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Sin piscina ni bar, pero sí cigarrillos: migrantes en hoteles del pueblo sin turistas
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Crisis migratoria en Canarias

Sin piscina ni bar, pero sí cigarrillos: migrantes en hoteles del pueblo sin turistas

Lo que iba a ser una solución "humanitaria y temporal", además de una oportunidad de negocio para algunos hoteleros, se está enquistando y la situación empieza a soliviantar a los locales

Foto: Un par de marroquíes, en un hotel en Gran Canaria. (A. Alamillos)
Un par de marroquíes, en un hotel en Gran Canaria. (A. Alamillos)

No, no se están bañando en piscinas, no tienen animadores o acceso al bar del hotel. La pulsera que llevan en su muñeca no es la del 'todo incluido' ni son hoteles 'de lujo' de cinco o cuatro estrellas. Más bien es una cama digna, tres comidas al día y cuatro paredes que los separan del suelo frío y el hacinamiento del muelle de Arguineguín.

En un momento en que los rescates de pateras en las aguas frente a las Canarias crecían un 1.000% y se llegaban a registrar en un solo fin de semana más de 2.000 llegadas, alojar a los inmigrantes en hoteles fue la mejor solución para no dejarlos en la calle. Un tema humanitario sobre todo, pero también económico: "Es darles un trato digno. Lo que de verdad hunde la imagen de Canarias son imágenes de personas durmiendo en el suelo hacinadas en un muelle, como en Lesbos", defiende José María Mañaricúa, hotelero y presidente de la Federación de Empresarios Hoteleros y del Turismo en Las Palmas (FEHT).

Sin embargo, lo que iba a ser una solución "humanitaria y temporal", que además significaba una oportunidad de negocio para algunos hoteleros en una temporada sin turistas y con hoteles vacíos, se está enquistando y la situación empieza a soliviantar a la población local, que teme que la imagen de localidades del sur de Gran Canaria, como Maspalomas o Puerto Rico, remate una temporada turística ya hundida por el coronavirus.

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Hasta este domingo por la mañana, cerca de 5.500 personas están acogidas en 17 hoteles de las islas, la inmensa mayoría en el sur de Gran Canaria. Los hoteles son de dos y tres estrellas, repartidos entre los términos municipales de San Bartolomé de Tirajana o Mogán, aunque también en la capital, Las Palmas. Dependiendo del tamaño del hotel, cada edificio cobija a varios cientos de migrantes, algunos incluso 600 o 700, en complejos que están pensados para poder incluso albergar un millar. Las zonas comunes como piscinas y solariums están, sin embargo, cerradas, y el servicio es más bien de limpieza de los cuartos y tres comidas al día. "Está buena", aseguran Rachid, Ahmed y Yusef, sentados en un banco a la sombra en una zona comercial en obras de Puerto Rico, donde se concentra un nutrido grupo de migrantes. El Confidencial no ha podido acceder al interior de ningún complejo.

Según detallan estos jóvenes, todos de origen magrebí y que han llegado a Canarias en el último mes, las condiciones "son buenas": una habitación grande que comparten cuatro personas, aunque siempre del mismo país (separando en distintas zonas a los magrebíes de los subsaharianos), y, al ser un centro dentro del sistema de asilo, pueden salir a caminar por las calles de Puerto Rico. Sin piscinas ni bar, pero "sí cigarrillos", bromean.

placeholder Jóvenes de origen marroquí hacen unas compras en Puerto Rico, Gran Canaria. (A. A.)
Jóvenes de origen marroquí hacen unas compras en Puerto Rico, Gran Canaria. (A. A.)

