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En el epicentro de la crisis migratoria: "Aplauden a los que se llevan en la guagua"
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En el epicentro de la crisis migratoria: "Aplauden a los que se llevan en la guagua"

Parece mentira que puedan caber más de mil personas en un muelle tan pequeño. Y el clima de ansiedad y enfado se palpa en el pueblo de Arguineguín, epicentro de la crisis migratoria

Foto: Los migrantes descansan tras ser rescatados por la guardia costera. (Reuters)
Los migrantes descansan tras ser rescatados por la guardia costera. (Reuters)
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"Esto no lo viví así en 2006. Y créeme que tengo ya más de 40 años cotizados en el mar y he visto de todo. Esto no se puede sostener", dice Pedro Guillén, pescador tinerfeño radicado en Arguineguín. Habla de la 'crisis de los cayucos', que en 2006 hizo que más de 31.000 personas alcanzaran las playas de Canarias desde la costa magrebí y del África noroccidental. Desde el pasado agosto, a las islas han llegado más de 15.000 personas en centenares de pateras y cayucos; una cifra que queda todavía muy lejos de la crisis de entonces. Y, sin embargo, la sensación en las islas es muy distinta. Hace catorce años, muchos de los rescatados fueron trasladados a la península y distribuidos entre los servicios de acogida de otras comunidades. En esta ocasión, Canarias se siente sola ante la oleada. Y el clima de ansiedad y enfado se palpa en el pueblo de Arguineguín, epicentro de la crisis migratoria.

"Mi hijo trabaja en Salvamento Marítimo, no veas cómo está de trabajo. Haciendo turnos dobles. Y cuando tiene un día libre, el pobre apenas puede más que dormir todo el día", cuenta Ángela, vecina del pueblo desde hace más de 50 años. En Arguineguín, al sur de la isla de Gran Canaria y dentro del término municipal de Mogán, viven poco más de 2.500 personas, la mayoría volcadas o al turismo o al mar. Cuando no hay atún en Lanzarote o en Tenerife, pero sí en Gran Canaria, los pescadores de las islas vecinas se agolpaban en los muelles del puerto de Arguineguín, cuenta Pedro. Hoy, uno de ellos está copado por centenares de personas rescatadas del mar.

Foto: Los cerca de 200 migrantes marroquíes que se encontraban frente la Delegación del Gobierno en Las Palmas de Gran Canaria. (EFE)

A primera hora de este sábado rondan los 860, según fuentes de Cruz Roja. Es la primera vez en aproximadamente dos semanas que baja de 1.000. A principios de esta semana, han llegado a hacinarse más de 2.500 personas, agolpadas en tiendas de campaña atiborradas en medio de la oleada de pateras que llegan a la isla, ya desbordada, desde hace meses. Para terminar de descongestionar el muelle, el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, ha anunciado este viernes en Las Palmas la intención del Gobierno de levantar de aquí a final de año 7.000 plazas de acogida provisionales en carpas.

"Se tumban ahí, al ras del suelo, cubiertos con sus mantas rojas", cuenta Pedro, que de vez en cuando los observa desde uno de los dos barcos que maneja, un atunero llamado Agustina. "Algunos llegan muy mal: hipotermia, hipoglucemia, úlceras por presión que normalmente solo ves en personas dependientes que pasan largas jornadas en la misma postura. Aquí es por la mezcla del combustible con la madera, y como van muchísimos en cada patera, a veces hasta 200, van apretados y en la misma posición. Eso se ve especialmente en los que vienen desde más lejos (desde países subsaharianos). Si salen desde Marruecos, como el trayecto es más corto, suelen llegar mejor", detalla por su parte Adonay, enfermero y voluntario que participa en el tratamiento médico inmediato de los migrantes después de ser rescatados por Salvamento Marítimo. Esta semana, las fuertes mareas han dado un paréntesis de descanso a las llegadas, con 67 personas rescatadas en los últimos tres días.

Parece mentira que puedan caber más de mil personas en un muelle tan pequeño. La zona donde acogen a los migrantes, los procesan (los fotografían, identifican e introducen sus datos en el sistema de la Policía Nacional) y donde pasan las primeras pruebas de diagnóstico de coronavirus está acordonada por furgones de la policía. La prensa no tiene permitido acercarse.

Se supone que iba a ser un campamento pequeño, para que los equipos de Cruz Roja pudieran ofrecer atención médica inicial a los rescatados en el mar. También se supone que los migrantes solo permanecerían en él 72 horas antes de ser trasladados. Se ha hecho permanente, muchos pasan más de 72 horas —según distintas fuentes— y los migrantes se agolpan junto a las tiendas, hacen cola para entrar en los baños químicos, o se sientan en el borde del muelle con los pies en el aire, viendo pasar las últimas horas de sol. Unos cuantos aplauden de repente, se oyen unas vivas. "Aplauden a los que se llevan en las 'guaguas'", explica el pescador. Durante toda la tarde, un reguero de autobuses ha recorrido el pueblo de Arguineguín. Entraban vacíos y salían cargados de migrantes. "No paran de pasar, mira, ahí hay otra. Y ellos te saludan y sonríen", cuenta una adolescente del pueblo, sentada en la acera.

placeholder Migrantes en el muelle del puerto de Arguineguín. (Reuters)
Migrantes en el muelle del puerto de Arguineguín. (Reuters)

