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El viaje de Abdoul: un retrato personal para entender la crisis migratoria en Canarias
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Canarias, punto clave de una ruta regional

El viaje de Abdoul: un retrato personal para entender la crisis migratoria en Canarias

En coche, en patera, avión, autobús y tren, más de seis meses para escapar de Senegal y llegar a París, vía Canarias. Es el viaje de Abdoul. Es el viaje de miles de inmigrantes

Foto: Dos migrantes miran el horizonte en la playa de Puerto Rico, sur de Gran Canaria. (A. Alamillos)
Dos migrantes miran el horizonte en la playa de Puerto Rico, sur de Gran Canaria. (A. Alamillos)

En lo que llevamos de año, más de 18.000 personas han llegado a las costas canarias en miles de pateras o cayucos, de Senegal, Mauritania o la costa saharaui controlada por Marruecos. La historia se puede contar con las cifras: un aumento de más del 1.000% con respecto a 2019, más de 2.000 llegadas en un solo fin de semana, 6.000 personas acogidas en hoteles de las islas. Con declaraciones y políticas: "Canarias no se convertirá en la vía de entrada irregular en Europa", según el ministro de Interior Fernando Grande-Marlaska. O con historias como las de Abdoul, quien pasó de ser torturado en Senegal a convertirse ahora en peón de la construcción en Francia. Un viaje donde las Islas Canarias son ahora un punto clave de la ruta regional.

Abdoul cuenta a El Confidencial su historia. Cómo salió de Senegal hace un año rumbo, primero, a Marruecos y luego, en patera, hasta Gran Canaria. Sus tratos con un 'shamán' que les puso en la barca a cambio de miles de euros. Su paso por unos servicios de acogida desbordados. Y, finalmente, su viaje hasta Irún, en la frontera con Francia, camino a su destino final, París.

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"Abandoné Senegal en septiembre de 2019", cuenta Abdoul por teléfono. Recuerda la fecha meridianamente clara. Con 32 años, él nunca había pensado que le tocaría elegir el cayuco. La mayoría de los jóvenes senegaleses que emprenden el viaje en cayuco con destino a Europa están en torno a la veintena. Muchos se embarcan en Saint Louis, un enclave turístico de 280.000 habitantes en el norte de Senegal cerca de la frontera con Mauritania. En esta última oleada migratoria, el perfil de los que llegan desde Senegal suele ser de pescadores o trabajadores relacionados con la vapuleada industria turística, desde guías a taxistas o vendedores informales.

No es el caso de Abdoul, quien parecía tener su vida más o menos encaminada como soldado en Dakar. Hasta que ese trabajo se volvió imposible. En el Ejército recibía malos tratos, manipulación y amenazas, abuso físico y psicológico que llegó a desembocar "incluso en tortura". Por teléfono desde París y en un francés con acento de su lengua materna, el wólof, Abdoul no quiere entrar en muchos detalles de ese tiempo de su vida y las secuelas de esas torturas, aunque le tiembla la voz. "En Senegal tenía claro que debía abandonar el país hacia España para encontrar protección", afirma. Así, decidió sellar su salida y abandonar, quizás para siempre, su patria.

De Senegal a Marruecos en coche

Desde la costa senegalesa, la ruta hasta Canarias en cayuco son más de 1.000 kilómetros, primero bordeando la línea costera de Mauritania y el sur de Marruecos y luego enfilando al Atlántico abierto. Es una de las rutas marítimas de acceso a Europa más peligrosas que existen, según cifras de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM). En la ruta senegalesa, gambiana o guineana utilizan cayucos que, a diferencia de las pequeñas pateras, son embarcaciones algo más robustas con capacidad para transportar hasta un centenar de personas. Su destino suele ser la isla de Tenerife, ya que se guían por la cumbre del monte Teide. En la crisis de 2006, cuando más de 31.000 personas llegaron a las islas, algo más de la mitad eran senegaleses, según un informe del International Peace Institute.

