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El día que Lula le 'profetizó' al papa Francisco lo que tramaba Bolsonaro (y sin duda acertó)
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Designios del futuro en Brasil

El día que Lula le 'profetizó' al papa Francisco lo que tramaba Bolsonaro (y sin duda acertó)

Diez días antes de la primera vuelta de las elecciones, el antiguo presidente advirtió a su "querido amigo" del peligro al que se enfrentaba la estabilidad política en el país

Foto: El diablo, el nuevo problema para Lula da Silva en la campaña en Brasil. (EFE/Fernando Bizerra)
El diablo, el nuevo problema para Lula da Silva en la campaña en Brasil. (EFE/Fernando Bizerra)

"La batalla está lejos de haber terminado". Diez días antes de la primera vuelta de las elecciones que enfrentaban a Jair Bolsonaro con Lula Da Silva, el antiguo presidente de Brasil le hizo llegar en mano una carta a su "querido amigo", el papa Francisco, en la que le advertía del peligro a que se enfrentaba la estabilidad política en el país si no conseguía vencer con claridad el 2 de octubre.

"Existe la arriesgada posibilidad de la segunda vuelta y luego la necesidad, en caso de victoria, de asegurar nuestra investidura", decía la misiva, entregada por un histórico miembro del Partido de los Trabajadores (PT) asistente en Asís (Italia) a un congreso sobre la denominada Economía de Francisco, un movimiento impulsado por jóvenes y que implica a economistas y empresarios de todo el mundo que buscan "una economía más humana".

Foto: Ciudadanos brasileños se manifiestan a favor del presidente Lula. (EFE/Enrique García Medina)

Da Silva exteriorizaba un temor fundado y que el veterano sindicalista pretendía conjurar concitando en torno a sí a todas las fuerzas que pudiera. De este mundo, o no: "Pido sus oraciones para que la esperanza del pueblo brasileño se concrete en breve y para que yo pueda ser un instrumento fiel para la consecución de este sueño y esperanzas para nuestra gente", le rogaba el político al jefe de la Iglesia católica.

La profecía que Lula le hacía al papa —la primera persona a la que fue a visitar tras su salida de la cárcel, en 2019, tras 580 días de condena por corrupción, finalmente revocada— se cumplió el pasado 8 de enero, con el asalto por parte de centenares de bolsonaristas a las principales instituciones democráticas del país en su capital, Brasilia, en un acto que pilló lejos, en los Estados Unidos, al derrotado y despechado expresidente Bolsonaro. Aunque quienes vandalizaron el Congreso, la Presidencia Nacional y el Tribunal Supremo llevaban muy interiorizadas sus consignas sobre el fraude que, en su opinión, se había cometido tras perder también la segunda vuelta por un escaso 1 por ciento de los votos.

Foto: Los cuerpos de seguridad actúan mientras simpatizantes del expresidente brasileño Jair Bolsonaro protestan contra el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, en Brasilia. (Reuters/Amanda Perobelli)

La rápida condena del papa

Una de las primeras condenas que recibió ese amago de golpe de Estado híbrido salió de la boca del propio papa. En su tradicional discurso ante el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, Francisco instó al día siguiente de la intentona a "superar siempre la lógica partidista" que debilita la democracia en el mundo y, en particular, "en el continente americano". "Pienso especialmente en lo sucedido recientemente en Perú y en las últimas horas en Brasil", manifestó el pontífice.

Pero no fue el único representante de la Iglesia católica en reprobar los hechos. Una postura que también comparten los obispos brasileños, que pocas horas después del asalto salieron a condenarlo y a reclamar "el cese inmediato de los ataques criminales contra el estado democrático de derecho". "Estos atentados deben contenerse de inmediato y sus organizadores y participantes deben rendir cuentas con todo el peso de la ley. Hay que proteger a los ciudadanos y la democracia", denunciaban.

