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Olvida el 28-M, las elecciones más importantes del año son las de Turquía
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Las urnas que cambiarán Turquía

Olvida el 28-M, las elecciones más importantes del año son las de Turquía

Este domingo, Turquía celebrará sus elecciones presidenciales. Unos comicios en los que está en juego mucho más que la reelección del actual presidente, Recep Tayyip Erdogan

Foto: Un grupo de personas camina bajo la pancarta electoral del candidato presidencial turco Kemal Kilicdaroglu, líder del opositor Partido Republicano del Pueblo. (EFE/Sedat Suna)
Un grupo de personas camina bajo la pancarta electoral del candidato presidencial turco Kemal Kilicdaroglu, líder del opositor Partido Republicano del Pueblo. (EFE/Sedat Suna)

"Tek çare kanser" (la única solución es el cáncer), podía leerse en los muros de Estambul durante las protestas de Gezi en 2014, una larga serie de movilizaciones en toda Turquía iniciada por el intento de salvar un parque en el centro de aquella ciudad que pronto devino en una revuelta generalizada contra el Ejecutivo de Recep Tayyip Erdogan. El grafiti hacía referencia a la prolongada creencia de que el entonces primer ministro turco estaba profundamente enfermo —un rumor que el tiempo ha demostrado falso—, pero sobre todo reflejaba el convencimiento de que Erdogan era demasiado fuerte, de que su Gobierno controlaba todos los resortes del poder, de que ni siquiera un levantamiento popular que sin duda contaba con el apoyo de gran parte de la sociedad podía ponerle fin.

Desde entonces, el régimen de Erdogan ha sobrevivido a varias pruebas cruciales, incluyendo la pérdida de la mayoría absoluta —que resolvió forzando un regreso a la guerra contra la guerrilla kurda y una repetición de las elecciones—, un golpe de Estado fallido y un cambio de modelo político hacia un sistema presidencialista. Erdogan, imparable, acumulaba cada vez más poder, al tiempo que iba modificando los fundamentos de la sociedad turca hacia una población cada vez más conservadora e islamizada. "Lo único que puede salvarnos es la economía", solían lamentarse los turcos.

Foto: Contenedores de mercancia en Moscú. (EFE/Maxim Shipenkov)

Pero las tornas han cambiado, y el hartazgo con el Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Erdogan parece haber tocado techo. Turquía volverá a las urnas este domingo, y por primera vez en dos décadas, las encuestas dan una ligera ventaja al candidato de la oposición, que sigue ampliándose a medida que mejoran sus perspectivas electorales. Para contrarrestarlo, Erdogan lo ha intentado todo: reformar la ley electoral, amagar con una nueva guerra contra las milicias kurdas en Siria, jugar la carta nacionalista contra Occidente y la OTAN, ofrecer hipotecas a bajo interés, anunciar nuevas subvenciones e incluso regalar el gas de la cocina y los calentadores de agua a los consumidores durante todo el próximo año. Sin embargo, la intención de voto a favor de sus rivales no deja de crecer.

"Para ganar las elecciones, Erdogan tiene que lograr más de los 26 millones de votos que consiguió en 2018 porque la población votante de Turquía ha crecido. Su problema es que se enfrenta a un contexto político dramáticamente diferente que hace la tarea muy difícil", señalan los analistas Gönül Tol y Ali Yaycioglu en un artículo para la revista Foreign Policy. "El efecto de agruparse alrededor del líder tras el golpe fallido hace tiempo que pasó. La ola de nacionalismo que cabalgó Erdogan hace tiempo ha vuelto para atormentarle: hay una creciente oposición nacionalista, con varios partidos que extraen votos de su aliado de extrema derecha, el Partido del Movimiento Nacionalista (MHP). La economía turca ha caído en una gran crisis, con una inflación descontrolada de dos dígitos y unos precios de los alimentos disparados. Y lo más importante, la oposición está más unida que nunca", apuntan estos expertos.