Sin embargo, la situación es distinta en este 2020, según detalla a este diario Txema Santamaría, portavoz de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Según detalla el experto, la ruta canaria se ha visto "sorprendida" por el añadido del "factor Marruecos". Mientras que en años anteriores el flujo era de sahelianos y subsaharianos (senegaleses, guineanos, gambianos y, especialmente a principios de 2020, con el golpe de Estado y el recrudecimiento de la violencia terrorista en Mali, malienses), la crisis del coronavirus ha puesto a miles de marroquíes que salen en masa desde el sur del país en el tablero migratorio. Se trata de "guías turísticos, taxistas, vendedores de la calle", afirmaba CEAR a este diario​ hace unas semanas, que suben a las pateras porque la economía de sus lugares de origen está "hundida" por el covid-19.

La ruta marroquí cobra entonces especial relevancia. La mayoría de los migrantes con los que ha hablado este diario en Canarias han salido desde Dajla o El Aaiún, ciudades costeras del Sáhara Occidental controlado por Marruecos. La distancia desde Dajla hasta Canarias es también mucho menor. Así que Abdoul decidió ir a Marruecos.

El precio del 'shamán'

Salió de Dakar en coche, cruzando Mauritania, hasta Dajla. "No conocía a nadie. Estaba completamente solo [en el viaje]. No conocí a las personas que me llevaron a Canarias hasta que llegué a Marruecos y pregunté con quiénes debía hablar para ir a España", relata Abdoul. En Dajla, ahora centro neurálgico de las salidas en pateras a Canarias, encontró a quien necesitaba. Abdoul y otros migrantes senegaleses lo llamaban "shamán". Pero había un precio.

"Había gente que pagaba 1.000, 2.000, 3.000 euros, para llegar a España", explica. "Me pareció muy caro, y eso les dije, pero si no pagaba eso no me iban a llevar al otro lado [del mar]. Llamé a mi familia en Senegal para que me mandaran el dinero, pero tuve que trabajar varios meses en Marruecos para poder pagar la travesía", detalla. El caso de Abdoul es común. Dajla es una zona de industria pesquera, y muchos migrantes sin dinero para el trayecto acaban pasando semanas o incluso meses trabajando en la ciudad, ya sea en las insalubres condiciones de las fábricas de la industria pesquera o con otros trabajos más irregulares. Finalmente, consiguió juntar el dinero suficiente para pagar al 'shamán'. Llegó el día.

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"Íbamos unas veinte personas en la patera, una suerte de Zodiak. Estuvimos unos 10 días en el mar, no comimos apenas salvo leche y galletas", rememora. "Había un barco que llamó a salvamento para que nos buscara y nos encontró cuando ya estábamos cerca de las islas". El trayecto desde Dajla a Gran Canaria (unos 500 kilómetros) suele ser mucho más corto, entre tres y cuatro días. Aunque menos peligroso que salir directamente de Senegal o Gambia, esta ruta sigue siendo mortal. En un solo fin de semana, a principios de noviembre, 480 migrantes murieron ahogados. Precisamente estos días se han producido también otras escenas terribles en la costa, esta vez en Órzola, en Lanzarote, cuando una patera en la que viajaban unos 36 magrebíes volcó cuando ya casi estaban en el mismo muelle, tras chocar contra una escollera. De no ser por un grupo de pescadores, que se tiró al mar en medio de la oscuridad de la noche para ayudar con el rescate, la tragedia habría sido mucho mayor.

placeholder Varios migrantes rescatados por Salvamento Marítimo son trasladados al muelle de Arguineguín. (EFE)
Varios migrantes rescatados por Salvamento Marítimo son trasladados al muelle de Arguineguín. (EFE)

Una vez rescatados, "la policía nos tomó la temperatura, todo", continúa Abdoul. Para cuando llegó a España, ya era principios de 2020 y el miedo al coronavirus empezaba a marcar las pautas. Tras el proceso de filiación, donde se identifica a las personas migrantes para una posible repatriación, a Abdoul lo encerraron durante tres días en una prisión en Las Palmas. Aunque las imágenes entonces no eran las de ahora, donde se han llegado a hacinar 2.000 personas en el muelle de Arguineguín y se ha tenido que recurrir a los hoteles para acoger a más de 5.500 personas, los servicios sociales canarios empezaban ya a estar desbordados.

