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Europa sale a la calle: miles de manifestantes protestan en el Viejo Continente
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Europa sale a la calle: miles de manifestantes protestan en el Viejo Continente

En esta edición leerás estos temas: "El invierno disidente", "Los sindicatos británicos se mantienen firmes", "Dejé Francia por culpa de los sindicatos", "132", "El olvidado poder popular"

Foto: European Focus
European Focus

Hola desde Skopje, "¡Jubilación antes que artritis!", este cántico resuena en mi habitación mientras veo un vídeo de las multitudinarias protestas del 19 de enero en Francia contra el plan del presidente Macron de retrasar la edad de jubilación. Me hace pensar en el inmenso poder que tienen los trabajadores, todos nosotros, cuando nos unimos por una causa urgente. Se llama diálogo social, cuando gobiernos, empresarios y trabajadores se sientan juntos y debaten sus intereses comunes en políticas económicas y sociales.

Pero ¿qué ocurre cuando las llamadas de los trabajadores siguen cayendo en saco roto, y se sienten mal representados o no representados en absoluto? Las huelgas y el derecho a organizarse y salir a la calle, que tanto ha costado ganarse, son una parte importante de la cultura laboral europea. Y, sin embargo, hay partes de Europa donde los sindicatos siguen sin ser habituales e incluso están prohibidos en muchas empresas. Este invierno habrá más protestas en Francia, Reino Unido y en toda Europa, mientras los trabajadores luchan contra la presión de sus gobiernos para aprobar leyes que no solo limitan sus derechos, sino que también impiden el derecho de huelga.

  • Sinisa Jakov Marusic - redactora jefe de esta semana

​En esta edición leerás estos temas: El invierno de la disidencia, Los sindicatos británicos se mantienen firmes, "Dejé Francia por culpa de los sindicatos",132, El poder olvidado del pueblo

La versión original en inglés, cada miércoles:

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El invierno de la disidencia

Los países europeos se enfrentan a una oleada de intentos de reprimir la disidencia, aunque nuestra conciencia colectiva como resistencia sigue siendo escasa.

El estreno del gobierno de Giorgia Meloni fue desconcertante. El 31 de octubre, se permitió que miles de personas se reunieran para celebrar el centenario de la Marcha sobre Roma de Mussolini, en su casa natal de Predappio. En el mismo periodo, la policía golpeaba a los estudiantes que protestaban contra un acto al que asistían miembros del partido de Meloni, en la Universidad La Sapienza de Roma.

Soplaban malos vientos que dieron origen al llamado "decreto rave". Después de que la policía desalojara una rave en Módena, el gobierno de extrema derecha lanzó un plan para prohibir las reuniones de más de 50 personas, sí "ocupan lugares y amenazan el orden público". El debate se recrudeció y el socio de coalición Forza Italia consiguió suavizar el decreto.

placeholder Un bombero enciende una bengala roja durante una huelga nacional liderada por los sindicatos franceses contra la reforma gubernamental del sistema de pensiones, en Toulouse, este jueves. (EFE / Guillaume Horcajuelo)
Un bombero enciende una bengala roja durante una huelga nacional liderada por los sindicatos franceses contra la reforma gubernamental del sistema de pensiones, en Toulouse, este jueves. (EFE / Guillaume Horcajuelo)

El problema de limitar la disidencia no solo afecta a Italia. En febrero de 2022, el Primer Ministro de Hungría, Viktor Orbán, viejo amigo de la derecha italiana, promulgó un decreto que restringía el derecho de huelga. Las huelgas no están formalmente prohibidas, pero el decreto tuvo un impacto concreto en los profesores que protestaban por un mejor sistema educativo y aumentos salariales:

"Si quiero hacer huelga, sigo estando obligada a dar al menos la mitad de mis clases, o incluso todas para los alumnos del último curso", declaró a Domani Bea Berta, una profesora húngara.

Foto: Un cartel en un 'super' en Budapest que avisa de la limitación de compras. (A. A.)

Algunos de los que participaron en la desobediencia civil, como Katalin Törley, profesora de un instituto de Budapest, fueron despedidos.