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Misma rotundidad, pero menos diplomacia, es la que, en otro comunicado también muy tempranero, ofreció el Congreso Indigenista Misionero (CIMI), organismo eclesial vinculado a la Conferencia Episcopal Brasileña, que nació hace 50 años, en plena dictadura militar, y que puede exhibir una historia de lucha junto a los pueblos indígenas y colectivos eclesiales de base por la recuperación de la democracia en el gigante latinoamericano.

"Estos actos golpistas confirman el legado de destrucción, fascismo y autoritarismo que el gobierno del anterior presidente de la República legó al país. Además de un Estado devastado, promovió la división de familias y comunidades y la manipulación de las conciencias, así como la radicalización de una extrema derecha partidaria de la dictadura, la violencia y el racismo", señaló el organismo, que reclamaba también "depurar todas las responsabilidades políticas, civiles y penales y que se castigue severamente a los principales organizadores de estos actos violentos". Un inequívoco "¡No a la amnistía!" cerraba su indignado comunicado.

Foto: Lula en un Consejo de Ministros. (Reuters/Adriano Machado)

La declinante influencia católica

En el país con el mayor número de católicos del mundo (el 51% de los 214 millones de habitantes), la influencia de la Iglesia católica se deja sentir aún con toda claridad, aunque ahora sea declinante en favor de las evangélicas. De hecho, los católicos brasileños tuvieron gran protagonismo en la creación del gobernante Partido de los Trabajadores, en parte por el influjo de la teología de la liberación, de la que fue uno de sus principales teóricos el teólogo brasileño Leonardo Boff, censurado en la década de los 80 por el Vaticano por la infiltración del análisis marxista en su obra teológica y también en sus sermones como religioso franciscano que era.

Alineada pues, la Iglesia católica brasileña con los postulados más sociales de un Lula que también acabó abrazando las líneas maestras de la doctrina social de la Iglesia, y sobre todo, la opción por los pobres de los curas que seguían la teología de la liberación, y confeso admirador del papa argentino, rápidamente se ha posicionado en favor del restablecimiento del orden democrático. Y, como sucede con otros líderes populistas de nuevo cuño en América Latina, como Daniel Ortega o Nicolás Maduro, las relaciones de Bolsonaro con la Iglesia católica han sido, sin embargo, tirantes y distantes. Ferviente cristiano, el antiguo militar comulga más con la Iglesia evangélica que con la del papa de Roma, al que no ha dudado en criticar o burlarse de él.

placeholder El papa Francisco dirige su oración dominical del Ángelus. (EFE/Ricardo Antimiani)
El papa Francisco dirige su oración dominical del Ángelus. (EFE/Ricardo Antimiani)

"El papa puede ser argentino, pero Dios es brasileño", le espetó cuando, en 2019, un día después de recibir a Lula en el Vaticano, Francisco presentó su documento "Querida Amazonía", donde insta a los católicos a "sentir indignación por la explotación de los pueblos indígenas y la devastación causada por la minería y la deforestación de la Amazonía". El texto encolerizó a un Bolsonaro negacionista del cambio climático y promotor de una ley que propició durante ese 2019, primer año de su mandato, que la deforestación del pulmón del mundo aumentase un 85,3 por ciento.

De hecho, la comunidad evangélica, en su plural presencia en Brasil, ha sido un factor determinante para que Bolsonaro ganase sus primeras elecciones, ha estado a punto de llevarle a un segundo mandato e, inequívocamente, ha empujado megáfono en mano a muchos de los que el 8 de enero marcharon reclamando la intervención del ejército para acabar con el nuevo Gobierno. De su imparable fuerza sabe también Lula, quien, de cara a la segunda vuelta, se volcó en actos con pastores evangélicos y que ha reservado tres carteras ministeriales a creyentes de una confesión que, en el año 2032, arrebatará la primacía a la católica en cuanto a número de seguidores, un sorpaso que la llevará a ser seguida por el 39,9 por ciento de la población, frente al 38,6 por ciento de católicos.

