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¿Se ha puesto de moda 'atizar' al rico? Por qué algunos se ríen de los millonarios del Titan
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Desilusión de expectativa de clase

¿Se ha puesto de moda 'atizar' al rico? Por qué algunos se ríen de los millonarios del Titan

La tensión entre la empatía y el resentimiento hacia los privilegiados es un patrón común en los debates de EEUU. Un posible reflejo de sus cambios socioeconómicos profundos

Foto: Imagen de archivo del sumergible Titan. (Reuters/OceanGate)
Imagen de archivo del sumergible Titan. (Reuters/OceanGate)

La dramática desaparición de los cinco tripulantes del sumergible Titán, perdidos en algún punto del Atlántico Norte mientras trataban de llegar a los restos del Titanic y que finalmente se han dado por muertos, ha movilizado una compleja misión de rescate en Canadá y Estados Unidos y también ha tocado ciertas fibras sensibles. Algunas voces en las redes sociales, lo suficientemente numerosas como para referirlas en este artículo, han planteado distintas versiones de la siguiente pregunta: ¿por qué se les dedican tantos recursos y tanto espacio informativo a esos cinco ultrarricos en viaje de lujo, y no a los centenares de seres humanos que perecen a menudo en aguas europeas ante la indiferencia, muchas veces, de las autoridades de los países que pretenden alcanzar?

Esta pregunta puede tener varias respuestas, no necesariamente excluyentes. Uno, que los seres humanos somos seres narrativos, y que este tipo de historias nos atraen enormemente. Aunque suene frío, dado que son cinco vidas humanas, la situación de esos desafortunados turistas es inevitablemente magnética, un drama que se ha vivido contra reloj, una aventura marina tornada en tragedia que será recordada muchas veces en la posteridad.

Además, se trata de una situación relativamente novedosa, una ventana para que el lector aprenda muchas cosas sobre la tecnología submarina, las misiones de rescate y la popularidad del arriesgado turismo de lujo. En otras palabras: la historia del Titán reúne elementos narrativos de los que la tragedia de la inmigración irregular, al ser un fenómeno conocido que se repite continuamente en las costas europeas, en principio, carece.

Foto: Imágenes que se captaron en uno de los viajes del submarino desaparecido en el Atlántico. (OceanGate)

Dos, es verdad: esta solidaridad selectiva hacia la suerte de unos occidentales prósperos, y no de tantas personas que sufren anónimamente en el mundo todos los días y que está en nuestra mano socorrer, desnuda nuestra hipocresía y nuestro racismo, y es necesario indicarlo para hacernos reflexionar. Y tres: desdeñar el destino de estas cinco personas es propio de insensibles cuyo verdadero objetivo es presumir de unos principios que, en realidad, solo camuflan resentimiento.

Más allá de que sean sobre todo los lectores quienes dicten, con sus clics, las prioridades informativas, aunque sean morbosas, y de los claroscuros que cada uno tenga en su conciencia, lo cierto es que este último punto, la tensión entre la empatía y el resentimiento hacia los privilegiados, es un patrón común en los debates de EEUU. Un posible reflejo de sus cambios socioeconómicos profundos.

Resentimiento hacia los privilegiados

El aumento de la desigualdad en EEUU, que en 2021 alcanzó niveles récord, es muy similar al del resto de economías industrializadas. Hay una clase obrera ligada a los sectores manufactureros que ha visto cómo sus empleos se iban a otras latitudes, trayendo la pérdida de ingresos y de estatus social y abriéndole las puertas a los cantos de sirena del nacionalpopulismo. Y una clase media educada que ya no puede sacar rentabilidad a los montones de diplomas conseguidos, y que se muestra algo más receptiva al marxismo, que, en esta ocasión, lleva ropajes identitarios.

Foto: La candidata demócrata Elizabeth Warren. (Reuters)

Preocupados por los matices psicológicos de esta polarización, primero económica y luego política, los estadísticos han ido tomándole el pulso al resentimiento social hacia quienes han acabado en el otro lado de la balanza, los ricos. Y han descubierto, por ejemplo, que el grado de impaciencia general hacia los multimillonarios ha ido subiendo sostenidamente hasta culminar durante la pandemia, o que, entre los jóvenes estadounidenses, el capitalismo y el socialismo gozan a día de hoy de un prestigio similar, con un 49% apoyando a uno y un 51% al otro. Números impensables en cualquier otra generación de norteamericanos.