A medida que aumentan las protestas de los trabajadores, los gobiernos se apresuran a aprobar leyes antihuelga. El gobierno conservador del Reino Unido ha impulsado un proyecto de ley para garantizar unos servicios mínimos como medio de restringir indirectamente las huelgas.

Ante las protestas contra la reforma de las pensiones, el gobierno francés ha hecho consideraciones similares: El Ministro de Transportes, Clément Beaune, quiere garantizar un "servicio mínimo" durante las huelgas. Irónicamente, lo llaman "el modelo italiano".

  • Francesca De Benedetti - periodista en Domani

Los sindicatos británicos se mantienen firmes

El primer ministro británico, Rishi Sunak, opta por un enfoque 'thatcheriano' para hacer frente a las huelgas masivas en Gran Bretaña. Incluso está impulsando un proyecto de ley antihuelga para imponer niveles mínimos de servicio en sectores como la sanidad, la educación, los bomberos y el transporte durante los periodos de huelga. Este proyecto de ley también permite a los empresarios de los sectores público y privado despedir a los trabajadores en huelga.

A pesar de las duras palabras, los sindicatos y sus afiliados no dan muestras de que vayan a ceder a las presiones del gobierno. Sin embargo, la insistencia de los 'tories' en repetir su política de austeridad posterior a 2010, cuando la desigualdad es tan profunda en este país, dará a los trabajadores muchas más razones para hacer huelga.

Los sindicatos fueron tachados por la líder conservadora Margaret Thatcher de "enemigo interno" en el momento álgido del 'invierno del descontento', la larga serie de huelgas de 1978 y 1979 que derribó al entonces Gobierno laborista. Esta etiqueta ha vuelto a entrar en el debate ahora, en un momento en el que tantos van a la huelga.

placeholder Mick Lynch, Secretario General del Sindicato Nacional de Trabajadores Ferroviarios, Marítimos y del Transporte. (Reuters / Peter Nicholls)
Mick Lynch, Secretario General del Sindicato Nacional de Trabajadores Ferroviarios, Marítimos y del Transporte. (Reuters / Peter Nicholls)

En el Reino Unido, los sindicatos son fundamentales para el desarrollo social del país, ya que fundaron el Partido Laborista, junto con intelectuales socialistas en 1900, y contribuyeron a la llegada del Gobierno laborista de Clement Atlee en 1945, que estableció el Servicio Nacional de Salud. La afiliación sindical ascendió a 9,5 millones, casi el 20% de la población, en 1950.

Ahora, la crisis del coste de la vida, el impacto social de más de doce años de medidas de austeridad conservadoras, la creciente inflación y la necesidad de aumentar los salarios y mejorar las condiciones de trabajo son claves para entender la masiva oleada de protestas.

El 1 de febrero, maestros, funcionarios, profesores universitarios, guardias de seguridad y conductores de tren y autobús se declararán en huelga en lo que se espera que sea la mayor jornada de huelga de los últimos diez años, con medio millón de personas que retirarán su trabajo, demostrando que los sindicatos británicos se mantienen firmes, a pesar de todo.

  • Angelo Boccato - periodista en Columbia Journalism Review, The Independent y Open Democracy

​"Dejé Francia por culpa de los sindicatos"

"Dejé Francia en 2005: demasiados sindicatos. Demasiadas huelgas. Demasiadas quejas. Demasiada protección laboral"


Estas palabras pertenecen a Gregorie Nitot, fundador y director general de Sii, una empresa de informática que opera en Polonia. Nitot las escribió en un correo electrónico en noviembre a uno de sus empleados, Krystian Kosowski, que quería crear un sindicato en Sii. Para el director general, Kosowski, estaba "atacando a Sii", y "motivaba" a sus compañeros "a luchar también contra la empresa".