Foto: El papa Francisco, en el funeral de Benedicto XVI. (Reuters)

Pero en este tsunami evangélico nada es tan homogéneo como parece. Así, por ejemplo, la Alianza Evangélica de Brasil se ha mostrado en algunas ocasiones críticas con Bolsonaro y, tras los sucesos de Brasilia, defendió "la libre manifestación dentro de los límites constitucionales", repudiando "con vehemencia los actos antidemocráticos, violentos e injustificables ocurridos en nuestra capital federal, incluida la destrucción de símbolos de la democracia que tanto nos importan".

La 'mutación' pentecostalista

El problema viene más de las iglesias pentecostalistas, una especie de ‘mutación’ en las corrientes evangélicas que está arraigando en las zonas más deprimidas de las periferias de las grandes urbes, gracias a la llamada teología de la prosperidad promovida por los pastores, y que sostiene que el triunfo económico es el signo de que es Dios, y no el demonio, quien actúa en la vida de la persona, incitando a la actuación de los fieles como emprendedores.

Esa prosperidad económica personal revierte, a su vez, gracias al diezmo en los líderes de la miríada de iglesias de este tipo que existen, lo que explica que en torno a sus pastores florezcan auténticos emporios económicos. Como, por ejemplo, el de Edir Marcedo, fundador de la Iglesia Universal, además de empresario, banquero y dueño del canal de televisión Récord, que dio amplia cobertura propagandística a Bolsonaro durante la campaña electoral, la misma que calificó de simples "manifestantes" a la columna humana que marchaba para tomar las instituciones constitucionales. Sin embargo, en menos de 24 horas, la cadena trasmutó a los asaltantes en "plaga de insectos", un giro no demasiado sutil que certificaba el fracaso de los seguidores de Bolsonaro. Marcedo, por su parte, pidió respetar el triunfo de Lula: "Es la voluntad de Dios", dijo resignado.

Foto: El papa Benedicto XVI en 2012. (EFE EPA/Maruizio Brambatti)

Resignación cristiana que no todos acaban de practicar entre las ultraderechistas filas pentecostales, que tienen incluso su bancada en el Congreso Nacional. Es el caso de Silas Malafaia, líder de la Asamblea de Dios Victoria en Cristo, y considerado como el líder espiritual de Bolsonaro, con millones de seguidores en YouTube y que calificó el asalto de Brasilia de "manifestación del pueblo".

"Me cansé de ver cómo el MST [Movimiento de los Sin Tierra] invadía edificios públicos y permanecía acampado dos o tres días. La militancia del PT [el partido de Lula] puede hacerlo, y nadie dice que sea un acto antidemocrático. ¿Qué clase de conversación es esta? ¿O en qué planeta estamos? ¿En qué país estamos? ¿O es que la gente, la prensa y los políticos tienen amnesia?", aseguró en los primeros instantes de la discusión que el asalto generaba en las redes sociales. Aunque, al igual que Bolsonaro, que trataba de mantener las distancias desde Florida por lo que pudiera pasar, su gurú acabó reculando hasta finalizar con un contemporizador "estoy en contra de los allanamientos en general".

Todavía en medio de la desconcertante vorágine generada por el intento de golpe, tratando el nuevo Gobierno de Lula de chequear y reforzar el tejido democrático del Estado, queda por ver si el peligro se ha conjurado definitivamente, si las iglesias evangélicas ayudarán a desinflamar la tensión que han ido generando en los últimos años, así como si el recién investido presidente se atreverá a tomar alguna medida para limitar su poder e influencia. Parece complicado, toda vez que el poder evangélico, asentado en un vasto conglomerado económico y mediático, es solo una de las patas de la banqueta —junto con las de los militares y los tecnócratas neoliberales— en la que se asienta el descontento contra Lula. Salvo que Dios no sea brasileño y haya escuchado a su representante argentino en la tierra la petición que le hizo Lula.

"La batalla está lejos de haber terminado". Diez días antes de la primera vuelta de las elecciones que enfrentaban a Jair Bolsonaro con Lula Da Silva, el antiguo presidente de Brasil le hizo llegar en mano una carta a su "querido amigo", el papa Francisco, en la que le advertía del peligro a que se enfrentaba la estabilidad política en el país si no conseguía vencer con claridad el 2 de octubre.

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