Este es el contexto en el que, aproximadamente en el último lustro, se ha consolidado en Estados Unidos un subgénero televisivo y cinematográfico basado en la parodia sin escrúpulos de las personas ricas, y que ha sido etiquetado como eat the rich (cómete a los ricos), rich trash (que se puede traducir como basura ric, o, si es un verbo, infamar a los rico), caviar cope o hate watching, simplemente, ver series o películas para odiar a sus personajes.

Foto: Tom Perkins, en su despacho en la ciudad 'progresista' de San Francisco. (Reuters/Robert Galbraith)

Las series de televisión más representativas en esta categoría serían Succession, donde somos testigos poco menos que del canibalismo practicado por una familia supermillonaria y súpertrastornada; White Lotus, que gira en torno a los insulsos problemillas de las clases pudientes que pasan las vacaciones en un resort, o los reality shows Bling Empire y el clásico The Kardashians. En el cine, tres ejemplos son Crazy Rich Asians, The Menu y Glass Onion, por donde desfilan personajes ricos, egoístas, patéticos, ignorantes y profundamente disfuncionales.

'Hate watching'

“Hay una tendencia en la televisión y en el cine que refleja las necesidades psicológicas de la clase profesional gestora desclasada”, escribe Justin Murphy, que lleva una newsletter filosófica de tintes conservadores llamada Other Life. “Retratar a las personas ricas como ridículas permite a los sobre-educados pero infra-empleados burlarse jactanciosamente de la riqueza mientras la disfrutan a través de una especie de realidad virtual (...). Es un modo de vida para los ricos y famosos, pero para una clase media que está demasiado educada como para admitir su envidia, pero demasiado desilusionada para aspiraciones tipo Horatio Alger”, añade Murphy, en referencia al escritor norteamericano que contaba historias de chicos pobres que se enriquecían contra pronóstico y gracias a su paciente esfuerzo.

La reportera de Vanity Fair Sonia Saraiya identificó este fenómeno en 2019. “Eat the rich es un eslogan sorprendente, pero poco apetecible. Es mejor reírse de ellos”, escribía. Los problemas de la familia Roy y otras parecidas desencadenarían un efecto catarsis en el espectador de clase media, frustrado por no poder alcanzar esos sueños que se le inculcaron en la infancia y que la triple guadaña de la globalización, la automatización y la Gran Recesión se llevaron por delante. Ver a un millonario causando vergüenza ajena en su inmenso yate sería una manera de sanar la conciencia dolida: no tengo esos millones, pero sí mi paz mental y mis principios.

Foto:  Opinión

“Buena parte de Succession es un esquivo misterio envuelto en la que quizá sea la crítica de clase más inteligente de la televisión”, escribe Nicky Otis Smith en The Spectator, y añade que las caricaturas de las clases altas son tan viejas como el cine. “Demuestra por qué eat the rich ha suplantado a #MeToo como el género del momento. Las guerras culturales son efímeras, pero no las cuentas bancarias”.

Esta brevísima incursión a los territorios socioculturales de la desigualdad, la parodia y el resentimiento no pretende ser una explicación unívoca de la reacción que se ha visto estos días, no mayoritaria pero sí visible, hacia el devenir de los desafortunados turistas. Más bien solo un matiz de la agitación cultural que genera cualquier noticia de alcance. La historia de estos tripulantes no tiene nada que ver con ninguna de las series mencionadas; la suya es una dramática historia real.

La dramática desaparición de los cinco tripulantes del sumergible Titán, perdidos en algún punto del Atlántico Norte mientras trataban de llegar a los restos del Titanic y que finalmente se han dado por muertos, ha movilizado una compleja misión de rescate en Canadá y Estados Unidos y también ha tocado ciertas fibras sensibles. Algunas voces en las redes sociales, lo suficientemente numerosas como para referirlas en este artículo, han planteado distintas versiones de la siguiente pregunta: ¿por qué se les dedican tantos recursos y tanto espacio informativo a esos cinco ultrarricos en viaje de lujo, y no a los centenares de seres humanos que perecen a menudo en aguas europeas ante la indiferencia, muchas veces, de las autoridades de los países que pretenden alcanzar?

Submarino Titan Titanic
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