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Pasó varios meses de un lado a otro en distintos centros de la isla, desde los gestionados por la Cruz Roja a los servicios de Cáritas; de los que guarda un grato recuerdo. "Cáritas me tomó a su cargo, un tiempo en el que comí bien, me vistieron bien, todo lo que necesitaba. Dos meses después, el Gobierno rechazó que Cáritas siguiera a cargo de nosotros", explica. Los procesos de acogida pasaron entonces al Ministerio de Integración, Seguridad Social y Migraciones y Cruz Roja.

Último paso en España: Irún

Se acababa su tiempo en Canarias y no parecía haber oportunidades para continuar con su vida. Aunque tiene amigos que sí se han quedado en España, en ciudades como Murcia o Málaga, Abdoul "en España no estaba bien". Entonces ya sabía que quería llegar hasta Francia. Dominado el francés, le habían dicho que allí tendría muchas más opciones de conseguir un trabajo que en España, incluso con la pandemia de coronavirus. Las redes de información de inmigrantes le habían explicado solo la mitad del camino: llegar a Irún y de ahí a Francia. Luego a buscarse la vida.

Como muchos otros migrantes están haciendo estos meses, la vía de salir de Canarias es un billete de avión, si tienen sus documentos. "Mis padres me ayudaron con el dinero para llegar a Bilbao en avión desde Las Palmas". Desde Bilbao tomó un autobús a Irún. Aunque no dan cifras concretas, fuentes policiales confirman que hay un flujo de migrantes que salen de Canarias por sus propios medios y acaban en la Península y que, más tarde, intentan cruzar hasta Francia desde Irún, donde se están generando "bolsas" de inmigrantes por el bloqueo francés de la frontera.

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La frontera entre Irún y Hendaya lleva años sin ser fácil para los magrebíes, desde que en 2015 Francia elevó el nivel de alerta antiterrorista por los atentados de Bataclán. Aunque el 'cierre' (de una frontera dentro del espacio Schengen, que garantizaría la libre circulación de personas) no es oficial, en la práctica se estarían produciendo centenares de 'devoluciones en caliente', cada vez más comunes, según confirman fuentes policiales. El refuerzo fronterizo por la crisis de coronavirus dificulta aún más el paso a los migrantes. A algunos directamente no los dejan pasar. Sin embargo, Abdoul tuvo suerte: desde Irún gestionó un BlaBlaCar que le permitió cruzar la frontera y llegar a Bayona, donde pasó la noche antes de comprar un billete de tren TGV con destino 'Gare de Montparnasse', en París. Ya estaba en Francia. En total, el viaje desde Dakar calcula que le ha podido costar unos 6.000 euros.

El milagro

Entonces se produjo el milagro. "No conocía a nadie, estaba completamente solo. Pero empecé a hablar con una persona, le conté mi situación y se apiadó de mí. Fue él quien me hospedó, en su propia casa, los primeros días. Después de diez días encontré un trabajo en la construcción y también de limpieza. En París me era más fácil encontrar un trabajo que en España sin hablar bien español [lo chapurrea]. Ahora estoy bien, aunque sin papeles. En París estoy a gusto, tranquilo, no tengo problemas".

La de Abdoul es una historia de éxito. Ha conseguido llegar a París y, pese a la pandemia, le llaman de vez en cuando para trabajar como obrero de la construcción. Espera encontrar una mujer con la que casarse y vivir tranquilo.

En lo que llevamos de año, más de 18.000 personas han llegado a las costas canarias en miles de pateras o cayucos, de Senegal, Mauritania o la costa saharaui controlada por Marruecos. La historia se puede contar con las cifras: un aumento de más del 1.000% con respecto a 2019, más de 2.000 llegadas en un solo fin de semana, 6.000 personas acogidas en hoteles de las islas. Con declaraciones y políticas: "Canarias no se convertirá en la vía de entrada irregular en Europa", según el ministro de Interior Fernando Grande-Marlaska. O con historias como las de Abdoul, quien pasó de ser torturado en Senegal a convertirse ahora en peón de la construcción en Francia. Un viaje donde las Islas Canarias son ahora un punto clave de la ruta regional.

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