Eso no significa que todo esté decidido. El AKP ha movilizado a sus bases, que consideran que sus vidas han mejorado enormemente en estos 20 años y que perciben que ese empoderamiento peligra en caso de derrota. En consecuencia, cualquier resultado es posible, incluyendo la necesidad de celebrar una segunda vuelta dentro de dos semanas. Ocurra lo que ocurra, las implicaciones, tanto para la propia Turquía como para la estabilidad regional, el futuro de la OTAN e incluso la contestación democrática en otras partes del mundo, serán de gran calado. Así que si hay algunas elecciones que merezcan el calificativo de trascendentales, son sin duda estas.

¿Se desbloqueará el acceso de Suecia a la OTAN?

Desde hace meses, el Gobierno turco mantiene bloqueado el proceso de adhesión a la OTAN de Suecia, a la que acusa de dar "protección a terroristas" kurdos y del movimiento de Fethullah Gülen, una cofradía religiosa bajo sospecha de haber orquestado el golpe de Estado fallido en 2016. El conflicto se vio además exacerbado por la quema de un Corán a manos de activistas antiislámicos durante unas protestas en Estocolmo, un incidente que el Ejecutivo de Erdogan explotó en su propio interés.

Muchos expertos opinan que Erdogan está exacerbando la crisis deliberadamente por motivos electorales, pero que la situación se resolverá rápidamente tras los comicios, porque Ankara ya no obtendría ningún rédito tangible al prolongar la crisis y, en cambio, podría beneficiarse de levantar el veto. La cosa podría ir incluso más rápido si gana el candidato de la oposición Kemal Kiliçdaroglu, quien ya ha expresado su intención de permitir la entrada de Suecia en la OTAN pese a las discrepancias entre ambos países. "Si llevas tus problemas bilaterales a una organización multilateral como la OTAN, estás creando una especie de polarización entre los otros miembros de la OTAN y tu país", explicó recientemente Unal Çevikoz, el asesor jefe de política exterior de Kiliçdaroglu, en una entrevista.

Pero no todo es tan sencillo. El gobierno del AKP lleva años alimentando el sentimiento antioccidental y, como hemos visto, trata ahora de canalizarlo hacia teorías de la conspiración sobre interferencia electoral en el extranjero. Incluso en caso de una victoria aplastante del partido gobernante, reconducir esa hostilidad puede ser más complicado de lo que parece. Y Erdogan parece muy cómodo jugando la carta de la ambigüedad, consciente de que una gran parte de la opinión pública turca desconfía de la OTAN. En una encuesta informal de la agencia Anadolu el pasado enero, el 92% de un total de 50.000 participantes —una muestra nada desdeñable— declaró que Turquía no debía aprobar la entrada de Suecia en la Alianza Atlántica.

Foto: Aftermath of the deadly earthquake in hatay

Ankara, además, espera poder posicionarse como futuro intermediario en unas negociaciones entre Rusia y Ucrania, por lo que su postura en este conflicto ha sido ambivalente: mientras, por un lado, Turquía ha suministrado los muy eficaces drones Bayraktar a Kiev, se ha convertido a la vez en una de las principales vías de Moscú para evadir las sanciones occidentales. Y esto no se aplica solamente al Ejecutivo de Erdogan: Kiliçdaroglu ha afirmado que mantendrá "una continuación sólida y creíble de las relaciones entre Turquía y Rusia", aunque priorizando el papel del país como miembro de la OTAN.

¿Caos en las fronteras de la UE?

La región donde más se notará una diferencia entre la victoria de uno u otro candidato será probablemente Oriente Medio. Aunque la política exterior turca tiende a ser nacionalista y Ankara ya tenía una marcada vena de aventurerismo militar en las épocas previas a Erdogan, es indudable que este no ha dudado en intervenir en su vecindario cuando lo ha creído conveniente, especialmente en la vecina Siria, donde Turquía ha sido uno de los principales apoyos a las fuerzas rebeldes contra el régimen de Bashar al Asad. Si Erdogan vence, el resultado más probable es un mantenimiento del statu quo actual, en el que Turquía continuaría respaldando la existencia de una Administración paralela en el noroeste del país, con presencia del Ejército turco incluida. O dicho de otro modo, Turquía ocupa militarmente un 10% del territorio de Siria.