"Lo que está pasando aquí es demasiado. Esto está fatal, niña. Yo creo que nos están engañando cada día más. Todas las semanas dicen que lo quitan, que lo van a quitar, y nada. Antes venía mucha gente de paseo aquí a los bares, y ahora prefieren evitarlo, tienen miedo de que si esta gente puede tener covid. No sabemos nada de cómo están [los migrantes reciben una prueba de diagnóstico PCR al llegar al muelle y, en caso de ser positivos, son aislados]... Y tema de higiene también, mucha basura cuando vienen a recoger las pateras, que luego llega a la playa. ¡Son muchos, y no sabemos nada!", se queja enfadada Laura Trujillo, que trabaja en una peña-bar en el tranquilo paseo junto a la playa que lleva hasta el puerto. Un parroquiano, a su lado, asiente. En el resto del pueblo se repiten mensajes como este. El cóctel de las cicatrices del cierre por coronavirus, la escasez de turistas en unas ciudades y pueblos del sur de la isla que parecen un pálido reflejo de otras temporadas altas, con centenares de bares y negocios cerrados, y el miedo al problema del paro ha sacudido la tensión en el pueblo con el abarrotado muelle de Arguineguín como mecha.

El problema es que son demasiados, demasiado tiempo y sin respuestas. "Van juntos, en grupitos de 7 u 8, no he tenido yo nunca problemas con ellos, van a su aire. Los veo por ejemplo jugar al balón", cuenta Pepe Sarmiento, en la vecina localidad de Maspalomas. Otras voces sí suenan más asustadas, como la de Isabel, una mujer de mediana edad: "A veces se pelean entre ellos, hay altercados. Y a las mujeres nos da más reparo ir a la playa o a esas zonas (donde están los migrantes)". El sur de la isla ha vivido ya pequeños estallidos xenófobos, desde cuando un grupo de vecinos de Tunte bloqueó la carretera para impedir el traslado de migrantes a un centro de aislamiento, a otras pequeñas manifestaciones antiinmigración. "La crisis ha sacado al racista que algunos llevan dentro", afirma Adonay. "Como no vienen desnudos, arrastrándose y sin móvil, parece que merecen menos que nosotros", añade.

Foto: El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, en su llegada a Rabat, Marruecos. (EFE) Opinión

Ante las repetidas quejas del Ayuntamiento de Mogán, las autoridades locales Canarias, el Cabildo e incluso el defensor del pueblo, en los últimos dos días se han trasladado algo más de 500 personas a otros puntos de la isla para descongestionar el muelle de Arguineguín. Desde hace meses, varios miles de migrantes están acogidos en hoteles, (la cifra actual ronda los 5.000, distribuidos en unos 18 hoteles en las islas, según la Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo de Las Palmas), algo que iba a ser una "solución temporal", a petición de la Delegación del Gobierno y ante la falta de alternativas habitacionales seguras y humanitarias para los migrantes, pero que los hosteleros temen que termine por prolongarse varios meses más. Se han acondicionado a contrarreloj centros de acogida. "He perdido ya la cuenta los albergues que se han tenido que ir abriendo", ejemplifica un voluntario. El Ministerio de Defensa ha cedido varios terrenos que tenía en desuso, como el Polvorín de Barranco Seco y Canarias 50 en la isla de Gran Canaria, y otras instalaciones también en Tenerife y Fuerteventura, al Ministerio de Interior y al Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. A Barranco Seco, con posibilidad de acoger al menos 800 personas ("Intentaremos que sean hasta 1.000", sostienen desde Interior), ya se han reubicado más de 200 personas.

"Sí, nos sentimos abandonados por el Gobierno central. No es normal el nivel de sobresaturación que tenemos aquí"

Así, los migrantes se siguen quedando en las islas: apenas 1.500 se han trasladado a la península, según han señalado fuentes policiales a 'Europa Press'. Y el responsable de Interior, Fernando Grande-Marlaska, no parece por la labor de aumentar ese cupo. En unas declaraciones tras una visita este viernes a Marruecos, ha insistido en lo que parece la estrategia desde el Gobierno: minimizar los traslados a la península todo lo posible y mantener al resto, "que son irregulares, y no acreedores de protección", en las islas hasta "proceder a su devolución" a los países de origen o tránsito (Marruecos, Mauritania o Senegal), un proceso hasta el momento muy bloqueado ante el cierre de fronteras por el coronavirus.

"Sí, nos sentimos abandonados por el Gobierno central. No es normal el nivel de sobresaturación que tenemos aquí. No comparto mucho con Ana Oramas, pero en esto tiene razón", afirma Adonay. Hace referencia a un discurso de la diputada de Coalición Canaria en el Parlamento, en el que criticó la inacción del Gobierno y declaró que Canarias "es un polvorín, un volcán".

"Esto no lo viví así en 2006. Y créeme que tengo ya más de 40 años cotizados en el mar y he visto de todo. Esto no se puede sostener", dice Pedro Guillén, pescador tinerfeño radicado en Arguineguín. Habla de la 'crisis de los cayucos', que en 2006 hizo que más de 31.000 personas alcanzaran las playas de Canarias desde la costa magrebí y del África noroccidental. Desde el pasado agosto, a las islas han llegado más de 15.000 personas en centenares de pateras y cayucos; una cifra que queda todavía muy lejos de la crisis de entonces. Y, sin embargo, la sensación en las islas es muy distinta. Hace catorce años, muchos de los rescatados fueron trasladados a la península y distribuidos entre los servicios de acogida de otras comunidades. En esta ocasión, Canarias se siente sola ante la oleada. Y el clima de ansiedad y enfado se palpa en el pueblo de Arguineguín, epicentro de la crisis migratoria.

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