¿Cómo se ha llegado a esta situación? Una tormenta perfecta: a la casi inédita oleada de llegadas se añaden el cierre y limitaciones en los CIE de las islas, la imposibilidad de acelerar las deportaciones por el cierre de fronteras en los países de origen y tránsito por la pandemia de coronavirus y la política del Gobierno de no trasladarlos a territorio peninsular, que fuerzan que, pese a que algunos de los llegados no cumplan los requisitos para entrar en el sistema de asilo, la otra opción sería la "vulnerabilidad sobrevenida" de dejarlos en la calle sin medios. "En otra situación, en la que no hubiera covid-19, esas personas estarían en un CIE [Centro de Internamiento para Extranjeros] o serían repatriadas", insisten desde el Ministerio de Integración, Seguridad Social y Migraciones. Sin lugar donde alojarlos, la Delegación del Gobierno contactó en verano con la FEHT solicitando su participación, y varios grupos hoteleros respondieron.

Según distintas fuentes, el pago por persona que reciben los hoteles estaría entre 40 y 50 euros, y los contratos (sin entrar en excepciones) están firmados hasta el 31 de enero. "Algunos hoteles están ganando hasta un millón de euros", sostiene una fuente del sector que ha pedido el anonimato. La Secretaría de Estado de Migraciones asegura que la cifra diaria es mucho menor. Desde la FEHT, declinan hacer comentarios sobre "contratos entre el ministerio y cada hotel".

placeholder Un joven magrebí, en la ventana de un hotel en Maspalomas. (A. A)
Un joven magrebí, en la ventana de un hotel en Maspalomas. (A. A)

"El problema es que la convivencia entre el modelo de hotel abierto a turistas y el hotel de inmigrantes es imposible", sostiene por su parte Alba González, directora corporativa de Bull Hotels, un conglomerado con seis hoteles en las islas. Uno de ellos es el único abierto en Arguineguín. Frente a otro, en Playa del Inglés, se levanta uno de los hoteles donde residen migrantes.

Cada una de las torres del hotel Waikiki, gestionado por Servatour (que ha rechazado hablar con este periódico), está destinada a una nacionalidad distinta. Unos cuantos senegaleses se asoman a las ventanas y saludan. A cada uno de los migrantes se le ha proporcionado mascarillas. De uno de los balcones cuelga una bandera de España. "Se pasan el día paseando dentro del hotel, fumando", comenta una fuente hotelera, que insiste en que "van de buenas, no quieren causar problemas". En otro de los hoteles destinados a acoger migrantes, también en Maspalomas, un grupo de subsaharianos juega al balón en el patio interior junto a la piscina cerrada con vallas.

Pero son demasiados, demasiado tiempo y hay muy poco personal para gestionarlos: varias fuentes confirman que ha habido altercados y peleas esporádicas entre distintos grupos nacionales. "Ellos van de buenas. Aunque a veces uno se pone nervioso con otro...". Se han tenido que contratar equipos nuevos de seguridad privada, que sin embargo sostienen que son pocos para la cantidad de migrantes en cada hotel.

placeholder Dos malienses descansan mirando al mar en la playa de Puerto Rico. (A. A.)
Dos malienses descansan mirando al mar en la playa de Puerto Rico. (A. A.)

Pero esos episodios quedan de puertas adentro del hotel. La tensión social, en un contexto donde el turismo está en mínimos y ya se da por perdida la temporada 2020, se está cocinando fuera.

Turistas desaparecidos

En el municipio turístico de Puerto Rico, donde los trabajos del sector significan casi el 90%, los turistas escandinavos de cada invierno han desaparecido prácticamente. Solo quedan algunos ingleses que llegaron a Canarias antes del 5 de noviembre, cuando las autoridades británicas restringieron los viajes por el coronavirus, y suecos y noruegos que ya tienen su casa en el pueblo. En su lugar, jóvenes magrebíes y subsaharianos pasean en grupos, en chanclas y enfundados en mascarillas, se sientan a la sombra en los parques o juegan al balón en la playa. Son los únicos clientes del local chino que vende desde bikinis a carcasas. Karim y Hamid enseñan sonrientes la camiseta que se han comprado, a juego.