Foto: La policía antidisturbios francesa, en París. (EFE/Yoan Valat)

Al final, la empresa informática le despidió. El nivel de sindicación es bajo en Polonia, apenas alcanza el 12,9%. Pero el país tiene una rica tradición sindical. En los años 80, más de 10 millones de ciudadanos pertenecían al movimiento de oposición Solidarność (Solidaridad), que derrocó a los comunistas en 1989. Sin embargo, el fin del comunismo y el hundimiento de muchas empresas estatales provocaron la exclusión de los sindicatos. Así pues, Polonia, donde los sindicatos faltan o están mal organizados, vuelve a partir de cero en lo que se refiere a la defensa de los derechos de los trabajadores.

  • Michał Kokot - periodista en Gazeta Wyborcza

Number of the week: 132​

En Kosovo, el pasado mes de septiembre, los profesores de secundaria y primaria estuvieron un total de 132 horas en huelga, exigiendo un aumento salarial. Esto equivalía a 22 días de clase.

Los profesores lucharon contra un sistema muy politizado en un país que solo ahora está construyendo una cultura de disidencia cívica y laboral. Sin embargo, no consiguieron un aumento de sueldo, y ahora deben trabajar los fines de semana para recuperar los días perdidos. Pero se atrevieron a plantar cara.

  • Xhorxhina Bami - periodista en Balkan Insight

El poder olvidado del pueblo​

Los alemanes no ven la huelga como una opción para avanzar políticamente. Las huelgas con fines políticos están prohibidas de facto. Retirarse del trabajo se considera sólo un medio dentro de una lucha laboral, pero no para ningún otro objetivo.

Pero el año pasado me enteré de que una huelga tuvo un gran impacto en el panorama político alemán: En marzo de 1920, una gigantesca huelga general prodemocrática impidió que un régimen de derechas llegara al poder durante 13 años.

Encontré este suceso en un relato autobiográfico de mi bisabuelo, que fue alcalde de un pequeño municipio alemán durante la Primera Guerra Mundial. Al parecer, fue uno de los cofundadores del grupo local del partido de extrema derecha Deutsche Vaterlandspartei (Partido de la Patria Alemana).

Foto: Imagen de archivo de la policía alemana. (Polizei NRW)

En marzo de 1920, el Tratado de Versalles obligó a Alemania a reducir enormemente sus tropas. Pero algunas fuerzas antidemocráticas del ejército se negaron a disolver sus tropas y desafiaron al gobierno recién elegido en un intento de golpe de estado. Como antidemócrata, mi bisabuelo apoyó abiertamente el golpe. El golpe fracasó y él perdió su trabajo.

¿Por qué fracasó el golpe? Aquí es donde llegamos a lo más sorprendente: por un lado, los golpistas no tenían un plan común. Lo más significativo es que 12 millones de trabajadores prodemocráticos pararon su trabajo durante varios días y demostraron que la infraestructura y los medios de producción estaban en manos del pueblo y que el pueblo no apoyaba el golpe. Sin autobuses, trenes, periódicos, teléfonos ni correo, y en Berlín sin agua ni electricidad, el régimen no pudo aferrarse al poder.

En su texto, mi bisabuelo quería transmitir a sus descendientes algunas doctrinas que a mí me parecen bastante aterradoras. Pero lo que aprendí fue algo diferente: aunque tiendo a desconfiar de la voluntad colectiva del pueblo alemán, hubo un momento en que realizó una poderosa acción a favor de la democracia.

  • Teresa Roelcke - periodista en Tagesspiegel

Gracias por leer la 17ª edición de European Focus,

¿Ha participado recientemente en alguna huelga?, ¿Se ha sentido obligado a hacerlo?, ¿Quizá ha exigido un salario más alto, ha protestado contra los recortes previstos en sus prestaciones o incluso ha defendido el propio derecho de huelga? ¿Siente que se escucha su voz?

Sinisa Jakov Marusic

Hola desde Skopje, "¡Jubilación antes que artritis!", este cántico resuena en mi habitación mientras veo un vídeo de las multitudinarias protestas del 19 de enero en Francia contra el plan del presidente Macron de retrasar la edad de jubilación. Me hace pensar en el inmenso poder que tienen los trabajadores, todos nosotros, cuando nos unimos por una causa urgente. Se llama diálogo social, cuando gobiernos, empresarios y trabajadores se sientan juntos y debaten sus intereses comunes en políticas económicas y sociales.

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