por las grandes dinámicas de la política europea, como por ejemplo que haya un ciclo en el que se decida que toca hacer ajustes fiscales, o si la política migratoria se convierte en una prioridad. Todo eso viene marcado desde Bruselas, y en contra de lo que algunos partidos señalan, no son dictados de un grupo de "eurócratas" no elegidos por nadie, sino que brota de los líderes, que son, en realidad, los "maestros" de la Unión Europea, los verdaderos amos del club.

Foto: Pedro Sánchez durante un Consejo Europeo en Bruselas. (Reuters)

Un ejemplo sencillo es el Fondo de Recuperación, un paquete de inversiones que supera los 140.000 millones de euros para España que se negoció mano a mano entre los líderes durante una maratoniana cumbre, que duró cuatro días y sus noches, con los diplomáticos intentando dormitar unos minutos en las salas de sus delegaciones mientras los líderes iban y venían peleando cada línea y cada número. En una negociación así, los presidentes del Gobierno están relativamente solos y es fundamental que aprendan cuanto antes a defenderse. Una vez los líderes cierran el acuerdo es prácticamente imposible modificarlo. Por supuesto que cuenta y mucho el equipo del que se rodee el presidente, pero a la hora de la verdad, los momentos de la "magia europea" en la que se forjan los acuerdos bien entrada la madrugada, cuenta mucho el cuerpo a cuerpo, la capacidad de resistir y de negociar prácticamente solo.

placeholder Negociación durante la cumbre de julio de 2020 para acordar el Fondo de Recuperación. (Reuters)
Negociación durante la cumbre de julio de 2020 para acordar el Fondo de Recuperación. (Reuters)

La evolución del foro

Este no era el papel original que tenía el Consejo Europeo, que estaba pensado para ser únicamente un foro en el que los líderes marcarían la "dirección política" de la Unión, sin bajar a los detalles ni a las negociaciones a cara de perro. El Consejo Europeo, de hecho, no puede legislar, por mucho que los acuerdos que se cierran a nivel de líderes se trasladen intactos al nivel de sus ministros. Un ejemplo de la evolución que ha sufrido este foro es que en los Tratados está previsto que se reúnan solamente cuatro veces cada año, pero en 2020, en plena pandemia, se celebraron 16 cumbres de líderes.

Para encontrar una explicación hay que remontarse 15 años. Entonces, la crisis financiera de 2008 inauguró una época que acabó siendo bautizada como la de la "policrisis", en la que Europa encadenaba una emergencia con la siguiente. La crisis del euro estuvo seguida de la crisis migratoria, y después llegó el Brexit, la larga negociación de la salida del Reino Unido, la tensa era de Donald Trump, el coronavirus y ahora la guerra en Ucrania.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, el 31 de mayo. Andreu Dalmau / EFE

Europa está construida desde la mentalidad de reducir todo a un trabajo técnico, gris, de negociación entre diplomáticos que se ven prácticamente todos los días y ministros que se reúnen de forma continua y hablan mucho entre ellos. Pero ese diseño europeo estaba pensado para gestionar una crisis agrícola o la negociación de un acuerdo comercial, debates en los que las visiones son divergentes, pero todo se puede solventar a nivel técnico. Cuando a partir de 2008 tocó empezar a lidiar con grandes crisis que podían poner en riesgo la propia Unión Europea, o en las que se jugaba el futuro económico de sus países, la situación cambió por completo.

La carga política de los debates impedía que se pudieran despachar a nivel de técnicos o incluso de ministros. Fue entonces cuando los líderes tuvieron que arremangarse y empezar a negociar mano a mano, entrando en los detalles de debates muy complejos. El poder del Consejo Europeo aumentó exponencialmente y sin encontrar demasiada oposición por el camino. Por eso, cuando los españoles votan no están eligiendo simplemente al presidente del Gobierno. Escogen a la persona que va a sentarse en esa sala de "monarcas absolutos" y que tras esas puertas cerradas tiene que saber moverse en el cuerpo a cuerpo de unas negociaciones en las que todos los Estados miembros y España también se juegan y se jugarán mucho en los próximos años.

El Consejo Europeo es el foro de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea, la sala donde realmente se decide la política de los Veintisiete. Cuando los líderes ingresan en esa habitación colorida que se sitúa en el corazón del barrio europeo de Bruselas, se convierten prácticamente en monarcas absolutos. En la Unión Europea es casi imposible que se pueda revertir nada de lo que se decida detrás de esas puertas cerradas. Al votar, muy pocas personas tienen en mente el Consejo Europeo, pero lo cierto es que la mayoría que salga de las elecciones elegirá a mucho más que un presidente del Gobierno: está escogiendo a su propio monarca absoluto, al hombre que tendrá que saber navegar las turbulentas aguas de la alta política europea.

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