El bar Cocos, a la entrada del pueblo, es un lugar de reunión. "Son muchísimos, vienen y se sientan a tomar un café, por ejemplo, durante horas. Con el móvil y el wifi. Aquí tenemos clientes de toda la vida que también son árabes, y echan una mano con el idioma. Aquel chico de ahí es el primero que me encuentro que habla inglés", cuenta Alberto, camarero del local. En una de las mesas, un joven cuenta un pequeño puñado de billetes de 10. "No causan ningún problema, al revés, son superamables", añade. "Aunque, desde luego, con un café durante horas, negocio no hacemos".

placeholder Un bar en Puerto Rico, Gran Canaria. (A. A.)
Un bar en Puerto Rico, Gran Canaria. (A. A.)

En un bar cercano, el ambiente es un poco distinto. Fuera cuelga un cartel de "La hostelería se muere", y el dueño está enfadado. "Es como si vamos al País Vasco, a Madrid, y metemos a estas personas en sus industrias. Esto es lo mismo: están metiendo a los migrantes en la única industria que tenemos aquí, el turismo", dice Miguel González.

González mantiene el negocio abierto a duras penas, y sus trabajadores siguen en ERTE. En el pueblo, se palpa la desesperanza que el coronavirus ha dejado en lo que debería ser la temporada alta: decenas de negocios cerrados, carteles de "Se traspasa" y colectivos como el de los taxistas afirman estar facturando un 80% menos que lo que facturaban el año pasado. "No hay dinero, y te cabreas cuando escuchas que están cobrando 40 euros por migrante mientras que algunos de aquí no tienen para vivir", sostiene González.

placeholder Miguel González Ortega, en su bar. (A. A.)
Miguel González Ortega, en su bar. (A. A.)

"¡El rédito económico [de los migrantes en los hoteles] es para unos pocos, no para todos!", sostiene Carmelo Suárez, portavoz de la plataforma de reciente creación Salvemos el Turismo de Mogán y empresario del mundo de los coches de alquiler. Suárez afirma temer que la estancia de los migrantes en hoteles afecte la próxima temporada turística, que se promete más jugosa gracias a la combinación de test de antígenos o las esperanzas de la vacuna. Según sostiene, los turoperadores extranjeros podrían "eliminar de sus 'packs' turísticos" los hoteles que hayan aceptado migrantes, afectando por tanto todo el tejido adyacente, desde los bares y restaurantes a los taxis. "Inmigrantes y turistas no concuerdan", concluye. La plataforma ha convocado una manifestación para el 27 de noviembre.

Está por ver, sin embargo, hasta qué punto afecta realmente la presencia de los migrantes en hoteles a la imagen turística de Gran Canaria, al menos desde fuera. "Ninguno de nuestros clientes [turistas ingleses y alemanes] se ha quejado. De hecho, recibimos muchos 'mails' cancelando reservas o preguntando sobre las restricciones por el coronavirus, pero ninguna pregunta o cancelación por los migrantes", explica un recepcionista de un hotel de cuatro estrellas en Maspalomas. "Dos mil personas en un puerto, hacinadas en un muelle, es una imagen mucho más grave", sostiene Mañaricúa, presidente de la FEHT, que critica que lo que se ofreció como "solución transitoria y limitada, ante la incapacidad [de las autoridades competentes] de responder ante la situación, y que no podía ser estructural", siga "tres meses después".

En todo caso, según confirman desde la Secretaría de Migraciones, las nuevas 6.000 plazas de asilo proyectadas "con carácter de urgencia" en las islas serán destinadas "de manera prioritaria" para hacerse cargo de las personas ahora refugiadas en hoteles.

Un grupo de muchachos pasa delante del asador de pollos junto a la playa. Son muy jóvenes, algunos claramente menores. Charlan entre ellos, llevan bolsas de plástico y la mascarilla. Caminan a lo suyo. "Esto ya parece el Sáhara", comenta en voz alta un camarero. Sus compañeras asienten.

No, no se están bañando en piscinas, no tienen animadores o acceso al bar del hotel. La pulsera que llevan en su muñeca no es la del 'todo incluido' ni son hoteles 'de lujo' de cinco o cuatro estrellas. Más bien es una cama digna, tres comidas al día y cuatro paredes que los separan del suelo frío y el hacinamiento del muelle de Arguineguín.

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