El bloque opositor, en cambio, se opone en gran medida a la participación turca en una operación en Siria que es ampliamente percibida como un proyecto personal de Erdogan. "La prioridad de Kiliçdaroglu será discutir un final a la guerra en Siria con Asad, en el que habrá algún tipo de entendimiento sobre la repatriación de refugiados a cambio de un acuerdo en el que las YPG [las milicias kurdas de Siria, una organización hermana del PKK] queden plegadas bajo el régimen de Asad", explica Soner Cagaptay, director del Programa de Investigación sobre Turquía en el Instituto Washington, en declaraciones a la publicación Al Monitor.

Foto: Miles de personas protestan en Turquía por la condena del alcalde de Estambul. (Reuters/Alp Eren Kaya)

La cuestión de los refugiados, de hecho, es uno de los asuntos más importantes de la campaña. En estos años, Turquía ha acogido a más de cuatro millones de sirios, lo que ha incrementado la población del país en un 5%. Aunque algunos viven en campos de refugiados, el 90% se ha integrado en las ciudades, con la consiguiente presión demográfica en cuestiones como la vivienda, el empleo e incluso el agua. La oposición ha prometido devolverlos a Siria en un plazo de dos años, una propuesta que ha resultado ser muy popular en la sociedad turca a medida que crecían los problemas de convivencia, hasta el punto de que el propio Erdogan ha tenido que jugar con ella, coqueteando con la idea de una "solución en Siria" que permita el regreso de estas personas. Pero su enfrentamiento personal con el presidente sirio hace que la reconciliación entre Ankara y Damasco sea más improbable mientras él siga en el cargo.

Así que Kiliçdaroglu cuenta con la importante baza de que cualquier proceso de normalización entre Turquía y Siria es mucho más probable y expedito con él en el sillón presidencial. Tanto, que se ha visto lo suficientemente fuerte como para afirmar que la Unión Europea debería proporcionar fondos para que los constructores turcos puedan reconstruir las localidades de Siria para poder realojar a sus ciudadanos, o de lo contrario amenaza —como hizo Erdogan— con permitir que los refugiados entren libremente en territorio europeo. Kiliçdaroglu ha declarado: "Lo siento, abriré las puertas. Pueden ir donde quieran", en caso de que la UE no transija.

Como se ve, la importancia de estos comicios va mucho más allá de la propia Turquía. Una derrota de Erdogan podría inspirar a los partidos opositores en otras democracias iliberales donde las elecciones todavía importan algo, como Hungría, Polonia, quizá Venezuela. Al mismo tiempo, algunos expertos apuntan que, dado el carácter contra natura de la coalición contra el actual presidente turco, lo más inteligente que este puede hacer si pierde es sentarse a esperar que sus enemigos políticos empiecen a despedazarse unos a otros y la ingobernabilidad se imponga. Eso, sin embargo, iría también contra la propia forma de ser de Erdogan. Todo un cúmulo de incógnitas que, para bien o para mal, están a punto de resolverse. La primera cita, este domingo.

"Tek çare kanser" (la única solución es el cáncer), podía leerse en los muros de Estambul durante las protestas de Gezi en 2014, una larga serie de movilizaciones en toda Turquía iniciada por el intento de salvar un parque en el centro de aquella ciudad que pronto devino en una revuelta generalizada contra el Ejecutivo de Recep Tayyip Erdogan. El grafiti hacía referencia a la prolongada creencia de que el entonces primer ministro turco estaba profundamente enfermo —un rumor que el tiempo ha demostrado falso—, pero sobre todo reflejaba el convencimiento de que Erdogan era demasiado fuerte, de que su Gobierno controlaba todos los resortes del poder, de que ni siquiera un levantamiento popular que sin duda contaba con el apoyo de gran parte de la sociedad podía ponerle fin.

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